Jornada de noticias relacionadas por una parte, con la futura actitud de los Estados miembros de la UE a propósito del apoyo a Ucrania y, también, hacia los Estados Unidos. Por otra, relativas a los supuestos planes ucranianos de dotarse de armas nucleares como garantía última de disuasión, en lo que sería también una medida de presión frente a sus propios aliados. Sobre el terreno, han continuado los ataques rusos con drones y misiles, a la vez que su Ejército ha seguido buscando avances a toda costa tanto en Kursk como en la propia Ucrania, especulando algunos autores con que Putin habría dado un ultimátum a sus militares para que retomasen dicha región antes del 20 de enero, con la vista puesta en unas posibles negociaciones.
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En los últimos días, desde que se conociera la victoria electoral de Donald Trump, han sido literalmente decenas los artículos que han hablado sobre los pasos a dar por los Estados miembros de la UE tanto en relación con su propia defensa como, por supuesto, en relación con el apoyo a Ucrania. Curiosamente, muchas de las opiniones expresadas (hablan de un «nuevo alineamiento», de un «antes y un después», de una renovada preocupación por la defensa o de una búsqueda de la «autonomía estratégica».
El problema es que, como suele ocurrir siempre en la UE, son en su mayoría declaraciones voluntaristas que rara vez tienen en cuenta la complejidad de la propia UE, de la política interna de sus Estados miembros, de las relaciones entre ellos, de las relaciones con el resto de los aliados dentro de la OTAN y, por supuesto, del «fenómeno guerra». Especialmente en lo que concierne a la innovación militar, pues esta sigue cada vez más unos ciclos que nada tienen que ver con la capacidad de reacción de los líderes europeos y sus ecosistemas industriales (obviamente hay notables diferencias entre estados).
En realidad, buena parte de este tipo de noticias ya pudimos leerlas entre 2016 y 2018, a raíz de la llegada al poder de Trump y su exigencia a los aliados europeos de la OTAN de que costeasen una parte mayor de su propia seguridad o del Brexit, viviendo la defensa europea un impulso «sin precedentes»… que luego quedó en buena medida en nada, como demuestra la historia de la PESCO. Una PESCO a la que, por cierto, Kaja Kallas no hizo una sola referencia durante su «hearing» en el Parlamento Europeo de hace dos días (cuando curiosamente, al inicio de la guerra de Ucrania, fue la única líder de un Estado miembro que sí lo hizo), mientras que Kubilius le concedió una atención mínima.
Y es que sin haber conseguido que las herramientas anteriores funcionasen como deben, la nueva Comisión ya está pensando en otras nuevas (que, a ser posible, le confieran más poder frente a los Estados, lógicamente), lo que no hará sino complicar el ya de por sí extremadamente enrevesado ecosistema de iniciativas de defensa y de legislación aplicable; esto, a su vez, en lugar de acelerar los plazos, los alargará, ya que los actores implicados deberán hacerse a los nuevos instrumentos y esperar a que entren en funcionamiento, con la esperanza de que estén bien diseñados.
Procesos que, en cualquier caso y en conjunto, no son nuevos. Con la guerra de los Balcanes los europeos (por entonces no existía la UE que ahora conocemos) vivieron un «shock» y prometieron reaccionar, sin hacer demasiado. Como tampoco lo hicieron a propósito de Kosovo (eran los tiempos de Mr. PESC) o del 11-S, ni de Georgia, de las lecciones de la operación sobre Libia (donde quedaron claras algunas carencias importantes), de Siria o de la toma rusa de Crimea y el inicio de la guerra del Donbás.
Para ser exactos, no es que no hiciesen nada, sino que cada impulso inicial se perdió como llevan perdiéndose más de 70 años en la maraña de relaciones de la que hablábamos y que, en última instancia, suponen un «rozamiento» (en términos prácticamente de Clausewitz) brutal, lo que hace que la idea inicial rápidamente vaya perdiendo fuelle hasta terminar siendo casi sin excepción un paso mucho más pequeño de lo que se pretendía. Algo lógico cuando hablamos de una UE en la que nadie parece tener claros los fines y, por lo tanto, difícilmente podrá alinear hacia su consecución los medios y los modos.
