Durante la última jornada de guerra se han sucedido informaciones de calado, como la confirmación de que el ataque llevado a cabo por Ucrania contra un depósito de municiones ruso en Briansk habría implicado el uso de misiles balísticos ATACMS o la aprobación del decreto que oficializa los cambios en la política nuclear de la Federación Rusa. También otros, que a priori podrían parecer menores, pero que en la práctica podrían tener un importante efecto a la hora de frenar los avances rusos, como la decisión estadounidense de enviar a Ucrania minas antipersona, a pesar de la oposición de distintos sectores. En el apartado internacional, además de la Cumbre del G20 en Río, han sido noticia los nuevos datos referentes al daño sufrido por dos cables submarinos de fibra óptica que, según el ministro de Defensa alemán «nadie cree que se hayan cortado accidentalmente», acusando de la acción a Rusia hasta media docena de países europeos, que ven en el suceso un paso más en su campaña de ataques híbridos.
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Las últimas horas de guerra en Ucrania han estado plagadas de novedades. La primera y más importante tiene que ver con la confirmación, como adelantábamos en la entradilla, de que el ataque llevado a cabo ayer contra un depósito de armamento en Karachev, en la región rusa de Briansk no habría sido producto del empleo de armas diseñadas en Ucrania, como se creía, sino conducido mediante el uso de misiles balísticos ATACMS. Es decir, que finalmente los Estados Unidos han permitido que Ucrania ataque territorio ruso, sí, pero más allá de Kursk.
A la espera de ver si este tipo de ataques se reproducen y con qué frecuencia (difícilmente tendrán efectos significativos en el campo de batalla, salvo que los ATACMS se complementen con otros sistemas o se desvíe parte de la creciente producción hacia Ucrania), la reacción rusa ha sido nuevamente la de la amenaza nuclear, como prácticamente cada vez que desde Occidente se ha dado un paso que suponía una violación de una serie de «líneas rojas» que en diversos informes hemos explicado que son de todo menos inamovibles, sea por razones técnicas, políticas o de otra índole.
En este caso concreto, y más allá de que la destrucción de un depósito de armas por un sistema lanzado por Ucrania (por más que suministrado por los Estados Unidos) no suponga una amenaza existencial para Rusia, la coyuntura política, con dos meses por delante para que acabe el mandato de Trump, dificulta mucho cualquier respuesta por parte de una Rusia. Hay que tener en cuenta que el Kremlin continúa considerando (con razón) que el «centro de gravedad» ucraniano es la relación con sus aliados (especialmente los EEUU, como confirma el propio Zelenski), por lo que está a la espera de las decisiones que pueda tomar el presidente entrante y cómo puedan afectar a la propia guerra, por lo que no puede permitirse dinamitar la posible relación con Washington mediante una escalada.
Dicho esto, conviene además ser responsable, pues más allá de las amenazas de histriones como Medvedev, que no han dudado en hacer una vez más su papel y de la forma en que se han producido las sucesivas amenazas rusas a lo largo de la guerra, este es un país que incluye en su doctrina los ataques estratégicos nucleares, sí, pero también subnucleares. Decimos esto porque mucha gente interpreta -y nos escriben preocupados- que cualquier paso en falso por parte de Occidente podría conducir automáticamente a una escalada directa hacia un intercambio nuclear total, cuando esta es una posibilidad que nadie contempla, dado que con el paso de las décadas se han ido desarrollando medios técnicos suficientes para que las escaladas, incluso en el nivel estratégico, sean graduadas. Es más, incluso una guerra nuclear, por más que la situación pudiese evolucionar relativamente rápido o sin control, tendría puntos intermedios para la comunicación entre los participantes.
Esto nos lleva a la segunda noticia del día, muy malinterpretada e incluso sobredimensionada: el cambio en la doctrina nuclear rusa, magnificado en su permanente búsqueda del clickbait por algunos periodistas metidos a analistas nucleares. Lo cierto es que lo que hemos visto, aunque por comodidad lo denominemos así, no son cambios tanto en la doctrina nuclear rusa (que es mucho más compleja y elusiva de lo que se cree al no estar codificada en un único documento sino ser un corpus de escritos) como en los principios básicos sobre los que se asienta la política de disuasión nuclear rusa.
