El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha visto cómo su discurso ante el Bundestag alemán ha sido boicoteado por diputados tanto de extrema derecha (AfD) como de extrema izquierda (BSW), grupos con puntos de vista opuestos en prácticamente todos los temas de la agenda política, salvo en el relativo a Ucrania y a Rusia. Al mismo tiempo, y en referencia a la Cumbre de Paz Global, desde Ucrania han hablado por primera vez de una segunda cumbre tras la que se celebrará a finales de esta semana en Lucerna (Suiza), esta vez sí con participación rusa. Mientras tanto, en el frente se espera la llegada de un nuevo sistema de defensa aérea Patriot estadounidense, país que ha decidido levantar el embargo que pesaba sobre la brigada «Azov» y entregar material de guerra a dicha unidad, famosa tanto por su participación en la defensa de Mariúpol como por la orientación extremista de muchos de sus integrantes. Todo en una jornada en la que se ha iniciado también la «segunda fase» de las maniobras nucleares organizadas por Rusia, en la que esta vez tomará parte, además, Bielorrusia.
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La guerra de Ucrania, a pesar de la ofensiva rusa en marcha desde finales del pasado año, continúa caracterizada por el estancamiento. Las ganancias territoriales, por más importancia (moral, más que puramente militar) que puedan tener localidades como Avdiívka o Bakhmut, han sido mínimas en todos los casos y los avances constantes que está logrando Rusia, no son suficientes para asegurar a corto plazo un derrumbe del frente que permita una penetración rápida hacia objetivos estratégicos (en términos físicos, esto es, sobre el terreno). Máxime cuando la ayuda militar ha vuelto a fluir hacia a las filas ucranianas en los últimos meses y está asegurada durante un tiempo, a pesar de los problemas internos que se avecinan para algunos aliados europeos de Kiev.
Como explica Mick Ryan, además, tras dos años de guerra las adaptaciones llevadas a cabo por uno y otro bando han terminado por generar un entorno que es cada vez más desfavorable a las operaciones ofensivas, terminando por hacer primar la defensiva de forma definitiva sobre la anterior, lo que tiene una interesante derivada no solo para Ucrania sino para el resto del mundo, y en especial para países como los Estados Unidos, buena parte de cuya capacidad de disuasión frente a regímenes como el chino o el ruso depende de la capacidad de actuar en ofensiva a largas distancias, en tanto «las guerras no se ganan estando a la defensiva».
Dicho esto, la estrategia rusa, expresada recientemente por Putin y consistente en aprovechar su superioridad material y humana durante todo el tiempo que los depósitos de blindados u obuses en condiciones de ser devueltos al servicio lo permitan para seguir logrando pequeñas conquistas, permitiría en el mejor de los casos, como explicamos ayer, lograr una salida (negociada) aceptable para Moscú, aunque seguiría estando muy lejos de cumplir con los objetivos marcados al inicio de la invasión, que eran de máximos.
Los ucranianos, por su parte, tampoco parece que sean capaces de constituir, dados los problemas de reclutamiento y el desgaste sufrido (se habla de una media de edad entre sus filas de 43-45 años), una fuerza capaz de asestar un golpe a Rusia suficiente como para forzar una negociación ventajosa; de ahí el énfasis puesto por una parte en maximizar las capacidades defensivas (y con ello el desgaste ruso, siguiendo una estrategia fabiana) de las AFU y, en parte, en las posibilidades de la diplomacia, con la vista puesta en la próxima Cumbre de Paz. Todo mientras, incluso a pesar de que la ayuda internacional continúa fluyendo, el Gobierno se plantea privatizar empresas públicas para seguir financiando el esfuerzo bélico, una medida que hasta ahora no se había puesto sobre la mesa.
Dicho lo cual, y por primera vez de forma clara, el jefe de la Oficina del Presidente de Ucrania, Andriy Yermak, ha hablado de cómo el Gobierno de Kiev tiene «la intención de preparar juntos un plan común que contará con el apoyo de todos los países responsables. Y estamos considerando la posibilidad, en la segunda cumbre, de invitar a un representante de Rusia y presentar juntos este plan común». Es decir, que se confirma que la Cumbre de Paz Global, que comenzará en los próximos días en la localidad suiza de Lucerna no es sino una forma de obtener apoyos de cara a suplir con estos la falta de argumentos militares.
