Durante la última jornada, en la que Rusia habría lanzado un «número récord» de drones contra Ucrania, han sido noticia tanto las declaraciones de uno de los asesores de Donald Trump a propósito de la posibilidad de que este último multiplique la ayuda militar a Ucrania, como las reuniones del G7 y del Consejo OTAN-Ucrania. Sobre el campo de batalla, mientras tanto, la situación ucraniana continúa empeorando, con un sorprendente cruce del Oskil por parte rusa por una parte y un importante deterioro de la situación tanto en Kurajove como en Velika Novosilka, ciudad esta última en la que se han producido ya los primeros enfrentamientos urbanos.
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La aparente ambivalencia de Trump continúa desconcertando a los analistas y, especialmente, a los aliados europeos de los Estados Unidos, que oscilan entre la esperanza y el descreimiento más absoluto y parecen vivir con el corazón en un puño intentando interpretar cada paso dado por el futuro presidente o por cada uno de sus colaboradores.
Esto es, ni más ni menos, lo que ha pasado en las últimas horas con las -por otra parte nada sorprendentes- declaraciones de Sebastian Gorka, designado por Trump como su asesor en materia de terrorismo. Y es que Gorka ha calificado a Putin como «matón» y ha afirmado que Trump planea poner fin a la guerra de Ucrania amenazando con inundar a este país de ayuda militar, haciendo que el apoyo concedido hasta el momento por los Estados Unidos parezca «una miseria».
Sin embargo, estas declaraciones son de todo menos sorprendentes, pues en lo básico resumen la forma «tradicional» de afrontar cada posible negociación en materia internacional por parte de Trump, algo que se vio durante su primer mandato a propósito de Irán o de Corea del Norte, países a los que por un lado amenazó duramente, incluyendo el posible recurso a la fuerza mientras, por el otro, mantenía las puertas abiertas a seguir negociando e incluso a hacer concesiones, dejando vías de comunicación habilitadas en todos los casos (por cierto, que no es el único).
Lo mismo, en lo fundamental, que ha venido haciendo en relación con sus propios aliados dentro de la OTAN y su inversión en defensa, amenazando con dejarlos abandonados a su suerte por una parte mientras, por la otra, en la práctica terminaba aumentando el compromiso estadounidense con la organización. También, con aliados como México y Canadá o con rivales como China, en este caso a propósito de las cada vez más intensas guerras comerciales que los Estados Unidos libran. Palo y zanahoria.
Las declaraciones de Gorka, dicho esto, deben encuadrarse dentro de este proceder «trumpista», sin que supongan ningún tipo de cambio en la práctica. De hecho, difícilmente habrá cambios más allá del lenguaje, pues las posibilidades que sigue teniendo Trump ante sí no han variado un ápice desde que se confirmase su victoria electoral, ni hay motivos para creer que puedan variar tampoco en los próximos meses (al fin y al cabo, en muchos sentidos vienen marcadas por factores estructurales) salvo por la progresiva erosión de la posición ucraniana, que obligará a un esfuerzo proporcionalmente mayor de cara a obtener un resultado digno en cualquier hipotética negociación.
A propósito de la posición ucraniana, como decíamos ayer, hay que tener en cuenta que la tendencia, señalada en el anterior informe, es clara: a cada mes que pasa desde el verano Ucrania pierde una fracción mayor de su territorio, habiéndose pasado de un frente totalmente estático a otro en el que el movimiento sigue siendo muy reducido, pero incremental a favor de Rusia, como demuestran las estadísticas que periódicamente van colocando mappers como @pouletvolant.
Lo que es peor, la situación de desánimo y la percepción de las propias limitaciones parece haber calado entre los mismos militares ucranianos, conscientes a diferencia de lo que ocurría en verano de 2023, en la previa a su fallida ofensiva y animados con todo el hype previo, de los numerosos problemas que sacuden a las Fuerzas Armadas del país, en ámbitos que van mucho más allá del apoyo extranjero.
