A punto de cumplirse 800 días desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania y la consiguiente guerra, son varias las fuentes -incluso de este país- que muestran preocupación tanto por la que se espera sea una inminente ofensiva rusa, como por el hecho de que este país está formando reservas para sostener sus ataques y, también, porque el frente está lejos de estabilizarse, como asegura el subdirector de la inteligencia militar ucraniana. En otro orden de cosas, Baiba Braze, la nueva ministra de Exteriores de Letonia, ha asegurado en una entrevista que Ucrania ha recibido armas occidentales con permiso para atacar el territorio ruso, algo que por el momento no ha ocurrido. Todo en una jornada en la que la inteligencia estadounidense ha vuelto a hablar sobre los intentos de Putin por convencer a Ucrania de que continuar combatiendo solo puede servir para aumentar el daño al país y en la que en Bruselas se ha seguido trabajando en la preparación de un evento que reunirá a las principales empresas del sector de la defensa de la UE con sus homólogas ucranianas, en busca de un reforzamiento de la cooperación.
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Como ocurre cada vez que nos acercamos a una fecha simbólica -por más que en términos puramente militares sean irrelevantes-, afloran los análisis de situación y los intentos por determinar cuál será el probable curso de los acontecimientos en los meses siguientes. Cuando estamos a horas de cumplirse 800 jornadas de combates desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, hemos sido testigos una vez más de este fenómeno, que ha tomado forma a través de alguna noticia y unos cuantos mensajes en las redes sociales por parte de analistas OSINT, académicos, periodistas y un buen número de aficionados.
De entre lo más llamativo, cabe destacar las previsiones hechas por el subdirector de la Inteligencia Militar ucraniana, el general de división Vadym Skibitsky, quien ha sido entrevistado por el medio estadounidense The Economist y ha expresado una vez más los temores ucranianos respecto a un posible ataque ruso sobre Járkov. Es más, ha reconocido que Ucrania vive el momento más difícil de esta guerra desde el comienzo de la invasión y, también, que las cosas están a punto de empeorar.
Comentarios que ha hecho no solo a propósito de Chasiv Yar -la preocupación más inmediata y que reconoce que eventualmente podría caer, en función de las reservas y suministros ucranianos- o del sector de Avdiívka, en donde en los últimos días el Ejército ruso ha logrado una penetración en la zona de Ocheretyne, sino porque según sostiene, Rusia se estaría preparando para atacar, como decíamos, Járkov (e incluso Sumy), una vez más.
En relación con esto, Skibitsky ha dicho también que Rusia cuenta actualmente con 514.000 efectivos sobre el terreno, a los que podrían sumarse los 15.000 o 20.000 adicionales que estarían preparándose en la Rusia central y que actuarían llegado el caso como reserva. Pese a lo cual, esto hay que dejarlo claro, Skibitsky se muestra confiado en que nada de esto sería suficiente para que Rusia tomase una ciudad del tamaño de Járkov (como no lo consiguieron al inicio de la guerra, cuando apenas había defensas): «Los rusos lo saben. Y lo sabemos».
Lo más interesante de la entrevista, en cualquier caso, es su asunción de que Ucrania no podrá derrotar a Rusia en el campo de batalla. Es decir, podría en el mejor de los casos (y es francamente improbable) expulsar al Ejército ruso de sus fronteras, pero en ningún caso eso pondría fin (como hemos repetido hasta la saciedad) a la guerra; algo que solo se conseguirá, según Skibitsky, mediante tratados.
Así, todo indica que Skibitsky está: 1) tratando de concienciar a la población ucraniana y occidental de cara a lo que está por venir -y también acerca de la importancia de aguantar el embate ruso-, y; 2) preparando el terreno para la Cumbre de Paz Global -en la que Ucrania espera ganar apoyos internacionales- y unas hipotéticas negociaciones que podrían producirse tras la -inevitable- ofensiva rusa a punto de comenzar. De hecho, durante la entrevista ha dejado claro que en esta fase de la guerra ambas partes están compitiendo «por la posición más favorable». Lo que resulta evidente es que difícilmente se concederá desde Ucrania una entrevista a un medio de semejante impacto concedida por un cargo de este tipo sin una finalidad concreta.
