Las Fuerzas Armadas ucranianas aseguran haber alcanzado dos buques de desembarco rusos en Sebastopol, asestando un nuevo golpe a la Flota del Mar Negro. También han destruido parte de una refinería en Novocherkassk. Rusia, por su parte, ha continuado con el lanzamiento de drones y misiles y logrando pequeños pero regulares avances en el Donbás mientras hace de las detenciones e interrogatorios de los sospechosos del atentado contra el Crocus City Hall un espectáculo mediático en el que lejos de esconder las torturas, no dudan en dejarlas meridianamente claras ante las cámaras. Todo mientras se debate acerca del aumento en el tamaño del Ejército anunciado días atrás por Shoigú y su posible impacto en la seguridad europea.
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A pesar de que la actualidad suele mandar, y de que son muchos los que están pendientes de las nuevas novedades que están surgiendo en torno al ataque al Crocus City Hall, cuyo saldo de víctimas mortales alcanza ya las 137, lo cierto es que hay muy poco realmente nuevo que decir desde ayer. Lo más relevante han sido, en realidad, las torturas -que Rusia no se molesta en esconder– a los supuestos autores, para lograr declaraciones que puedan ligar la acción de algún modo con Ucrania y con Occidente, pues tal y como explicamos ayer el Kremlin parece haber visto una oportunidad en la tragedia del Crocus City Hall. Todo ello mientras desde Ucrania acusan a Putin de mentir desde 1999 en relación con la cadena de atentados sufrida por Rusia, así como de estar detrás del asesinato de numerosos periodistas. Además de esto, cabe también decir que han comenzado los homenajes en Rusia a las víctimas, encabezados por el propio Vladímir Putin.
Es por ello por lo que hoy vamos a comenzar el informe hablando de un asunto que, en el medio y largo plazo es -o debería- más preocupante que los cambios a nivel táctico. Hablamos del anuncio, hecho unos días atrás por el ministro de Defensa de la Federación Rusa, Serguéi Shoigú, relativo al futuro aumento en el tamaño de las Fuerzas Armadas. Un incremento numérico cifrado en dos nuevos ejércitos con 16 nuevas brigadas y 14 divisiones que, como es lógico, ha avivado el temor a una posible movilización, pues no está en absoluto claro cómo podrían reclutar el número de uniformados suficiente como para completar sus filas.
Lo primero que hay que decir sobre este particular es que, más que una reacción a la situación en Ucrania o de interpretarse como una escalada, estamos ante una reacción ante la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN, que Rusia debe compensar de alguna forma, al sentirse en una posición de creciente debilidad frente a la Alianza. Máxime en un momento en el que sus fuerzas convencionales, incluso a pesar de las adaptaciones que está logrando implementar en el escenario ucraniano, de los aumentos en la producción de material bélico y de los recientes avances, siguen en entredicho.
Lo segundo, que a pesar de la espectacularidad de las cifras -comparemos los números del anuncio con, por ejemplo, el tamaño y orgánica de un ejército como el español-, estas son realmente engañosas. Los dos nuevos ejércitos de los que habla Shoigú, en realidad, serán en el mejor de los casos equivalentes a dos cuerpos de ejército OTAN. Es así, en tanto que la orgánica rusa es muy diferente a la occidental. Quien quiera profundizar sobre este y otros temas relacionados, puede recurrir para ello a títulos como «The Russian Way of War: Force Structure, Tactics, and Modernization of the Russian Ground Forces» o «The Russian Way of Deterrence: Strategic Culture, Coercion, and War».
Más allá del número de efectivos que esta ampliación implique, hay que tener en cuenta que Rusia no está, ahora mismo, en condiciones de equipar con garantías tantas unidades nuevas. También que las ampliaciones podrían incluir ciertas «trampas», pues algunas unidades podrían emplearse para cubrir pérdidas más que suponer un aumento real en el tamaño del Ejército. Lo más importante, ha de tenerse en cuenta que a pesar de que la masa es fundamental en el tipo de guerras que estamos viendo, la calidad sigue siendo un elemento importante y tampoco está nada claro hasta qué punto Rusia puede asegurarla.
Respecto a lo primero, su industria no es capaz de producir las armas, sistemas y plataformas necesarios como para equipar dos nuevos ejércitos. Hemos visto cómo, a costa de recurrir a sus ingentes -pero no infinitos- depósitos de material heredado de tiempos soviéticos logran, por ejemplo, devolver al servicio alrededor de 125 carros de combate por mes. Número que puede impresionar, pero que es poco más del necesario para mantener las operaciones en Ucrania cubriendo las bajas. Lo mismo es aplicable para el resto de equipos e incluso para las municiones, pues crear dos nuevos ejércitos implica, por ejemplo, crear depósitos para cada una de las nuevas unidades con los que abastecerlos en caso de entrar en acción.
