Jornada escasa de novedades en Ucrania, a pesar de que los combates continúan produciéndose, lo mismo que el lanzamiento de drones, misiles y bombas planeadoras por parte de Rusia. También las novedades en el plano internacional, con anuncios de nuevas ayudas por parte de Dinamarca -país que financiará la construcción de un centro de producción de defensa conjunto en Ucrania- y llamamientos al Gobierno estadounidense por parte de la Comisión de Helsinki para que cambie la política que ha venido manteniendo respecto a Rusia y pase a considerarla una «amenaza persistente» a la seguridad.
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La guerra de Ucrania ha supuesto, quizá, el mayor impulso a la drónica militar desde que esta comenzase a dar sus primeros pasos hace ya muchas décadas. Una evolución que no ha sido constante sino, como casi todo en esta materia, ha estado sujeta a la necesidad bélica, con sucesivos impulsos derivados de conflictos como las guerras árabe-israelíes o la guerra de Afganistán, sin olvidar otros escenarios menores como el de Nagorno-Karabaj, quizá el antecedente más inmediato de muchos de los avances (y descartes) que hemos visto en Ucrania.
Ahora bien, cada uno de estos escenarios ha contado con características propias, de forma que si en el caso de Israel lo más significativo durante un tiempo fueron tanto el desarrollo de señuelos para operaciones SEAD como los aparatos destinados a la observación y reconocimiento a nivel operacional y táctico, en Afganistán asistimos a la eclosión de los drones tanto de observación y reconocimiento especialmente a niveles operacionales y estratégicos.
En el caso de Ucrania, dadas las dificultades para que este tipo de aparatos sobrevivan en un ambiente saturado de defensa antiaéreas -a pesar de las reiteradas peticiones por parte de Kiev a sus aliados para que le sean suministrados MQ-9 y similares-, la mayor parte de los usos han sido tácticos. Esto no implica ni que en un primer momento se empleasen a niveles más altos, como en el caso de los Bayraktar, ni que neguemos el papel de los drones de ataque de largo alcance, como los Shahed ruso-iraníes o los distintos modelos desarrollados por Ucrania; de hecho, les hemos dedicado espacio más que de sobra en estos informes.
Sin embargo, dado que la necesidades en casi todo momento han estado relacionadas con el deseo de mejorar la conciencia situacional en el nivel táctico; de complementar a las armas contracarro en servicio con medios de mayor alcance y; por encima de todo, de suplir a la escasa artillería en servicio con las Fuerzas Armadas ucranianas, resulta lógico que se haya apostado por ingenios como los archifamosos drones tipo FPV. Un tipo de amenaza al que, por cierto, los ejércitos occidentales –no hay más que ver lo ocurrido en el reciente ejercicio TIE24 de la OTAN, en donde no se permitió el uso de algunas de las frecuencias más comunes a día de hoy- siguen sin estar preparados.
Lo interesante del desarrollo vivido en el caso de los FPV -con variantes cada vez más capaces de sobrevivir a las contramedidas, como las que emplean cables de fibra óptica convirtiéndose en un híbrido entre los misiles filoguiados y un dron– ya no tiene tanto que ver con su efecto en el caso concreto de Ucrania. Por el contrario, lo más relevante vendrá una vez el conflicto llegue a su fin. Por una parte por los peligros de la difusión tecnológica, que en muchos casos será inevitable y culminará con el uso de estos ingenios por parte de grupos terroristas u organizaciones criminales de todo tipo.
Por otra, porque no está claro si el proceso salvaje de mejora se detendrá prácticamente en seco -una vez desaparezcan los incentivos- o si, por el contrario, algunos actores continuarán destinando importantes sumas a su desarrollo, ya que por ejemplo Ucrania ha ido creando una potente industria y tiene interés por copar el mercado, derivando lo que ahora consume el campo de batalla a la exportación. Hay que tener en cuenta que, a día de hoy, son literalmente decenas de miles de personas las que en uno y otro bando se dedican a I+D y fabricación, así como a entrenar pilotos y otras tareas relacionadas.
Así, más allá del peligro que supone la más que probable difusión -una vez muchos makers y pilotos se busquen la vida acabada la guerra-, se han creado toda una serie de estructuras (empresas, ministerios, grupos de voluntarios) que serán difíciles de desmontar y que, además, sitúan a rusos y ucranianos a la vanguardia del sector. Por lo tanto, es probable que al menos durante unos años (aquí hemos defendido que la amenaza de los FPV es temporal, con un marco de alrededor de 5 años hasta que las contramedidas se adecúen a la amenaza), veamos cómo estos dos países compiten, ya con la guerra terminada, por copar el mercado de exportación, haciendo llegar sus desarrollos a sus clientes tradicionales y a otros nuevos, todo lo cual plantea también desafíos…
Cambiando ya hacia a las novedades sobre el terreno, tenemos que durante las últimas horas la Federación de Rusia ha continuado lanzando drones sobre territorio ucraniano, con el Ministerio de Defensa ucraniano asegurando haber derribado 15 de los 22 Shahed supuestamente llegados a su espacio aéreo. En esta ocasión, además de los habituales ataques contra las ciudades ucranianas, que en muchos casos no persiguen tanto objetivos concretos como seguir manteniendo una presión sostenida sobre las defensas antiaéreas (entre otras cosas para que no puedan ser enviadas más cerca del frente), se han registrado ataques contra trenes de pasajeros, provocando de paso cambios de horarios y retrasos. Además, en relación con Zaporiyia, cabe decir que sigue aumentando el número de FABs con kit UMPK caídas sobre esta ciudad ucraniana, algo que ha denunciado incluso el propio presidente del país, Volodímir Zelenski, quien habla de cientos de bombas planeadoras caídas cada día en Ucrania.