Mientras esto se decide, como decíamos, se han publicado algunos mensajes e hilos interesantes en las redes sociales, tratando de hacer evaluación de lo ocurrido hasta el momento. Entre los más destacables, tenemos la opinión de Joni Askola, compartida por Artur Rehi, quien sostiene que los dos grandes errores de Ucrania durante lo que llevamos de guerra han sido, en este orden: 1) ofrecer una respuesta tardía a los problemas de «mano de obra», esto es, de reclutamiento y escasez de efectivos, y; 2) sucumbir a la presión occidental para lanzar un contraataque en 2023.
Sin embargo, más allá de esto, en lo que es difícil no estar de acuerdo pues la contraofensiva no se preparó como debió hacerse, ofrecen una visión relativamente optimista de la situación ucraniana, en tanto Rusia no ha logrado éxitos mayores en los últimos dos años –como la toma de alguna capital regional-, contentándose con avances limitados a un coste exacerbado y, en cualquier caso, sin alcanzar sus objetivos iniciales, algo que ya se torna imposible como hemos explicado a lo largo de tres libros y casi 800 informes diarios.
Lo más interesante, en cualquier caso, llega al final del hilo, cuando apuestan porque Ucrania se abstenga de lanzar una nueva ofensiva a lo largo de este año, asegurando que: «Ucrania tiene el potencial de lograr una victoria en esta guerra sin emprender contraofensivas. Sin embargo, si decide hacerlo, será crucial una preparación exhaustiva y prolongada». Esto es, no repetir los errores pasados, relacionados con un entrenamiento deficiente, falta de medios de apoyo, errores de inteligencia relativos al grado de preparación de las defensas y número de las tropas rusas, división de esfuerzos. También, por supuesto, con el hecho de haberse marcado objetivos maximalistas como la expulsión del Ejército ruso de todo el puente terrestre entre Rusia y Crimea mediante una operación rápida en dirección a Tokmak que confiaba en sembrar el pánico entre las tropas rusas y asestar un golpe estratégico y que, sin embargo, fracasó en las primeras horas sin que hubiese una alternativa clara.
De hecho, hay más autores como Adam L. Storring que han hablado recientemente en términos parecidos, defendiendo que la mejor estrategia para Ucrania en lo que resta de año pasa por confiar en el desgaste enemigo, manteniéndose en defensiva estratégica, conservando vidas y medios (evitando el combate, más que buscando una relación de bajas favorable) y esperando que Rusia se agote económicamente o la situación internacional cambie, mientras trazan paralelismos entre este proceder y el que siguiera en su momento Prusia durante la Guerra de los Siete Años.
El problema es que, los paralelismos históricos, esto es, las comparaciones entre guerras transcurridas como en este caso con más de 250 años de diferencia, es que son francamente peligrosas. Si bien la esencia de la guerra no cambia, ni tampoco los principios básicos de la estrategia, tanto el nivel técnico como el contexto político son muy diferentes. Esto provoca -aunque hay firmes defensores de la validez del aprendizaje histórico, que tiene su valía siempre que se entiendan sus deficiencias- que la misma receta aplicada a dos guerras pueda ofrecer resultados totalmente diferentes y potencialmente desastrosos.
No queremos decir con esto que en el caso concreto de la guerra de Ucrania deba ser obligatoriamente así, pero sí poner de relieve que importar estrategias pasadas, sean de la guerra del Peloponeso o de la del Asiento, sin tener en cuenta los cambios técnicos y de otra índole, suele resultar peligroso. Para empezar, porque Federico II, aunque la supervivencia de Prusia llegó a estar amenazada, pensaba en términos de «guerras de gabinete», algo que no aplica a Ucrania. Para seguir, porque aspectos cardinales de esta guerra, que han condicionado la aproximación de actores relevantes como los Estados Unidos –caso del riesgo de escalada vertical-, no podían estar ni en la imaginación del rey prusiano, ni de Luis XV, Maria Teresa de Austrlia o los dos Jorges…
Dejando a un lado los debates, pasamos a la actualidad sobre el terreno. En este caso, a pesar de que se han reportado explosiones en Krivói Rog, no se ha informado de ningún tipo de ataque masivo por parte rusa con misiles o drones. Lo que sí han denunciado los ucranianos ha sido el empleo, desde la central nuclear de Zaporiyia, de drones armados por parte rusa.
