En una jornada en la que desde Ucrania han anunciado que el segundo lote de cazabombarderos F-16 daneses ha llegado al país, los ojos del mundo están puestos en Siria, en donde los rebeldes avanzan a gran velocidad, el régimen de Assad amenaza con un colapso inminente y desde Rusia ya han anunciado, reconociendo su incapacidad, que no podrán ayuda a su aliado en la misma medida que antaño. Una situación que podría culminar, si Rusia pierde el control de sus bases en el país, en una retirada estratégica sin precedentes desde 1991, en un momento en el que se habla cada vez más de posibles negociaciones a propósito de un alto el fuego en Ucrania.
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Vladimir Putin parece reacio a salvar el régimen de su homólogo Bashar Al-Assad, y el ejército de este último (SAA) no parece capaz de frenar la ofensiva de los rebeldes islamistas de Hayat Tahrir Al-Sham (HTS, Organización para la Liberación del Levante). Así las cosas, apenas una semana después de tomar estos últimos Alepo, la segunda ciudad del país, han conquistado, Hama, hacen peligrar Homs, ya no ocultan su deseo de tomar el poder en Damasco (aunque posiblemente no se vean obligados ni a «tomar» la ciudad en el sentido estricto).
La situación en Siria, en donde Assad ha visto su posición muy debilitada por el castigo sufrido por Hezbolá en los últimos meses y, en general, por buena parte de los proxies iraníes en la región, quizá podría haber seguido un rumbo bien diferente si el poderío militar ruso fuese más parecido al de 2016 que al que ocho años después acumula. Y es que desde febrero de 2024 hemos visto cómo el régimen de Putin perdía buena parte de sus capacidades convencionales en Ucrania, así como una herramienta de primer orden para su política exterior como es Wagner Group.
En última instancia, a la espera de lo que finalmente ocurra con Assad (que era una carga incluso para Rusia e Irán y entre rumores de abandono del país que por el momento están lejos de confirmarse y avances rebeldes en dirección a Damasco, de cuyas inmediaciones huye el SAA y ciudad que está siendo evacuada, al igual que otras posiciones, por los apoyos extranjeros del todavía presidente sirio) desde Moscú ya han reconocido su incapacidad para intervenir en apoyo de su aliado, del mismo modo que han hecho, por cierto, otras fuerzas en la región como algunas de las milicias proiraníes que operan por ejemplo en Irak.
Al inicio de la ofensiva rebelde, como nuestros lectores recordarán, dijimos que Rusia, de triunfar esta, podría «ponerse de lado» si su aliado cae, negociando con HTS con la intención de conservar sus bases militares (Khmeimim y Tartus) en el país. De no hacerlo y terminar finalmente expulsados de allí (algo que ahora mismo parece factible a pesar de la habilidad integradora y conciliadora demostrada por HTS y de su interés en negociar con Rusia; grupo además sometido a un proceso de blanqueamiento sin precedentes), supondría una retirada estratégica sin precedentes desde 1991 para Rusia que, en buena medida, terminaría con cualquier aspiración de relevancia en el Mediterráneo.
Lo que está claro es que Siria está mostrando las costuras de una Rusia que ha comprometido una cantidad asombrosa de recursos en Ucrania (necesidad existencial) y que, por el camino está viendo cómo poco a poco otras fichas menos importantes del tablero pero aun así estratégicas, como Moldavia, Armenia o Siria, caen. Todo lo cual confirma la validez del análisis que quien escribe hiciese hace más de cuatro años, como parte de un número especial sobre Rusia, en el que se decía que cuando hablábamos de este país, lo hacíamos de un imperio en declive; en retirada estratégica.
