La última jornada de guerra ha estado marcada no por lo ocurrido en el frente, sino en la esfera política, especialmente en la europea, que destila frustración mientras intenta forzar de alguna manera a los Estados Unidos para que la voz de la UE y sus Estados miembros sea tomada en cuenta en las negociaciones sobre el futuro de Ucrania. Un objetivo que comparten con la propia Ucrania -si bien esta parece contemporizar en mayor medida con Trump- mientras las visiones en torno a Rusia y si es posible alcanzar algún tipo de acuerdo satisfactorio con este país, difieren notablemente a ambas orillas del Atlántico.
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La última jornada de guerra -pues esta sigue en marcha, no lo olvidemos-, ha sido la jornada de la frustración para muchos, especialmente en la capital de la Unión Europea y de sus Estados miembros. Mucho más, se diría, que en la propia Ucrania, que parece estar contemporizando con los pasos dados por Trump, si bien en paralelo intenta equilibrar lo que podría ser un mal acuerdo apoyándose en sus socios de este lado del Atlántico.
En lo que a nosotros nos concierne, lo más complicado pasa por intentar ahora explicar las diferentes posiciones en este particular tablero, sin que el lector interprete que apostamos por una o por otra, pues a efectos de los informes nos es totalmente indiferente y sólo tratamos de exponer una situación. Así las cosas, la situación está como sigue:
- Donald Trump ha movido ficha, buscando un acuerdo (no exactamente) bilateral con Vladímir Putin que lleve al final de la guerra. Decimos que no exactamente, porque en ningún momento los estadounidenses han dicho que Ucrania no vaya a tomar parte en el proceso de negociación (es más, que Trump hablase con Zelenski durante al menos una hora y los mensajes posteriores del ucraniano son un buen síntoma de que Ucrania no va a salir de esto ni tan malparada, ni tan ninguneada, si bien hay fuentes que dicen que el presidente ucraniano sólo fue informado por Trump sobre los avances). Por otra parte, hay que tener siempre en cuenta que Trump, a pesar de ser previsible en términos generales, en mucho más voluble y proclive a cambiar repentinamente de opinión en los temas concretos. En cualquier caso, por el momento lo único que han acordado el ruso y el estadounidense es verse, algo que a lo que Putin accede entre otras cosas porque los Estados Unidos han hecho de entrada algunas cesiones (que, en realidad, no lo son) como el aceptar que Ucrania no formará parte de la OTAN (sin pronunciarse sobre la UE, lo que es significativo). No serían cesiones, porque en realidad sólo se están reafirmando en la misma postura que había mantenido incluso la administración Biden, por más que muchos aliados de Ucrania e incluso desde la propia Alianza (que tiene en parte su propia agenda) continuasen alimentando las esperanzas ucranianas de que esto podía cambiar. Es decir, que la no entrada de Ucrania en la OTAN, por más que muchos no quisieran verlo, podía darse por descontada.
