Durante la última jornada, una nueva oleada de drones y misiles rusos ha golpeado distintos puntos de Ucrania, incluyendo posiblemente la base aérea de Starokostiantyniv y, en cualquier caso, dejando varios muertos y heridos en puntos como Odesa o Sloviansk. Sobre el frente, los cambios son escasos, por su parte. En el apartado internacional, mientras Kamala Harris asegura que no mantendrá, de llegar a la presidencia, reuniones con Rusia sin participación ucraniana, el gobierno de este último país ha recibido una delegación eslovaca encabezada por el primer ministro, Robert Fico. Además, se ha vuelto a evidenciar la diferencia entre las declaraciones y los actos de una Unión Europea cuyos Estados miembros, a pesar de las sanciones, continúan insuflando aire a la economía rusa.
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La guerra de Ucrania, en sus inicios, supuso una suerte de catarsis para la Unión Europea en materia de defensa; tema que hemos abordado en multitud de informes y en varios libros desde aquel fatídico 24 de febrero de 2022. De esta forma, en un principio, la angustia y la sensación de terror que sin duda recorrió muchos de los pasillos de los edificios de la Comisión, el Consejo y el Parlamento Europeo llevaron a una suerte de ebullición de iniciativas en materia de defensa, a despertar una solidaridad sin precedentes y, también, a hacer posible la adopción de sucesivos paquetes de sanciones de una entidad sin parangón.
En términos generales, la Unión Europea se ha mantenido firme, buscando en donde no había tanto la voluntad como los recursos, sabiendo forzar a los Estados miembros más reacios a facilitar el apoyo a Ucrania (ahí tenemos las tensas negociaciones y las distintas ocasiones en las que por ejemplo Hungría ha tenido que apostar por la «abstención constructiva») y cargando los Veintisiete con la mayor parte del coste de la guerra, independientemente de las palabras de Trump.
Al fin y al cabo, como hemos repetido en alguna ocasión, el mayor coste lo han asumido los Estados miembros de la UE y no es solo económico, ni mucho menos. Así, por una parte, los vecinos de Ucrania han asumido de la mejor forma posible la llegada de millones de ucranianos desplazados; las constantes amenazas militares rusas; la campaña de acciones en la Zona Gris que este país ha llevado a cabo y, por supuesto, el coste económico derivado de la guerra y de renunciar a la energía barata procedente de Moscú, a los negocios con este país y a las materias primas importadas desde Rusia… o eso dice el relato oficial.
La realidad es mucho más compleja y nos muestra una realidad bien distinta. De esta forma, según ha ido pasando el tiempo, muchas de las relaciones económicas se han ido restableciendo, en este caso a través de terceros para mantener las apariencias, lo que ha dejado pingües beneficios en países que actúan de intermediarios, como Kirguistán, o como Georgia, aunque no solo; no hay más que ver el papel que muchos armadores griegos juegan en todo esto a través de la conocida como «flota fantasma» o el que representa España mediante la importación de hidrocarburos rusos, que suponen una cuarta parte del total, cuestión que ha sido debatida recientemente en el propio Parlamento Europeo.
Es difícil explicar lo nefanda que resulta la actitud europea, si bien es comprensible tanto: 1) por la carga económica soportada por los Veintisiete, cuyas economías llevan década y media estancadas y se han visto afectadas sobremanera por el COVID-19 y la guerra, como; 2) por la necesidad, percibida en varias capitales, de mantener lazos con Rusia aunque sean indirectos, en preparación del «día después», ya que no se desea una nueva Guerra Fría en el continente, aunque esta puede ser inevitable. Es, salvando las distancias, como si los Estados Unidos, tras imponer sanciones a Cuba y decretar el bloqueo económico, hubiesen multiplicado en un orden de magnitud sus exportaciones a República Dominicana, Venezuela o cualquier otro país de la región para sortear sus propias medidas y seguir vendiendo -o adquiriendo- productos a Cuba, permitiendo así el mantenimiento de la actividad comercial.
