En las últimas horas, el término clave ha vuelto a ser el de «guerra informativa» Desde Rusia no solo aseguran que los acusados por el ataque al Crocus City Hall recibieron importantes sumas de dinero de Ucrania sin aportar pruebas, sino que podrían estar detrás de la aparición de un falso portal en Francia en el que se invitaba a los ciudadanos del país a «implicarse en Ucrania» y de pagos a numerosos políticos en toda Europa. Todo ello mientras se produce una nueva oleada de detenciones de periodistas en suelo ruso, denunciada por distintas ONGs. Sobre el terreno, además de los lanzamientos de drones y misiles sobre Ucrania, cabe destacar la pérdida de un nuevo cazabombardero ruso probablemente por fuego amigo y la continuación de los ataques en zonas como Bakhmut y Avdiívka.
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Con el inicio de la Guerra Fría, el recién constituido Comité para la Seguridad del Estado – más conocido por sus siglas KGB – creó el departamento D para organizar la desinformación. Sin embargo, en la década de 1960 esta unidad dependiente del primer directorado de la KGB que se encargaba de las operaciones en el exterior, se transformó en el departamento A de medidas activas. Definidas por la propia institución como “…labores para influir sobre la vida política del país objetivo engañando al adversario, erosionando y debilitando sus posiciones, rompiendo sus planes hostiles o logrando otros fines”, las medidas activas comprendían distintas actividades no-militares de apoyo a la subversión y desestabilización. Pronto Washington también adoptó esta idea para describir cualquier operación de influencia encaminada a reforzar la posición soviética y erosionar la imagen occidental.
Las medidas activas podían realizarse de forma abierta, semi-encubierta o clandestina combinando desinformación con propaganda, manipulación de medios (insertando noticias falsas) y fabricación de información (falsificando fuentes). También podían incluir el uso de medios de comunicación clandestinos para diseminar información falsa, proxies (partidos, sindicatos o asociaciones con acreditados vínculos con Moscú), organizaciones pantalla (entidades científicas, culturales o pacifistas sin aparente relación con la URSS), agentes de influencia (que usarían su posición pública para apoyar secretamente al Kremlin), manipulación económica, chantaje (el popular y vigente kompromat) o colaboradores que apoyarían consciente o inconscientemente la narrativa soviética.
Volviendo sobre los conceptos medidas activas y desinformación, estos se usarían indistintamente, aunque en sentido estricto las primeras integraban la propaganda blanca, empleando más actores, vectores y herramientas para diseminarla. Sea como fuere, ambas buscaban manipular las percepciones de la ciudadanía para mejorar la aceptación de las acciones soviéticas -y ahora rusas-, erosionar las relaciones diplomáticas entre aliados, polarizar las sociedades de sus rivales y degradar su confianza en las instituciones políticas o lograr el “control reflexivo” sobre sus líderes políticos, manipulando su proceso de toma de decisiones para beneficio propio.
Esto último es, ni más ni menos, lo que hace unas horas denunciaban desde la República Checa, en donde desde el servicio de inteligencia han afirmado que un sitio de noticias prorruso con sede en Praga habría estado pagando a distintos políticos de Estados miembros de la UE, incluyendo los Países Bajos, Francia, Bélgica, Hungría, Polonia y Alemania, para que respaldasen a Rusia oponiéndose a la entrega de armas a Ucrania. El sitio en cuestión, «Voice of Europe», habría hecho entregas de dinero tanto en efectivo, en reuniones encubiertas en Praga, como a través de criptomonedas, estando supuestamente el oligarca ucraniano prorruso Viktor Medvedchuk tras la trama. No sería, sin embargo, el único proceder de este tipo que se ha registrado en los últimos años. De todos es conocido que hay ciertos personajes que, en cierto momento cobraron una relativa importancia mediática y sobre los que se sospecha que buena parte de los ingresos obtenidos en sus directos tienen un origen poco claro, siendo algunas cantidades «donadas» por los usuarios, de incluso cientos de euros, cuando menos poco habituales.
Aunque las medidas activas tradicionalmente empleadas por la KGB parecen haberse diluido, integrado y militarizado al integrarse dentro del marco más general de la guerra informativa, su concepción, tácticas, técnicas y procedimientos apenas han cambiado. Sin embargo, estas herramientas de subversión y desestabilización – que podrían constituir el escalón más bajo de la guerra informativa – han adaptado sus tácticas e instrumentos al mundo digital, adoptado vectores y lenguajes propios de este dominio y aprovechado las debilidades de las sociedades avanzadas para diluir la línea entre los hechos y la ficción. En muchos casos, con tácticas como las que explicábamos días atrás, al hablar -una vez más, perdón- de «esparcir mierda».