- Rusia conseguiría algo que para este país siempre ha sido clave: que Ucrania no forme parte de una alianza militar que interpretan existe únicamente para contener a la propia Rusia. También de alguna manera el reconocimiento de que el territorio que ha conquistado, le pertenece, aunque sea un reconocimiento de facto más que de iure. Y es que (y aquí empiezan los juegos de trileros), el negociador estadounidense, Keith Kellog, ya ha dejado caer que el tema territorial podría reconocerse en documento aparte (sin que Kiev deba obligatoriamente reconocer dichas pérdidas, de ahí que ayer dijésemos que había mucho de Minsk en lo que podría estar por venir), al margen de un hipotético acuerdo de alto el fuego, paz o como quiera llamarse. Además, el vicepresidente estadounidense, Vance, ha dicho que «estamos comprometidos con la independencia soberana de Ucrania» antes de reunirse con Zelenski, algo que sucederá en unas horas. Mientras tanto, en cualquier caso, en Moscú están realmente satisfechos con el hecho de que los Estados Unidos sean su único interlocutor, ya que por una parte esto aumenta de cara al mundo el status de Rusia, que es reconocida como una suerte de par («potencia mundial», Vs «potencia regional como la calificara Obama en su día). Así, el portavoz del Kremlin, Peskov, ha dicho que Ucrania «seguramente participará en las negociaciones de una forma u otra», pero que habrá una «vía bilateral ruso-estadounidense», mientras invitaba a Trump a participar en las celebraciones del Día de la Victoria…
- En la Unión Europea se sienten completamente frustrados, ofuscados y, por supuesto, ninguneados. En lo que ha sido una guerra por delegación en la que han sufrido la mayor parte de las consecuencias económicas y humanas (por ejemplo, recibiendo refugiados) y en la que han aportado el grueso del dinero, no han entendido en ningún momento la realidad de un sistema internacional que penaliza a quien no tiene poder duro. Y la UE y sus Estados miembros, carecen casi por completo de él, siendo un «rey desnudo» al que Hegseth ha venido a recordar sus vergüenzas, explicándoles negro sobre blanco cuál es su posición en el tablero. Ha hecho así buena la profecía de Borrell (por otra parte, uno de los principales culpables del actual estado de cosas) de que «Si no estás en la mesa, estás en el menú». Así las cosas, ahora mismo están intentando a toda prisa organizarse para intentar que su voz sea escuchada y puedan hacer valer al menos parte de sus intereses en las futuras negociaciones. De lo contrario, es previsible que tomen medidas de todo tipo para intentar no exactamente sabotearlas, pero sí alargarlas o retrasarlas, por ejemplo aumentando la financiación a una Ucrania que encuentra en la UE también un contrapeso necesario a Trump). Además, siempre les queda la opción, como sugiere el profesor Sven Biscop, de reaccionar ofreciendo motu proprio garantías de seguridad creíbles a Ucrania…
En el fondo del asunto (aunque esto es un resumen demasiado escueto de un problema cargado de matices) está el hecho de que hay dos concepciones respecto a Rusia:
- Por una parte, la de un Trump que parece considerar que puede contentar y controlar a Putin haciendo concesiones (como la vuelta de Rusia al G7) y tratando la cuestión ucraniana como una transacción comercial más de la que, por cierto, espera que los Estados Unidos salgan notablemente beneficiados. Hay que entender que Trump –lo explicamos en su día– considera las relaciones internacionales como una sucesión de problemas de suma cero, en los que el ganador se hace con todos los beneficios, lo que contribuye a explicar el proceder del estadounidense.
- Por otra, la de muchos europeos que consideran que Rusia no va a contentarse con ningún logro, salvo temporalmente y mientras gana tiempo para reconstituir sus Fuerzas Armadas y volverse todavía más peligrosa y más dispuesta a lograr por la fuerza un área de influencia en el Este del continente que perdió tras el colapso soviético.
Además, está la cuestión de la inversión en defensa, y es que la situación actual y previsiblemente futura, con la nueva Administración Trump exigiendo a los europeos que se hagan cargo de su propia defensa (y esto en absoluto implica romper la OTAN, por más que los medios y gobiernos europeos intenten venderlo así) en un plazo de un lustro, supone un choque importante para los acomodados habitantes del Viejo (y en muchos aspectos, decrépito por elección propia) continente.
Conviene no engañarse con esto. Buena parte de los sistemas sociales europeos se han financiado a costa de la defensa. Es decir, gracias a que los Estados Unidos garantizaban un nivel de seguridad desconocido hasta décadas muy recientes y que ahora toca a su fin. Así, con los Estados Unidos centrados en el aspecto securitario en Indo Pacífico y, al mismo tiempo, luchando una guerra económica y comercial a cara de perro por retener su puesto de centro económico mundial, es normal, por mucho que desagrade a los europeos, que quieran que sus aliados compartan cargas. Y esto implica invertir en defensa, algo que muchas sociedades europeas no aceptan (ni llegan a entender, entre otras cosas porque sus líderes políticos ni tienen las herramientas intelectuales para entender ellos mismos las implicaciones del nuevo contexto, ni la voluntad de hacer el correspondiente ejercicio didáctico para con sus ciudadanos) y han evitado.