En cuanto a lo segundo, y aunque es una práctica que ha cambiado en los últimos tiempos, ha de tenerse en cuenta que en demasiadas ocasiones en el Ejército ruso se opta por dejar «morir» las unidades que quedan laminadas en combate, creando en su caso otras nuevas con las que sustituirlas en lugar de someter a las más castigadas al proceso lógico de descanso y reconstitución. En este sentido, es muy difícil decir si el anuncio de Shoigú representará en la práctica un aumento tan grande como algunos esperan o quedará en parte diluido por la pérdida de otras unidades en el frente. De hecho, recordemos que no es la primera vez que se hacen anuncios de este tipo, ni siquiera en lo que llevamos de guerra y, sin embargo, el tamaño general de las Fuerzas Armadas no ha crecido de forma proporcional a dichos anuncios. Lo que no obsta para que debamos tener en consideración el esfuerzo ruso por reconstituir sus Ejército y, especialmente, el hecho de que lo hacen en previsión de una guerra larga o de una hipotética escalada.
Respecto a la calidad, ha de tenerse en cuenta que el elemento cualitativo incluye conceptos muy diferentes. Por una parte, tiene que ver con el adiestramiento al que es sometido cada nuevo uniformado, pero también las unidades en su conjunto: un proceso lento y completo que, si no se completa en condiciones, repercute sobremanera en la capacidad de combate. Por otra, se relaciona con la calidad del equipamiento a disposición de las nuevas unidades. En este caso, como vemos en Ucrania, y según se agota el material más moderno en depósito, tenemos que cada nueva unidad dispone de material más antiguo y peor. Es decir, que incluso logrando aumentar la producción de material, incluido el moderno, equipar completamente a dos nuevos ejércitos podría llevar años a la Federación Rusa; salvo que se pretenda contar con unidades de infantería ligera, claro está.
Por otra parte, y en relación con lo anterior, también cuesta pensar que Rusia pueda replicar completamente algunas de las adaptaciones, como las mejoras en el complejo de reconocimiento-fuego a las que estamos asistiendo, o en cuanto a mando y control, más allá del campo de batalla. Al fin y al cabo, su industria sigue sin ser capaz de producir cifras adecuadas de muchos equipos e, incluso en el caso de que esto llegue a ser así, la adopción por parte de unidades nuevas implica también un esfuerzo formativo y una serie de cambios doctrinales que no es sencillo exportar fuera del campo de batalla, por mucha que sea la voluntad. Dicho de otra forma, mucho del aprovechamiento que se está haciendo de los nuevos equipos y TTPs depende del aprendizaje forzoso al que han sido sometidos los militares rusos que están luchando en Ucrania y no es del todo evidente que pueda ser extrapolado al resto de unidades. Al menos en tiempo y forma.
Por último, y para terminar con el tema, es obligado decir que, a pesar de la sensación de urgencia que se respira en algunas capitales europeas y de los mensajes relativos al paso a una «economía de guerra» y demás, lo cierto es que esta retórica que a muchos resulta aterradora y preludio de una futura guerra, guarda muy poca relación con la realidad de los aumentos presupuestarios o en términos de efectivos por parte europea. De hecho, la evolución del gasto militar, a pesar de los anuncios de los últimos dos años, parece ir por un lado muy diferente al de los discursos, lo que puede tener varias lecturas, sobre las que abundaremos en el futuro.
Dicho lo anterior, y pasando a lo ocurrido sobre el terreno en las últimas horas, nos encontramos con que Ucrania ha sido víctima de una nueva oleada de misiles y drones compuesta, según las autoridades de este país, por hasta 29 misiles y crucero y 28 drones tipo Shahed-131/136 de los que habrían sido derribados respectivamente 18 y 25 unidades. Se ha informado, dicho esto, de explosiones en Odesa y Krivói Rog entre otros puntos. En esta última localidad, además, se ha producido un apagón tras registrarse nuevos daños en la infraestructura eléctrica. En Leópolis también se han producido daños, hablándose del uso de misiles Kinzhal contra las infraestructuras de la región. Desde la empresa estatal de energía Ukrenergo hablan de daños a sus instalaciones y redes, en los últimos ataques, por valor de 90 o 100 millones de euros.
