Mientras Rusia continúa con su campaña de ataques masivos sobre las centrales eléctricas ucranianas, desde este país piden a sus aliados que repongan las reservas de misiles antiaéreos a mayor velocidad, a la vez que imponen el secretismo para que su enemigo no pueda hacer una correcta evaluación de daños. Más allá del frente, Donald Tusk, primer ministro de Polonia, ha hablado de «era de preguerra», al tiempo que su país se desliga del tratado FACE. Además de esto, Ucrania ha nombrado a Oleksi Danilov, exsecretario del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional como embajador en Moldavia y desde Moscú han anunciado una nueva campaña de reclutamiento militar para primavera que, no obstante, no debería servir para disponer de más tropas en el frente, pues los reclutas «no serán enviados a los puestos de despliegue de las fuerzas armadas en las nuevas regiones rusas».
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La campaña de ataques estratégicos que Rusia está llevando a cabo contra la infraestructura eléctrica y energética ucraniana, reviviendo lo visto durante el invierno de 2022-2023, está causando notables daños en Ucrania. A pesar de la efectividad de la red antiaérea de este país, las tácticas rusas han mejorado y la acumulación de drones y misiles, así como su combinación, están permitiendo golpear puntos críticos, lo que se traduce en cortes de electricidad y en una nueva premura por recibir tanto misiles para sus sistemas antiaéreos, como recambios y fondos para reparar los daños.
Además, como resultado de los últimos ataques, Ucrania se ha visto obligada a importar electricidad de sus vecinos, concretamente de Rumanía, Eslovaquia, Polonia, Hungría y Moldavia. Afortunadamente para los ucranianos, se habían tomado medidas durante 2023 para reforzar las conexiones, permitiendo que en caso de necesidad el suministro estuviese asegurado –mientras se sigue trabajando en perfeccionar la integración ucraniana con sus vecinos-. Eso sí, y por razones obvias, es mucho más sencillo abastecer la parte más occidental del país que la oriental.
También, en relación con los ataques, desde Kiev han vuelto a alertar de los peligros que implica una campaña de lanzamientos que tiene como objetivos, entre otros, distintas instalaciones hidroeléctricas sobre el río Dniéper. Según el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, «Rusia desea repetir el desastre ecológico en la región de Jersón tras la destrucción de la central hidroeléctrica de Nueva Kajovka. Un extremo dudoso, en cualquier caso, pues la ruptura de cualquiera de estas presas requeriría -en principio- un tipo de ataque diferente y mucho más potente.
Más interesante si cabe, después de mucho tiempo el Gobierno ucraniano, concretamente su Ministerio de Energía, ha llamado tanto a las empresas como a las autoridades locales y nacionales, a los medios de comunicación y a los habitantes del país a no proporcionar ningún tipo de detalle relativo a las consecuencias de los ataques. Es decir, que se está imponiendo un apagón informativo que, por una parte, obliga a pensar que el efecto de los ataques rusos está siendo importante y, por otra, busca limitar la capacidad de los planificadores rusos a la hora de hacer una correcta evaluación de daños y, por lo tanto, qué objetivos atacar en sucesivas oleadas. Así las cosas, y según el citado ministerio: «La divulgación de dicha información constituye una amenaza muy grande, porque los servicios de inteligencia [rusos] trabajan activamente en fuentes de información abiertas [como Telegram], justifica el ministerio. No proporcionen información [que el ejército ruso] seguramente utilizará para planificar y coordinar mejor futuros ataques».
Tenemos pues, que una vez más, y aunque no están claras las razones por las que esta campaña no se produjo durante el invierno, Rusia está lanzando ataques sistemáticos que buscan no solo doblegar la voluntad ucraniana sino también limitar su capacidad de producir material bélico o mantener el que está en servicio, infligir daño a su economía y, por supuesto, imponer costes a los aliados de Ucrania, que se enfrentan como sabemos a elecciones en los próximos meses, tanto a nivel comunitario como en los Estados Unidos, con todo lo que ello implica.
Hablando de los aliados de Ucrania, en las últimas horas han sido también noticia las declaraciones del primer ministro polaco, Donald Tusk, quien ha hablado de «era de preguerra», dejando claro a su población que la posibilidad de que el conflicto se extienda no es ninguna ensoñación, sino que «es una realidad y comenzó hace más de dos años». De hecho, ampliaba sus declaraciones con una sentencia demoledora: «Parece devastador, especialmente para la generación más joven, pero tenemos que acostumbrarnos al hecho de que ha comenzado una nueva era: la era anterior a la guerra. No estoy exagerando».