Es decir, que lo que el presidente ruso ha aprobado es el decreto que recoge una serie de cambios que ya habían sido anunciados anteriormente (de hecho, hablamos de ellos en su momento) y que establecen nuevos escenarios en los que Rusia podría responder mediante la escalada nuclear, pero que en ningún momento implican que esto deba ser necesariamente así, ya que hablamos de decisiones políticas. Son, por tanto, cambios en la política declaratoria rusa que no tienen que conducir necesariamente a una escalada estratégica (que, sin embargo, podría producirse por otras razones menos evidentes, como que Rusia juzgue que ha llegado a una situación en el frente y a nivel económico o político en la que ya no le compense seguir por la vía convencional).
En cualquier caso, el cambio más evidente introducido en el documento, es que en lugar de poder responderse (opción hipotética, insistimos) a un ataque que ponga «en peligro la existencia misma del Estado (lo que tenía oscuras ramificaciones derivadas de la identificación entre el Estado y el régimen de Putin)» ahora se dice que podrá responderse nuclearmente a una agresión que represente «una amenaza crítica para la soberanía y/o la integridad territorial».
Esto en la práctica supone una reducción del umbral nuclear, máxime si tenemos en cuenta las referencias anteriores por parte de Putin a escenarios como «una agresión de un estado no nuclear contra Rusia “con la participación o el apoyo” de un estado con armas nucleares sería considerada un ataque por ambos») o a un «lanzamiento masivo de armas de ataque aéreo y espacial” que cruza la frontera rusa involucrando “aviones estratégicos y tácticos, misiles de crucero, drones, aviones hipersónicos y otros», algo que ha llevado a algunos autores como el respetadísimo Hans Kristensen a bromear con los cambios introducidos por el Gobierno ruso, ya que se podrían resumir en “El presidente puede autorizar el uso de armas nucleares en cualquier escenario que considere necesario”.
Como quiera que se han introducido estos cambios en el documento, pero nadie ha observado otros en paralelo en la postura nuclear (como podría ser más movimientos de las unidades de las fuerzas estratégicas, un aumento en el nivel de alerta… aunque sí se han producido noticias relacionadas pero de muy bajo calado y posiblemente para consumo interno), ni siquiera los Estados Unidos parecen tomar demasiado en serio el movimiento ruso, que simplemente consideran «irresponsable».
Ahora bien, esto nos lleva a la tercera noticia del día y algo que venimos advirtiendo desde hace tiempo (aunque en este caso es pronto para sacar conclusiones, por falta de pruebas): los daños sufridos por dos cables submarinos en el Báltico. UN suceso que se ha producido en circunstancias extrañas, incluyendo la presencia en la zona afectada de un buque de carga con bandera china, el «Yi Peng» en los momentos previos.
Hay que tener aquí en cuenta las amplísimas posibilidades de que Rusia derive las respuestas a los pasos dados por Ucrania y sus aliados no hacia lo nuclear, sino hacia la Zona Gris, multiplicando su campaña de ataques en esta franja del espectro de los conflictos. Y es que Rusia, que viene desde hace tiempo llevando a cabo una campaña cada vez más intensa de ataques contra distintos objetivos (empresas del sector de la defensa, por ejemplo), sabe que esta es la mejor forma de lanzar señales a los aliados de Ucrania y de causar daño en respuesta al apoyo que conceden a Kiev, limitando las posibilidades de escalada, algo que tampoco le interesa que ocurra.
De hecho, dado que la Zona Gris debe entenderse no tanto como un espacio de conflicto, sino más bien como una herramienta de control de la escalada (algo que hemos explicado hasta la saciedad), es lógico que recurran a ella para asegurarse de que sus acciones difícilmente obtendrán una respuesta que suponga, precisamente, escalar. En el caso de los cables afectados, y si bien todavía no hay pruebas como decíamos de la autoría del ataque, al menos media docena de países europeos han acusado ya a Rusia de estar detrás del suceso, que consideran parte de su campaña de guerra híbrida, según la ministra de Exteriores finlandesa, Elina Valtonen.
Sea o no en este caso, lo más probable es que sigamos asistiendo a un incremento de acciones de estos y otros tipos, pues todavía es mucho el margen que tiene Rusia para seguir profundizando por esta vía.
