Guerra de Ucrania – Día 860

En una jornada en la que el primer ministro de Hungría -país que ostenta la presidencia de turno de la Unión Europea y al que se acusa de ser demasiado cercano a Rusia- ha visitado a Zelenski en Ucrania, tenemos también que se han seguido produciendo intensos combates en dirección a Chasiv Yar y al oeste de Avdiívka. Además, y mientras tanto, los Estados Unidos han anunciado que pronto se concederá a Ucrania un nuevo paquete de ayuda por valor de 2.300 millones de dólares y no 150, como se venía especulando recientemente. Los Estados Unidos vuelven así a retomar poco a poco su papel de principal soporte militar de Ucrania, en un momento en el que para la Unión Europea, precisamente por la presidencia de turno húngara, pero también por los problemas internos en algunos Estados miembros, Kiev ha pasado a un relativo segundo plano.

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Hoy comenzamos el análisis diario sobre la guerra de Ucrania compartiendo en abierto una columna de opinión que las dos personas que estamos detrás de estos informes acabamos de publicar en Ejércitos – Revista digital sobre Defensa, Armamento y Fuerzas Armadas. El medio, como los lectores saben, en el que comenzaron publicándose estos mismos informes hasta que se decidió que terminaba por ser contraproducente, al confundir al público respecto a la identidad de la revista, que parecía estar centrada exclusivamente en Ucrania. El texto reza como sigue:

«La guerra de Ucrania, para muchos, supuso un «antes y un después» en relación con la construcción europea en materia de defensa. Incluso se ha llegado a tachar de «momento tectónico» o se ha equiparado el 24 de febrero de 2022 con una suerte de «11-S europeo». Era una forma de catalogar un suceso -en referencia al momento de la invasión- que dejó claras las miserias de los Veintisiete en cuanto que potencias militares o, más bien, actores de seguridad, dados los enormes déficits en cuanto a generación de una disuasión efectiva; en última instancia el elemento que había terminado de decidir a Rusia a lanzar su ataque.

Lo del «antes y el después» venía, en realidad, a colación del impulso a otorgado por los Estados miembros a distintas iniciativas comunitarias relacionadas con la defensa y, más exactamente, con la política industrial de defensa (lo que ya nos da una idea de por dónde iban y van los tiros y cuál es la racionalidad real tras muchos de los movimientos de las capitales europeas). La ristra de siglas es tan larga como escandalosamente opaca para los «no iniciados»: ASAP, EDIDP, EDIRPA, EDIS…

En relación con esto, y antes de seguir con nuestra exposición, no está de más recordar que –como explicara Hans Morgenthau (padre del realismo clásico) al inicio de su obra más famosa– la clave de la política internacional es “el concepto de interés definido en términos de poder”. Por supuesto, el realismo clásico tenía problemas para ofrecer explicaciones sólidas en algunos contextos, dado el énfasis puesto en los estados como actor central del sistema y, por ende, su tendencia a dejar de lado otros aspectos como los procesos internos, el papel de otro tipo de organizaciones no estatales, etc. Como no es nuestra intención dar explicaciones que muchos otros han dado mejor de lo que aquí podríamos, lo relevante aquí es quedarse con esta idea de que los Estados, en todo momento, actúan pensando en su propio interés y que este se define como poder, entendido a su vez como la mejor posición relativa frente a los demás.

Al respecto, muchos años después otro teórico, en este caso uno de los padres del realismo defensivo (Mearsheimer), vendría a matizar a Morgenthau, explicándonos que el principal objetivo de los Estados es la conservación de su supervivencia, es decir, la búsqueda o la maximización de la seguridad para poder mantener su posición relativa dentro del sistema. Para lo cual, las estrategias más adecuada son el “balancing” y el “buck-passing” . Una idea interesante para lo que nos ocupa porque tiene dos derivadas: Interna y externa.