De esto tenemos un buen ejemplo, y muy reciente, en lo relativo al atentado contra el Crocus City Hall. Así, y según el Comité de Investigación Ruso: «La investigación permitió confirmar datos según los cuales los autores del ataque terrorista recibieron grandes sumas de dinero y criptomonedas de Ucrania, que fueron utilizadas para preparar el crimen». Una información de la que no aportan pruebas y que habrían obtenido «Trabajando con terroristas detenidos, estudiando los dispositivos técnicos incautados y analizando información sobre transacciones financieras», todo lo cual habría permitido obtener «pruebas de sus vínculos con nacionalistas ucranianos». Una versión que ha sido respaldada por el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, quien acusa a Occidente de intentar convencer a Rusia de que Ucrania no tiene nada que ver, sin aportar pruebas y afirma que «La investigación sigue trabajando sobre los hechos, surgen nuevas circunstancias, pero simplemente no tenemos derecho a excluir versiones obvias, sobre todo porque estos individuos huyeron a Ucrania cuando fueron detenidos, y los que llevaron a cabo el acto terrorista».
Una actitud, la rusa, que ha llevado a analistas como Gavin Wilde a hablar, a la hora de interpretar el comportamiento del Kremlin, de «perfidia», entendida como «un desprecio persistente por la verdad o los hechos». Así, según Wilde: «La respuesta del Kremlin a un brutal acto de terrorismo el fin de semana pasado –el ataque más mortífero en suelo ruso en dos décadas que mató a 137 personas– pone de relieve este punto crucial. Como en crisis anteriores, los funcionarios y propagandistas rusos se pelearon entre sí para intentar vincular a los perpetradores con los chivos expiatorios políticamente más convenientes. Esta vez fueron Ucrania, Occidente y la CIA, todo a pesar de que ISIS-K, un afiliado del Estado Islámico, se atribuyó la responsabilidad, así como de un aparente intento de buena fe por parte de Estados Unidos de advertir a Moscú que tal ataque podría ser inminente en las semanas previas. Incluso cuando el presidente ruso, Vladimir Putin, finalmente reconoció que “ islamistas radicales ” estaban detrás del ataque, él y su círculo continuaron sugiriendo que Kiev desempeñó un papel». La explicación estaría clara y coincide con la que hemos dado en informes previos: «Aparte de los obvios incentivos de la guerra para que Putin captara una perspectiva ucraniana de esta tragedia, las desviaciones también son necesarias para evitar preguntas difíciles sobre su propio gobierno. El más importante de ellos es cómo un Estado que actualmente gasta una porción enorme de su presupuesto en seguridad interna podría fracasar tan estrepitosamente en prevenir y responder a tal ataque».
Hay que entender que desde Rusia no intentan ya convencer – tal y como sucedía durante la Guerra Fría – de las bondades de su sistema política, sino «simplemente» explotar la desafección política, el relativismo, las actitudes posmodernas o las contradicciones tan extendidas en Occidente para desacreditar sus políticas, polarizar a sus poblaciones, manipular sus procesos de toma de decisiones o proyectar los intereses rusos en el exterior. Es decir, que utilizan de forma sistemática y consciente cualquier posible fisura para sembrar la duda, no buscando aparecer como «los buenos», sino impidiendo que el público pueda distinguir entre buenos y malos o atribuir, en última instancia, una responsabilidad. Algo que hacen a través de bots, de perfiles seleccionados, de sus medios de comunicación –de ahí la prohibición (aunque ya expresamos opinión al respecto tiempo atrás- de algunos de ellos en la UE- o incluso mediante la publicación de libros. Cualquier vector es bueno, si sirve a sus intereses.
En relación con esto, es curioso lo que ha sucedido en las últimas horas en Francia, en donde el propio Ministerio de Defensa ha tenido que alertar a través de las redes sociales de la existencia de un sitio web falso que utilizaba una apariencia similar a la de las páginas oficiales al parecer para obtener datos de ciudadanos franceses interesados en apoyar a Ucrania. Un proceder que, según funcionarios galos: «lleva la marca de un dispositivo ruso o prorruso, en el marco de la campaña de desinformación según la cual el ejército francés se prepara para enviar hombres a Ucrania». Recordemos, en este sentido, que desde hace meses Rusia está cada vez más cargando contra Francia -aunque no solo- por la supuesta participación de mercenarios galos en la guerra de Ucrania, a la vez que intenta generar disensiones en Francia para que este país cese en su apoyo a Kiev. Intentos que se han multiplicado desde que Macron comenzase, a su vez, a cambiar su actitud respecto a la propia guerra y el papel de Francia en ella.