Como consecuencia, las más de las discusiones son tan pueriles como para girar en torno a la conocida dicotomía entre «cañones y mantequilla», que ya debería estar más que superada. De hecho, si hubiese un mínimo de instinto de supervivencia en las sociedades europeas tomarían el informe Draghi y lo aplicarían sin más, en lugar de hacer más y más «papers» y comisiones de estudio para ver cómo podría llegar a implementarse. Lo mismo en defensa. Además, con la seguridad (ahí están ejemplos como los nórdicos en su día o los propios EEUU) de que una mayor inversión en defensa, al ser un sector en la punta de lanza de la tecnología y crear puestos de trabajo muy remunerados, puede contribuir a generar un círculo virtuoso que arrastre a otros sectores económicos y reactive la economía de una región en coma desde 2008.
Dicho esto, y para finalizar, cabe reconocer que a pesar de su incapacidad a la hora de actuar, los desconfiados europeos llevan razón respecto no tanto a Putin, como a Rusia en general. Este país, como hemos dicho en muchas ocasiones en estos informes, lleva años inmersa en un proceso involutivo que le aparta de Occidente (tras el desencanto de los acercamientos post-1989), le sume cada vez más en el nacionalismo extremo, en el conservadurismo y en la concepción de sí misma como imperio euroasiático, considera que libra una guerra existencial (idea que el Kremlin ha alimentado por todos los medios) y difícilmente revertirá las inercias que se han ido generando, por lo que será una amenaza durante mucho tiempo. Amenaza que la única forma de conjugar es, nos guste o no, mediante el poder duro y la disuasión que este genera.

Como quiera que la guerra, como decíamos, continúa en marcha, las últimas horas pasando ya a la realidad sobre el terreno, nos han dejado nuevos ataques a larga distancia por una y otra parte. Así, en el caso del Ministerio de Defensa de Ucrania, han hablado del supuesto lanzamiento por parte de Rusia de 133 drones tipos Shahed-131/136 (Geran-1/2), de los que aseguran haber derribado 73, mientras que 58 más habrían sido desviados de su rumbo.
Entre los impactos, llama la atención el de un dron que ha chocado contra la central nuclear de Chernóbil, si bien no ha causado daños importantes y los niveles de radiación continuarían siendo los habituales. No han trascendido, de hecho, daños más allá de este por causa de los drones, aunque sí de los ataques aéreos rusos, que habrían provocado por ejemplo un muerto y cinco heridos en Kramatorsk. Además de esto, un dron habría caído en Moldavia una vez más, sin causar daños personales.
Del lado contrario, se ha informado de un incendio en Slaviansk-na-Kubani, situada en la región de Kradnodar, tras un ataque con drones. Más allá de esto, el Ministerio de Defensa ruso ha hablado en su informe diario del supuesto derribo de «una bomba aérea guiada JDAM y tres cohetes del sistema de lanzamiento múltiple de cohetes HIMARS de fabricación estadounidense, tres bombas aéreas guiadas Hammer de fabricación francesa, así como 202 vehículos aéreos no tripulados» de ala fija.
En cuanto a los combates y los movimientos, las novedades son muy escasas. De hecho, ninguna procedente por ejemplo de Kursk o de Vovchansk, con lo que comenzamos por el río Oskil, ya que el Ejército ruso ha seguido ampliando su cabeza de puente a la altura de Dvorichna. Algo parecido a lo ocurrido más al sur, en el Zherebets, con nuevos avances rusos al sur de Makíivka.
Otro punto caliente lo encontramos en Pokrovsk, concretamente al este de la ciudad, en donde las tropas rusas, que ya controlan como explicamos el famoso cruce, han progresado en Vodyane Druhe. Lo mismo que al oeste, en la zona de las vías férreas, en donde entre contraataques ucranianos han ganado unos mínimos metros al norte de las mismas. La situación en el sector es, en cualquier caso, muy estable, siendo los progresos rusos muy escuetos.
Pasando a Kurajove, el Ejército ruso ha continuado con su toma de la localidad de Andríivka, desde donde previsiblemente intentará cruzar el Vovcha hacia Konstyantynopil’. Además, han estado expandiéndose hacia el oeste de la primera lcoalidad, en dirección a Oleksíivka. Todo mientras continúan tratando de forzar, por ahora sin éxito, la retirada ucraniana al sur del río, avanzando un día más por el sur de Dachne.
