Al mismo tiempo que Ucrania da nuevos pasos en su camino de adhesión a la Unión Europea, denuncia la actitud estadounidense y los problemas a la hora de enviar la prometida ayuda militar, de la que apenas se habría entregado una pequeña fracción durante el último año. Todo mientras crece la preocupación por la presencia de tropas norcoreanas en Rusia (que este país niega), el régimen juche realiza nuevas pruebas de misiles balísticos y su ministra de Exteriores visita Rusia por segunda vez en seis semanas. Sobre el frente, en una jornada en la que Rusia ha vuelto a alcanzar con sus drones y misiles varios puntos de Ucrania, el sector de Kurajove amenaza colapso, así como el de Vuhledar, mientras las AFU toman medidas en previsión de una posible batalla a corto plazo por Pokrovsk.
Sin ti, este sitio no podría seguir funcionando. Ayúdanos mediante una pequeña donación a través del siguiente enlace:
https://www.buymeacoffee.com/guerradeucrania
De un tiempo a esta parte se viene difundiendo una curiosa narrativa, por lo demás esperable, que consiste en culpar a «Occidente», o a los Estados Unidos más exactamente, del fracaso ucraniano a la hora de lograr una victoria militar en Ucrania. Una narrativa peligrosa por sus implicaciones futuras, como lo han sido siempre todos los argumentos del tipo «puñalada por la espalda», en tanto calan entre la población por una parte y se convierten, para quien los difunde, en una excusa que permite justificar cualquier error propio o cualquier nueva decisión.
Por supuesto, estas narrativas no surgen de la nada. En el caso de Ucrania, Zelenski se quejaba amargamente hace unas horas de la filtración de ciertos datos relativos al «Plan para la Victoria de Ucrania», asegurando que eran confidenciales, en referencia a los misiles de crucero. También se quejaba, además, de algo que ya habíamos señalado en este informe días atrás: que apenas una fracción de los fondos aprobados por los Estados Unidos para 2024 han sido entregados a su aliado. El presidente ucraniano achacaba el problema a «la burocracia y la logística», diciendo que el problema «no es el dinero», algo que es en parte cierto, pues resulta sumamente complicado implementar cierto tipo de planes, máxime cuando ya no hay material disponible que entregar rápidamente, sino que se depende de los plazos de la industria o de depósitos que hay que gestionar con mucha cautela para no provocar ventanas de oportunidad por fallos en la disuasión en otros puntos del planeta.
Esta es, quizá, una de las cuestiones clave que mejor explican la guerra y la actitud de varios de los aliados de Ucrania, comenzando por los Estados Unidos, pero que nada tienen que ver con una «traición» a Kiev, una «puñalada por la espalda» o la falta de deseo de ayudar a un aliado y a un país que está sufriendo una invasión. Sucede, sin embargo, que en un sistema internacional en el que lo que priman son los intereses, combinar los recursos (escasos) con las necesidades (prácticamente ilimitadas y más tras los fallos de estrategia ucranianos) resulta difícil.
En un mundo en el que la geografía todavía pesa, recurrir a las teorías geopolíticas clásicas ayuda a entender mucho mejor el tipo de «peleas» que se vienen dando desde la disolución de la Unión Soviética y, con más fuerza si cabe, desde que Rusia decidiese lanzar un órdago lanzando una invasión a gran escala contra su vecino en busca no solo de ganar población y recursos o de solventar cuestiones que en Moscú consideran «errores históricos», como la separación entre rusos y ucranianos, sino más importante, de ganar profundidad estratégica.
Desde el final de la Guerra Fría (en realidad, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, aunque durante décadas este papel se jugó en forma de una política de contención contra la Unión Soviética), los Estados Unidos han venido jugando un papel de «policía global» en sustitución del antiguo Imperio Británico. Han asumido para ello incluso una reducción voluntaria en su propio crecimiento económico, así como la obligación de embarcarse en numerosas aventuras bélicas, muchas de ellas muy poco rentables. Un papel que, más allá de filias y fobias (no discutimos si lo han hecho bien, mal o regular) ha servido para mantener la estabilidad del sistema internacional, reduciendo el grado global de violencia y permitiendo los intercambios económicos; algo que en un sistema mucho más atomizado e inestable sería más difícil.
De los tres grandes autores de la geopolítica clásica (Mahan, Mackinder y Spykman), es quizá atendiendo a este último y a la importancia del «Rimland» como mejor se entiende lo que está ocurriendo en Ucrania ahora mismo y lo que podría parecer una actitud estadounidense un tanto pasiva que algunos utilizan para justificar la teoría de la «puñalada por la espalda». Ucrania, guste o no a unos o a otros, ocupa una posición clave en el mapa, siendo su papel desde la caída del Muro de Berlín el de «estado colchón» (un papel desagradable y poco agradecido, pero que desgraciadamente no se elige). No es el único, ni mucho menos, de ahí por ejemplo los problemas en el Cáucaso, sin ir más lejos.
