Guerra de Ucrania – Día 857

Con la atención internacional centrada tanto en la campaña electoral estadounidense, en la que Trump está aprovechando la imagen dada por Biden en el pasado debate para tomar ventaja, así como en las legislativas francesas, la guerra de Ucrania sigue su curso, con ambos bandos demostrando la capacidad creciente de atacar objetivos tácticos con cada vez mayor soltura a decenas de kilómetros de la línea de frente. También objetivos operacionales y estratégicos, como se ha visto en las últimas horas con el ataque a un tren ucraniano por parte rusa y con los anuncios de futuros cortes eléctricos, a lo largo del próximo invierno, por parte del Gobierno de Kiev, como consecuencia del daño sufrido por las infraestructuras del país. Todo en una jornada en la que Rusia ha reclamado la toma de Shumy y en la que se espera que se concrete el contenido del próximo paquete de ayuda militar norteamericano a Ucrania.

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Buena parte de estos más de ochocientos cincuenta informes los hemos dedicado a tocar diversos aspectos relacionados con lo que consideramos una Revolución Militar en ciernes, con las tecnologías que la protagonizan y con la forma en que la combinación de varias de ellas, sumadas a las particulares condiciones de Ucrania y de la propia Rusia, han terminado derivando en una forma de hacer la guerra que conjuga lo tecnológicamente más avanzado, con ciertos elementos que podrían catalogarse, sin rubor alguno, de steampunk; no hay más que ver cómo se han recuperado conceptos como el del carro tortuga o el uso de aviones de entrenamiento a hélice Yak-52 por parte de Ucrania para abatir drones enemigos.

En relación con esto, los lectores nos preguntan muchas veces el porqué de este tipo de guerra, y si en otros escenarios como pudieran ser el Mar de China o una guerra entre Israel e Irán -incluso una guerra a gran escala en el continente europeo-, se lucharía igual. O sí, por el contrario, al entrar en juego directamente algunas de las principales potencias industriales, la guerra adquiriría una forma totalmente diferente, con un componente tecnológico mucho más acusado y un papel protagonista para el poder aeroespacial. Intentaremos responder a algunas de estas preguntas, a lo largo de este y el siguiente informe.

Por supuesto, lo haremos dejando claro de antemano que no tenemos, ni mucho menos, todas las respuestas. Ahora bien, sí podemos mirar hacia atrás y recordar a los lectores algunos de los elementos que explican lo que se está viendo en Ucrania. También lo visto en otros escenarios como Marawi, Palma, Siria, Libia o Yemen y, cómo no, repasar algunas de las decisiones tomadas en los últimos años por parte de gobiernos como el estadounidense y, especialmente, los europeos, de forma que podamos hacernos una composición de lugar a partir de la cual, ya con cierta base, «jugar» a la prospectiva (entiéndase el término, pues hacer prospectiva «de verdad», requiere no solo el uso de determinadas herramientas, sino también un tiempo y personal del que no disponemos).

Dicho esto, lo primero a valorar es el contexto en el que inició la guerra de Ucrania, y las inercias que se arrastran. En este caso, la guerra comenzó entre otras razones porque Rusia identificó una ventana de vulnerabilidad en la capacidad de disuasión occidental. Ventana que se estaba cerrando, pues ya desde 2014 se venían tomando, aunque tímidamente, medidas en esta dirección. También ha de tenerse en cuenta que Rusia, pese a haberse preparado para una operación militar, no esperaba el tipo de guerra que finalmente ha debido enfrentar (de larga duración y a escala industrial), de forma que no comenzó a alinear medios y modos (para los nuevos fines), hasta pasados más de seis meses de combates. Es decir, que buena parte de lo que se ve en Ucrania obedece a la necesidad de improvisar soluciones que pongan remedio a los errores de concepto y planificación iniciales y, por lo tanto, implican un alto grado de singularidad.