Por lo tanto, a pesar de que muchos europeístas (y quien esto escribe, en el fondo de su corazón, es profundamente europeísta y consciente de que los Estados miembros en el mundo actual y por su cuenta tienen muy pocas posibilidades de prosperar) estén una vez más echando las campanas al vuelo y planteándose el que la UE pueda constituir un ente con voz propia en materia de seguridad y defensa a corto plazo, un sustituto de los EEUU a la hora de ayudar a Ucrania a mantenerse en guerra o un competidor de «igual a igual» frente a China o los Estados Unidos en este aspecto, nos vemos obligados a decir que se equivocan.
El actual impulso que pueda conferir la nueva Comisión (el lenguaje, de hecho, es mucho más suave en relación con Trump y la necesidad de ser fuertes dentro y no al margen de la OTAN) a la «Europa de la Defensa» en buena medida se perderá por razones de política interna y de suspicacias entre Estados miembros, así como de interés industrial de estos. Es decir, que una vez más se avanzará, pero no al ritmo que requieren los tiempos. Por fortuna, y pese a ello, quizá en esta ocasión encuentren la forma de canalizar todos los esfuerzos en el seno de la Alianza, en lugar de intentar plantearse constituir un complemento/alternativa que nunca terminará de cuajar salvo que los Estados Unidos abandonasen a Europa a su suerte (algo que no está en el menú). De hecho, y como añadido final, no se puede olvidar que los propios estadounidenses han sido, son y serán los primeros interesados en que la relación entre ambos lados del Atlántico siga siendo desigual. Quizá no tanto, para poder liberar recursos que destinar a Indo-Pacífico, pero desigual al fin y al cabo.
Y será ahí, en una relación desigual «pero no tanto», donde quizá unos europeos que no estamos pese a todo dispuestos a renunciar a una parte de nuestros beneficios sociales, ni a pagar más impuestos que destinar a defensa o, tampoco, a ceder competencias suficientes en esta materia, encontremos un camino transitable hacia una mayor «Autonomía Estratégica», si es que en algún momento somos capaces de poner negro sobre blanco lo que esto significa.
Dejando ya de lado la Política de Defensa comunitaria y el tono reflexivo, que sabemos bastante alejado de nuestra línea habitual, pasamos ya a comentar las novedades sobre el terreno, que llegan con nuevos lanzamientos de misiles y drones por parte de Rusia contra Ucrania. Hasta dos misiles Kh-59/69 y 63 drones tipo Shahed, según los ucranianos, de los que afirman haber derribado supuestamente 38 de los drones y ningún misil.
Estos ataque se suman a los ocurridos durante la jornada anterior, entre los que se incluyó el lanzamiento de varios misiles sobre la capital del país, Kiev, lo que ha dejado una importante destrucción en esta ciudad y ha provocado la muerte de un civil. Más allá de esto, y a pesar del número de vectores empleados, apenas han trascendido informaciones relativas a daños. Sí, en el caso de Jersón, en donde una ambulancia habría sido atacada, en este caso por drones tácticos rusos.
Del lado contrario, tenemos por un lado el hundimiento de un puente en Crimea, que podría haber sido consecuencia de una acción de sabotaje ucraniana, extremo que no está nada claro. También las denuncias, por parte de la Administración de ocupación rusa de la central de Energodar, de un supuesto ataque ucraniano que habría costado la vida a un trabajador, algo que desde Ucrania no han reconocido.
Por otra parte, desde el Ministerio de Defensa de Rusia, su parte diario oficial hablaba de la supuesta neutralización de hasta » tres bombas guiadas Hammer de fabricación francesa, un sistema de lanzamiento múltiple de cohetes HIMARS de fabricación estadounidense y 85 vehículos aéreos no tripulados» en las últimas 24 horas.