Por supuesto, los Gobiernos deben buscar lo mejor para sus ciudadanos, ocupando en este aspecto la economía un puesto de honor. Sin embargo, en lo que a la guerra de Ucrania concierne, choca la esquizofrenia estratégica de quienes son al mismo tiempo capaces de denunciar a diario los crímenes rusos y de pedir a sus ciudadanos que destinen parte de sus impuestos a apoyar a Kiev, mientras al mismo tiempo ayudan a sostener la misma economía rusa que, metidos en una guerra de desgaste -y mientras Ucrania sufre las consecuencias de su estrategia fabiana-, necesitan minar.
No es de extrañar que, gracias a esta actitud timorata -que hace probablemente más daño que la negativa a permitir a las AFU el empleo de armamento de largo alcance contra Rusia-, así como a la ayuda de China, la economía rusa, que ha tenido tiempo de adaptarse, pueda resistir durante años la actual situación, según algunas previsiones. Tampoco que haya conseguido aumentar su producción bélica o que encuentre los recursos necesarios como para seguir abonando las cada vez más cuantiosas primas de reclutamiento, sorteando así los crecientes problemas de personal: y es que Rusia ha encontrado en los Estados miembros, obviamente sin pretenderlo los europeos, a uno de sus mejores aliados.
Dicho esto, y aun sabiendo cuál es el coste de implementar nuevas medidas, en algún momento los europeos deberán decidir si están dispuestos a dar los pasos necesarios (se mueven, pero demasiado lentamente) como para forzar a Rusia a una negociación en condiciones aceptables para Ucrania o si, por el contrario, le van a insuflar oxígeno económico y con ello los incentivos y medios que tanto necesita para seguir haciendo un tipo de guerra que le conviene. Desgraciadamente, la arquitectura institucional de la propia Unión Europea supone un enorme hándicap que obliga a ser cuando menos pesimista, ya que dificulta sobremanera el mantener una posición sólida o el actuar con cierta rapidez incluso en situaciones como la actual; máxime cuando la guerra ha sido normalizada.
Dicho lo anterior, abandonamos el nivel político-estratégico para pasar a las realidades sobre el terreno, que nos hablan de nuevos lanzamientos de drones y misiles por parte de Rusia, incluyendo el empleo de varios misiles hipersónicos (alguna vez hemos recordado que hay dudas respecto a esto) Kh-47M2 Kinzhal. Así las cosas, desde el Ministerio de Defensa de Ucrania han denunciado el lanzamiento de 3 misiles de este tipo, 1 misil Kh-59, otro de tipo desconocido y de hasta 75 drones Shahed-131/136 (Geran-1/2), de los que habrían derribado 2, 0, 0 y 32 respectivamente.
La oleada de misiles y drones ha dejado edificios afectados en la capital ucraniana, Kiev, si bien sin víctimas. Peor suerte han corrido en Odesa, en donde un ciudadano ucraniano ha fallecido y cinco extranjeros han resultado heridos tras impactar un misil ruso contra un barco y alcanzar otros parte de la infraestructura de esta ciudad portuaria. Además, se han registrado también un muerto (una niña de dos años) y media docena de heridos en Slaviansk debido a otro impacto. También Jersón ha sido objetivo de las armas rusas, registrándose hasta 23 heridos según algunas fuentes. Por último, aunque tampoco hay datos sobre los efectos, los misiles hipersónicos rusos se habrían dirigido contra la base aérea de Starokostiantyniv, coincidiendo con el anuncio neerlandés de la llegada de los primeros F-16 procedentes de este país a Ucrania, de lo que hablamos ayer.