Ya entonces, aunque los datos nos indicaban que este país estaba perdiendo a pesar de la propaganda del Kremlin, poder relativo, adelantábamos que pese a la retirada estratégica general y hasta cierto punto inevitable, podía ejecutar movimientos como una nueva invasión en Ucrania o en Georgia, al considerar estos (especialmente la primera), extremadamente relevantes para su propia seguridad. También incluía en el citado artículo una frase que explica lo ocurrido desde entonces en el ámbito nuclear, afirmando que estaba perdiendo una carrera y que no podría mantener la paridad en las décadas venideras; de ahí la necesidad de erosionar o abandonar algunos tratados como el INF o desarrollar armas de tercer ataque. Pasos que no serían necesarios si la situación fuese otra y la pérdida de poder relativo de la que hablábamos, no fuese tan acusada.
Por supuesto, sigue siendo igual de difícil que entonces saber cómo se van a desarrollar los acontecimientos, al menos en detalle (la guerra de Ucrania podía ser adelantada, igual que anteriormente la intención rusa de tomar Crimea, pero su desarrollo concreto no tanto). Sin embargo, en términos generales estamos asistiendo a un retroceso tanto de Rusia como del «Eje de la Resistencia». En el caso ruso, esto implicará que el país se centrará cada vez más en Ucrania (lo que supone que tiene menos incentivos para negociar una paz) y en Bielorrusia (de ahí los movimientos recientes en el apartado nuclear, precisamente hoy noticia); también que sea más impredecible, inestable y peligroso.
En definitiva, Rusia será durante los próximos años un país más dado a escalar o utilizar la fuerza cuanto más consciente sea de su propia debilidad. También a seguir aumentando la intensidad de su campaña en la zona gris incluso aunque se acuerde un alto el fuego en Ucrania o se logre tejer una nueva arquitectura de seguridad para el continente.
Centrándonos ya en Ucrania, las últimas horas han sido relativamente tranquilas en cuanto a lanzamiento de drones por parte rusa, hablando el Ministerio de Defensa ucraniano de apenas 14 drones de largo alcance tipo Shahed-131/136 (Geran-1/2) de los que habrían logrado derribar 7 y otros tantos se habrían perdido por una u otra razón antes de alcanzar su objetivo.
Ahora bien, se han registrado ataques rusos aéreos sobre Zaporiyia, algunos de ellos mediante el empleo de bombas planeadoras, lo que ha dejado al menos 9 muertos y 17 heridos en la región. Además, se ha hablado del empleo de misiles balísticos contra otras zonas del país, aunque no han sido recogidos en el parte ucraniano.
Del lado ruso, dado que un día más no podemos acceder a la información publicada por estamentos oficiales de este país, solo diremos que durante la última noche USVs ucranianos, ahora capaces de actuar como buques nodrizas de FPVs, han atacado las plataformas gasísticas que Rusia controla en el Mar Negro, causando su destrucción.
En cuanto a los combates y los movimientos, las novedades tampoco son excesivas. De hecho, sin noticias de Kursk, Járkov, Kupiansk o Siversk, los cambios más relevantes han tenido lugar en sectores como el de Chassiv Yar, en donde el Ejército ruso ha logrado avances al norte de la ciudad. Lo mismo que en Toretsk, en donde podrían haberse hecho ya con uno de los «terrikons» mientras continúan lanzando ataques contra las posiciones ucranianas en el núcleo urbano, cada vez más en poder ruso.
Los enfrentamientos más intensos y los cambios más notables, un día más, han tenido lugar en Pokrovsk-Kurajove. En el primer caso, en dirección a Pokrovsk o más bien al sur de esta ciudad, tenemos importantes bombardeos, así como avances rusos hacia Novotritske y Shevchenko, localidades ambas muy cercanas al río Solona. De hecho, todo apunta a que la batalla por Pokrovsk podría comenzar en cuestión de semanas, si Rusia consigue reunir fuerzas suficientes como para acometer este objetivo, dada la tasa de desgaste que acumula. Más allá de lo anterior, hacia Kurajove, con la situación más o menos estática en el centro de esta localidad, los avances rusos se centran en el curso del Shuki Yali, en donde han entrar en parte de Uspenivska.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
El apartado internacional, tocado ya el tema sirio, lo comenzamos hoy en la catedral de Notre Dame, en París, pues hasta allí se ha dirigido el futuro presidente estadounidense, Donald Trump, invitado por un Macron que enfrenta una complicadísima situación interna, pero que aun así intenta seguir siendo protagonista en términos diplomáticos.