Hay que tener en cuenta que el plan original, explicado muchas veces en estos informes, pasaba por lograr una victoria militar (entendida como una situación de grave riesgo para las posiciones rusas en Crimea y el «pasillo terrestre», de ahí el énfasis en Tokmak) suficiente para forzar a Rusia a aceptar condiciones que Ucrania también pudiese juzgar aceptables. Fue el fracaso de la ofensiva estival el que obligó a abortar este plan. Un hecho que, unido a los problemas políticos en los Estados Unidos y a los meses en los que los suministros militares de su principal socio han estado bloqueados, ha obligado a Ucrania a buscar otras vías de salida. En relación con esto, el empeño del ministro de Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba, ha sido desde entonces el organizar una suerte de coalición de países que no solo apoyasen la «Fórmula de Paz» de Zelenski, sino que se comprometiesen de forma pública en un único foro a apoyar su implementación.
De ahí la escenificación que se deberá llevar a cabo en Lucerna, aunque esta difícilmente estará libre de problemas, pues a pesar de los esfuerzos previos de los diplomáticos ucranianos es previsible que las discusiones sean enconadas en algunos casos y que la presión de Moscú sobre algunos países se deje notar. No obstante, es previsible que se genere algún documento, aunque sea de mínimos, que permita dar forma al apoyo de los asistentes a Ucrania. Un apoyo que, además y en casos concretos, se vertebra también en forma de acuerdos de seguridad (en este sentido, la ayuda norteamericana de 61.000 millones de dólares sirve proporcionando tiempo y margen de maniobra, permitiendo una horquilla temporal suficiente para cerrar acuerdos) y en compromisos de ayuda a largo plazo, aunque queda por firmar precisamente el más importante: el que ligaría a Ucrania y a los Estados Unidos, lo que obliga a pensar, al igual que ocurre con el hecho de que Biden no acuda a Lucerna, que desde Washington se está presionando a Ucrania para que reduzca algunas de sus reclamaciones, rebajando sus objetivos (oficialmente todavía de máximos).
En el caso de Rusia, que ha expresado en numerosas ocasiones sus intenciones de buscar una salida negociada, pero manteniendo también una posición de máximos, la apuesta ha seguido un camino parecido, aunque en este caso sin necesidad de organizar cumbres internacionales. Para ello, por una parte, ha iniciado una intensa campaña diplomática entre los países del mal llamado «Sur Global», buscando apoyos en África e Iberoamérica (en este caso, con el apoyo fundamental del Brasil de Lula). Por otra, confiando en el papel de China, país que en última instancia sostiene a Moscú (en términos diplomáticos y económicos, pero cada vez más también, militares). Hay que tener en cuenta aquí que, además, lo que estos países persiguen a través de la guerra de Ucrania (con una Rusia que también sirve de proxy), es revertir el orden internacional surgido tras la Segunda Guerra Mundial, al tiempo que se libra una cada vez más intensa guerra comercial.
Dicho todo esto, y en vista de que las preocupaciones principales de los Estados Unidos no apuntan a Europa, sino a Asia; de que el relato ruso se ha impuesto en capas completas de las sociedades europeas; los resultados de las recientes elecciones al Parlamento Europeo; la incapacidad de las principales naciones europeas para dar pasos más firmes en lo relativo a la producción de armamentos o la generación de capacidades y otros tantos factores, es posible que el cartucho ucraniano, a pesar de las buenas palabras de muchos de sus aliados, sea el último si lo que pretenden es obtener un resultado aceptable, aunque desde luego en ningún caso ya incluirá la recuperación de Crimea (a pesar de las ensoñaciones de algunos) y, probablemente, tampoco de las partes ocupadas de Jersón o Zaporiyia; ni hablar del Donbás, que hace tiempo que no está en la agenda. Un esfuerzo, en cualquier caso, que incluso llegando a buen puerto no será posible sin que la Ucrania del mañana (y los países que la respaldan) sean capaces de generar un grado de disuasión suficiente, de ahí el empeño por dotar de aviación al país, así como por renovar su industria de defensa, en lo que se ha convertido en una enorme oportunidad para muchas empresas estadounidenses y europeas (aunque no tanto españolas).