Como quiera que sobre el terreno la guerra sigue, pasamos ya a las novedades en este sentido, que comienzan con la continuación de los ataques rusos con drones y misiles sobre territorio ucraniano durante la última jornada. En concreto, habrían empleado 87 drones tipo Shahed, de los que las defensas ucranianas podrían haber derribado hasta 81 y desviado 30 más según su informe oficial. Dicho lo cual, las defensas han estado muy activas por ejemplo en torno a la capital ucraniana, Kiev, y se habrían registrado explosiones en Konotov o en Dnipró entre otros puntos.
Además de esto, un ataque ruso llevado a cabo mediante el empleo de un dron táctico ha dejado dos heridos en la localidad de Novovorontsovka, en la región ucraniana de Jersón.
Del lado contrario, Ucrania ha seguido atacando objetivos en el interior de la Federación Rusa, aunque no hay constancia de que haya vuelto a utilizar para ello misiles suministrados por Occidente. Por ejemplo, ha sido alcanzado un depósito de armas cerca de Kotovo, en la región de Novgorod, al norte. También instalaciones fabriles pertenecientes a la empresa EFKO en Alexeyevka, en Bélgorod. Además, ha sido atacada otra instalación en el distrito de Kamensky, en Bélgorod.
Desde el Ministerio de Defensa de Rusia, por su parte, han hablado del supuesto derribo de «derribaron cinco misiles balísticos, cuatro bombas guiadas Hammer de fabricación francesa, un sistema de lanzamiento múltiple de cohetes HIMARS de fabricación estadounidense y 85 vehículos aéreos no tripulados». Respecto a los «misiles balísticos», esto es, los ATACMS, otras fuentes les conceden una tasa de acierto mucho menor, asegurando que apenas habrían neutralizado 2 de los 8 misiles lanzados por Ucrania contra Karachev.
En cuanto a los combates y los movimientos, en el sector de Kursk no se han producido novedades, por lo que pasamos directamente al de Járkov, en donde se ha registrado un ataque por parte de las AFU al suroeste de Hlyboke que les ha llevado a recapturar algunas posiciones entre esta localidad y Lyptsi.
En la antigua línea Kupiansk-Svatove-Kreminna han sido también pocas las novedades, siendo lo más relevante algunos pequeños avances rusos hacia el norte desde el saliente de Pischane.
En el sector de Chassiv Yar, han proseguido los ataques por parte del Ejército ruso contra zonas céntricas de esta localidad, así como al norte y al sur de la misma. Precisamente al norte, en dirección a Orikhovo-Vasylivka, han conseguido los rusos pequeños avances en las inmediaciones de la E40.
En cuanto a Toretsk, algunas fuentes hablan de progresos rusos en el centro de esta ciudad, aunque esta vez en dirección noroeste, logrando traspasar alguna de las avenidas principales.
Pasando a Pokrovsk-Kurajove, en donde continúan produciéndose los combates más importantes, apenas hay novedades en dirección a la primera de estas ciudades; sí en dirección a la segunda, tanto al norte como al sur del río Vovcha. En el primer caso, tras tomar completamente la zona de Nova Ilinka, las tropas rusas han seguido progresando hacia el interior de Beretsky a la vez que avanzaban en el interior de Sontsivka y empleaban balsas para cruzar el embalse hacia Kurajove. En el segundo, han atacado tanto hacia el interior de la propia Kurajove como, desde lo que era el sector de Vuhledar, hacia Uspenivska y avanzado en Ilinka.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
El apartado internacional lo iniciamos hoy con las numerosas reacciones que se han producido a propósito de los 1.000 días desde que comenzara la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, comenzando por el ministro de Exteriores ucraniano, que ha podido dirigirse recientemente a la Comisión de Helsinki y denunciar allí las «atrocidades rusas» a la vez que subrayaba que no hay alternativa «a la justicia y la paz mediante la fuerza». Un Sybiha que, además, se ha reunido también durante la jornada con los copresidentes del Caucus para Ucrania estadounidense, agradeciendo el apoyo bipartidista de los Estados Unidos.
También se han pronunciado, entre muchos otros, el Alto Representante de la Unión Europea, Josep Borrell, quien ha recordado que los Veintisiete se mantienen firmes en apoyo de Ucrania.