En términos más amplios, del lado occidental se estaban intentando superar los efectos nefastos de tres décadas de inversiones -especialmente entre los Estados miembros de la Unión Europea- muy deficientes en materia de defensa. Un descenso en los presupuestos que, además, había llegado en el peor momento y que explican en buena medida la inestabilidad actual del sistema mundial, pues lo que podría haber sido (no queremos decir con esto que sea deseable, pues ese es otro debate que incluye componentes ideológicos que nos quedan muy lejos) una prolongación de la unipolaridad que podría haberse extendido durante varias décadas, finalmente se ha convertido en un paso abrupto a un mundo cada vez más multipolar e impredecible, en el que las principales potencias intentan dotarse a marchas forzadas de los medios que les permitan un grado de seguridad aceptable, lo que a su vez implica una carrera armamentística en algunas zonas clave del planeta que, en sí misma, es muy peligrosa.

Lo que es peor, el descenso en la inversión en defensa se produjo en el peor momento posible, frustrando algunas de las posibilidades de lo que en su día se identificó como una «Revolución en los Asuntos Militares» (no confundir con «Revolución Militar»), dando paso al concepto de «Transformación» y -sumado a decisiones equivocadas, como la guerra de Irak, con su enorme coste-, dando la oportunidad a actores como China o Rusia de adoptar muchos de los avances hasta entonces únicamente en manos de los Estados Unidos y algunos de sus aliados, contribuyendo de paso a la inestabilidad de la que hemos hablado, incrementada por la percepción de los problemas y carencias en el sector industrial-militar occidental, que ahora intentan superarse a marchas forzadas. (Un escenario de dominación militar absoluta por parte de Occidente, a priori, habría implicado estabilidad; lo mismo que un escenario de cierta paridad, como el que se vivió durante largas fases de la Guerra Fría. El problema, por tanto, está en los escenarios intermedios, como el actual, en los que los distintos actores intentan en unos casos mantener su hegemonía y, en otros, competir por ella)

Descendiendo de nuevo sobre los dos países en lucha, lo anterior se tradujo en diversos intentos por implementar cambios, no todos ellos exitosos. Así, tenemos que Rusia había estado intentando modernizar y fortalecer sus Fuerzas Armadas desde la llegada de Putin al poder, con el cambio de siglo. Para ello, diferentes ministros habían tratando de implementar reformas en profundidad -con demasiadas idas y venidas-. Un proceso que se aceleró y profundizó a raíz de las intervenciones de 2008 (después de identificar una serie de lecciones derivadas de su actuación en Georgia), 2014 (Crimea y Donbás) y 2016 (con la experiencia ganada en Siria), pero que nunca terminó de completarse por los problemas presupuestarios e industriales, por una parte, y doctrinales por otra.

Diferente era la situación en Ucrania, país que desde 2014 sí aceleró notablemente sus reformas, buscando la ayuda de la OTAN y de sus Estados miembros, importando doctrinas y en algunos casos materiales, recibiendo entrenamiento y dando inicio a un proceso de transformación sin precedentes que, a fecha de inicio de la invasión, no se había completado. De hecho, a día de hoy las Fuerzas Armadas ucranianas continúan siendo una mezcolanza de sistemas, pero también de TTPs y conceptos, dada la necesidad por una parte de seguir avanzando en la citada transformación y, por otra, como se ha dicho, de improvisar soluciones ad hoc.

Si a lo anterior le unimos el hecho de que, precisamente por el estado al que habían llegado ambas fuerzas armadas a febrero de 2022, la guerra se ha librado sin elementos que en otros contextos serían clave, como unas fuerzas aéreas modernas y capaces, lo que tenemos es un tipo de guerra único y difícilmente extrapolable. Para más inri, la enorme amenaza que hoy en día plantean los drones de bajo coste, si bien se mantendrá durante dos, tres o cinco años, en ningún caso será eterna, como hemos dicho en alguna ocasión. No en vano, todos los principales ejércitos están tomando medidas aceleradas de cara a hacerles frente, lo que no quiere decir que todos ellos triunfen en su intento, pero sí garantiza que el ritmo de iteración del lado «del escudo» se irá acercando al del lado de «la flecha». En suma, y como decíamos, lo ocurrido en Ucrania es demasiado singular como para pensar que pueda repetirse de la misma manera en cualesquiera otros escenarios en los que podamos pensar. (Mañana seguimos, ya más centrados en el futuro).

