Mientras Zelenski insiste en que la situación en Járkov se ha estabilizado, durante las últimas horas se ha librado una auténtica competición de salvas entre Rusia y Ucrania, con ambas fuerzas armadas lanzando ataques en el interior del territorio de su enemigo. De esta forma, si en el primer caso los ucranianos aseguran haber derribado los 37 drones Shahed lanzados por Rusia, en el contrario afirman haber abatido más de 60 drones ucranianos, lo que no ha servido para evitar que hayan sido alcanzadas una nueva refinería y un aeródromo cerca de Rostov del Don y de Krasnodar, respectivamente. No es, sin embargo, la única novedad en una jornada en la que se ha hablado sobre problemas como la microgestión, que en el pasado afectaron a Rusia y ahora podrían estar jugando en contra de las Fuerzas Armadas de Ucrania (AFU).
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En informes anteriores hablábamos acerca de cómo Zelenski podría estar cayendo en algunos errores que, en otras etapas de esta guerra, habían costado muy caras a la Federación Rusa, como el recibir informes «edulcorados». Un problema que suele producirse, por ejemplo, cuando sistemáticamente se van eliminando aquellas voces discordantes y, por lo tanto, capaces de aportar opiniones contrarias a las de la mayoría, así como de cuestionarse las premisas, los datos o las propuestas que defienden la mayoría.
Y es que si a algo deben tener organizaciones complejas como las fuerzas armadas, en cualquier latitud, son las inercias, fruto en muchas ocasiones de la retroalimentación entre elementos, situados en distintos escalones, pero que comparten en todos los casos la aversión a arriesgar sus puestos y posibilidades futuras, prefiriendo asentir. Así las cosas, un buen dirigente siempre será capaz de promover la crítica (leal), evitando confundirla con la disidencia y favoreciendo a aquellos que, sin perder de vista el objetivo, son capaces de disentir.
Ahora bien, este problema tiene también otras derivadas y, en ocasiones, otras causas, agravadas por la «cara B» de uno de los mayores avances que se han vivido en los campos de batalla en los últimos tiempo: la posibilidad de interconectar en una red todos y cada uno de los elementos que componen las fuerzas armadas, sean estos humanos o materiales, cada vez más elementos conformantes de una red que, entre otras cosas, permite al mando comunicarse hasta con el último de los pelotones perdido en lo más recóndito del frente (por supuesto, en la práctica aparecen problemas («rozamiento») de todo tipo, pero lo importante es que el lector entienda la idea).
A colación, y como es bien sabido, la niebla de la guerra es, junto el rozamiento, uno de los mayores temores de todo comandante. El campo de batalla siempre fue un espacio confuso en el que las órdenes no llegaban a tiempo, la información procedente de las unidades destinadas en el frente era insuficiente y los generales actuaban en muchas ocasiones prácticamente a ciegas. Según las distancias de combate y el tamaño de los despliegues han ido aumentando, la imposibilidad de conocer la realidad sobre el terreno se ha hecho cada vez mayor, lo que llevó a los militares alemanes del periodo de entreguerras a desarrollar el concepto de Auftragstaktik (tácticas de misión-tipo) que concedían una gran libertad a los mandos sobre el terreno (al fin y al cabo, era mejor darles libertad de decisión que órdenes basadas en información incompleta). En la misma época la radio, utilizada de forma magistral por los comandantes de carro nazis en la Segunda Guerra Mundial logrando una superior conciencia de situación (Situational Awareness) frente a sus enemigos, logró paliar en parte el problema, como lo habían hecho antes las comunicaciones por hilos o desde los años 50 lo vienen haciendo los satélites militares al multiplicar las capacidades C2 (Mando y Control).
El verdadero salto, no obstante, ha sido mucho más reciente y solo se comenzó a atisbar en los años 80, tanto por parte soviética (Revolución Técnico-Militar) como occidental (RMA de la Información), ideas que trataban de dar cuerpo a los cambios tecnológicos que estaban afectando a la forma de hacer la guerra y que tenían que ver con las nuevas armas (misiles de crucero, municiones inteligentes, aviones furtivos…), pero muy especialmente con las citadas capacidades de Mando y Control (C2), a las que posteriormente se irían sumando las de Comunicaciones (C3), Computación (C4) y así hasta donde se quiera, pues la panoplia de acrónimos que vienen a hablarnos de la creciente integración en los sistemas militares es interminable (C3ISTAR, C4ISR…).
Dicho esto, sin duda una de las grandes batallas por librar en cuanto a la Guerra Centrada en Redes tiene que ver con la capacidad de hacer llegar la información precisa al lugar indicado y en el momento adecuado. Mientras tanto, seguimos corriendo el riesgo de que una sobreabundancia de información termine por generar más niebla de la que disipa en determinadas situaciones y de que un enemigo capaz de actuar sobre el entramado de la red nos deje completamente a oscuras y sin capacidad de reacción, pues habremos perdido la costumbre de improvisar.