Para el caso que nos ocupa -y en opinión de quienes escriben- el impulso a la construcción europea en materia de defensa no llegó tanto con el inicio de la invasión rusa de Ucrania, como con la llegada de Trump al poder y sus salidas de tono en relación con los socios europeos de la OTAN, a los que consideraba (con bastante razón) como unos «free riders» (gorrones), amenazando con dejarles a su suerte. Unas amenazas que desde 2016/2017 ha renovado, haciendo referencias por ejemplo durante la actual campaña electoral, lo que ha hecho una vez más temblar a muchas capitales europeas, que buscan la forma de lidiar con un posible «decoupling».

Decimos esto porque en términos de seguridad global, es decir, de puertas hacia afuera, una UE que intentaba tímidamente tener una voz en materia también de defensa (recordemos que ha sido catalogada en el pasado de «gigante económico, enano político y gusano militar») se vio de repente frente al vacío. Es decir, frente a la necesidad urgente de buscar una alternativa a la organización que garantizaba su seguridad (además con un coste ridículo, dado que la mayor parte del gasto corría del lado de Washington), es decir, la OTAN; de ahí el lanzamiento de herramientas como la PESCO y las múltiples declaraciones hechas desde entonces tanto por el Alto Representante como desde la Comisión Europea.

La sensación de vacío, huelga decirlo, se multiplicó en febrero de 2022, haciendo «despertar» en parte a los aletargados miembros de algunos gobiernos europeos y, especialmente, a la particular fauna que habita lo que se da en llamar la «EU Bubble»; la «burbuja» bruselense en la que quienes entienden el mundo en términos realistas y no idealistas han sido siempre una minoría. El problema del idealismo, dicho esto, es que rara vez valora en su justa medida elementos no solo como el «interés» (propio y ajeno) sino más prosaicos si cabe, como «las bases del poder». Esto llevó a una sobrerreacción por parte de los europeos plagada de palabras altisonantes (llegó a decirse que «Putin debía caer», como si estuviese en su mano lograrlo) y de una sobreabundancia de movimientos que rápidamente terminaron por «desfondar» a la UE: desde las sanciones, siendo más difícil el acuerdo de cara a cada nuevo paquete, a iniciativas como EDIRPA, bloqueadas durante meses en las instituciones debido al desacuerdo político. Dicho de otra forma, «el momento político» había pasado y, con ello, la oportunidad de construir un «algo más» en materia de defensa.

La explicación «seria» a lo anterior la encontramos, como adelantábamos, mirando tanto hacia afuera como hacia el interior de la UE –lo que nos lleva, por cierto, a Gideon Rose y el realismo neoclásico-. En el primer caso, tenemos que con la llegada de Biden muchos de los incentivos de cara a construir una «Europa de la defensa» capaz de valerse por sí misma (es decir, sin el concurso de los EE. UU. o de la OTAN), se esfumaron. Además, desde Washington jugaron muy bien sus cartas (su lógica pasa por ser indispensable para los Estados miembros de la UE, pero sin aumentar en demasía su compromiso, ya que necesita concentrarse cada vez más en Indo-Pacífico), logrando «atar» a algunos de sus socios europeos como Alemania, Polonia, los Bálticos, Países Bajos o Dinamarca, entre otros. Países todos ellos que si bien por una parte hablan de Europa y de la necesidad de invertir más y mejor en defensa o sacan a colación el manido (e indefinido) concepto de «Autonomía Estratégica», han estrechado su vínculo con el aliado norteamericano (las compras alemanas son significativas, al igual que la petición polaca de albergar armas nucleares).

En el segundo, porque los términos de «interés» y de «poder relativo» también aplican al interior de la UE y al día a día de esta -no lo olvidemos- organización compuesta por Estados. En este sentido, una vez pasado el fervor inicial provocado en 2016 por las amenazas de Trump y en 2022 por la invasión rusa de Ucrania, se ha vuelto a lo de siempre, pues el incentivo para superar sus diferencias había descendido una vez los EE. UU. volvieron a implicarse en la defensa europea y la guerra de Ucrania quedó «contenida» al territorio de este país. Un «lo de siempre» que se resume en que, sin incentivos para colaborar más estrechamente, cediendo soberanía y renunciando a retornos, los Estados miembros vuelven a competir entre sí no solo por imponer su parecer de cara a la adopción -o no- de nuevas herramientas e iniciativas, sino para utilizar las existentes para asegurar el mayor retorno posible, en este caso para su industria de defensa.