El caso es que los Estados Unidos, para mantener el orden internacional liberal heredado de la Segunda Guerra Mundial, han hecho lo posible por controlar este «Rimland», lo que ha implicado presencia permanente en Europa desde el final de la gran contienda (lo que ha permitido el crecimiento económico o el desarrollo de sistemas que ofrecen enormes garantías sociales a este lado del Atlántico, por cierto, al no tener que destinar a defensa más que una fracción de lo que habría sido necesario sin tropas estadounidenses), pero también en Oriente Medio (tragando con regímenes que son todo lo contrario a los valores que EE. UU. u «Occidente» en términos más amplios dicen defender) o en el Sudeste asiático. De ahí que en su momento se apostase por el desarrollo económico chino y por separar a este país de la Unión Soviética, atrayéndolo hacia el capitalismo y favoreciendo su desarrollo económico.
El problema es que este es un juego de equilibrios que siempre amenaza con volverse en contra y en el que todas las piezas son vasos comunicantes. Así, el enorme auge económico chino de las últimas décadas, que ha permitido a este país costear unas fuerzas armadas cada vez más capaces (especialmente su Marina de guerra), han dinamitado en buena medida el sistema especialmente desde el momento en el que han estrechado lazos con la Federación Rusa, uniendo así el potencial del «Heartland» al de una parte del «Rimland»: el peor sueño para un hegemón global y especialmente si este procede del «Círculo exterior». Un acercamiento que plantea una amenaza sin precedentes y que los Estados Unidos intentaron compensar con el «Pivot to Asia» de Obama, mantenido por las siguientes administraciones y que no va a cambiar, por si alguien cree que sí, pues es un imperativo estratégico que va más allá de quién se siente en el Despacho Oval.
Como quiera que los recursos son limitados, incluso para los Estados Unidos, en la contención de China y a la hora de contrapesar la alianza (para muchos, contranatura) entre la República Popular de China y la Federación de Rusia, es imposible controlar todos los posibles frentes: de ahí las continuas operaciones de flanqueo rusas (África, Oriente Medio…) o la preocupación por el papel que puedan jugar los norcoreanos en la guerra de Ucrania o, más exactamente, de hasta qué punto se estrecha la alianza entre rusos y juches. Y es que los Estados Unidos de hoy, como el Imperio Británico cuando se vio obligado a firmar el Tratado Naval de Washington, a pesar de su superioridad militar y económica no tienen la capacidad de controlar todos los posibles escenarios, todo el tiempo y no pueden evitar el surgimiento de competidores, por lo que se ven obligados a priorizar escenarios. De hecho, necesitan la colaboración de una Europa que no ha hecho los deberes (lo que estuvo directamente detrás del inicio de la invasión rusa al generar una ventana de oportunidad evidente) para ello.
Como quiera que la UE, a pesar de las buenas intenciones y los distintos pasos (ayer se dio uno importante, por cierto), sigue siendo un desastre en términos de defensa, los estadounidenses se ven obligados a seguir desde su punto de vista «empantanados» en el continente, lo que les lleva dados los problemas recientes en Oriente Medio (que les han obligado a desviar numerosos recursos para mantener la disuasión sobre Irán a la espera de que la situación se estabilice en breve) a disminuir el grado de apoyo a Ucrania y a ser más proclives a buscar una solución rápida al conflicto por mucho que esto suponga que los ucranianos (una vez alcanzada la victoria en las fases iniciales) nunca alcanzarán algunos de los objetivos mínimos que consideran imprescindibles para garantizar su propia seguridad y viabilidad futura como país. Y es que, como dijimos, el «Plan para la Victoria de Ucrania» es, en términos generales y en las actuales circunstancias, totalmente inaplicable dado que no depende exclusivamente de Ucrania para ello, sino de aliados que tienen otras prioridades y que son –por desagradable que sea- capaces de «tragar» con el «mal menor», lo que explica en buena medida la renuencia a aceptar cualquier escalada y, con ello, la graduación de la ayuda y los permisos a la hora de utilizarla.