Cambiando ya de tema, para centrarnos en lo ocurrido en las últimas horas sobre el terreno, por el momento no tenemos un recuento oficial de los lanzamientos de drones y misiles rusos, si bien sí hay motivos para sospechar que han sido cuantiosos, en vista de las múltiples alertas publicadas por el Ministerio de Defensa ucraniano. Además, también se han ido publicando referencias a explosiones en distintos puntos de la geografía ucraniana, con lo que cabe esperar que a lo largo del día vayan trascendiendo informaciones relativas a pérdidas humanas y materiales como las que se han sufrido en Volnyansk, en donde se han registrado siete muertos, dos de ellos menores.

A colación de los ataques, Serhii Kovalenko, director general de Yasno (compañía eléctrica ucraniana), ha declarado en una entrevista que el invierno de 2024-2025 podría estar marcado por cortes de suministro incluso peores que los de los dos años anteriores. De hecho, plantea como escenario básico 12 horas de cortes de luz diarios para los consumidores, a expensas de ver si la campaña rusa de ataques estratégicos contra las infraestructuras de producción y transporte de electricidad continúan.

Desde la Federación Rusa, por su parte, han hablado de la supuesta destrucción de una treintena de drones ucranianos, cuando estos se dirigían contra distintos objetivos en las regiones de Kursk, Voronezh, Briansk o Bélgorod, entre otras.

Dicho esto, además, como puede verse sobre estas líneas un misil Iskander-M ruso ha impactado contra un tren ucraniano que al parecer transportaba material bélico al frente, demostrando una vez más hasta qué punto ha mejorado Rusia a la hora de transformar los datos obtenidos por drones y satélites en daño a su enemigo. Ucrania, por su parte, ha publicado un recopilatorio de los últimos ataques a los sistemas antiaéreos rusos, llevados a cabo en algunos casos también a decenas de kilómetros, si no más, de la línea de frente, demostrando así cómo el campo de batalla, incluso a nivel táctico, no ha dejado de ensancharse.

Pasando a los combates y los movimientos, y dado que no hay novedades relevantes procedentes del sector de Járkov -aunque los combates, implicando además a VDV y Spetsnaz rusos continúan-, comenzamos directamente por Kreminna, en donde las tropas ucranianas han seguido avanzando en el «bosque infinito», esto es, en las zonas boscosas al sur de esta localidad, en las que se combate desde meses atrás sin que ninguno de los bandos haya logrado imponerse claramente en ningún momento.

Más al sur, en el sector de Bakhmut, tampoco se han producido cambios de posición, si bien los combates son constantes en los alrededores del canal de agua dulce, al igual que los bombardeos rusos sobre el «Microdistrito del canal», muy castigado en las últimas horas, una vez más.

En torno a Gorlóvka la situación es preocupante para Ucrania, que ha perdido bastante terreno en los últimos días. Así, desde el Ministerio de Defensa ruso han reclamado la toma de la localidad de Shumy, al noroeste de la anterior, algo que las fuentes OSINT confirman en mayor o menor medida- mientras intentan entrar en Pivdenne, al sur de la anterior.

Por su parte, en el sector de Avdiívka nos encontramos con que los avances rusos continúan, tanto en Sokil como en dirección a Novoselivka-Persha, mientras intentan hacer lo propio en dirección a Karlívka.

Por último, en el sector de Mariínka los ucranianos siguen también retrocediendo, si bien calle a calle y de forma muy progresiva, en la localidad de Krasnohorivka, en donde el Ejército ruso está logrando completar la toma de la parte más meridional de esta población.

Contexto internacional, diplomacia y sanciones

El apartado internacional, como corresponde a los fines de semana, se presenta en esta jornada bastante tranquilo. En los Estados Unidos, continúan los debates en torno a si Biden debería o no dejar paso a un candidato en mejores condiciones. Mientras tanto su rival, Trump, está aprovechando la negativa imagen dada por el anterior en el debate de hace dos días, para vender la imagen de un demócrata débil e incapaz a propósito de temas como la guerra de Ucrania. Biden, por supuesto, se mantiene en sus trece y se muestra dispuesto a seguir adelante con su candidatura, de ahí que muchos en su partido estén intentando evaluar y minimizar los previsibles daños.