Por supuesto, a pesar de fallos puntuales como los ocurridos durante algunas rotaciones, o de los problemas detectados con las brigadas «150s» y «160s» (ya comentados en su momento), en términos generales los ucranianos continúan defendiéndose de forma más que aceptable, buscando minimizar las bajas humanas y las pérdidas materiales con la vista puesta en lo que pueda ocurrir a partir de enero y de que las posibilidades militares rusas son también limitadas.
Sin embargo, a nadie se le escapa que la situación es hoy mucho más débil del lado ucraniano de lo que lo era hace un año y no digamos dos. Además, están todavía por verse los efectos de la campaña de ataques estratégicos rusos durante el presente invierno, que como veremos continúa acelerándose por la vía del aumento en los lanzamientos de drones, lo que ocurra en el campo de batalla en un invierno en el que al basarse en la infantería los ataques rusos, el efecto del tiempo atmosférico sobre el suelo y la movilidad será menor si cabe que en años precedentes y en el que, por el contrario, el frío, la humedad o la velocidad del aire sí podrían dificultar la acción de los drones ucranianos.
Todo lo cual, como decíamos, obligará a los aliados de Ucrania, en un momento en el que la economía rusa vuelve a dar signos de relativa debilidad (que tampoco conviene exagerar para no caer en el mismo error de cálculo que en ocasiones anteriores) y en el que sus inventarios también hacen aguas, a echar el resto con el objetivo de minimizar las pérdidas territoriales que este país pueda sufrir en los próximos dos meses, evitando en lo posible que el Ejército ruso se haga con cualquier objetivo de cierto relumbrón. Y esto, mal que pese a muchos, implica ir mucho más allá de las declaraciones (como las hechas por el G7 o la OTAN recientemente), buscando material y medios allí en donde estén y procediendo con su envío a la mayor brevedad, en lugar de dejar los paquetes de ayuda y los compromisos sometidos, como es habitual, a lentísimos procesos de implementación.
Entre esta ayuda, por supuesto, los sistemas de defensa aérea deberían ocupar un lugar relevante (aunque no prioritario), por más que las existencias continúen siendo muy reducidas en Occidente. Al fin y al cabo, aunque supongan un importante sobrecoste en relación con los vectores de ataque, como los drones Shahed/Geran, sirven para limitar el impacto de estos, así como de los misiles rusos, permitiendo la supervivencia de la economía ucraniana en un momento en el que, como decíamos, el número de lanzamientos rusos no deja de aumentar, alcanzando nuevos récords.
Así, durante la última jornada desde el Ministerio de Defensa de Ucrania han hablado del supuesto lanzamiento por parte rusa de hasta 188 de estos ingenios, así como de 4 misiles balísticos «Iskander-M», de los que afirman haber derribado 76 drones tipo Shahed-131/136 (Geran-1/2) y desviado hasta 95 más, algo que no habrían podido hacer con los misiles.
Pese a ello, se han registrado dos fallecidos en Sumy, tras ser alcanzado un edificio residencial, así como dos heridos en la capital ucraniana, Kiev, debido a la caída de restos de un dron. Además, otras dos personas han sufrido también heridas en la ciudad de Jersón. Además, los drones rusos han alcanzado la infraestructura eléctrica ucraniana en puntos como Ternopil, provocando diferentes apagones que, según fuentes oficiales, podrían durar varios días.
Del lado contrario, se han registrado explosiones por ejemplo en Zernograd, en la región de Rostov, cerca de la cual se sitúa un aeródromo militar ruso que podría haber sido el blanco del ataque. Más allá de esto, y en un hecho poco habitual, desde Rusia han confirmado que han sido nuevamente blanco de dos ataques ucranianos realizados con misiles estadounidenses ATACMS y que han sufrido bajas, afirmando que están «preparando medidas de respuesta» que podría llegar nuevamente mediante el lanzamiento de un IRBM, si bien su número seguramente sea limitado.