Del lado contrario, mientras intentan determinarse las consecuencias de los ataques ucranianos de la pasada jornada contra dos bases aéreas en la península de Crimea (complicadas pues el tiempo atmosférico ha dificultado el uso de herramientas como FIRMS), han seguido trascendiendo pruebas de la destrucción causada por el lanzamiento de drones contra una serie de depósitos de petróleo en Feodosia, que las autoridades ucranianas han reconocido. En cualquier caso, como puede verse en el vídeo que compartimos a continuación, los daños están siendo severos, habiéndose extendido el fuego a nuevos depósitos durante la jornada. Por otra parte, aunque no se hayan registrado más impactos, desde el Ministerio de Defensa ruso han hablado del supuesto derribo de «tres misiles tácticos operativos ATACMS y cinco misiles HIMARS de fabricación estadounidense, así como 74 vehículos aéreos no tripulados».
Más allá de esto, dado que no se ha hablado de nuevos lanzamientos, la acción más reseñable de la jornada habría sido el ciberataque lanzado contra diversos medios de comunicación rusos, como Rossiya 1, Radio Mayak y otros servicios de la VGTRK, que han visto cómo se les hacía posible retransmitir sus contenidos, acceder a sus propios servicios internos, acceder a internet o utilizar sus líneas telefónicas.
En cuanto a los combates y los movimientos, esto es, a las acciones sobre el terreno –donde siempre se registra alguna curiosa sorpresa-, lo que tenemos en las últimas horas comenzando por el norte del frente es que los cambios son mínimos, siendo la única novedad procedente del sector de Kursk la entrada de efectivos de las Fuerzas Armadas ucranianas en algunas instalaciones agropecuarias cercanas a Veseloe. Además, se han registrado fuertes bombardeos rusos en dicha zona.
En el caso del sector de Járkov, las tropas rusas, después de emplear como vimos en informes anteriores, bombas de lanzamiento aéreo de gran potencia, habrían vuelto según algunas fuentes a tomar la fábrica de cementos situada en el centro de Vovchansk, de la que habían sido previamente expulsados por las AFU.
Otro punto caliente del frente es, en las últimas semanas, la antigua línea Kupiansk-Svatove-Kreminna, algo que hemos ido relatando. En las últimas horas, los cambios han afectado a la zona de Novovodiane, así como a la que está al sur de Makíivka, en donde se han registrado pequeños avances rusos.
Sin novedades de los sectores de Siversk, Chassiv Yar (aunque hay fuentes que hablan de avances rusos al norte de esta localidad) o Toretsk, pasamos directamente al de Pokrovsk-Kurajove, en donde el Ejército ruso ha anunciado la toma de Hrodivka, si bien los combates más duros se están registrando en Tsukuryne y en torno a dicha localidad y a la vecina Selydove, si bien se han producido ataques rusos en muchos otros puntos de este sector.
En Zaporiyia, así como en el suroeste de Donetsk, por último, tenemos a Rusia reactivando el frente en diversos puntos, incluyendo el antiguo eje de Velyka-Novosilka y Kamians’ke (una acción, esta última, de la que hablamos ayer). Así las cosas, en el primero de estos puntos tenemos ataques rusos hacia Makarivka desde Staromaiorske y Urozhaine, mientras que en el segundo se confirma el ataque ruso a través de la vía férrea que cruza el embalse de Kakhovka.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
El apartado internacional, mientras buena parte de las noticias (incluso el Ministerio de Exteriores ucraniano ha publicado una nota de prensa) se relacionan con el aniversario de la razzia de Hamás contra Israel, que dejó más de 1.200 muertos hace ahora un año, comienza hoy por los Estados Unidos.
Así, por una parte, Kamala Harris ha asegurado que no participará, de llegar a la presidencia, en conversaciones con Putin en las que no haya participación ucraniana, buscando así disipar los temores sobre un acuerdo entre las dos potencias al margen de Kiev; temores que afectan más bien a una posible presidencia de Trump que no a Kamala, dicho sea de paso. Por otra, y por decimotercera vez en lo que va de guerra, el director de la CIA, William J. Burns, ha viajado hasta Kiev para reunirse con distintos altos cargos, si bien no han trascendido más detalles.