Este problema, en buena medida -aunque no con una efectividad absoluta, pues últimamente se han visto testimonios curiosos de la capacidad rusa para negar las comunicaciones ucranianas- se ha logrado paliar en el caso ucraniano con el recurso, por ejemplo, a Starlink. También por la entrada en servicio de sistemas de gestión del campo de batalla robustos, como Delta o Kropyva, que hacen uso tanto del anterior, como de muchos otros mecanismos, pueden integrar multitud de componentes COTS, están distribuidos y se han demostrado enormemente capaces y fiables (en un par de semanas publicaremos un artículo específico).
Sin embargo, en el enorme éxito conseguido por estos sistemas y en la disponibilidad de comunicaciones seguras se encuentra siempre uno de los grandes peligros derivados de la guerra centrada en redes: la microgestión. Ha ocurrido en España a propósito de la piratería, como cuando se produjo el secuestro del Alakrana. En este caso, los efectivos sobre el terreno se vieron atados de pies y manos por el control que los políticos -incluyendo a las por entonces Vicepresidenta Primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega y a la Ministra de Defensa, Carme Chacón- ejercían sobre su actuación, precisamente, entre otras cosas, porque tenían acceso a todos los datos recolectados por los buques de la Armada que estaban en la zona. En otra situación y en otro tiempo el primer oficial del buque se hubiese decantado por actuar contra los piratas, bien enviando al trozo de abordaje para intentar la liberación o por cualquier otro medio que fuera necesario. No es el único caso, por supuesto.
Ha ocurrido con nuestras tropas en Afganistán, en donde más de una y de dos veces los oficiales al mando de una sección o compañía se han visto obligados a no responder al fuego de hostigamiento enemigo para no iniciar un combate que podría haber arrojado bajas españolas, tras consultar cómo proceder con el coronel al mando del despliegue y este hacer lo propio con sus superiores en España. Pensar que un general -ya ni siquiera un político- a 8.000 kilómetros de los combates, por tener una visión global de una situación, gracias a los informes que le llegan en tiempo real de cada rincón del teatro de operaciones, va a poder tomar las decisiones tácticas y operativas más adecuadas en todo momento, es una falacia contra la que hay que luchar de forma decidida, ya que su efecto puede ser demoledor no solo sobre las operaciones en curso, sino a largo plazo sobre el cuerpo de oficiales, que perderá buena parte de su independencia y capacidad de actuación al saberse controlado en todo momento.
Y ahora estaría pasando, con la llegada de Syrskyi al mando, en Ucrania, a quien se acusa de llegar a controlar los batallones sobre el terreno; la misma acusación que durante fases críticas de esta guerra se hiciese contra Putin y el mismo problema que a lo largo de la historia ha afectado a muchos otros comandantes, tanto militares como políticos, generalmente sin los conocimientos tácticos necesarios como para tomar decisiones de este tipo. Sea o no, este «reverso oscuro» de la tecnología, cada vez más acentuado, es uno de los caballos de batalla de cualquier ejército moderno, pues si bien debe haber un cierto control y una fiscalización de las decisiones que se tomen en los niveles inferiores por parte del mando, se debe evitar la intervención.
Dicho esto, como adelantábamos en la entradilla, ha sido una jornada de intercambios, en relación con los ataques a larga distancia lanzados por rusos y ucranianos. En el primer caso, desde el Ministerio de Defensa de Ucrania hablan de 37 drones lanzados por parte rusa, todos ellos abatidos antes de alcanzar sus objetivos. Pese a este supuesto éxito, las defensas antiaéreas ucranianas no han logrado evitar un muerto y un herido en Jersón, por un ataque con drones, ni tampoco la acción de la aviación rusa sobre Stanislav, en Járkov, que ha dejado un saldo de cinco heridos. Una región de la que han sido evacuadas ya cerca de diez mil personas, según Oleh Synehoubov, jefe de la administración militar de esta. Además, la infraestructura eléctrica ha vuelto a verse afectada tras un ataque ruso en las horas pasadas contra la región de Poltava.
Del lado contrario, las fuentes oficiales rusas hablan de más de 60 drones ucranianos interceptados, así como nueve misiles ATACMS, entre otros. Pese a lo cual, ha sido alcanzados nuevamente tanto un aeródromo cerca de Rostov del Don como una refinería situada en Slavyansk-on-Kuban. Decimos nuevamente, pues estas mismas instalaciones ya habían resultado dañadas en un ataque anterior, concretamente el 27 de abril, dejando algunas curiosas imágenes, como restos de kits de guiados rusos destruidos. Además, en este caso en la región de Leningrado, habría sido alcanzado también un depósito de combustible en Vyborg, a unos 1.000 kilómetros de la línea de frente y, nuevamente, en una de las zonas con las defensas antiaéreas más pobladas de Rusia.