Además de esto, y también desde el Ministerio de Defensa ruso han hablado en su último informe del supuesto derribo, durante la pasada jornada de hasta «seis bombas guiadas Hammer de fabricación francesa, un sistema de lanzamiento múltiple de cohetes HIMARS de fabricación estadounidense y 71 vehículos aéreos no tripulados».
En cuanto a los combates y los movimientos, comenzando por el sector de Kursk, a pesar de acumular numerosas bajas en cada intento de avance (algo de lo que no se escapan las unidades profesionales), el Ejército ruso habría retomado algunas posiciones al sur de Zelenyi Shlyakh y Novoivanovka.
Más interesante desde el punto de vista militar es ahora mismo la situación en el sector de Kupiansk, en donde las tropas rusas habrían cruzado el Oskil a la altura de Dvorichna en una acción que por el momento es difícil de explicar a la espera de más datos, pero que probablemente se trate de algo puntual (aunque por el momento continuarían expandiendo su cabeza de puente) y de una forma de obligar a los ucranianos a desviar reservas a la zona mientras continúan intentando hacerse fuertes en el norte de la ciudad de Kupiansk, de donde precisamente están siendo expulsados por la llegada de refuerzos de las AFU. En el mismo sector, además, las tropas rusas continúan intentando avanzar en el área de Vishneve.
En las última jornada no se han producido noticias de consideración procedentes de los sectores de Járkov, Siversk, Chassiv Yar o Toretsk. Sí del de Pokrovsk-Kurajove, en donde comenzando por la primera de estas ciudades, el Ejército ruso ha seguido avanzando en la zona de Petrivka (cometiendo de paso posibles crímenes de guerra al ejecutar a más prisioneros ucranianos), en paralelo al río Solona, al tiempo que continúa intentando expulsar a los ucranianos de la orilla norte del Vovcha.
En dirección a Kurajove, la situación continúa complicándose para los ucranianos, que no se deciden a abandonar esta posición y acortar el frente, pudiendo así aumentar el número de defensores en la más relevante Velika Novosilka. Aún así, conviene no exagerar el número de efectivos que podrían estar desplegados en torno a los ríos Vovcha y Sukhi Yaly, en donde Ucrania se habría replegado recientemente hacia el interior de Illinka.
En cuanto al sector de Velika-Novosilka, por último, el Ejército ruso se ha hecho con algunas de las posiciones defensivas al este de la ciudad, logrando de paso adentrarse en las primeras construcciones de dicha urbe, apoyándose para ello en el empleo de UGVs que posteriormente son detonados. Además de esto, también al suroeste del sector se han registrado avances rusos, concretamente entre Novodarivka y Rivnopil, área en la que han conducido un ataque mecanizado.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
Comenzamos el aparato internacional (aunque la mayor parte de las noticias giran en torno, como es lógico, al alto el fuego en Líbano) por la reunión ministerial del G7, en la que ha tomado parte también el ministro de Exteriores de Ucrania, Andrii Sybiha. Una cita en la que además de, como es habitual, agradecer el apoyo de sus aliados, el diplomático ucraniano ha pedido más sistemas de defensa aérea, sanciones más duras contra Rusia y medidas enérgicas para «disuadir al eje Rusia-Irán-Corea del Norte».
A propósito de esta cita, el todavía Alto Representante de la Unión Europea, Josep Borrell, ha recordado el nivel «sin precedentes» de la ayuda por parte de los Estados miembros a Ucrania (que ha cifrado en 124.000 millones de euros, de los que 45.500 corresponderían a la ayuda militar) y, además, ha vuelto a mostrarse partidario de mantener el permiso para que Ucrania ataque territorio ruso, afirmando que hay que atacar «los arcos» y no solo «las flechas» que caen sobre el país. Una opinión muy similar a la de Zelenski, que en su discurso diario ha empleado prácticamente los mismos términos tras denunciar los recientes ataques rusos contra localidades como Sumy.