El casi seguro retorno de Donald Trump a la Casa Blanca o una escalada -ahora mismo, poco probable- en Ucrania, podrían una vez más suponer un acicate a los avances comunitarios en materia de defensa, cierto. Sin embargo, es poco probable ahora mismo, pese a que mantenga sus habituales algaradas –y el temor que esto sigue generando en las capitales europeas-, que una nueva Administración Trump se arriesgue a un «decoupling» con sus aliados europeos. De hecho, en su día y a pesar de su retórica, lo que en realidad hizo fue aumentar el compromiso de los Estados Unidos con la OTAN. Así las cosas, aunque la «Europa de la defensa» avanzará porque sigue habiendo ciertos incentivos para ellos y, además, una importante inercia acumulada desde 2022, lo más factible es que se aleje de sus objetivos originales y el componente industrial (que asegura los retornos a los Estados miembros y la posibilidad de competir para mejorar su peso relativo frente al resto) sea el único que tenga peso. De esta forma, la Unión Europea continuará construyendo su identidad como actor de seguridad global, pero difícilmente en la dirección correcta, que sería la derivada de un análisis realista y, como consecuencia, de una correcta alineación entre medios, modos y fines».

Una vez compartido el texto anterior, que consideramos encajaba perfectamente con los análisis que a diario hacemos a nivel estratégico-político en relación con la Guerra de Ucrania, pasamos a la actualidad sobre el terreno, comenzando por los nuevos ataques que ha sufrido este país por parte rusa, en forma de misiles y drones lanzados contra su territorio. Así las cosas, se han registrado explosiones en Poltava y también en Odesa, sin que se haya publicado recuento oficial por parte del Ministerio de Defensa.

Del lado ruso, se ha denunciado un ataque contra la ciudad de Novorossiysk, en la costa oriental del Mar Negro y principal base naval rusa en la región, tras la salida de la mayor parte de unidades de Sebastopol. Además, un polvorín habría sido alcanzado por drones ucranianos en Kursk, siendo según algunas fuentes una instalación perteneciente a la 16ª Brigada Independiente de Guerra Electrónica.

Respecto a las novedades sobre el terreno, comenzando por el sector de Járkov se continúa discutiendo acerca del posible cerco a una unidad rusa en esta ciudad ucraniana, concretamente al 83º VDV, que podría estar aislado al sur de la localidad, si bien nada hace pensar que los rumores extendidos días atrás acerca de «cientos» de prisioneros sean ciertos. Además de esto, se han producido combates en la zona de Hlyboke, con intensos bombardeos.

El siguiente punto de interés lo encontramos en el sector de Bakhmut, en donde las tropas rusas alcanzado algunas de las últimas edificiaciones –de las pocas que han quedado en pie– al oeste de lo que se conoce como el «Microdistrito del canal», es decir, la barriada perteneciente a Chasiv Yar situada al este del canal de agua dulce; el próximo obstáculo que deben enfrentar. Esto no quiere decir que hayan completado la toma del microdistrito, ya que no es así, pero sí que han alcanzado el canal en nuevos puntos, si bien por el momento parece que el cruce se les resiste, algo lógico por las características de esta área y las nefastas experiencias rusas previas en el cruce de masas de agua cuando estas están al alcance de la artillería.

Además de esto, también se han producido novedades en el sector de Avdiívka, en donde las tropas rusas han seguido avanzando en torno a Sokil, cortando la carretera que une esta localidad con Novoselivka Persha. Además, ya más al sur, han seguido buscando la forma de rodear el embalse entre las localidades de Netailove y Karlivka, progresando por las dachas de la zona.

Por último, también en el área de Gorlóvka, al norte de Mariínka, se han producido novedades, pues el Ejército ruso continúa con su intento de llegar a Toresk desde Maiorsk y Shumy.