Lo decimos, porque hasta París se ha dirigido, invitado también por el galo, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, lo que adelanta un encuentro entre los tres -y quizá también otros- o distintas conversaciones bilaterales durante las cuales coordinar posiciones de cara a las próximas semanas y meses y con la vista puesta en una hipotética salida al conflicto.
De hecho, incluso el alemán Olaf Scholz se ha referido a Trump justo antes de la llegada de este a París, afirmando que «ya he hablado extensamente por teléfono con el futuro presidente estadounidense (…) Tengo esperanzas de que podamos desarrollar una estrategia común para Ucrania».
Antes de ir a París, Zelenski ha tenido tiempo de hablar con la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, con quien ha hablado sobre la situación en el campo de batalla y el apoyo militar del país transalpino a Ucrania, a la espera de que Italia apruebe el que sería el décimo paquete de ayuda militar.
Siguiendo con la diplomacia, aunque desplazándonos hasta Kiev, en las últimas horas el primer ministro ucraniano, Shmyhal, se ha reunido con el secretario general del Consejo de Europea, con quien ha tratado acerca de los trabajos relativos a un mecanismo internacional de compensación destinado a hacer que Rusia pague por la destrucción causada en Ucrania.
Además, aunque en las jornadas previas nos centrásemos en Sybiha y su actividad durante la cumbre de la OSCE en Malta, lo cierto es que no fue el único diplomático ucraniano en acudir a la cita, ya que fue secundado por la viceministra de Exteriores, Mariana Betsa. Esta última se encargó de realizar buena parte del trabajo de «sherpa», es decir, de la negociación en detalle, aquella que se lleva a cabo sobre temas concretos. Además, Betsa tuvo tiempo para dar un discurso en un evento paralelo centrado en los ucranianos que continúan cautivos en Rusia, se reunió con representantes de la comunidad ucraniana en Malta y también se reunió con el secretario de Estado del Departamento Federal de Asuntos Exteriores de Suiza.
Pasando a la ayuda militar, el presidente ucraniano ha anunciado la llegada al país del segundo lote de aviones de combate F-16 donados por dinamarca, afirmando de paso que si el resto de los socios del país demostrasen el mismo compromiso con su aliado que el país nórdico «el terrorismo ruso ya podría haberse vuelto imposible».
Cambiando hacia Bielorrusia, ha sido noticia el anuncio del posible despliegue a partir de 2025 del misil balístico de alcance intermedio «Oreshnik» en dicho país, algo a lo que se ha referido el propio Putin durante una rueda de prensa concedida en el marco de su visita a Minsk, en la que ha dicho: «En lo que se refiere a la posibilidad de desplegar en Bielorrusia un armamento tan formidable como el Oreshnik, digamos, y dado que hoy hemos firmado un acuerdo sobre garantías de seguridad con el uso de todas las fuerzas y medios disponibles, considero posible el despliegue de sistemas como el Oreshnik en Bielorrusia».
Como quiera que es un método de presión sobre Occidente y especialmente sobre los Estados Unidos, al mismo tiempo que se producían estas declaraciones el viceministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Ryabkov, decía a propósito de la relación entre ambos estados que en su país están «abiertos a mantener un diálogo honesto basado en el respeto mutuo y la consideración de los intereses», declaración que completaba planteándose «La gran pregunta es si la nueva administración [estadounidense] aprovechará esta oportunidad».
Además, y para cerrar, según se ha sabido Putin concederá su conferencia de prensa anual el próximo 19 de diciembre, una cita que cada año se espera con expectación y en la que seguramente haya alguna referencia no solo a la guerra de Ucrania, sino a las posibles salidas a esta, probablemente incidiendo en las líneas marcadas por Lavrov por ejemplo en la reciente entrevista con Tucker Carlson.
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