En Velika Novosilka, para finalizar, a los avances rusos de la jornada anterior al oeste se han sumado otros nuevos, consistentes básicamente en la toma de dos líneas de árboles entre campos de cultivo, entre Vremivka y Novosilka.
Por último, antes de pasar al apartado internacional, compartimos un tuit en el que se habla sobre la evolución de los bonos pagados por las regiones rusas a los reclutas, los cuales han crecido en los últimos tiempos, y cómo la medida estaría permitiendo mantener e incluso acelerar el reclutamiento.

Contexto internacional, diplomacia y sanciones
El apartado internacional ha estado marcado por la reunión ministerial de la OTAN y por las palabras del secretario de Estado norteamericano, que ha ido todavía más allá de lo dicho unas horas antes en la reunión del Grupo de Ramstein, recordando a sus aliados europeos que únicamente «el poder duro genera disuasión». Es más, Hegseth recordó a los presentes que «Podemos hablar todo lo que queramos sobre valores. Los valores son importantes …]. Pero no se pueden atacar con fuego a los valores, no se pueden atacar con fuego a las banderas y no se pueden atacar con fuego a los discursos contundentes. No hay nada que pueda reemplazar al poder duro».
Por otra parte, más allá de la dureza de sus palabras (el discurso íntegro puede verse en el siguiente enlace) y como reconoció el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, Hgseth dejó claro que los norteamericanos, a pesar de las barbaridades publicadas por muchos medios europeos, siguen comprometidos con la Alianza. Así, según Rutte: «El Secretario Hegseth vino con un mensaje claro: el compromiso permanente de los Estados Unidos con una Alianza OTAN fuerte y las expectativas de los Estados Unidos de que todos los aliados asuman la parte que les corresponde de la carga son claras».
Un Rutte, que además, negó que se hubiese prometido nunca a Ucrania la pertenencia a la OTAN (aunque sin duda se le han dado, muchas esperanzas, comenzando por el propio Rutte y su antecesor Stoltenberg), diciendo «En Washington [en la cumbre de la Alianza del pasado mes de julio], la OTAN se comprometió a que Ucrania se convirtiera en miembro de la OTAN, pero no hubo ningún acuerdo específico de que cuando comenzaran las conversaciones de paz, éstas terminarían con la membresía definitiva de Ucrania en la OTAN». Afirmación que completó con un «Nunca ha habido un acuerdo sobre esto» y con «Lo que siempre he dicho es que pase lo que pase, tenemos que asegurarnos de que Vladimir Putin nunca vuelva a intentar atacar a Ucrania».
Volviendo sobre Hegseth, insistió el norteamericano, eso sí, en la cifra del 5% del PIB en defensa, algo que la mayoría de los europeos rechazan, considerándolo un objetivo inalcanzable, si bien comienzan a verse los primeros cambios en el mensaje por parte incluso de los aliados más reluctantes, como España. En este caso, fue la ministra de Defensa, Margarita Robles, presente en la cita, quien declaró tras la reunión que «He insistido en que España es un aliado serio y fiable, que cumple siempre con sus cometidos y va a seguir cumpliendo con sus compromisos», añadiendo que «Hablar de gasto en defensa es hablar de gasto en paz, no es correcto quien habla de gasto armamentístico, el gasto en seguridad es mucho más es mucho más que gastar en armamento, es gastar en muchísimos ámbitos».
Poco después, y siguiendo con España, habló con Zelenski el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, reafirmando su apoyo «en la defensa de la soberanía de su país frente a la agresión ilegal, injusta e injustificada de Rusia. Ucrania puede seguir contando con España». Un apoyo que «más allá de las palabras, como hemos demostrado en estos últimos tres años. Europa seguirá apoyando la aspiración de Ucrania a una paz justa y duradera», cerrando su mensaje con una referencia al temor al que hacíamos mención al inicio del informe: «Ucrania quiere la paz y Europa quiere la paz. Sin embargo, una guerra injusta no puede terminar con un acuerdo de paz injusto».