Contexto internacional, diplomacia y sanciones

El apartado internacional nos lleva hoy directamente al Pentágono, pues desde allí se ha anunciado la próxima concesión de un nuevo paquete de ayuda militar a Ucrania por valor de 2.300 millones de dólares, noticia ofrecida por el general Pat Ryder en el marco de una rueda de prensa en la que ha respondido a varias preguntas interesantes planteadas por los periodistas acreditados. Un paquete, del que por cierto, apenas se sabe nada sobre su contenido, si bien se ha adelantado que los fondos procederán tanto de la iniciativa de asistencia a Ucrania como del fondo de retiro presidencial.

El general estadounidense, además, ha hablado también sobre la reciente reunión entre el ministro de Defensa ucraniano, Rustem Umerov, y el secretario de Defensa de los Estados Unidos, Lloyd J. Austin III, quienes además de hablar sobre la situación en el campo de batalla y las necesidades ucranianas en materia de defensa, han tratado acerca de la próxima Cumbre de Washington, que será crucial para la OTAN y tendrá lugar del 9 al 11 de este mismo mes en la capital norteamericana.

Además de verse con el secretario de Defensa, Umerov, quien ha viajado hasta los Estados Unidos acompañado de Andriy Yermak -entre otros- se ha visto con distintos altos cargos de la Administración Biden, como el secretario de Estado, hablando con él sobre los resultados de la reciente Cumbre de paz de Lausana, la Cumbre de Washington o las sanciones contra Rusia. Todo mientras en Estados Unidos continúan produciéndose movimientos para que Biden abandone la carrera presidencial, sin bien por el momento no fructifican, pese a que la preocupación por sus continuos lapsus y errores no deja de crecer.

El otro punto geográfico de interés en las últimas horas es Kiev, hasta donde se ha dirigido el primer ministro de Hungría y actual presidente de turno de la Unión Europea, Víktor Orban, quien ha dicho a Zelenski que considere la posibilidad de un alto el fuego, algo que este último ha rechazado. Las palabras exactas de Orban han sido «Le pedí al presidente que pensara si podríamos revertir la orden y acelerar las conversaciones de paz haciendo primero un alto el fuego», a lo que añadió que «Un alto el fuego vinculado a una fecha límite daría la oportunidad de acelerar las negociaciones de paz. He analizado esta posibilidad con el presidente y le agradezco sus respuestas sinceras y sus negociaciones». En respuesta, Zelenski explicó que esto solo proporcionaría a Rusia una ventana de oportunidad para reagrupar sus fuerzas. Además, el presidente ucraniano pidió a Orban que «se uniera» a los esfuerzos de paz de Ucrania.

Hay que decir, al margen de esto, que es la primera vez que Orban visita Ucrania desde el inicio de la guerra, que el ambiente ha sido más cordial de lo que a priori cabría esperar y que, según reconoce Zelenski, el encuentro ha servido para lograr avances en distintos asuntos, desde la posible integración europea de Ucrania hasta las relaciones bilaterales entre ambos países.

En otro orden de cosas, el ministro de Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba, habló por su parte con su homólogo británico, un David Cameron al que previsiblemente quede poco tiempo en el cargo, tratando con él temas como la implementación de la «Fórmula de paz» de Zelenski o las entregas de armas a Ucrania.

Pasando a la ayuda militar, en las últimas horas se ha sabido que la fundación Petró Poroshenko ha hecho una nueva donación de material a las Fuerzas Armadas ucranianas, concretamente un buen número de vehículos tanto tipo quad como camiones e incluso tractores, así como lavanderías portátiles y cabinas tractoras.

Del lado ruso, lo más relevante del día ha sido la visita de Putin a Astaná, en Kazajistán, ciudad que esta semana acoge la Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). Se espera que en las próximas horas el presidente ruso mantenga en este marco conversaciones de Putin con los presidentes Ilham Aliyev de Azerbaiyán, Kassym-Jomart Tokayev de Kazajstán, Ukhnaagiin Khurelsukh de Mongolia, Recep Tayyip Erdogan de Turquía y Xi Jinping de China, así como con el primer ministro paquistaní, Shehbaz Sharif.


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