Sobre el cambio de actitud de algunos líderes europeos hay diversas opiniones (en más de una ocasión hemos hecho nuestro análisis, por lo que no lo repetiremos aquí). Algunos sostienen que, dado que la amenaza convencional rusa no es real -en la creencia de que la OTAN es muy superior-, se trata de mensajes encaminados a forzar un incremento de la inversión en defensa a nivel comunitario. Curiosamente, como hemos visto en informes anteriores, dicho incremento en ningún momento se ha materializado. De hecho, aunque sí que se han anunciado aumentos, sigue habiendo una notable diferencia entre las declaraciones relativas una «economía de guerra» o a la posibilidad misma de una guerra y los pasos dados para preparar semejante escenario.
Por supuesto, están también los que creen que la amenaza de una extensión de la guerra es real y que, llegado el caso, si el conflicto se tuerce para Ucrania hasta el punto de que su existencia esté en peligro, no habrá más remedio que escalar de alguna forma o tomar las medidas para que Rusia no pueda ir más allá, como decía Macron, del Dniéper.
Obviamente también hay todo tipo de visiones más extremas, desde los que achacan a la industria de defensa y a la OTAN un interés por perpetuar la guerra, siguiendo parte de los relatos propagados por Rusia, a quienes creen, por el contrario, que ya se debería haber intervenido a riesgo de una escalada nuclear o una guerra generalizada en el continente.
Más allá de las opiniones, lo que está claro es que el mensaje continúa endureciéndose en el caso de algunos líderes europeos, cada vez más alarmados por la situación sobre el terreno y las posibles derivadas de una derrota ucraniana. La diferencia es que si bien algunos apenas toman medidas, otros como Polonia sí están desde hace tiempo no solo aumentando de forma impresionante sus presupuestos, sino haciendo compras a cada cual más espectacular, buscando reforzar sus fuerzas armadas casi a contrarreloj. Lo que plantea, todo sea dicho, la duda de si a largo plazo serán o no capaces de mantener en condiciones todo lo que se está adquiriendo.
Puedan o no, tras una guerra en la que se ha demostrado -una vez más- que el nivel de desgaste de cualquier conflicto puede llegar a ser abrumador, parece acertado acumular material, aunque luego sea puesto «en manteca», por lo que pueda ocurrir. Lo que explica, en buena medida, que hace unas horas el presidente polaco haya firmado una ley que suspende la participación del país en el Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE), materializando un anuncio hecho por los Estados miembros de la OTAN el pasado 7 de noviembre…
Dejando a un lado las elucubraciones, lo que tenemos en las últimas horas sobre el terreno es, como hemos dicho al inicio, que Rusia ha continuado lanzando drones sobre Ucrania. Después de los ataques masivos de ayer, esta noche habrían lanzado una docena de drones tipo Shahed-131/136 (Geran-1/2), así como cuatro misiles antiaéreos S-300/400 en función de ataque a tierra, de los que Ucrania asegura haber destruido 9 de los 12 drones y ningún misil. Entre otros puntos, han sido alcanzadas Odesa, en donde han resultado heridas cuatro personas o Kamianske, en donde se han registrado cinco heridos. Además, y a pesar del apagón informativo del que hemos hablado, se ha sabido que se han introducido cortes en el suministro eléctrico en tres regiones de Ucrania.
Del lado contrario, un dron ucraniano habría dejado un muerto y dos heridos tras estrellarse contra un edificio de apartamentos en Bélgorod. Precisamente, para hacer frente a los drones ucranianos, medios rusos han publicado que el Ejército organizará grupos antiaéreos móviles equipados con pick-ups con ametralladoras, camiones con cañones antiaéreos y sistemas de guerra electrónica y también con generadores de humo, aunque no está claro si serán de aplicación en el campo de batalla o para defender el territorio ruso, incluyendo sus instalaciones de refino de petróleo.
Siguiendo con la región de Bélgorod, cabe añadir que continúan las acciones de los grupos opositores al Kremlin, que todavía no han sido expulsados o eliminados, lo que ha provocado una vez más controvertidas declaraciones por parte de alguno de los propagandistas rusos más conocidos.
Dicho esto, y pasando a los combates, durante la última jornada de guerra, no se han producido novedades ni al norte del frente, entre Kupiansk y Kreminna, ni tampoco en el área de Bakhmut. Toca pues ir directamente a los alrededores de Avdiívka, pues allí las tropas rusas han lanzado un fuerte ataque sobre Permovais’ke, que ya obra casi totalmente en su poder. Un ataque que habría sido al mismo tiempo desde el este y desde el noreste, aunque para controlar la zona por completo todavía tienen que conseguir enlazar esta localidad con la más meridional Nevels’ke, en donde también han logrado avanzar.