Lo visto en esta primera parte del informe son apenas unos pocos ejemplos de las formas en las que la guerra informativa rusa puede funcionar. Además, también cabe incluir en ella el control de los medios de comunicación, cada vez más riguroso. No se trata solo de perseguir a la prensa extranjera en el país, sino especialmente a los propios periodistas rusos. Así, seis periodistas que trabajaban para medios de comunicación independientes dentro del país han sido detenidos durante la noche del 27 al 28 de marzo, según han denunciado desde la ONG Reporteros sin fronteras. Además, Mijaíl Feldman, periodista y activista de la ciudad de Kaliningrado, fue declarado culpable de intentar «desacreditar» al ejército y deberá cumplir su condena en una colonia penitenciaria con un «régimen severo», según la ONG especializada OVD-Info .
Dicho esto, la dificultad de combatir cada vector y cada táctica es extrema, máxime en un tiempo en el que algunas de estas formas de proceder se apoyan, cada vez más, en la Inteligencia Artificial y en los LLM (large Language Models). Desgraciadamente, las mejores herramientas y las más sencillas de implementar para luchar contra esta amenaza, que pasan por la educación y la generación de capacidades de análisis crítico en los ciudadanos -especialmente los jóvenes-, están de capa caída…
Pasando al terreno de lo tangible, las últimas horas han sido testigo de una nueva oleada de misiles y drones rusos que ha alcanzado distintos puntos del territorio ucraniano. Los ataques habrían tenido como objetivo casi todas las regiones de Ucrania, incluidas las provincias del extremo occidental del país, como Leópolis e Ivano-Frankivsk. En total, desde Ucrania hablan de 60 drones suicidas tipo Shahed-131/136 (Geran-1/2) empleados por Rusia, así como de tres misiles hipersónicos Kinzhal, 2 misiles balísticos Iskander-M, 4 misiles balísticos Iskander-K, 9 misiles de lanzamiento aéreo Kh-59 y 21 misiles Kh-101/555. De todos ellos habrían derribado supuestamente hasta 58 drones, 18 misiles de crucero Kh-101/555, 5 misiles Kh-59 y 4 misiles balísticos Iskander-K.
Como consecuencia de los ataques, aunque el recuento de daños tardará unas horas en conocerse por completo, se han reportado problemas en el suministro eléctrico en Krivói Rog y Kamianske, entre otros lugares. Por otra parte, Polonia ha vuelto a hacer despegar sus cazabombarderos en previsión de lo que pudiese ocurrir, como era de esperar después del incidente de unos días atrás. El anuncio ha sido por las autoridades militares polacas, que han hablado de «una intensa actividad de la aviación de largo alcance de la Federación Rusa, relacionada con ataques con misiles contra objetivos ubicados en el territorio de Ucrania».
Del lado contrario, Rusia ha vuelto a denunciar ataques con drones por parte de Ucrania contra la región de Bélgorod, así como el lanzamiento de cohetes RM-70 Vampire un día más. Por otra parte, la Fuerza Aérea rusa ha perdido un nuevo cazabombardero Su-35, al parecer en un incidente de fuego amigo sobre Sebastopol. Según las autoridades rusas el piloto habría conseguido eyectarse con éxito, aunque en este caso achacan la pérdida del aparato a problemas técnicos y no a la acción de sus propios antiaéreos.
En cuanto a los movimientos, han vuelto a ser escasos. En el área de Bakhmut el Ejército ruso continúa tratando de avanzar en dirección a Chasiv Yar, localidad de la que estaría ya a entre 500 y 800 metros según algunas fuentes, tras tomar algunas posiciones ucranianas en las zonas bajas al este de la misma.
En el área de Avdiívka, por su parte, las Fuerzas Armadas ucranianas se habrían retirado del norte de Berdychi, mientras en la más meridional Semenivka la situación sería la misma de ayer, aguantando todavía las posiciones en el centro de la localidad.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
En el apartado internacional, comenzamos hoy por Alemania, país que cumpliendo con lo prometido días atrás, ha vuelto a enviar a Ucrania nueva ayuda militar incluyendo municiones, vehículos blindados y de ingenieros y drones de distinto tipo, además de misiles para los sistemas antiaéreos Patriot en servicio con las Fuerzas Armadas ucranianas. Una ayuda que ha sido rápidamente agradecida por el ministro de Defensa ucraniano, Rustem Umerov, a través de las redes sociales.