Y, hablando de nuclear, no hay que olvidar que en las últimas horas los ucranianos han seguido planteando la posibilidad de dotarse de armas nucleares propias (de hecho, se ha llegado a publicar que estarían a meses de tener una) como garantía última a su seguridad/medida de presión sobre sus aliados, algo que sería posible al menos en el caso de una «bomba sucia» (lo que tendría cierta retranca, toda vez que terminarían por hacer de la desinformación rusa una profecía auto-cumplida), ya que en principio carecen del material fisible idóneo para un arma atómica.
En cuanto a los combates y los movimientos, y comenzando por el sector de Kursk, la última jornada nos ha dejado nuevos avances rusos en una zona que, pese a los esfuerzos defensivos ucranianos y a su éxito a la hora de causar bajas al Ejército ruso, es fundamentalmente indefendible. Por cierto, a propósito de Kursk, que hay quien cree que Putin habría dado un ultimátum a sus militares, de forma que se vean obligados a retomar el sector antes del 20 de enero, con la vista puesta en posibles negociaciones.
Más al sur, en Kupiansk (ya que no hay novedades procedentes de Járkov), nos encontramos por una parte y en dirección a esta ciudad con nuevos avances rusos en los bosques en torno a Synkivka, al norte de la propia Kupiansk, hasta el puntod e que algunas fuentes dan por hecho que habrían logrado entrar en algunas partes de esta ciudad cruzada por el Oskil. Por otra, con el control ruso sobre la zona boscosa al norte de Kolysnikivka, en el saliente de Pischane.
No hay noticias, tampoco, de los sectores de Chassiv Yar o Toretsk, con lo que pasamos directamente al de Pokrovsk-Kurajove. En este caso, en primer lugar y en dirección a Pokrovsk, se han registrado nuevos ataques rusos desde Selydove, consiguiendo avances mínimos a caballo de la vía de ferrocarril al noroeste de Petrivka.
En dirección a Kurajove, y en segundo lugar, nos encontramos con nuevos ataques hacia Sonkivka y, más importante, con los rusos entrando en Ilinka, al este, a la vez que luchando al este de la propia Kurajove.
En el sector de Vuhledar, si bien no hay cambios, la tónica ha sido la de las jornadas anteriores, con constantes ataques rusos en dirección a Dalnje desde el este y, en general, a las posiciones ucranianas en torno al río Sukhi Yaly.
En el antiguo eje de Velyka Novosilka, por último, se han registrado nuevos progresos rusos al norte de Novodarivka, en una jornada en la que también se han producido ataques en Urozhaine y Staromaiorske.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
El apartado internacional comienza una vez más por los Estados Unidos, en donde además de clarificándose la composición de la futura Administración Trump, se ha designado a John Tune como líder de la mayoría republicana del Senado (los republicanos controlarán ambas cámaras, lo que les permitirá aprobar prácticamente cualquier proyecto). Algo interesante, ya que es una persona que en el pasado, concretamente durante los duros debates relativos a la concesión de nuevos fondos, mostró su apoyo a Ucrania en repetidas ocasiones.
No ha sido la única noticia, ni las más relevante de una jornada en la que Biden y Trump se han reunido, como parte del proceso de transición del poder. Un encuentro en el que el presidente saliente ha pedido al republicano, en un encuentro que han calificado de «cordial» que mantenga su apoyo a Ucrania, en tanto considera que este es vital para los intereses de seguridad de los Estados Unidos.
Biden, por cierto, se reunirá con el líder chino, Xi Jinping en Perú, en el marco de la Cumbre de Cooperación Económica Asia-Pacífico que tendrá lugar en Lima en unos días. Un encuentro en el que aprovechará para hablar, además de sobre temas comerciales y en el marco de la guerra comercial cada vez más intensa que ambos países mantienen, sobre el apoyo chino a Ucrania.
