Durante la última jornada de guerra en Ucrania han sido noticia tanto la reunión del Grupo de Contacto de Apoyo a Ucrania en Ramstein, Alemania, como los nuevos anuncios de ayuda militar a este país como, también, las últimas declaraciones del candidato a presidente por el partido Republicano de los Estados Unidos, Donald J. Trump. El polémico político ha querido aclarar, templando gaitas con los europeos, que sus declaraciones pasadas acerca de la OTAN solo era «una forma de negociar». Además, también ha hablado sobre Rusia y sobre la guerra, asegurando que con él en el poder, esta nunca hubiese comenzado. Sobre el terreno, mientras tanto, continúa la incursión de los grupos contrarios al Kremlin en las regiones de Bélgorod y Kursk, a los que Putin ha prometido castigar.
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Donald J. Trump es un personaje polémico, que despierta odios y pasiones por igual y al que le gusta hacer declaraciones altisonantes buscando eco mediático. De hecho, podría decirse precisamente que hay mucho de personaje en sus acciones, de un papel que interpreta a la perfección y que le sirve, por una parte, para mantener la atención de la prensa y del electorado de forma constante y, por otra, para confundir a propios y extraños al ser difícil de adivinar cuál será su postura final sobre determinado tema. Hasta qué punto esta actitud es algo calculado, una herramienta, o un fin en sí mismo es, en cualquier caso, un tema abierto al debate.
Durante su presidencia, entre 2016 y 2020, esta actitud le provocó no pocos problemas, pero también le dio réditos. Por una parte, mientras unos y otros comentaban sus «desvaríos» y salidas de tono, podía desarrollar una política por lo demás bastante convencional, con cierto margen de libertad y, además, en muchos casos desde una postura de fuerza. Por ejemplo, respecto a la República Popular de China, inició un giro proteccionista y un viraje que ha sido mantenido prácticamente punto por punto por la siguiente administración, de signo político totalmente contrario. Una forma de enfocar las relaciones que utilizaba por igual las amenazas y los aspavientos que las muestras de afecto.
En el caso de la OTAN, uno de los más sonados, amenazó a los aliados europeos, a los que considera unos gorrones (free riders) con la salida de las tropas norteamericanas del Viejo Continente y con no defenderlos frente a un ataque ruso, si estos no se hacían cargo de su parte de las facturas. Hay que tener en cuenta que, por entonces, el diferencial de gasto entre los Estados Unidos y las naciones europeas había alcanzado cifras de máximos, algo que se traducía en una enorme disparidad en cuanto a capacidades no solo entre socios, sino también entre los Estados europeos y Rusia. Todo lo cual, por cierto, está íntimamente ligado con la apertura de la famosa «ventana de vulnerabilidad» que permitió a Moscú lanzar la invasión, pues la disuasión hacía aguas.
Desde entonces, y más ahora que está en lo que no es sino una larguísima campaña electoral, su aproximación a este y otros temas ha cambiado bien poco. Las últimas declaraciones relativas a los aliados europeos de la OTAN han vuelto a levantar ampollas y a provocar reacciones en las capitales del Viejo Continente, hasta el punto de que hace unas horas, algo poco común en él, ha rectificado o, al menos, ha admitido que este tipo de afirmaciones no son sino «una forma de negociar». Al menos, así lo ha reconocido en una entrevista en el Reino Unido con el ultraderechista Nigel Farage. De esta forma, Trump ha asegurado estar comprometido con la OTAN siempre que Europa aporte dinero.
Lo que no está en absoluto claro es hasta qué punto Trump es consciente de cómo están cambiando algunos escenarios y, sobre todo, mentalidades, así como la forma en que sus palabras contribuyen al desacople entre los Estados Unidos y la Unión Europea y los problemas que esto podría generar. Trump, que se muestra convencido de que con él en el cargo Putin nunca se hubiese atrevido a lanzar la invasión de Ucrania, parece olvidar que precisamente sus palabras pasadas motivaron, junto con el Brexit, el lanzamiento de la Estrategia Global de la UE y la puesta en marcha de iniciativas como la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO). También que contribuyó, más que nadie, a convencer a buena parte de la «EU Bubble» de que la única salida para garantizar la seguridad europea, pero también su papel de actor estratégico, pasaba y pasa por dotarse de medios creíbles.
La guerra de Ucrania, que ha demostrado precisamente cuán frágiles eran las costuras de las fuerzas armadas y la industria continentales, ha provocado en este sentido una interesante paradoja. Por una parte, a día de hoy los europeos somos más dependientes que nunca de los Estados Unidos para todo lo que tenga que ver con disuasión. Por otra, parece haber más voluntad que nunca, al menos entre los principales Estados miembros, de cara a dotarse de las herramientas necesarias para asumir la propia defensa. Por supuesto no queremos decir que esto sea o no posible, pues ese es otro debate que necesitaría de varios artículos. Solo constatamos el hecho de que en Bruselas y en las capitales continentales, son cada vez más quienes parecen apostar -e incluso ver con muy buenos ojos- ese desacople entre los Estados Unidos y la Unión Europea.
