Durante las últimas horas, desde Ucrania han vuelto a solicitar el uso de fondos rusos congelados en el extranjero para financiar el apoyo bélico a este país, en la convicción de que la «ayuda con cuentagotas» ya no funciona. Una posibilidad que abre a su vez a Rusia la de la retorsión, mientras desde Polonia aprecian las palabras de Macron referentes al envío de tropas OTAN al país en guerra y se publican nuevas noticias que permiten situar en un contexto más exacto las propuestas del presidente galo. Todo ello mientras Zelenski ha visitado Estambul, bautizando una de las futuras corbetas de la marina de guerra Ucraniana y mientras desde Turquía vuelven a ofrecerse para albergar una cumbre de paz Ucrania-Rusia.
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Una vez más, desde Ucrania han solicitado a sus aliados que transfieran al país los activos rusos congelados. Hablamos de alrededor de 260.000 millones de euros que pertenecen al Banco Central de Rusia y que están depositados en diferentes entidades de la UE, incluyendo 125.000 millones gestionados por la cámara de compensación belga Euroclear. De hecho, es en Bélgica en donde se encuentran la mayor parte de estos fondos, de los que 66.000 millones serían fondos rusos congelados y 190.000 millones transacciones rusas hechas a través de Bélgica y pausadas por orden de las autoridades de este país.
Por el momento, a lo máximo que se ha llegado es a establecer un plan que permitiría emplear no los fondos -que legalmente pertenecen a Rusia y cuya expropiación crearía un precedente de consecuencias bastante difíciles de estimar- sino los beneficios derivados de esta enorme cantidad de dinero durante el tiempo que lleva congelada. Además, con la salvedad de que se emplearían no para financiar directamente el esfuerzo bélico ucraniano, sino para la reconstrucción del país, entre otras razones porque es mucho más sencillo encontrar apoyos políticos cuando se trata de esto último que cuando hay armas de por medio.
Ahora bien, la presión por parte de Ucrania, e incluso de algunas voces dentro de la UE, para que el grueso de los activos -o, al menos, los beneficios e impuestos que produzcan- sea confiscado, de forma que puedan posteriormente ser empleados para adquirir armas y suministros para Ucrania no deja de crecer. Incluso la nueva Estrategia Industrial de Defensa de la Unión Europea (EDIS) de la que hemos hablado recientemente, plantea esta posibilidad, aunque es un documento lleno de propuestas hechas tanto por la Comisión como por el Servicio de Acción Exterior pero que todavía deben ser negociadas y, en su caso, aprobadas.
El gran problema aquí es que ese precedente, que el ministro de Exteriores ucraniano ha buscado deliberadamente pues considera que «servirá como disuasión frente a otros agresores», tiene muy mal encaje desde el punto de vista del derecho internacional público y sin duda justificaría una retorsión por parte de Moscú. Un vocablo que se refiere a los actos inamistosos, e incluso perjudiciales, aunque intrínsecamente legales, en respuesta a un acto anterior que también puede ser inamistoso, pero ilícito o ilegal a nivel internacional. Es decir, que Rusia podría adoptar medidas del mismo tipo -como la confiscación de bienes y activos extranjeros- en respuesta -que no en represalia- por los fondos perdidos.
Esto hace probable, a menos que la situación siga complicándose y escalando, que por el momento únicamente se sigan empleando los impuestos y beneficios generados por los activos rusos y no estos últimos. Una fuente de ingresos a la que se está dando muchísimo bombo en los últimos tiempos, pero que en realidad es el «chocolate del loro» y no servirá en ningún caso para compensar la falta de apoyo por parte de los Estados Unidos u otros aliados, mientras desde Ucrania dejan claro que es momento de dar un cambio al enfoque de la ayuda, en tanto seguir enviándola con «cuentagotas» habría dejado de funcionar.
El tema de la ayuda, con o sin «cuentagotas», nos lleva un día más a Macron. Es así, en tanto se ha publicado que enviaría tropas a Ucrania en caso de que Rusia llegue a amenazar Kiev u Odesa. O, al menos, que así lo habría afirmado en su reunión ante los líderes del resto de fuerzas políticas de Francia que ha tenido lugar recientemente. Una información, que de ser cierta sería sumamente interesante, en cuanto serviría para determinar cuáles son las verdaderas líneas rojas francesas y de las que se deduce que estas se sitúan básicamente en la salvaguarda de la parte ucraniana a poniente del Dniéper.