En Rusia, por su parte, hablan de decenas de cohetes interceptados sobre la región de Bélgorod, así como del empleo de drones contra la de Rostov, que también habrían sido neutralizados. Secreto absoluto, sin embargo, sobre el resultado del ataque ucraniano sobre Sebastopol en el que, como adelantábamos ayer, podrían haber resultado dañados dos nuevos buques de desembarco rusos de la clase Ropucha («Yamal» y «Azov») cuando estaban en puerto. Según los ucranianos, habrían sido alcanzado también un centro de comunicaciones de la Flota del Mar Negro. En el caso de los buques, aunque las imágenes por satélite (sobre estas líneas) parecen mostrar restos de explosiones/incendios, ambas unidades se mantienen a flote, sin que esté en absoluto claro el grado de desperfectos que habrían sufrido. Distinto es el caso de las refinerías y, en general sobre toda la infraestructura relacionada con la energía, pues siguen siendo víctima de los ataques ucranianos con drones suicidas. En las últimas horas, al ataque sobre Kuibyshev, se ha unido otro sobre la central eléctrica de Novocherkassk, en la región de Rostov, que habría inutilizado las dos unidades de generación de la planta.
En cuanto a los combates, hay que decir que aunque el número de bajas continúa manteniéndose en cifras elevadas, siguen sin traducirse en movimientos de consideración, predominando en los últimos días una vez más el estancamiento, con ganancias rusas del orden de 17 kilómetros cuadrados en total.
Dicho lo cual, sigue siendo en torno a Bakhmut y a Avdiívka donde se combate con más ahínco, con las tropas rusas logrando nuevos avances en los alrededores de Tonenke y en Semenivka mientras hacen un uso intensivo de las bombas planeadoras. Además, se han registrado en las últimas horas también combates en el sur de Ucrania, en torno a Staromaiors’ke, con las tropas rusas presionando desde el suroeste de esta localidad.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
Como es habitual cada fin de semana, la actividad institucional ha disminuido sobremanera. Entre las pocas novedades, cabe comenzar por la conversación telefónica mantenida por el presidente ucraniano, Zelenski, y el presidente del Gobierno español, Sánchez. Una llamada que ha servido por una parte para que Zelenski exprese a España su agradecimiento por albergar a más de 180.000 ucranianos desplazados, así como por el apoyo prestado en términos de ayuda militar, pero también para informar al jefe del Ejecutivo español sobre las necesidades ucranianas y la situación en el campo de batalla. A buen seguro, además, habrán intercambiado también unas palabras acerca del futuro envío de carros de combate Leopard 2A4 adicionales por parte española. Además, han hablado sobre la Cumbre de Paz en la que Ucrania está trabajando, con vistas en implementar la «Fórmula de paz» de Zelenski.
Más allá de esto, ha sido escasa la actividad del lado ucraniano. Al menos la que ha trascendido. Entre lo poco que se ha publicado, tenemos que el presidente de la Rada Suprema ucraniana, Ruslan Stefanchuk, se ha dirigido al Comité Permanente de la OTAN, tanto para agradecer la ayuda militar por parte de los Estados miembros, como para criticar el hecho de que esta implique en algunos casos limitaciones de uso, alegando que «no debería haber restricciones artificiales a la asistencia militar y técnica» a Ucrania.
Desde los Estados Unidos, en donde sigue pendiente un nuevo debate sobre el paquete de asistencia militar a Ucrania -que sigue paralizado en el Congreso-, se habla sobre una nueva votación tras las vacaciones de semana santa. Así lo ha asegurado, al menos, el miembro del partido Republicano que encabeza el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, Michael McCaul, durante una entrevista con la CBS.
Además de esto, también ha sido noticia Polonia, país que tras sobrevolar como explicamos en el informe de ayer un misil ruso su territorio (durante 40 segundos) y de poner como consecuencia en alerta a su Fuerza Aérea, ha exigido la comparecencia del embajador ruso en el país, para que este ofrezca explicaciones sobre la violación de su espacio aéreo.
En otro orden de cosas la fundación del filántropo estadounidense Dell Loy Hansen y la Administración Militar Regional de Kiev han comenzado a colaborar en el desarrollo del concepto de un moderno centro de rehabilitación para militares y civiles ucranianos. Según el servicio de prensa de dicha Administración: «Comenzaremos un análisis detallado de toda la documentación a partir de la próxima semana. Involucramos a una coalición internacional de arquitectos e ingenieros de edificios médicos. La instalación se convertirá en un estándar para futuros centros de rehabilitación tanto en Ucrania como en otros países del mundo devastados por la guerra. Este moderno centro satisfará las necesidades tanto físicas como psicológicas».