De hecho, se diría que incluso son muchos los que desean que Trump acceda a la presidencia de aquí a unos meses, pues así estaría asegurado el clima adecuado -el famoso «momento político»- para que las últimas propuestas y herramientas presentadas, como la primera Estrategia Industrial Europea de Defensa (EDIS), recientemente hecha pública, sean aprobadas sin demasiadas pegas por parte de los Estados, en tanto todavía deben superar diversos trámites antes de entrar en vigor, lo que podría conllevar numerosos cambios en su redacción. De hecho, técnicamente es incluso posible que el papel presentado por la Comisión y el Alto Representante (tanto von der Leyen como Borrell caben ser situados entre los más favorables a partir piñas con unos Estados Unidos en persecución de la tan ansiada como difícil de definir «Autonomía Estratégica»).
Está por ver, obviamente y en primer lugar, si Trump logra imponerse en las próximas elecciones, en las que algunos sondeos hablan, ahora mismo, de prácticamente un empate técnico con un Biden que ha ido recuperando posiciones. En segundo lugar, de llegar al cargo, si su política en la práctica vuelve a ser mucho más convencional que sus declaraciones y logra evitar el desacople. En tercer lugar, cuál es su postura respecto a Ucrania, pues si bien ha hablado en reiteradas ocasiones sobre cómo forzaría un acuerdo de paz negando el apoyo a Kiev (algo que hace en el Congreso por motivos electorales), pocos de sus aliados europeos parecen favorables a este tipo de salida a la guerra. De hecho, cada vez más en la UE hay una mayoría partidaria de seguir en la guerra asumiendo su coste e incluso el riesgo de escalada, aunque todavía no se cuente con el respaldo estratégico suficiente, como hemos visto estos días a propósito de las declaraciones de Macron.
En cualquier caso, es posible que ni siquiera un segundo mandato de Biden pudiese revertir un fenómeno -el de una UE decidida a ser un actor estratégico- que es cada vez más fuerte y cuenta con más adeptos pero que, al mismo tiempo y en razón de los numerosos factores estructurales que juegan en su contra, podrían llevarse por delante a la propia Unión, al menos tal y como la conocemos ahora mismo. Algo que, por cierto, no pretende ser un mensaje catastrofista, ni mucho menos. Simplemente sucede que estamos en un momento en el que se están redibujando las fronteras europeas, se están terminando de definir algunos alineamientos -ni más ni menos lo que ocurre en Ucrania- y que esto implica la posibilidad de que el bloque resultante no sea exactamente el mismo que en la actualidad.
Como quiera que lo que ocurra a estos niveles vendrá marcado también por cómo se desarrollen las cosas sobre el terreno, toca pasar a relatar lo ocurrido sobre este en las últimas horas. Horas en las cuales no se han registrado nuevos ataques rusos con misiles y drones, aunque sí los bombardeos habituales, que afectan a buena parte de la línea de frente y a las localidades cercanas a este. Así, por ejemplo, una persona ha fallecido en Billopillia, en la región de Sumy, por un bombardeo ruso.
En cuanto a Rusia, se ha producido un apagón en la región de Kursk debido a un ataque con un dron contra una subestación eléctrica. Las autoridades del país hablan de hasta once ingenios abatidos en el aire en las últimas horas. Además, aseguran haber neutralizado también misiles antiaéreos S-200 y Patriot sobre la región de Bélgorod.
Por otra parte, el gobernador de esta región ha anunciado que a partir del 20 de marzo se limitará la entrada a diversas zonas de su territorio –de donde serán evacuados hasta 9.000 niños-, incluyendo localidades como Kozinka, Glotovo o Graivoron, que están bajo el ataque de los voluntarios contrarios al Kremlin, quienes han logrado incrementar la zona que tienen bajo su control en torno precisamente a Kozinka. Respecto a estos, por cierto, Putin ha pedido al Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB) que los castigue, tras calificarlos de «basura» y de «traidores».
Más allá de esto, son pocas las novedades, al menos en cuanto a movimientos. Al norte del frente, han vuelto a registrarse ataques rusos en el área de Kupiansk, sin que hayan logrado avances significativos.
En el área de Siverk, nuevas imágenes han permitido clarificar en dónde se sitúa la línea de contacto entre las fuerzas ucranianas y rusas, confirmando que no hay novedades importantes.
En cuanto al área de Avdiívka, al oeste de la ciudad de Donetsk, prosiguen los enfrentamientos, con Rusia intentando romper las defensas ucranianas en la línea Berdychi-Semenivka-Orlivka-Tonenke, por ahora sin resultados a pesar de que ya controlan –o así lo ha reclamado en un comunicado el Ministerio de Defensa ruso– la tercera de estas localidades, a poniente de la cual hay humedales que deberían complicar y encauzar el avance ruso.