A propósito de los Estados Unidos, es también relevante que en Polonia se haya inaugurado una nueva instalación que formará parte del sistema antimisiles estadounidense. Un hito que une más si cabe la defensa de ambos países y que, además, es causa de preocupación en Rusia por sus efectos sobre el equilibrio estratégico. Un acto al que ha acudido el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, quien se ha reunido tanto con el presidente como con el primer ministro del país, a los que ha elogiado por su alta (altísima, en realidad) inversión en defensa.
Para culminar con los Estados Unidos, cabe comentar que el primer ministro ucraniano, Denys Shmyhal, ha anunciado la concesión por parte de este país de una subvención por valor de 1.350 millones de dólares, que será utilizada como apoyo a programas sociales y humanitarios considerados prioritarios.
Pasando a Ucrania, el ministro de Exteriores de este país, que ha viajado hasta el Cuartel General de la OTAN en Zaventem (Bruselas) tras reunirse en la capital europea con un grupo de europarlamentarios, se ha visto en las últimas horas con el británico David Lammy, con quien ha tratado los temas habituales, relativos al apoyo a Ucrania y de la mano de quien ha preparado los pasos a dar durante la futura presidencia británica del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Sybiha, además, se ha reunido con el todavía secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken (quien también se ha reunido, entre otros, con Borrell) a quien ha informado sobre la situación en el campo de batalla, sobre los movimientos de los norcoreanos o el uso de misiles balísticos por parte rusa, así como sobre la amenaza que suponen los drones de diseño iraní.
Zelenki, por su parte, ha hablado en las últimas horas con el canciller alemán, Scholz, quien le ha prometido un firme apoyo germano, si bien su situación política es, en estos momentos, precaria. La conversación, en cualquier caso, ha servido al ucraniano para confirmar que el sexto sistema antiaéreo IRIS-T será entregado a su país antes de final de año. Además, han hablado también sobre la necesidad de mantener las cumbres en formato Ramstein en el futuro y sobre la futura cumbre del G20 en Brasil.
En otro orden de cosas, las agencias de adquisiciones de Defensa noruega y ucraniana han firmado un Acuerdo de Cooperación, según ha anunciado el ministro de Defensa de Ucrania, Rustem Umerov. En virtud del mismo, se crearán grupos de trabajo destinados a explorar oportunidades de mercado, de colaboración entre empresas o de investigaciones conjuntas en la materia.
Siguiendo con el tema militar, mientras desde los Estados Unidos anuncian que ya producen 50.000 disparos de artillería de 155mm al mes y que doblarán esta cifra durante 2025, tenemos también que desde Francia esperan haber entregado, antes de que concluya el presente ejercicio, un total de 600 bombas guiadas AASM.
Desde Rusia, mientras tanto, el ministro de Exteriores, Lavrov, ha vuelto a cargar contra los Estados Unidos, país del que dice que únicamente le importa su reputación, y no el destino real de los pueblos, incluyendo el de Ucrania, siguiendo así con su retórica habitual. Eso sí, también manifestó que Contener a China será una tarea prioritaria para Estados Unidos bajo el gobierno de Donald Trump, mientras que Washington considera a Rusia como una «amenaza actual». Todo mientras desde los propios Estados Unidos se publica acerca de que, independientemente de su relación personal con Putin, la llegada de Trump al poder podría no significar un deshielo con Rusia. Algo que, en última instancia, parecía confirmar el viejo diplomático ruso, quien decía que «La postura de Washington en lo que respecta a los problemas relacionados con Ucrania y Europa no cambiará, porque Washington siempre intentará controlar todo lo que ocurre en la órbita de la OTAN, especialmente en su territorio».
Desde el Ministerio de Exteriores ruso también hablaba su portavoz, María Zajárova, quien aseguraba que pese a todo lo que se dice (y lo que nos dicen los datos), el Báltico nunca será un «lago OTAN». Así, según la rusa, «Por mucho que algunos llamados expertos quieran que esto ocurra, incluso después de que Finlandia y Suecia se unan a la Alianza del Atlántico Norte, el Mar Báltico no se convertirá en un cuerpo de agua interno de la Alianza del Atlántico Norte».
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