Cambiando de tema, en las últimas horas ha visitado Ucrania una delegación eslovaca, encabezada por el polémico primer ministro de este país (dada su cercanía a Rusia), Robert Fico, quien ha sido recibido por su homólogo Denys Shmyhal. Así las cosas, a pesar de que unas horas antes de su viaje Fico había lanzado un rotundo mensaje al asegurar que su país nunca apoyaría la entrada de Ucrania en la OTAN (recordemos que en esta organización las decisiones se toman por unanimidad), la reunión parece haber sido cordial, tocando temas que van desde la defensa a la ayuda humanitaria o la «Fórmula de Paz» de Zelenski. Es más, se han llegado a firmar cuatro documentos que afectan a los sectores de la economía, la defensa y lo social, estableciéndose así «cuatro ejes fundamentales de cooperación, entre ellos el fortalecimiento del diálogo político y la construcción de relaciones de buena vecindad, así como el apoyo a la soberanía y la integridad territorial de Ucrania».
Todo mientras desde las redes sociales Zelenski pedía a sus socios que definan su posición, es decir, «cómo ven el final de esta guerra, el papel de Ucrania en la arquitectura de seguridad global y los pasos conjuntos que pueden poner esta guerra en camino hacia su fin» y, además, hablaba sobre la necesidad de lograr, en la próxima Cumbre de Ramstein, convencer a sus socios de la necesidad de incrementar de forma significativa las capacidades militares ucranianas.
Por su parte, el ministro de Exteriores ucraniano, Andrii Sybiha, ha dado también la bienvenida, en este caso a su colega eslovaco Kuraj Blanár, quien también forma parte de la delegación de este país que ha viajado hasta Ucrania para hablar sobre el fortalecimiento de la seguridad regional o la implementación de la «Fórmula de Paz», entre otros temas de los que pueblan la agenda bilateral.
En otro orden de cosas, el jefe de la Oficina del Presidente de Ucrania, quien ha lanzado en las redes un mensaje de agradecimiento a los «NAFO Fellas», ha mantenido una reunión telefónica con el asesor de Seguridad Nacional de Sudáfrica, Serney Mufamadi, con quien ha hablado entre otros temas sobre la situación en el campo de batalla o la implementación de la «Fórmula de Paz» de Zelenski.
Pasando a Rusia, desde donde su ministro de Exteriores continúa lanzando amenazas a Occidente para evitar que se conceda a Ucrania permiso para atacar el territorio de su país con el armamento de largo alcance suministrado por sus socios, la noticia más importante tiene que ver con celebración de la Cumbre de la Comunidad de Estados Independientes. Esta organización, de la que Rusia ostenta la presidencia rotatoria, supone una de las principales herramientas de influencia exterior a disposición del Kremlin, de ahí la importancia que se le concede y, de ahí también, que Putin vaya a mantener numerosas reuniones bilaterales previas a la cita.
Siguiendo con este país, tenemos también que un tribunal ruso ha ordenado hace apenas unas horas el arresto de dos periodistas italianos, actualmente fuera de Rusia, acusados de cruzar ilegalmente la frontera desde Ucrania mientras informaban en la región de Kursk, una pequeña parte de la cual ocupan las fuerzas ucranianas. En las últimas semanas, Rusia ha intensificado las investigaciones contra más de una decena de periodistas extranjeros acusados de entrar en Rusia durante el avance del ejército ucraniano en la región de Kursk en agosto. Así, un tribunal de la citada región ha exigido la extradición de Simone Traini y Stefania Battistini, dos periodistas de la radio y televisión pública italiana RAI.
Además, y terminamos hoy con otros dos tribunales rusos, tenemos que el ex-marine estadounidense Robert Gilman, quien ya cumplía una pena de tres años y medio de prisión, ha sido recientemente a poco más de siete años más de prisión «en una colonia penitenciaria con un régimen estricto» por el tribunal central de Voronezh, acusado de «recurrir a la violencia física» contra sus carceleros mientras cumplía condena por agredir, en 2022, a un agente de policía ruso. También que Stefan Hubbard, estadounidense de 72 años, ha sido sentenciado a casi siete años de prisión en Rusia, supuestamente por haber participado en la guerra como mercenario.
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