Del lado contrario, tampoco parecen haberse producido nuevos lanzamientos de drones ucranianos contra la infraestructura rusa. Sí un ataque contra la ciudad costera de Berdyansk, bajo control ruso, aunque por el momento no están claras las consecuencias. Lo que sí ha trascendido es que, como resultado de un ataque llevado a cabo el pasado día 29 de abril –en su momento explicamos que se estaba especulando sobre el mismo, pero que no había más información-, habría resultado dañada una batería antiaérea rusa en Dzhankoi, en la península de Crimea.
Dicho esto, y en cuanto a los combates y los movimientos, tenemos en primer lugar, y comenzando por el norte, ligerísimos avances rusos en la localidad de Kyslivka, en el sector de Kupiansk, buena parte de la cual obra en poder de su ejército. Además, el Ejército ruso ha ampliado también la zona que controla de la vecina Kotlyariva, justo al sur de la anterior.
Pasando al sector de Bakhmut, se han producido nuevos ataques rusos en diversas direcciones, tanto hacia Chasiv Yar, como más al sur, en Klischiívka. En el primer caso, el Ejército ruso combatía ayer en las primeras casas del «microdistrito del canal», bombardeado con fuerza, mientras consolidaba sus posiciones en las inmediaciones del canal de agua dulce. Cabe comentar que buena parte de las bombas lanzadas sobre esta localidad son bombas planeadoras, de las que Rusia podría haber empleado en total alrededor más de 3.200 unidades durante el pasado mes de abril. Sin duda son muchas, pero por el momento no se habría producido un aumento significativo en el número de lanzamientos, mientras su Fuerza Aérea totaliza, por su parte, entre 100 y 150 salidas diarias; uno de los problemas que Ucrania debe corregir si pretende contener los avances rusos.
En el sector de Avdiívka, Rusia ha continuado explotando el saliente de Ocheretyne, por ejemplo en dirección a Novooleksandriva y Arkhangels’ke, al norte. De hecho, en las últimas horas la mayor parte de sus esfuerzos se han dirigido contra esta última localidad. Al sur del sector, además, han vuelto a avanzar en la zona de Pervomaiske, en dirección a Nataylove. Dicho esto, el centro de las líneas ucranianas aguanta todavía al este de Semenivka, Orlivka y en Umanske.
Por último, en el antiguo eje de Velyka Novosilka han vuelto a producirse combates, mientras Rusia presiona en dirección a Urozhaine, logrando algunos ligeros avances en las últimas jornadas, incluyendo la toma de las primeras edificaciones al sur de esta población.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
Comenzamos hoy el apartado internacional con la que es seguramente la declaración más sorprendente de la jornada, hecha por la nueva ministra de Exteriores de Letonia, Baiba Braze, quien ha afirmado en una entrevista concedida a European Pravda que Ucrania ha recibido armas occidentales, pero también el permiso para utilizarlas contra el territorio ruso. Esto, que por el momento no parece haberse producido, podría marcar un punto de inflexión en la guerra, no en el sentido de que vaya a provocar un vuelco en la situación militar, sino por lo que concierne a la escalada y al grado de implicación asumido por los aliados de Ucrania. Queda, en cualquier caso, esperar que Ucrania haga uso del armamento de largo alcance contra objetivos en Rusia para ver cómo se desarrolla la situación, si es que llega a ocurrir.
Siguiendo con la implicación y el riesgo de escalada, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha vuelto a reiterar las declaraciones hechas hace unas semanas, según las cuales el despliegue de tropas terrestres no debe descartarse. De hecho, esta afirmación ha sido hecha, curiosamente, en una entrevista que, como la del general Vadym Skibitsky, ha sido concedida a The Economist. Al hilo, la candidata macronista a las elecciones al Parlamento Europeo, Valérie Hayer, ha secundado al jefe de su partido, afirmando que considera «útil» la ambigüedad estratégica del presidente galo. Además de esto, y para finalizar con el tema, diremos que hay quien considera que el despliegue de tropas podría no tener un efecto escalatorio, sino desescalatorio, algo debatible, pero en cualquier caso un argumento que es interesante leer.