Mientras la política y la diplomacia siguen su curso, el día a día de la guerra continúa su implacable rutina, con intercambios de ataques a larga distancia que, en las últimas horas y según fuentes oficiales ucranianas, habrían supuesto el lanzamiento por parte de la Federación Rusa de 4 misiles de crucero Kh-101/555, 1 misil hipersónico Kinzhal y 24 drones tipo Shahed-131/136 (Geran-1/2) y un misiles balístico Iskander, de los que habrían derribado supuestamente el cien por cien, salvo por este último. Los datos, como siempre, hay que ponerlos en duda, pues se han publicado reportes de explosiones en Dnipró y todavía no hay una evaluación de daños. Recordemos, por cierto, que en lo que va de guerra Ucrania ha perdido –como acaba de reconocer Zelenski– el 50 por ciento de su capacidad de generación, siendo uno de los objetivos prioritarios de Rusia las centrales a lo largo del Dniéper, como precisamente la de Dnipró, muy castigada.
Del lado ruso, su Ministerio de Defensa habla sobre cómo, también supuestamente, «los sistemas de defensa aérea derribaron 45 vehículos aéreos no tripulados, dos bombas guiadas Hammer de fabricación francesa y diez misiles HIMARS de fabricación estadounidense». Pese a ello, se ha hablado de impactos de armas ucranianos en distintos puntos de Crimea, como Simferopol y Sebastopol, en donde las defensas aéreas han estado activas, aunque por el momento no hay tampoco reporte de daños. Todo mientras Rusia continúa incrementando el número de defensas alrededor del puente de Kerch, en lo que es un proceso interesante en sí mismo. Todo mientras las imágenes por satélite confirman los daños a las instalaciones empleadas supuestamente como puesto de mando por Rusia en Shebekino.
Más allá de esto, toca pasar a las novedades en cuanto a combates y movimientos. Comenzando por el norte, se han vuelto a registrar ataques artilleros y bombardeos por ambas partes sobre Vovchansk, en la óblast de Járkov y, por lo tanto, al norte del frente. La situación, en cualquier caso, no ha variado en demasía, manteniendo Ucrania el control de la mayor parte de la localidad.
En el caso del sector de Bakhmut apenas hay noticias referentes a la situación en Chasiv Yar, aunque continúan los combates en la zona y las fuerzas rusas podrían haber completado la toma de Ivanivske, al sur del sector, así como avanzado en Klischiívka.
Pasando a Avdiívka, tenemos nuevos avances rusos en el centro del sector, concretamente en Novoprokovkse, que ya controlan por completo. Además han seguido presionando al norte, en torno a Ocheretyne, logrando según algunas fuentes hacerse con la totalidad de Novooleksandriva.
Por último, en el antiguo eje de Velyka-Novosilka, después de la toma de Staromaiorske en las últimas horas, han seguido los bombardeos y asaltos sobre las posiciones ucranianas en la vecina Urozhaine.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
El apartado internacional comienza indefectiblemente en Berlín, a donde como recordarán los lectores se había dirigido Zelenski para participar en la conferencia de reconstrucción. El líder ucraniano, que se ha visto con Scholz y según algunas fuentes ha obtenido su compromiso de cara al envío de un nuevo sistema Patriot, no ha podido sin embargo dirigirse al Bundestag germano en la forma deseada debido a la oposición de las fuerzas situadas a ambos extremos del arco político, los cuales han abandonado el hemiciclo, permaneciendo vacíos la mayoría de los escaños pertenecientes a dos partidos en el parlamento –la extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) y el populista de izquierdas Bündnis Sahra Wagenknecht (BSW)–.