Por cierto, que antes de pasar a la parte internacional, cabe decir que Rusia cuenta con un nuevo comandante «en funciones» para su Marina de guerra. Se trata de Alexander Moiseyev, quien ha sido presentado oficialmente en una ceremonia en la base naval de Kronstadt y quien releva así a Nikolai Yevmenov.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
En el apartado internacional, son dos los focos principales de atención. En primer lugar, como ya adelantamos ayer, la 20ª reunión del Grupo de Contacto de Defensa de Ucrania (formato Ramstein), que ha tenido lugar en la base alemana. De la misma, han salido diversas noticias de nuevo apoyo a Ucrania. En primer lugar, Alemania ha anunciado que desbloqueará un nuevo tramo de 500 millones de euros en ayuda a este país. Además, el país teutón donará 10.000 disparos adicionales para la artillería ucraniana -sin especificar los calibres exactos-, todos ellos procedentes de los inventarios de sus fuerzas armadas, con lo que es de esperar que lleguen a Ucrania con cierta premura.
Además de esto, Canadá ha anunciado que donará 40 millones de dólares como contribución a la iniciativa por parte de la República Checa de adquirir fuera de la Unión Europea hasta 800.000 disparos de artillería de 155 y 105mm para las Fuerzas Armadas ucranianas.
Lo mismo que Finlandia, que contribuirá al esfuerzo con 30 de los 1.800 millones de euros necesarios para llevarlo a buen puerto. Anuncio que, al igual que en el caso de Canadá, ha sido agradecido por el ministro de Defensa ucraniano, Rustem Umerov.
Respecto a la iniciativa checa, por cierto, aunque se hablaba de la llegada de la munición para junio, los ucranianos se han mostrado esperanzados en que pueda ser recibida a partir de abril, al menos los primeros lotes. Así lo ha declarado el primer ministro ucraniano, Denys Shmyhal, quien está de visita en Luxemburgo y se ha reunido, entre otros, con Nadia Calviño, presidenta del Banco Europeo de Inversiones, del que hablaremos más tarde.
Desde Ucrania, el presidente Zelenski ha querido agradecer los nuevos paquetes de ayuda de Alemania y Canadá, así como la iniciativa checa mediante un vídeo, en el que ha calificado la reunión de Ramstein, a la que ha acudido el ministro de defensa Rustem Umerov, como de «productiva».
Ha faltado, sin embargo, el apoyo estadounidense, que sigue siendo quien organiza estas reuniones y coordina el grupo y sigue ofreciendo un importante respaldo diplomático actuando a través de su influencia en otros socios, pero que sigue sin poder desbloquear la ayuda a Ucrania. Dicho esto, desde el Pentágono han querido aclarar una vez más que los Estados Unidos no darán marcha atrás en su apoyo a Ucrania.
El segundo punto focal tiene que ver con la próxima reunión del Consejo Europeo (EUCO), que se celebrará los días 21 y 22 de marzo y de cuyas conclusiones ya se ha filtrado el borrador, que se puede ver a continuación. Entre lo más importante, en relación con Ucrania, el punto 12, en relación con el Banco Europeo de Inversiones (BEI).
Hay que tener en cuenta, que hace unas horas, catorce de los veintisiete Estados miembros de la UE firmaron una declaración a favor de que el BEI comience a financiar la inversión en defensa con la ausencia, significativa, de España. Curiosamente, además, en un momento en el que la industria está necesitada de financiación y en el mismo día en el que el presidente del Gobierno se reunía con los principales directivos del sector.
Dicho esto, lo que se pide en el texto que deberán negociar en las próximas horas, es precisamente que el BEI se abra a financiar temas relacionados con la defensa, algo a lo que la institución, al menos hasta ahora, se ha negado.
En otro orden de cosas, aunque también en relación con la reunión del Consejo, el Alto Representante de la Unión Europea, Josep Borrell, ha propuesto que se dediquen a financiar las ayuda militar a Ucrania el 90% de los rendimientos que ofrezcan los activos rusos congelados en la UE, mientras que el 10% restante podría devolverse al presupuesto comunitario y utilizarse para desarrollar la defensa ucraniana, aunque no ha aclarado cómo exactamente. Cabe recordar que únicamente los intereses de los activos bloqueados podría suponer hasta 3.000 millones de euros al año. En cualquier caso, esta es una propuesta que será presentada también a los Estados miembros en unas horas para su estudio.
Además de esto, la Unión Europea, a menos de tres meses de las elecciones, ha tomado nuevas medidas contra los productos agrícolas ucranianos. Así, los Veintisiete y el Parlamento Europeo han firmado un acuerdo que endurece las condiciones de acceso de las aves de corral, los huevos, el azúcar, la avena, el maíz y la miel. Al mismo tiempo, además, se espera que la Comisión proponga introducir derechos de aduana sobre los cereales rusos.
Cerramos hoy con el Comité Olímpico Internacional, pues esta institución ha acusado a Rusia de politizar el deporte» al lanzar a partir de septiembre los «Juegos de la Amistad» , una competición que compite con los Juegos Olímpicos, que también incluye una edición de invierno. El COI, que sólo autoriza la participación de atletas rusos en los Juegos Olímpicos de París 2024 bajo bandera neutral y con la condición de que no hayan apoyado la invasión rusa de Ucrania, ha pedido al mundo del deporte y a los gobiernos invitados por Moscú «que rechacen cualquier participación y apoyo” en este evento, en un comunicado.