Mientras en Ucrania se afanan en construir tres líneas defensivas de miles de kilómetros de longitud, siguiendo el ejemplo de la propia Rusia a la llegada al mando del general Surovikin, se especula con la capacidad de este país para mantener la intensidad y ritmo de sus ataques, que dependen más de la capacidad de reunir material y generar fuerzas que del elemento humano. Al mismo tiempo, Zelenski ha asegurado que el envío de tropas por parte de países OTAN sería para ofrecer formación, prometiendo que «no morirán en Ucrania», Ucrania ha convocado al representante del Vaticano en Kiev para dar explicaciones por las declaraciones del Papa y desde Rusia han presentado una propuesta de ley que busca anular la decisión soviética de 1954 de transferir Crimea a la República Socialista Soviética de Ucrania.
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Si bien durante los últimos meses -y de hecho, desde las primeras semanas de guerra, una vez el Ejército ruso se retiró de los alrededores de Kiev-, las tropas ucranianas, así como elementos de su Guardia de Fronteras y de otros organismos, han venido construyendo posiciones defensivas, minando determinados sectores y, en definitiva, tomando medidas para que Rusia no pudiese repetir lo visto en febrero de 2022, solo ahora parecen estar construyendo líneas de defensa a la escala requerida.
Como decimos, durante estos dos años es mucho lo que se ha hecho (y, de hecho, desde mucho antes). Sin embargo, en muchos de los casos lo que faltaba era sistematización. El paso a la defensiva estratégica y la pérdida de iniciativa unidas a la escasez de municiones y a los problemas padecidos en lugares como Avdiívka o Bakhmut parecen haber convencido al Gobierno y a la cúpula militar ucraniana de la necesidad de destinar más y más recursos a un tipo de guerra algo diferente al que se venía librando.
Ha sido el propio Zelenski, quien ya advirtió en diciembre del pasado año que el esfuerzo constructivo debía intensificarse, el que ha hablado en las últimas horas acerca de «tres líneas defensivas de 2.000 kilómetros», en referencia al entramado defensivo ucraniano. Unas declaraciones que, sin tener muchos más datos, obligan a pensar inmediatamente en la famosa «Línea Surovikin», con sus tres líneas defensivas y en que muy posiblemente los ucranianos hayan desempolvado los mismos manuales que sirvieron al general ruso y sus subordinados para diseñar su plan.
Dicho esto, cabe suponer que al igual que explicásemos en su día a propósito de esta última, la percepción de «líneas» sea también errónea para el caso ucraniano. Es decir, que lo que se buscará será una combinación acertada de elementos estáticos y maniobra, incluyendo esta última los contraataques y el uso de la reserva móvil, debe servir tanto para ralentizar los avances contrarios como, en lo posible, para canalizarlos hacia zonas previamente establecidas en las que se pueda optimizar la destrucción de la fuerza opositora. Para ello, las Fuerzas Armadas ucranianas implementarán un esquema defensivo que irá mucho más a retaguardia de la línea de frente, combinando campos de minas, zonas de concentración de fuego, posiciones reforzadas, trincheras, obstáculos físicos y, por supuesto, un correcto uso de las reservas..
Todo lo anterior debería implicar, siguiendo con la doctrina heredada de la Unión Soviética, en primer lugar la constitución de un escalón o zona de seguridad situado por delante del área defensiva principal, ocupado por una fuerza cuya misión es retrasar y engañar al enemigo en cuanto a la localización del grueso de las fuerzas defensivas. Esta área puede extenderse hasta a una profundidad 30 kilómetros cuando hablamos de fuerzas de entidad ejército o de 15 kilómetros, cuando hablamos de divisiones.
Su objetivo pasa por proveer de «alerta temprana», confundir al enemigo acerca de la verdadera disposición de las defensas, identificar los ejes de avance, ofrecer tiempo al mando para actuar en consecuencia y canalizar al contrario hacia direcciones que ofrezcan una desventaja para el atacante, como aquellas en las que están situadas las zonas de muerte, esto es, las áreas de concentración de fuegos, también conocidas como “fire sacks” o “kill zones”.
Tras la zona de seguridad se sitúa el área defensiva principal, que puede incluir sucesivas líneas escalonadas. Esta sería, en puridad, lo que muchos identificaron a propósito de las defensas rusas en Zaporiyia como la “Línea Surovikin”, aunque no deja de ser una burda simplificación, pues no se entiende sin la zona de seguridad a vanguardia. En este caso, el elemento básico que lo vertebra son los puntos fuertes para compañía o sección, que constan de trincheras con sus correspondientes pozos de tirador, posiciones preparadas para los vehículos y los morteros, puestos de mando y control y depósitos logísticos.