Por el momento, Macron sigue sin contar con el apoyo de la gran mayoría de sus aliados, que se han mostrado contrarios al envío de tropas a Ucrania. Únicamente en casos concretos, como el de Polonia –cuyo ministro de Exteriores, Radosław Sikorski, ha agradecido la propuesta gala– han llegado a decir que la llegada de tropas OTAN a Ucrania «no es impensable», aunque no han dejado claro en ningún momento otro de los aspectos cruciales: si se trataría de tropas enviadas para combatir del lado ucraniano o, en su caso, tropas de interposición.
Claro está, a tres o seis meses vista resulta difícil pensar que Rusia pueda efectivamente llegar al Dniéper o que logre un avance que llegue a justificar la puesta en marcha de la propuesta gala. Sin entrar en discutir acerca del riesgo de escalada que esto implicaría –tema que ya hemos abordado– o en los pocos argumentos reales que tiene Francia en cuanto a fuerzas convencionales ahora mismo, como para embarcarse en semejante aventura, existe un margen de tiempo para que tanto este como otros países puedan prepararse para tal eventualidad, reforzando sus arsenales y sus fuerzas.
También, más importante si cabe, para ir alcanzado acuerdos entre los socios que ahora se muestran más reacios -si en algo llevaba razón Macron es en que la guerra cambia continuamente y con ello el grado de apoyo que unos y otros están dispuestos a conferir a Ucrania- y, por encima de todo, para solucionar los problemas relacionados con el arsenal estratégico de índole más técnico que son, en última instancia, los que permiten que Rusia confiera un respaldo nuclear a sus acciones reteniendo el control de la escalada, mientras vemos cómo la capacidad de disuasión de la OTAN queda en entredicho.
Pasando a lo ocurrido sobre el terreno en las últimas horas, tenemos que Rusia habría atacado a Ucrania con una quincena de drones suicidas tipo Shahed-131/136 (Geran-1/2), de los que una docena habrían sido neutralizados por los sistemas antiaéreos ucranianos.
Del lado contrario, se han registrado ataques ucranianos con drones contra Taganrog, en la región de Rostov y localidad que alberga un importante aeródromo, así como sobre la región de Kursk o la de Bélgorod, además de la de Volgogrado.
Dicho esto, y pasando al análisis de los combates y los movimientos, tenemos que al norte del frente se ha registrado actividad tanto una vez más en el área de Kupiansk, con las tropas rusas tratando de hacerse con la localidad de Sinkiv’ka, como en el área de Siversk, con importantes bombardeos rusos sobre la zona entre Berestove y Vesele. Por el momento no hay cambios de consideración.
Más al sur, ya en los alrededores de la ciudad de Donetsk, tenemos que en Avdiívka el Ejército ruso ha logrado progresar en la localidad de Tonenke, que estaría cerca de sobrepasar, mientras que en el área de Mariínka los principales cambios se habrían producido en Krasnogórivka, en donde continúan tratando de penetrar por el sur de la localidad, consiguiendo algunas ganancias. También en la zona de Mariínka, aunque más al sur, continúan con sus ataques sobre Novomykhailivka, cuya toma por el momento han sido incapaces de lograr.
Por último, se han registrado después de bastante tiempo bombardeos en la zona de Urozhaine, mientras se especula con que Rusia pueda intentar alguna ofensiva más contundente desde el sur para obligar a Ucrania a desviar fuerzas a este sector. Al mismo tiempo, ambos ejércitos continúan enfrentándose en lo que era el antiguo eje de Orihiv.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
En el apartado internacional, la noticia más importante del día tiene que ver con la visita del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, a Turquía. Allí, además de mantener reuniones, ha podido hacer una inspección del estado de construcción de una de las corbetas de la clase Ada que pasarán a engrosar el inventario de la Marina de guerra ucraniana -actualmente inexistente en la práctica-, una vez termine la guerra.
Zelenski, que se ha reunido con su homólogo turco Erdogan, además de tratar temas como el corredor de granos, o la «Fórmula de paz», ha salido de Turquía con un nuevo acuerdo que permitirá el intercambio electrónico de información entre las autoridades aduaneras de ambos países.