Dicho esto, en el marco de la cumbre, el ministro de Exteriores ucraniano ha mantenido varias reuniones bilaterales como la que le ha llevado a encontrarse con su homóloga canadiense, Melanie Joly, a quien ha dado las gracias por el reciente envío de sistemas NASAMS. Además, también se ha visto con el Polaco Radek Sikorski (Polonia no forma parte del G7), con quien ha acordado el incremento de la ayuda militar por parte del país báltico y, también, seguir avanzando en la solución de los problemas de su «pasado común» (en referencia a la masacre de Volinia), así como fortalecer las relaciones de buena vecindad.
Sybiha no ha sido el único ucraniano activo, pues el ministro de Defensa, Rustem Umerov, ha llegado como cabeza de una delegación ucraniana enviada a Corea del Sur y que tiene como objetivo lograr el envío de ayuda militar por parte de este país, uno de los pocos en el globo con inventarios suficientes como para suponer un refuerzo importante de las posibilidades ucranianas.
También Zelenski ha estado activo en las últimas horas, tomando parte en la última reunión del Consejo OTAN-Ucrania, en la que se ha tratado entre otras cosas el empleo por parte rusa del IRBM «Oreshnik» hace unos días contra la ciudad de Dnipró. Según el comunicado publicado tras la reunión, los aliados reiteran el apoyo a Kiev: «los aliados de la OTAN reafirmaron su apoyo a Ucrania. El ataque, que tuvo como objetivo el Dnipro, se considera un nuevo intento de Rusia de aterrorizar a la población civil de Ucrania e intimidar a quienes apoyan a Ucrania mientras se defiende de la agresión ilegal y no provocada de Rusia. Como señaló anteriormente la portavoz de la OTAN, Farah Dakhlallah, «el despliegue de esta capacidad no cambiará el curso del conflicto ni disuadirá a los aliados de la OTAN de apoyar a Ucrania».
Por otra parte, pasando a Rusia, este país ha vuelto a ser aparato del Consejo Ejecutivo de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, tras una votación en la que se han elegido para formar parte de dicho órgano a Chequia y Macedonia; una decisión celebrada desde Ucrania.
La noticia más importante del día en relación con la diplomacia rusa tiene que ver, en cualquier caso, con la visita de Putin a Kazajistán, en paralelo a la cual ha publicado un artículo en el diario Kazakhstanskaya Pravda titulado «Rusia – Kazajstán: una alianza con visión de futuro exigida por la vida» en el que explica cómo, a su juicio, la asociación entre ambos países «se basa en las tradiciones de amistad, buena vecindad y asistencia mutua y se basa en los principios inquebrantables de igualdad y respeto por los intereses de cada uno. Los pueblos de Rusia y Kazajstán están conectados por valores culturales, espirituales y morales similares, una historia centenaria de vida en un solo estado, logros y victorias conjuntos».
No ha sido, por cierto, el único en publicar un artículo, pues el que es posiblemente el hombre fuerte de Ucrania, Andrii Yermak (jefe de la Oficina del Presidente), ha compartido también sus reflexiones sobre la salida a la guerra en el diario sueco Dagens Industri, agradeciendo a los países nórdicos su apoyo e intentando ganar apoyos para la implementación, especialmente, de los tres primeros puntos de la «Fórmula de Paz» de Zelenski, lo que a su juicio situaría a Ucrania en una «posición negociadora ventajosa a la hora de entablar conversaciones con Rusia».
En otro orden de cosas, Turquía ha iniciado conversaciones con los Estados Unidos, buscando que este país apruebe exenciones a las importaciones de gas procedentes de Rusia o, más exactamente, a los mecanismos de pago utilizados para abonar el gas que Turquía importa de Rusia.
Por último, cerramos con un tema que está generando una agria polémica: la llegada de minas antipersona estadounidenses a Ucrania, fundamentales para limitar los avances rusos, pero también una herramienta que genera enormes controversias por los problemas que implican (a pesar de que se insiste en la seguridad de los modelos suministrados). Así las cosas, la Convención de Ottawa lo considera un “desafío” histórico a su “integridad”.
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