De esta forma, en las últimas horas no solo se ha reafirmado en sus mensajes habituales (esto es, que con él en la Casa Blanca Rusia nunca habría invadido Ucrania y que pondrá fin a la guerra una vez gane las elecciones e incluso antes de tomar posesión) sino que ha asegurado que países como China, Rusia o Corea del Norte no serían enemigos si él fuese presidente. En estos países, mientras tanto, disfrutan de la imagen de la política estadounidense, poniendo en cuestión no solo a Biden, sino también a un Trump no mucho menos añejo…

No son, en cualquier caso, las únicas elecciones sobre las que está centrada la atención internacional, ni siquiera las más cercanas en el tiempo o las únicas que podrían tener impacto sobre el devenir de la guerra de Ucrania. De hecho, a la hora de publicación de este informe ya se habrán abierto los colegios electorales en una Francia en la que el Frente Nacional podría lograr una victoria histórica. Además, en el Reino Unido el laborista Starmer podría hacer algo similar, alcanzando una «supermayoría» como la que en su día tuviese Tony Blair, otorgándole las encuestas hasta 20 puntos de ventaja sobre un Sunak cada vez más hundido.

Pasando a Ucrania, el ministro de Exteriores de este país se ha trasladado hasta Dubrovnik, para participar en el «Dubrovnik Forum» que se celebra en esta localidad croata. Allí se ha visto con sus homólogos croata, obviamente, de Macedonia del Norte, Armenia y, además, con el representante especial de la República Popular de China para Asuntos Europeos, a quien ha informado sobre los resultados de la reciente Cumbre de Paz Global.

Allí, ha hablado una vez más sobre la necesidad de una «paz justa» y la idea ucraniana de «victoria» explicando que: «Como sabemos por nuestra historia reciente y por la historia de otras regiones, la paz sin justicia conduce a una nueva guerra. Por lo tanto, el objetivo no es sólo poner fin a la guerra, sino crear una realidad en la que la paz sea justa y duradera y una nueva guerra sea imposible. Esto es lo que significa la victoria».

Además, ha coincidido con el asistente del Secretario de Estado norteamericano, con quien ha hablado sobre las necesidades militares del país. Lo ha hecho, además, horas antes de que se conozca el contenido del próximo paquete de ayuda militar estadounidense que, según diversos medios, estará centrado una vez más en mejorar la capacidad de las defensas antiaéreas ucranianas y supondrá un montante de alrededor de 150 millones de dólares.

El presidente ucraniano, por su parte, ha dedicado las últimas horas por una parte a denunciar el último ataque ruso contra civiles, del que ya hemos hablado. También a poner en valor lo logrado en materia de devolución de prisioneros, no solo militares, sino también civiles, después de que como explicáramos en el informe de ayer, en las últimas horas hasta una decena de ucranianos hayan sido devueltos a su país. Al respecto, Zelenski ha dado la cifra de 3.310 personas devueltas desde que comenzara la invasión rusa de Ucrania, poniendo sin embargo el acento en los que todavía están prisioneros en Rusia o en los territorios ucranianos controlados por este país.

En Rusia, mientras tanto, Putin se dedicaba hoy a enviar sus felicitaciones a todos los trabajadores del sector de la construcción naval, pues se ha celebrado su día. Lo interesante del caso es que, una vez más, ha dejado clara la importancia «estratégica» que el sector tiene para el país, de ahí que estén implementando planes que -a pesar del terrible papel jugado por su Marina de guerra en relación con Ucrania- van mucho más allá del ámbito puramente militar.

Terminamos hoy con el desminado, pues Ruslan Berehulia, jefe del Departamento de Seguridad Ambiental y Acción contra las Minas del Ministerio de Defensa, ha informado de que los equipos de limpieza de minas ucranianos han logrado limpiar hasta la fecha unos 30.000 kilómetros cuadrados de los 174.000 que se cree que están contaminados con UXOs de todo tipo.


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