Dicho esto, Alemania ha anunciado el próximo envío de miles de drones de ataques, así como de un centenar de misiles antiaéreos Patriot, además de mostrar a Zelenski la batería de este sistema que será transferida en los próximos días. Además de esto, y en relación, se ha venido publicando en medios estadounidenses que Washington habría tomado la decisión de enviar una batería Patriot adicional que llegaría al país en cuestión de días procedente de Polonia. Y no ha sido la única noticia relacionada con la ayuda militar estadounidense a Ucrania, pues también se ha publicado que este país ha decidido levantar el veto que pesaba sobre la brigada «Azov», conocida tanto por su participación en la defensa de Mariupol como por el extremismo del que hacían gala muchos de sus miembros. Esto permitirá que la unidad utilice el armamento estadounidense en combate, algo que hasta ahora, al menos oficialmente, no ocurría, lo que ha generado protestas por parte de una Rusia que se muestra «indignada» por esta decisión.
No ha sido en cualquier caso la única ayuda militar prometida en las últimas horas, pues mientras en Francia se discuten los planes para enviar a Ucrania aviones de combate Mirage 2000-5, Estonia ha anunciado un nuevo paquete consistente en misiles antiaéreos de corto alcance Mistral, que se sumarán a los enviados por Francia y Noruega, según ha explicado su ministro de Defensa, Hanno Pevkur.
Además de esto, como Zelenski no ha sido el único miembro de la cúpula ucraniana que ha visitado Berlín como parte de la comitiva, el ministro de Exteriores, Dmytro Kuleba, ha mantenido reuniones con dirigentes del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, a los que ha agradecido los esfuerzos por mejorar la situación de la red eléctrica ucraniana o los destinados a la limpieza de minas. Lo mismo que ha hecho con el ministro de Exteriores de Azerbaiyán, con quien también se ha encontrado y a quien ha dado las gracias por la asistencia humanitaria y especialmente en lo relativo a la energía.
Por otra parte, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, viajará a Budapest en cuestión de horas para intentar encontrar puntos en común con el primer ministro húngaro, Viktor Orban, que se opone a los esfuerzos de la alianza atlántica por consolidar la ayuda a Ucrania. Se espera que negocie algún tipo de cláusula específica que permita a Hungría el «derecho de retirada» bajo ciertas condiciones, en caso de producirse una conflagración con Rusia. Además, cabe recordar que Stoltengerg está de saliente, con lo que están en marcha las negociaciones dirigidas a buscar un sustituto al danés, sonando nombres como el de el neerlandés Mark Rutte. Sin embargo, desde Hungría apoyan a otro candidato, el rumano Klaus Iohannis.
Además de esto, desde la Unión Europea la presidenta de la Comisión, quien está pendiente de las negociaciones tras las cuales debería ser renovada en su puesto, ha anunciado el desbloqueo de 1.900 millones de euros más del mecanimos «Ukraine Facility» que se sumarán a los 1.500 millones de euros en procedentes de los beneficios generados por los activos rusos congelados en la UE y que deberían llegar a Ucrania en julio. Como no podía ser de otra forma, el anuncio ha sido rápidamente celebrado por el Gobierno de Ucrania, en boca de su primer ministro, Denys Shmyhal.
Un Shmyhal que, además, en el marco de la Conferencia para la Recuperación de Berlín se ha reunido por videoconferencia con varios de los integrantes de la Plataforma de Donantes, solicitando apoyo económico o energético, pero también un mejor acceso a los mercados extranjeros, mayor inversión y transferencias tecnológicas. En relación con esto, y según la evaluación hecha por el propio Shmyhal, el país necesitará 30.000 millones de dólares al año en inversión exterior de forma sostenida para poder reflotar su economía.
Pasando a Rusia, su ministro de Exteriores, Lavrov, de vuelta de su gira africana se ha reunido con su homólogo turco, Hakan Fidan, con quien ha tratado la situación en Oriente Medio y Transcaucasia. Además, han hablado también sobre la salida a la guerra de Ucrania, agradeciendo Rusia –tanto en boca de Lavrov como del propio Putin, quien también se ha visto con Hakan– los esfuerzos turcos en este sentido desde el inicio de la misma.
Respecto a Putin, para finalizar, también ha hablado recientemente con el presidente brasileño, Luiz Inázio Lula da Silva, a quien expuso los principios de Rusia en relación con la próxima “conferencia de paz” en Suiza, a la vez que trató acerca de la asociación estratégica entre ambas naciones, materializada en foros como BRICS.
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