De Alemania pasamos a Polonia, pues tras la visita del primer ministro ucraniano, Denys Shmyhal, al país vecino, parece que se ha alcanzado un principio de acuerdo -una vez más- de cara a solucionar la crisis fronteriza. En el marco de su visita, Shmyhal ha hablado tanto con representantes del Senado polaco, del Parlamento, con el presidente Andrezj Duda y con su homólogo, Donald Tusk, quien ha saludado el «paso adelante» a la vez que ha afirmado que «Estamos buscando soluciones que tal vez no satisfagan a todas las partes, pero que protejan los intereses fundamentales de los agricultores y productores polacos, por un lado, y de los agricultores ucranianos, por el otro».
Siguiendo con el plano diplomático, nos encontramos también con que el ministro de Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba, está de visita en India, tras aceptar la invitación de su homólogo de este país. Kuleba espera poder convencer a India de que apoyo la «Fórmula de paz» de Zelenski, entendiendo que el gigante asiático es un actor clave a la hora de presionar a Rusia. Sin embargo, dado que es uno de los países más beneficiados por la guerra y tradicionalmente ha mantenido una posición equidistante, resulta difícil que obtengan un compromiso en firme.
En cuanto a Zelenski, ha tenido una agenda apretada en las últimas horas. Por una parte, ha estado hablando con el estadounidense Mike Johnson, presidente de la Cámara de Representantes, para intentar desbloquear la ayuda estadounidense a Ucrania. Por otra parte, se ha reunido tanto con representantes de la Asamblea Nacional francesa (que se han visto también con el presidente de la Rada Suprema, Ruslan Stefanchuk), como del partido Renacimiento, el mismo en el que milita Macron, así como con representantes del grupo parlamentario de Renew Europe en el Parlamento Europeo, con quienes ha hablado entre otros temas sobre las formas de combatir la desinformación rusa.
Además, en relación con esto, tenemos que el presidente ucraniano se ha pronunciado en las últimas horas a propósito de las campañas de desinformación que lleva a cabo Rusia. Según Zelenski «Rusia gasta miles y miles de millones de dólares cada año en operaciones de influencia en otros países. Sembran el caos, socavan el trabajo de las instituciones establecidas, financian la desinformación y sobornan a líderes civiles y políticos». Obviamente no se ha referido a las operaciones de este tipo que lleva a cabo Ucrania y que también existen, aunque por razones obvias no son de la misma magnitud que las rusas, aunque beben de las mismas fuentes.
Pasando a Rusia, desde allí su ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, ha vuelto a afirmar que las negociaciones que lleven al final de la guerra no pueden basarse en la «Fórmula de paz» de Zelenski, impulsada por la UE y los Estados Unidos, pues no se respetan los intereses rusos por ejemplo en relación con el levantamiento de sanciones. Por el contrario, Lavrov propone que se negocie en base al plan de paz presentado por China, pues, según él «a diferencia de la fórmula de Zelensky, que no tiene sentido desde el punto de vista de las perspectivas diplomáticas, el documento chino surge del análisis de las razones detrás de esos acontecimientos y de la necesidad de solucionarlos».
Cambiando de tema, Estados Unidos y el Reino Unido están investigando varias transacciones de criptomonedas valoradas en más de 20.000 millones de dólares que se habrían realizado a través del intercambiador virtual Garantex, con sede en Rusia, según ha informado el medio estadounidense Bloomberg. La razón de la investigación estriba en que estas transferencias podrían ir en contra de las sanciones impuestas a Rusia, que afectan a su capacidad de mover fondos desde y hacia el exterior, por lo que recurriría a este tipo de prácticas.
Hoy finalizamos con Sudán. El país africano, en el que Rusia tiene importantes intereses y que ha visto cómo en él operaban los mercenarios de Wagner Group, ha sido además, testigo desde hace un tiempo de la presencia de operativos ucranianos. En relación con esto, el medio francés TF1 ha publicado un vídeo en el que, entre otras cosas, miembros de la Inteligencia Militar ucraniana hablan sobre sus misiones allí y la forma en que luchan junto al ejército regular sudanés contra las fuerzas del general Daglo, que cuentan con el apoyo de Wagner.