Por supuesto, lo aquí explicado no es más que un resumen grosero de una situación que tiene muchísimos más flecos (puntos de Schelling, el hecho de que sea una guerra proxy, las diferencias de percepción entre los propios aliados de Ucrania en función de su cercanía a Rusia…), que no va de blancos o negros sino de muchos pequeños matices y que a muchos resultará sumamente desagradable por reducir a términos muy fríos el sufrimiento de un pueblo. Incluso, del lado contrario, muchos criticarán que se hable en ciertos términos sobre lo que Rusia o China consideran un papel estadounidense que ellos no han pedido y que creen contrario a sus intereses. Sin embargo, eso no va a cambiar la realidad de las cosas y, en este caso, el hecho de que en buena medida venga condicionada (que no determinada) por la posición geográfica de Ucrania.
Cambiando de tercio, y dejando lo permanente (la geografía) para pasar a lo inmediato, ha sido una nueva jornada de ataques masivos por parte de Rusia contra Ucrania, utilizando para ello una vez más misiles y drones. Por el momento no se ha publicado por parte de Kiev un recuento oficial, pero sí han trascendido algunos de los daños causados por los ataques, como el que ha provocado la muerte de un menor y heridas a casi una treintena de civiles más al destruir un edificio residencial en Járkov.
La defensa antiaérea ucraniana, dicho esto, ha estado activa en puntos del país como Pavlogrado, Dnipró o Zaporiyia, entre otros. Además, se ha hablado de explosiones en Kremenchuk y también en Odesa, ciudad contra la que habrían sido empleados drones y misiles de crucero según algunas fuentes.
Del lado contrario, al tiempo que desde el Kremlin niegan las informaciones aparecidas en las últimas horas a propósito de posibles negociaciones para limitar los ataques contra la infraestructura energética del contrario, han hablado en su informe diario de la supuesta destrucción de «un sistema de lanzamiento múltiple de cohetes HIMARS de fabricación estadounidense, una bomba guiada Hammer de fabricación francesa y 67 vehículos aéreos no tripulados».
Además, en una nota de prensa posterior han asegurado haber derribado también «21 vehículos aéreos no tripulados ucranianos» sobre las regiones de Rostov, Kursk, Volgogrado, Bryansk y Voronezh.
En cuanto a los combates y los movimientos, la situación continúa complicándose para Ucrania al este del frente. De hecho, los sectores de Pokrovsk-Kurajove y Vuhledar son los únicos en los que realmente se están produciendo novedades de consideración, a la espera de lo que ocurra con los militares norcoreanos llegados a Kursk (y que desde Rusia continúan negando, hablando de desinformación occidental).
En primer lugar, en dirección a Pokrovsk (en torno a la cual las AFU continúan construyendo defensas en espera de una batalla urbana), nos encontramos con que a pesar de que hay informaciones que hablan de la recuperación de terreno por parte ucraniana en las inmediaciones de esta ciudad, lo cierto es que el Ejército ruso ha seguido avanzando en el sector. Así, en primer lugar, ha completado la toma de Selydove y de Vyshneve.
En dirección a Kurajova, al noreste de Kurakhiva se han hecho ya con Zoryane, algo reconocido incluso por fuentes cercanas a Ucrania, al tiempo que atacan desde el este hacia Oleksandropil. Además, ya al sur del Vovcha es en donde la situación se está degradando a mayor velocidad en las últimas horas para las AFU, que han perdido el control de varios puntos al este de Kurajove.
Todo mientras en el sector de Vuhledar las tropas rusas continúan también avanzando en dirección a Maksymivka o a Trudove, así como en Antonivka. Una zona en la que, de hecho, controlan ya buena parte de las alturas, todo lo cual complica sobremanera la defensa por parte de las AFU.
No es de extrañar que sean cada vez más los que sostengan que en breve asistiremos a una retirada ucraniana en todo el sector, de forma que se acorte notablemente el frente y puedan aumentar la densidad de defensores por metro a defender, a la vez que reducir los problemas logísticos que entraña luchar al alcance de las armas rusas incluso de menor alcance. Todo lo cual, por cierto, acercaría notablemente a Rusia a su objetivo prioritario en esta fase de la guerra, que esbozamos ayer al hablar una vez más de una zona de amortiguamiento en torno a la ciudad de Donetsk. Ahora bien, también le permitiría, una vez asegurada, concentrar recursos en sectores como el de Toretsk o el de Kupyansk (suponiendo que el desgaste experimentado durante esta larguísima ofensiva no sea tanto que obligue a Rusia a una pausa considerable para R&R).
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
El apartado internacional, una vez comentadas en la primera parte del informe las quejas de Zelenski a propósito de la actitud estadounidense para con Ucrania, comienza hoy con la Conferencia Ministerial de la Dimensión Humana (del conflicto), dedicada al punto cuarto de la «Fórmula de Paz» de Zelenski, relacionado con los prisioneros de guerra y los deportados y que ha sido organizada por Canadá y Noruega.