A su alrededor se sitúan campos de minas y barreras físicas, desde dientes de dragón a zanjas anticarro o alambre de espinos (aunque en esta guerra es un elemento que se ha empleado menos de lo que cabría suponer) y todo ello cubierto siempre por el fuego, tanto de los fusileros, como de la artillería, sea orgánica de la unidad, sea de los escalones superiores. Un esquema, este último, que prescindiendo de la zona de seguridad puede volver a repetirse a retaguardia, si hablamos de la defensa de un frente completo -como sería el caso- y si se cuenta con espacio suficiente como para establecer un segundo escalón defensivo.
Está por ver, independientemente de la densidad y calidad de las defensas, si Ucrania supera los problemas de personal a los que se enfrenta ahora mismo. En cualquier caso, incluso con muchos menos uniformados y munición para su artillería -algo que podría solucionarse al menos temporalmente en breve-, un buen entramado defensivo debería aportar un plus en cuanto a capacidad de infligir bajas -especialmente materiales-, que es en última instancia lo que Ucrania debería perseguir en esta fase de la guerra.
Al fin y al cabo, por infinitas que sean sus reservas humanas, y por infinitas que parezcan sus reservas materiales, no es exactamente así y Rusia es sensible a las bajas. De hecho, lo que marca el ritmo e intensidad de sus ataques, mientras vuelve a acumular fuerzas para relanzarlos en el área de Avdiívka, es la capacidad de generar nuevas fuerzas. Algo que implica dotar a las nuevas unidades de hombres y medios que -a pesar de que su industria se afana en producir carros, blindados u obuses modernos-, salen en su mayoría de los depósitos heredados de la URSS y que son de peor calidad y más antiguos que aquellos a los que sustituyen. Lo mismo para el consumo de municiones, por cierto, a pesar de los incrementos en la capacidad de su industria y de que aparentemente se hayan reanudado los transportes entre Corea del Norte y Rusia.
Cambiando ya de tema, para pasar a lo acaecido sobre el terreno durante la última jornada, tenemos que Rusia ha vuelto a lanzar numerosos drones suicidas sobre distintas partes del territorio ucraniano, si bien por el momento no hay recuento oficial. En cualquier caso, se ha hablado de explosiones en Ternopil y Khmelnitsky, así como de la acción de los sistemas antiaéreos en Odesa, entre otros. También en Kiev.
Del lado contrario, la actividad de los antiaéreos rusos ha sido intensa en las últimas horas, especialmente en las regiones fronterizas con Ucrania, aunque se habrían derribado drones incluso en la región de Moscú. A pesar de ello, ha ardido parte de un depósito de petróleo perteneciente a la empresa Lukoil en la región de Nizhny Novgorod, así como otro en Orel. Además, la Fuerza Aérea ucraniana habría alcanzado el petroleo ruso «Mechanik Pogodin», posiblemente con una bomba planeadora.
Dicho esto, y pasando a los combates y a los movimientos, tenemos escasas novedades, al menos en el sector más septentrional del frente, aunque se han registrado nuevamente ataques rusos y contraataques ucranianos al oeste de Kreminna, en dirección a Terny, así como en Bakhmut.
Distinta es la situación a poniente de la ciudad de Donetsk, en donde el Ejército ruso, mientras sigue moviendo fuerzas a Avdiívka para intentar nuevos avances en el futuro, intenta conseguir avances en Pervomaiske. También en los alrededores de Mariínka, tanto en Krasnohorivka al norte, como en la zona de Pobjeda y Novomykhailivka al sur.
Por otra parte, se han vuelto a registrar ataques rusos hacia Robotyne, en el antiguo eje de Orijiv, aunque como en ocasiones anteriores están suponiendo importantes bajas y los ucranianos se retiran preventivamente a líneas más atrasadas cuando Rusia ataca, para contraatacar cuando las columnas han sido laminadas en su avance.
De hecho, en relación con esto, si en algo se está notando la llegada de Syrsky es, precisamente y como se esperaba, en que la actitud ucraniana, incluso en defensiva estratégica, es más proactiva, con constantes contraataques y uso de las reservas.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
Pasando al apartado internacional, y a riesgo de resultar repetitivos, toca hablar nuevamente de las palabras de Macron a propósito del envío de tropas a Ucrania. En esta ocasión, ha sido Zelenski quien se ha pronunciado, asegurando que esto no implicaría combates, sino únicamente entrenamiento, afirmando que «sus hijos no morirán en Ucrania» durante una entrevista concedida a Le Monde y a BFM-TV. Entrevista en la que, por cierto, ha dicho que la situación en el frente es mejor que hace tres meses.