En el caso de Rusia, tras los ataques ucranianos de las últimas horas a Rostov, Volgogrado y Voronezh, ya incluidos en el informe de ayer, no se han producido novedades significativas. Sí ha trascendido que un dron habría dañado una vivienda en Kursk.
En cuanto a los combates y los movimientos, dado que el informe de ayer salió relativamente tarde, las novedades son también escasas. Así, comenzando por el sector de Kursk, las tropas rusas han contraatacado en Glushkovo, en la zona de Veseloe (recordemos que había sido tomada por las AFU), además de lanzado un ataque al otro lado del sector, el oriental, hacia Plekhovo.
Si novedades de Járkov, pasamos a Lugansk, en donde tampoco se han producido cambios tras la toma de Makíivka por parte del Ejército ruso, pero sigue preocupando la posibilidad de que lleguen al Oskil a corto plazo desde Pischane.
En el caso de Chassiv Yar, aunque las noticias son también pocas, sí cabe señalar que el Ejército ruso habría estado lanzando pequeños ataques con unidades sobre motocicletas en la zona al norte del sector, prácticamente ya a la altura de Soledar, buscando debilidades en las defensas ucranianas.
En cuanto al sector de Pokrovsk-Kurajove, por último, los únicos cambios se habrían producido al sur de Novohrodivka y hacia Tsukuryne.
Antes de finalizar con la parte militar, un apunte. En las últimas horas se ha estado rumoreando acerca de la posible salida de su cargo de personajes como Budanov. Podrían no ser los únicos cambios en el organigrama ucraniano. En cualquier caso, a falta de más datos volveremos sobre el tema en futuros informes.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
En el apartado internacional, como suele ocurrir durante las jornadas dominicales, el número de noticias se reduce ostensiblemente respecto a los días laborables. Además, la mayor parte de los medios internacionales (incluidos los rusos) están concentrados en la crisis de Líbano, con lo que el número de noticias relativas a Ucrania se ha reducido en consecuencia al destinar más medios y espacio a este otro escenario. Aun así, se ha producido alguna novedad que pasamos a compartir.
En primer lugar, desde Dinamarca han anunciado que aumentarán la ayuda militar a Kiev con una nueva donación de 1.300 millones de coronas danesas o, lo que es lo mismo, de 174 millones de euros. Todo ello como parte de un plan mayor que pretende atraer inversiones por valor de hasta 600 millones de euros, parte de los cuales podrían proceder de los beneficios de los activos rusos congelados. El objetivo, en realidad, no es del todo altruista, toda vez que los nórdicos van a financiar con estos fondos el establecimiento de un centro industrial conjunto ucraniano-danés que permitirá aumentar la base industrial-militar del país en guerra. De hecho, según han anunciado los daneses, lo anterior permitirá «la entrega al frente de armas y equipos producidos en Ucrania y financiados por Dinamarca y por los activos rusos congelados». Se estrecha pues un grado más la relación entre ambos países; algo lógico teniendo en cuenta que Dinamarca, a pesar de su tamaño y población ha sido uno de los donantes más activos y de los países que ha mantenido una actitud más firme en favor de su aliado.
Pasando a los Estados Unidos, tenemos que la Comisión de Helsinki -un comité bipartidista encargado de apoyar la democracia y los derechos humanos en el espacio postsoviético- ha pedido a la Administración Biden que abandone su enfoque posterior a la Guerra Fría hacia Rusia para pasar a reconocer oficialmente a Moscú como una amenaza «persistente» a la seguridad global. Es más, el informe –algunos extractos han sido publicados por The Hill– los miembros de la Comisión hacían hincapié en la necesidad de no ceder al chantaje nuclear ruso pues «No podemos permitir que el miedo domine la forma en que pensamos sobre este tipo de cosas».
Pasando a la ayuda militar, la compañía ucraniana Himera ha anunciado la donación, gracias a los esfuerzos de la Fundación Help99, WarTranslated y la comunidad NAFO, de 200 radios HIMERA G1 a las Fuerzas Armadas de Ucrania, concretamente a una unidad especial de la 4ª Brigada de Reacción Rápida Rubizh y al 97º Batallón Mecanizado de la 60ª Brigada Mecanizada.
En otro orden de cosas totalmente diferentes, las autoridades ucranianas han conmemorado hace unas horas el aniversario de la masacre nazi de Babi Yar (aunque en puridad no fue la única que tuvo lugar en esta zona a las afueras de Kiev), cometida entre los días 29 y 30 de septiembre de 1941 y que costó la vida a 33.771 judíos de Kiev. En este sentido, tanto desde el Ministerio de Exteriores ucraniano, como desde las cuentas de diversos altos cargos -caso del primer ministro, Denys Shmyhal, del jefe de la Oficina del Presidente Andriy Yermak o del ministro de Exteriores, Andrii Sybiha– se han publicado mensajes recordando un crimen del que se cumplen 83 años y, como suele ser habitual en estos casos, comparando lo hecho por Rusia desde 2022 con lo hecho por el nazismo en la Segunda Guerra Mundial y pidiendo que no vuelva a suceder.
Para finalizar, compartimos un interesante artículo publicado por Thomas Rid (un auténtico experto que ha escrito el que quizá sea el mejor libro sobre la guerra informativa ruso-soviética) en Foreign Affairs en el que analiza cómo los propagandistas rusos atacan a Occidente, pero también cómo emplean las mentiras de cara al interior de la propia Rusia…
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