En la misma, además de representantes de estos y otros países han tomado parte, por el lado ucraniano, tanto su ministro de Exteriores, Andrii Sybiha, como el jefe de la Oficina del Presidente de Ucrania, Andriy Yermak. En el primer caso, el diplomático ha declarado que «nada puede justificar acciones genocidas contra prisioneros de guerra, civiles y niños», pidiendo a la comunidad internacional que actúe, así como que se busquen soluciones concretas que permitan acercar a los dos contendientes hacia «una paz justa» (manteniendo así la retórica de su antecesor, Kuleba).
En otro orden de cosas, en las últimas horas se han dado nuevo pasos de cara a la futura integración europea de Ucrania adopción por parte del Colegio de Comisarios de la Comisión Europea del Informe sobre Ucrania en el que se recogen los progresos que este país ha hecho en los últimos meses. Además, se han marcado los próximos hitos en el calendario, que tendrán lugar en 2025 si todo va según lo previsto, con la apertura de negociaciones sobre clústeres. En el mejor de los casos (aunque esto es bastante dudoso, pues hay muchas reticencias internas a pesar de la retórica oficial), Ucrania podría unirse a la Unión Europea antes de finalizar el año 2029.
Pasando a Zelenski (quien ha dedicado unas palabras de aliento a España debido a los trágicos sucesos que se están viviendo en Levante), el presidente ucraniano ha regresado de la Cumbre Ucrania-Países Nórdicos, tras la cual ha agradecido el apoyo de los estados de la región a su «Plan para la Victoria de Ucrania» y ha pasado a realizar visitas a empresas del sector de la defensa y a un centro de rehabilitación en el que se recuperan militares heridos en combate, amén de reunirse con autoridades locales en la región de Zakarpattia para hablar sobre temas como la energía, entre otros. Precisamente, a propósito de la industria de defensa ha ofrecido un dato interesante, y es que el país estaría produciendo 20 obuses autopropulsados Bohdana al mes.
Pasando a los Estados Unidos, finalmente tuvo lugar la rueda de prensa concedida por el secretario de Defensa, Lloyd J. Austin III y su homólogo surcoreano, en la que mostraron su preocupación por la presencia de militares norcoreanos en Rusia y la posibilidad de que estos lleguen a participar en los combates. Pese a ello, Austin aseguró que Rusia «no se impondrá» en la guerra, quiso señalar que lo que demuestra el envío de militares por parte de Kim Yong Un es el estado real de las Fuerzas Armadas rusas y reafirmó el compromiso estadounidense con Corea del Sur (en varios informes hemos hablado sobre el miedo a un «decoupling» en esta región) al afirmar que «Nuestro compromiso de disuasión ampliada sigue siendo férreo. Ese compromiso está respaldado por toda la gama de capacidades convencionales, de defensa antimisiles, nucleares y no nucleares avanzadas de Estados Unidos». Desde Corea del Norte, mientras tanto, realizaban una nueva prueba con un misil balístico intercontinental, demostrando así su capacidad de atacar a miles de kilómetros de su territorio.
Desde Rusia, por su parte, lo más relevante es por una parte el anuncio de la participación de su ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, en la «II Conferencia Internacional sobre Seguridad Euroasiática» que se celebrará en Minsk, Bielorrusia, durante los próximos dos días. Lavrov, que intervendrá en la sesión plenaria del foro, «abordará los problemas relacionados con la implementación de la iniciativa del Presidente de la Federación de Rusia sobre la creación de un sistema de seguridad igualitaria e indivisible en Eurasia. Asimismo, expondrá las valoraciones rusas sobre la situación actual en el ámbito de la seguridad euroasiática en su conjunto».
Una cita a la que acudirá justo después de reunirse con la ministra de Exteriores de Corea del Norte, Choe Son Hui, en la que ha sido la segunda visita de la jefa de la diplomacia norcoreana a Rusia en apenas seis semanas. El encuentro, destinado a mantener «consultas estratégicas» huelga decir que no ha contribuido a disminuir las preocupaciones occidentales respecto de la alianza entre ambos países, máxime cuando ha llegado acompañado, como hemos visto, de nuevas pruebas de misiles.
Al mismo tiempo que todo esto ocurría, desde los Estados Unidos anunciaban nuevas medidas dirigidas a minar la base industrial-militar rusa, para lo cual se ha optado por incluir en el listado de sancionados a un total de 400 entidades e individuos de la República Popular China, India, Malasia, Tailandia, Turquía y los Emiratos Árabes Unidos que colaboran a la hora de permitir a Rusia evadir las sanciones.
Deja una respuesta