Por supuesto, Zelenski, quien hacía hoy de anfitrión de la primera ministra de Dinamarca, ha tenido unas palabras para este triste aniversario, dirigiéndose a la Unión Europea en el marco de una sesión especial del Parlamento Europeo, ante cuyos miembros ha dicho que:
«Cada “hoy” es el mejor momento para presionar a Rusia con más fuerza. Es evidente que, sin determinados factores clave, Rusia carecerá de motivación real para entablar negociaciones significativas: sin incendios en sus depósitos de municiones en territorio ruso, sin interrupciones en la logística militar, sin que se destruyan sus bases aéreas, sin que se elimine su capacidad de producir misiles y drones y sin que se confisquen sus activos.
Putin no valora a las personas ni a las reglas; sólo valora el dinero y el poder. Estas son las cosas que debemos quitarle para restablecer la paz.
Debemos hacer todo lo posible para poner fin a esta guerra: de manera justa y equitativa y, por supuesto, juntos. Mil días de guerra son un desafío enorme. Ucrania merece que el próximo año sea el año de la paz».
Lo mismo ha hecho el primer ministro de Ucrania, Denys Shmyhal, quien también ha recibido a su homóloga danesa, Mette Frederiksen, país que ha anunciado un nuevo paquete de ayuda por valor de 130 millones de dólares para Ucrania, concretamente para desarrollar una industria de defensa que se ve complementada por la participación, según el presidente ucraniano, de hasta más 40 compañías extranjeras que operan de una forma u otra en el país.
Además de esto, desde Dinamarca han anunciado que hasta el momento han sido ya media docena de F-16 los entregados a Ucrania, tal y como ha afirmado Frederiksen. Concluye así la entrega del primer lote, que será seguido en los próximos meses por otros dos lotes más.
Siguiendo con la ayuda militar a Ucrania, es obligado hablar también de los Estados Unidos, país que está preparando según AP un nuevo paquete por valor de 275 millones de dólares que contendría municiones para los lanzadores HIMARS, misiles Javelin y disparos de artillería entre otros.
Por otra parte, los miembros de la «Coalición de drones» han anunciado que donarán a Ucrania 30 millones de dólares más con los se podrán adquirir aparatos de reconocimiento y ataque, aportando Reino Unido para ello 9,5 millones de dólares, Alemania 12,7 millones de dólares, y Canadá y Luxemburgo 3,8 millones de dólares cada uno. Así las cosas, y por el momento, son ya más de 85 millones de dólares los entregados como parte de esta iniciativa.
Para finalizar con la ayuda militar, es obligado decir que en las últimas horas los Estados Unidos han tomado una decisión polémica, pero que podría tener un importante efecto sobre el terreno: proporcionar a Ucrania minas antipersona, de forma que puedan minarse las avenidas de avance de los soldados rusos, que avanzan en muchos casos a pie. Huelga decir que la medida se ha aprobado entre la oposición de distintos grupos y organizaciones contrarios a este tipo de armamento.
Seguimos con la cumbre del G20 en Río de Janeiro, que ha servido entre otras cosas y una vez más la división existente entre Occidente y el resto del mundo, a pesar de los intentos por parte de Lula da Silva por evitar que se tocasen algunos de los temas más conflictivos (algo que Rusia, que participaba en paralelo, ha interpretado como una victoria propia) o de los gestos y buenas palabras por parte de unos y otros.
Pasando a Rusia, desde este país su portavoz, Dmitry Peskov ha afirmado que las líneas de contacto con los Estados Unidos ya no funcionan -en referencia a que nadie las utiliza- a pesar de que en el pasado se han instaurado nuevos medios técnicos que deberían permitir una comunicación más fluida.
No es, en cualquier caso, lo único que ha dicho Peskov, quien ha retomado la retórica habitual, afirmando que la guerra en curso ya no es una guerra entre Rusia y Ucrania, sino entre Rusia y la OTAN.
Todo al tiempo que el ministro de Exteriores, Lavrov, volvía a amenaza a Francia como ya ocurriera durante el verano, afirmando que al entrenar a tropas ucranianas se convierte en un participante directo en la guerra, máxime tras la decisión de permitir el empleo de misiles SCALP a las AFU contra territorio ruso, una amenaza que ha extendido a Reino Unido (recordemos que ambos son los únicos países con armamento nuclear en Europa Occidental lo que hace, paradójicamente, que cualquier respuesta directa sea poco probable y estas se canalicen como hemos explicado, a través de la Zona Gris).
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