En relación, también, en las próximas horas tendrá lugar en Francia, concretamente en la Asamblea Nacional, un debate sobre la ayuda militar a Ucrania que se espera intenso, pues sin duda habrá referencias al presidente francés y a sus palabras de las pasadas semanas, que muchos en la oposición han criticado duramente en los últimos días. Durante la misma se espera que se vote el acuerdo bilateral de seguridad firmado el pasado día 16 de febrero entre Ucrania y Francia y que debe ser ratificado por las cámaras.
Otras noticias que se repiten son las relacionadas con las declaraciones del Papa Francisco. En esta ocasión, porque el representante del Vaticano en Kiev ha sido convocado por el Ministerio de Exteriores ucraniano para que ofrezca explicaciones. Desde Ucrania, por supuesto, siguen negándose a conceder ninguna tregua o a iniciar unas conversaciones que solo darían tiempo a Putin para prepararse mejor.
Eso a la vez que reciben apoyo por parte del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, quien considera que no es el momento de hablar de «banderas blancas»: “Lo que sucede en torno a una mesa de negociaciones está indisolublemente ligado al equilibrio de poder en el campo de batalla (…). Ahora no es el momento de hablar de una rendición de Ucrania. Sería una tragedia para los ucranianos. También sería peligroso para todos nosotros».
En otro orden de cosas, el jefe de la Oficina del Presidente de Ucrania, Andriy Yermak, ha mantenido una conversación telefónica con el asesor de Seguridad Nacional del presidente de los EE. UU., Jake Sullivan. Una vez más, Yermak ha insistido en la necesidad de que la Cámara de Representantes estadounidense apruebe el paquete de ayuda a Ucrania. Todo mientras, desde Hungría, Orban aseguraba que en caso de imponerse Trump en las elecciones de octubre, no concedería ningún tipo de fondos a Ucrania, haciendo así que «la guerra termine».
El ministro de Defensa ucraniano, Rustem Umerov, ha hecho lo propio con el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, en este caso para hablar sobre la próxima reunión del Grupo de Contacto de Defensa de Ucrania, que tendrá lugar en breve. Como es habitual en estos casos, han discutido acerca de las necesidades ucranianas en el campo de batalla y la forma de satisfacerlas, de modo que los asistentes puedan acudir a la reunión con una «lista de deseos» actualizada.
Cambiando totalmente de tercio, se ha producido una noticia un tanto sorprendente, pues Ucrania ha iniciado conversaciones con los reguladores europeos y estadounidenses para restablecer los vuelos comerciales entre el país y buena parte de sus aliados. Aunque no es probable que se tome una decisión a corto plazo, ya ha habido incluso aerolíneas occidentales como Ryanair que se han mostrado dispuestas a regresar al mercado ucraniano. Para lo cual, obviamente, se tiene que ver cómo podría gestionarse el espacio aéreo y asegurarse, valga la redundancia, la seguridad de los vuelos comerciales, todo ello mientras la guerra continúa.
Otra noticia curiosa tiene que ver con la actividad de la Cruz Roja rusa y su supuesto apoyo a Putin. De hecho, según se ha publicado, el movimiento internacional de la Cruz Roja está bajo presión para tomar medidas contra la Cruz Roja Rusa (CRR) por los estrechos vínculos entre el grupo y la maquinaria de guerra y propaganda del Kremlin. Entre las pruebas aportadas, se habla del papel cardinal del presidente del RRC en una organización “patriótica” pro-Putin o de la participación del RRC en entrenamiento militar para niños, entre otros.
Por último, cerramos también con Rusia, pues los legisladores Konstantin Zatulin y Sergey Tsekov han presentado un proyecto de ley a la Duma estatal que busca invalidar la decisión gubernamental de 1954 de transferir Crimea de Rusia a Ucrania. Por supuesto, la propuesta, de aprobarse, tendría poco impacto pues Rusia ya controla de facto Crimea. Sin embargo, es parte de una campaña mediática llevada a cabo por Rusia como parte de su batalla por el relato, según la cual lo que se intenta es no solo cuestionar la pertenencia a Ucrania de Crimea, sino el mismo derecho de Ucrania a existir como nación independiente. Es más, son muchos los mensajes que se han venido publicando en las últimas semanas al respecto, siguiendo así el hilo de las declaraciones, por ejemplo de Medvedev.