Pasando a la diplomacia, desde Ucrania el jefe de la Oficina del Presidente ha afirmado que su país alienta firmemente la participación de China en la próxima Cumbre de Paz Global, que tendrá lugar a mediados del mes de junio en Suiza. Según sus declaraciones: “Con respecto a China, estamos haciendo todo lo posible para que China esté presente allí. China es muy importante y continuamente se realizan consultas en varios niveles con la participación de nuestros socios”. Desde Rusia, por su parte, la portavoz de Exteriores ha vuelto a recordar que su país no tomará parte ni en esta Cumbre, ni en ningún otro evento que gire en torno a la «Fórmula de Paz» de Zelenski, que rechazan de plano (y sobre la que el presidente ucraniano ha vuelto a hablar en su discurso diario). Es lógico, por tanto, que los ucranianos quieran implicar a China, un país socio y aliado de Rusia, con una importante capacidad de influencia sobre Moscú y que a pesar de mantener una posición muy cercana a este, podría apoyar una solución algo más favorable a Ucrania si con ello se ve beneficiada.
En otro orden de cosas, el ministro de Exteriores ucraniano, Kuleba, ha mantenido sendas conversaciones telefónicas con sus homólogos armenio y polaco. Con el primero ha hablado de la situación de seguridad en el Cáucaso y en Ucrania y ha acordado celebrar consultas periódicas entre ambos ministerios sobre diversos temas de interés muto. Con el segundo ha tratado acerca de la evolución (positiva) de las relaciones bilaterales, a la vez que sobre el fortalecimiento de la defensa aérea ucraniana, la vía de acceso de Ucrania a la UE y la implementación de la «Fórmula de Paz» de Zelenski. Además de esto, Kuleba ha tenido tiempo para participar en un debate en directo organizado por Foreign Policy acerca de la forma en que Ucrania piensa utilizar la ayuda recientemente aprobada por los legisladores estadounidenses.
Pasando a la UE, estos días se están ultimando los preparativos de un evento que reunirá en la capital europea a las principales empresas del sector de la defensa comunitario con sus homólogas ucranianas, en busca de un reforzamiento de la cooperación y el desarrollo de proyectos conjuntos. Un encuentro en el que tomarán parte, además, tanto el Alto Representante de la UE, Josep Borrell, como el comisario de Mercado Interior, Thierry Breton, así como la ministra de Defensa de Bélgica, Ludivine Dedonder y el ministro ucraniano de Industrias Estratégicas, Oleksandr Kamyshin.
Además de esto, y cambiando de tercio, en las últimas horas el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha mostrado su preocupación por lo que considera es una intensificación de la campaña de ataques híbridos que Rusia estaría llevando a cabo en diversos lugares, incluyendo el territorio de los Estados miembros de la Alianza. Según el político noruego, se han denunciado «actividades estatales hostiles que afectan a la República Checa, Estonia, Alemania, Letonia, Lituania, Polonia y el Reino Unido», lo que no disuadirá a estos países de seguir apoyando a Ucrania. Entre las acciones acometidas supuestamente por Rusia se habla de «sabotaje, actos de violencia, actividades cibernéticas, interrupciones electrónicas, campañas de desinformación y otras actividades híbridas».
Por último, finalizamos con Avril Haines, directora de inteligencia nacional de Estados Unidos, ha asegurado recientemente que un Putin confiado en que el contexto internacional (y la situación sobre el terreno) está moviéndose a favor de Rusia, estaría buscando la forma de minar la voluntad de resistencia ucraniana, tratando de convencer al país de que mantenerse en guerra solo servirá para aumentar el daño sufrido. Para ello, se estaría valiendo de «ácticas cada vez más agresivas de Putin contra Ucrania, como los ataques contra la infraestructura eléctrica».
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