Zelenski, por su parte, agradeció «el apoyo de España a Ucrania y a nuestro pueblo», pero dejó en su mensaje un apunte interesante: «Seguiremos fortaleciendo nuestra cooperación con nuestros socios estadounidenses y, por supuesto, una mayor interacción en toda Europa es esencial. La seguridad es una responsabilidad compartida». Es decir, que del mensaje de Zelenski se destila que la postura ucraniana, aunque sin duda esperan que los europeos les sirvan de contrapeso para hacer valer sus intereses, parece primar el no molestar a los Estados Unidos.
El punto es interesante, porque si se revisa la actividad por ejemplo del ministro de Exteriores ucraniano, lejos de buscar la confrontación con los Estados Unidos, intenta navegar entre dos aguas, dejando que sean los europeos los que digan cosas -en este caso el ministro de Exteriores de Lituania- como:
«El mundo no puede permitir que se produzca otro acuerdo de Múnich.
Ucrania debe estar en el centro de cualquier negociación y acuerdo de paz que afecte a su futuro. Ha pagado un precio inmenso por defender su soberanía y su libertad frente a la conquista militar de Rusia. Junto con Ucrania, Europa debe participar plenamente en el proceso, mostrando una acción y un compromiso creíbles. Esto significa aumentar el apoyo a Ucrania, intensificar las sanciones energéticas contra Rusia, imponer aranceles a los productos rusos y promover el uso de los activos congelados de Rusia. Se deben poner en marcha todas las medidas para fortalecer a Ucrania y debilitar a Rusia.
¿Qué constituye un «buen acuerdo»? Una paz justa y duradera que Ucrania pueda mantener, con garantías de seguridad creíbles de sus aliados transatlánticos. No hay garantía de seguridad más barata ni más eficaz para Ucrania que la plena pertenencia a la OTAN.
Es necesario poner fin a las matanzas, pero no es suficiente: hay que poner fin de una vez por todas a la agresión rusa. El agresor debe quedar con las manos vacías, sin incentivos para nuevas agresiones, sin ganancias territoriales ni dividendos políticos. Rusia debe pagar por los daños que ha causado».
No ha sido ni mucho menos el único en hablar en estos términos. De hecho sólo uno más. Scholz, por su parte, decía que «La próxima tarea es garantizar que no haya una paz impuesta». Además, en Francia, Macron hablaba de cómo la llegada de Trump ha supuesto una especie de «electroshock» para la UE y cómo esto debería obligar a Europa a asegurar su propio futuro y el de Ucrania. Una óptica muy francesa y posiblemente tan condenada al fracaso como lo ha estado siempre. Y es que, en realidad, no hay mucha diferencia entre estas declaraciones y las que se hacían durante el primer mandato de Trump, cuando los europeos intentaron lanzar una PESCO que fracasó estrepitosamente en sus propósitos iniciales (no tanto en otros aspectos) una vez los condicionantes que motivaron su puesta en marcha cambiaron.
Todo a la espera de que de comienzo la Cumbre de Seguridad de Múnich, algo que ocurrirá en unas horas, en la que entre otros tomarán parte varios líderes europeos y políticos del otro lado del Atlántico, como el secretario de Estado, Marco Rubio (quien ha tenido que regresar a EEUU por un problema técnico en el avión que le transportaba), el vicepresidente Vance y el negociador Kellog. Todos los cuales, además, se verán con Zelenski.
También mientras nuevo avión estadounidense con personal diplomático ha llegado en las últimas horas a Moscú, en lo que podría sugerir una intensificación de los contactos.
Para finalizar, cerramos hoy con una nueva referencia a la ayuda militar a Ucrania, pues desde Noruega han anunciado un nuevo paquete de ayuda destinado a mejorar la defensa aérea ucraniana, por valor de 1.200 millones de coronas noruegas (102 millones de euros al cambio). Una medida que ha sido lógicamente agradecida por el Ministerio de Defensa de Ucrania, pronunciándose sobre el tema su máximo responsable, Umerov.
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