Más al sur, se han registrado enfrentamientos tanto al oeste de Mariínka, hacia Heorhiivka, como en Novomykhailivka, donde también se han producido avances rusos.
Además, y por último, se ha combatido al sur, con ataques rusos en el área de Staromaiorske y también contra Robotyne, cuya posesión sigue disputándose.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
En lo referente al apartado internacional, hoy comenzamos con el Consejo OTAN-Ucrania, que se reunió el pasado jueves tras los ataques aéreos rusos contra Ucrania y a petición de este país. Los aliados condenaron enérgicamente la escalada de los ataques aéreos rusos y reafirmaron su compromiso de fortalecer aún más las defensas de Ucrania. Según el comunicado: «Los aliados están brindando ayuda militar, financiera y humanitaria sin precedentes a Ucrania. Francia pronto enviará más obuses César y varios aliados se han sumado a la iniciativa checa de adquirir 800.000 proyectiles de artillería adicionales. La OTAN está estableciendo el Centro Conjunto de Análisis, Entrenamiento y Educación en Bydgoscz, Polonia, donde las fuerzas ucranianas pueden entrenar junto con las tropas aliadas. Además, en el marco del Paquete de Asistencia Integral (PAC) de la OTAN, la Alianza está proporcionando un apoyo no letal crucial».
Además de esto, y como consecuencia de la visita del ministro de Exteriores ucraniano a India, de la que hablamos ayer, ambos países han acordado «estrechar sus relaciones», aunque no han trascendido acuerdos específicos de ningún tipo, sino solo muestras de buena voluntad. De hecho, lo que se ha acordado, más bien, es restablecer el «grado de cooperación entre nuestros países que existía antes de la guerra a gran escala lanzada por Rusia», en palabras de Kuleba.
Otro de los puntos del día ha sido la visita de la delegación de la Asamblea Nacional francesa a Ucrania. Los representantes galos, que han sido recibidos por el primer ministro, Denys Shmyhal, han sido informados sobre la situación en el campo de batalla, así como acerca de las necesidades ucranianas. Además, se ha debatido acerca de los activos congelados rusos en Europa.
Hablando de Shmyhal, este ha anunciado que durante el mes de marzo Ucrania ha recibido una financiación récord por parte de sus aliados. En concreto, más de nueve mil millones de dólares en total, desgranados en las siguientes aportaciones:
- 4.500 millones de dólares de la UE;
- 1.500 millones de dólares de Canadá;
- 230 millones de dólares de Japón;
- 880 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional;
- 1.500 millones de dólares del Banco Mundial.
En cuanto a la ayuda militar, mientras Zelenski volvía a pedir a los Estados Unidos que envíen misiles ATACMS a Ucrania y a los aliados, en general, que aumenten su suministro de sistemas de defensa antiaérea, lo que tenemos es que la ministra de Defensa de Bélgica, Ludivine Dedonder ha anunciado que su país aportará 100 millones de euros con los que se podrá costear parte del mantenimiento de los F-16 ucranianos.
En relación con lo anterior, el ministro de Defensa ucraniano, Umerov, ha mantenido una reunión telefónica con el secretario de Estado de Defensa estadounidense, Lloyd Austin III, que le ha servido para informar al norteamericano sobre los últimos ataques rusos y para insistir en la necesidad de más sistemas antiaéreos y misiles para los mismos, en línea con lo dicho por Zelenski.
Además de todo lo anterior, recientemente se ha sabido que el exsecretario del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional de Ucrania, Oleksi Danilov, del que Zelenski dijo hace unos días que pronto habría noticias, tras apartarle de su cargo, ha prestado juramento como próximo embajador de Ucrania en Moldavia.
Pasando a Rusia, una vez más desde este país han dejado claro, esta vez de la mano de María Zajárova, que no participarán en la Cumbre de Paz que prepara Ucrania en Suiza y que la «Fórmula de paz» de Zelenski no es «nada más que alquimia».
Más allá de esto, Putin ha mantenido una nueva reunión con el resto de miembros del Consejo de Seguridad ruso, que él mismo preside. Desgraciadamente, en esta ocasión no ha trascendido el contenido tratado, aunque es de esperar que también hayan tocado el tema ucraniano.