Además de esto, Turquía ha vuelto a mostrarse dispuesta a albergar una cumbre de paz entre Ucrania y Rusia. Así las cosas, y si bien Turquía sigue mostrándose firme en su apoyo a la integridad territorial ucraniana, también ha venido ejerciendo desde los primeros compases de la invasión un papel de mediador que incluso le ha valido a Erdogan el ser propuesto para el premio Nobel de la paz.
No ha sido en cualquier caso la única reunión que se ha producido durante el viaje relámpago de Zelenski a Turquía. También han tenido tiempo los ucranianos de completar encuentros con empresarios del sector industrial-militar, aunque no han trascendido acuerdos por el momento, ni tampoco el contenido exacto de las conversaciones. Además, Zelenski ha agradecido a Erdogan su papel a la hora de garantizar el trato por parte de Rusia a los prisioneros ucranianos, así como por negociar los intercambios que permiten la vuelta a casa de los cautivos.
Siguiendo con la diplomacia ucraniana, aunque ya lo hemos adelantado en la primera parte del informe, el ministro de Exteriores de este país, Dmytro Kuleba, ha hecho un llamamiento a sus socios para que se acelere la entrega de ayuda a Ucrania. Según sus palabras: «Las decisiones deben ser urgentes y encaminadas a suministrar armas a Ucrania mucho más rápido y en mayores cantidades». Todo al tiempo que animaba a los europeos a seguir aumentando lo antes posible el ritmo de producción de armamento. Todo ello en el marco de una reunión que Kuleba ha mantenido con sus colegas de las repúblicas bálticas, así como con la ministra de Exteriores francesa.
El primer ministro del país, Denys Shmyhal, por su parte, se ha visto con el vicepresidente de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis, con quien ha tratado temas relacionados con el comercio y la agricultura. Ucrania, que está teniendo notables problemas para exportar su producción a la UE por el bloqueo de los agricultores polacos y por las trabas puestas por algunos Estados miembros, se ha mostrado dispuesta a adoptar nuevas medidas que permitan subsanar la situación, así como a trabajar en una mayor liberalización del régimen comercial entre este país y el bloque.
Con Dombroskis también se ha visto el presidente de la Rada Suprema ucraniana, Ruslan Stefanchuk, quien ha agradecido su posición de apoyo a Ucrania, además de tratar temas como el de los instrumentos financieros establecidos por los Veintisiete para ayudar al país, la seguridad alimentaria y, una vez más, el bloqueo fronterizo.
En otro orden de cosas, pasando a la ayuda militar a Ucrania, tenemos que Canadá se ha unido a la coalición de drones. El país norteamericano, tras reunirse su ministro de defensa con su homólogo letón y tras llegar el primer ministro de este último país a Ottawa, ha suscrito un acuerdo que le permitirá colaborar en el esfuerzo colectivo para suministrar drones o componentes para los mismos a Ucrania. Algo que Canadá ya venía haciendo por ejemplo al proveer a Ucrania de cámaras especializadas o incluso de drones Teledyne FLIR.
Cambiando de tercio, una vez más han aparecido noticias relativas al reclutamiento, en este caso de ciudadanos indios por parte de Rusia, para ir a luchar a Ucrania. De hecho, ha sido desmontada una trama que se dedicaba a atraer a jóvenes con la promesa de empleos en Rusia, para finalmente forzarlos a participar en la guerra, del mismo modo que hace unos días vimos que ocurría en Pakistán.
Cerramos con Rusia, pues según las últimas encuestas, alrededor del 83 por ciento de la ciudadanía aprueba el trabajo del presidente, Vladímir Putin. Una cifra que es muy superior a la del nivel de aprobación que tiene el actual primer ministro, Mijaíl Mishustin, quien aun así obtiene un apoyo del 61 por ciento. Dejando al margen la credibilidad del sondeo, hecho por la Fundación de Opinión Pública, lo que queda claro a partir tanto de esta como de otras encuestas es que la figura de Putin continúa aglutinando el respaldo de los rusos y que ha salido bien parada de todos los vaivenes de la guerra, desde los reveses iniciales al levantamiento de Wagner. Todo lo cual, además, habla a las claras del grado de control que el Kremlin tiene sobre los medios, pero también de que la «Operación Militar Especial» cuenta con el visto bueno de la mayoría de la población, incluso a pesar de las consecuencias económicas de las sanciones o cualesquiera otros contratiempos.