Respecto a los combates y movimientos, comenzamos un día más por el norte del frente, concretamente por el sector de Járkov, en donde prosiguen los combates, aunque Zelenski insiste en que la situación ha sido estabilizada al mismo tiempo que advierte de que podríamos estar ante la primera oleada de una ofensiva mayor. Por el momento, lo que nos encontramos es que las tropas rusas han aumentado su grado de control al norte Buhuruvatka, así como logrado nuevos avances al norte de la localidad de Vovchansk.
Pasando al sector de Kupyansk, las tropas rusas han entrado en la parte más septentrional de Berestove.
Más al sur, en el sector de Bakhmut, las tropas rusas habrían vuelto a incrementar el tempo de las operaciones, buscando tanto a noreste como a sureste de Chasiv Yar una vía a través de la que penetrar las defensas ucranianas. Los bombardeos más importantes se están produciendo entre Bohdanivka y Kalynivka.
En el caso del sector de Avdiívka, los cambios más significativos afectan a Netaylove, al oeste de Pervomaiske, aunque ya adelantamos en informes previos que muy posiblemente había caído del lado ruso. Además, se han vuelto a registrar fuertes bombardeos en dirección a Yasnobrodivka.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
En el apartado internacional, y como corresponde a los fines de semana, la actividad se ha reducido considerablemente respecto a los días de labor. Desde Ucrania, dejando al lado la guerra, han celebrado la reciente victoria a los puntos del púgil local Oleksandr Usyk frente al británico Tyson Fury, haciéndose así con el cetro mundial de los pesos pesados. Aun así, ni siquiera este hito se ha librado de la política, pues el boxeador ucraniano ha sido criticado por mostrarse favorable en el pasado a la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, leal al Patriarcado de Moscú. Aun así, como decíamos, la victoria ha sido celebrada entre otros por alguno de los principales cargos políticos ucranianos, como Andriy Yermak (a quien han dedicado, por cierto, un artículo en The Washington Post, mientras que The Wall Street Journal ha hecho lo propio con los nuevos componentes de la élite política rusa).
Más allá de esto, se está a la espera de lo que ocurra en la próxima reunión presencial del Grupo de Contacto de Apoyo a Ucrania, que tendrá lugar el lunes 20 de mayo, tal y como ha anunciado el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin. Una reunión que será la número 22 en formato Ramstein y que contará con la participación de ministros y jefes de Estado de casi medio centenar de países aliados de Ucrania.
En otro orden de cosas, desde el Gobierno de Ucrania han hecho referencias, por parte tanto del primer ministro, como del presidente del país, al 80 aniversario de la deportación de los tártaros de Crimea, que tuvo lugar por orden de Moscú hace ya ochenta años y causó la muerte a alrededor de 30.000 personas. En el caso de Zelenski lo ha hecho afirmando, de paso, que «hasta 2014, Crimea fue un hogar verdaderamente feliz para muchos de nuestros pueblos, y lo será nuevamente -sin duda- cuando la fuerza de nuestra resiliencia, nuestras armas, nuestra diplomacia y el poder de la justicia para Ucrania garanticen la liberación de Crimea de la ocupación. La península, que está destinada a convertirse en uno de los mejores lugares para vivir de Europa, será exactamente eso. Sin Rusia».
Siguiendo con Zelenski, quien recordemos que ha evitado convocar elecciones en los últimos meses pues «no era el momento adecuado», cabe decir que el lunes día 20 concluye oficialmente su mandato como presidente, sin que esté del todo claro cuál será la situación una vez esto ocurra. Por de pronto, no parece que nada vaya a cambiar, pues en principio, mientras esté en vigor la ley marcial podrá seguir ostentando la presidencia. Ahora bien, en términos de legitimidad, sin duda esta se verá resentida según pasen los meses.
Cambiando de tema, y pasando a Polonia, este país ha anunciado que está inmerso en un plan por valor de 10.000 millones de zlotys (más de 2.000 millones de euros), destinado a reforzar su frontera con Rusia y Bielorrusia. Un plan que incluye un sistema de fortificaciones, así como la construcción de obstáculos que dificulten la entrada a cualquier enemigo potencial.
Más allá de esto, en las últimas horas ha sido también noticia la decisión del Tribunal de Arbitraje de San Petersburgo, el cual ha ordenado el embargo de bienes inmuebles, valores y cuentas del segundo banco italiano, UniCredit, en Rusia por un importe de 462,7 millones de euros, como explicamos ayer. Ahora bien, a la par, ha tomado una decisión similar contra la entidad germana Deutsche Bank, embargando bienes inmuebles, valores y cuentas por un importe de 238,6 millones de euros. Ambas decisiones se tomaron a petición de la empresa rusa RusChemAlliance.
Cerramos hoy con Rusia, pues el centro Levada ha publicado los resultados de una reciente encuesta hecha a ciudadanos rusos y, según los cuales, aunque el 71% serían proclives a apoyar el final de la guerra de Ucrania si Putin así lo decidiese, la situación cambia si esto implicase la devolución de los territorios ocupados, contando en este caso con la oposición del 60% de los encuestados.
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