Los actos de homenaje y el resto de declaraciones de apoyo coincidiendo con el segundo aniversario desde el inicio de la invasión a de Ucrania han quedado finalmente opacados por las declaraciones del presidente de este país, Volodímir Zelenski, reconociendo tanto la pérdida de 31.000 de sus militares en estos dos años, como que Rusia contaba con información fidedigna relativa a los planes ucranianos para la contraofensiva en el sur. Todo ello entre quejas relativas a los retrasos en las entregas de armamento y mientras desde el Gobierno ucraniano afirman que es posible que inviten a Rusia a la cumbre de paz que se celebrará en Suiza.
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Por una de esas casualidades de la vida, en el informe de ayer hablamos por encima acerca del número de bajas, tanto rusas, como ucranianas, afirmando que en el caso de este último país «son muchos menos los datos disponibles, aunque hay también asociaciones que intentan esclarecer el número real de bajas«. Transcurridas apenas unas horas, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha admitido por primera vez en muchos meses, una cifra de fallecidos entre sus filas, que eleva a 31.000 efectivos, a los que habría que sumar heridos y desaparecidos. Estos últimos, aplicando una relación ordinaria de 1:3 o 1:4 podrían ascender a entre 93.000 y 124.000 uniformados más, totalizando una cifra de bajas de entre 124.000 y 155.000 soldados.
Ahora bien, como quiera que los datos aportados por Zelenski lo son por una de las partes, deben ser puestos en duda. De hecho, hay argumentos para cuestionar estas cifras y para pensar que han podido ser mayores. Lo difícil es determinar -de serlo- en qué grado lo han sido, algo que se escapa a nuestras capacidades y medios. No obstante, hay que tener en cuenta, en primer lugar, que resulta ciertamente sospechoso que la cifra aportada por el Gobierno ucraniano coincida de forma casi clavada con la recogida por las asociaciones cívicas ucranianas, que hablaban de más de 30.000 muertos basándose en fuentes abiertas. También que, de todas las horquillas posibles, la aportada por el presidente ucraniano es la más baja. De hecho, fuentes OSINT ucranianas hablaban no hace tanto de 24.500 muertes (sumando combatientes y no combatientes) a las que habría que sumar seguramente la mayoría de 15.000 militares ucranianos que aparecían, a falta de más datos, como desaparecidos en combate y que, a juicio de los investigadores, posiblemente hayan fallecido.
Las estimaciones más altas, por el contrario, nos hablarían de 70.000 ucranianos muertos. Proceden de fuentes gubernamentales estadounidenses, y datan del pasado mes de noviembre, antes de que la batalla por Avdiívka comenzara a ser cada vez más demandante en vidas para Ucrania, lo que hace pensar que desde entonces la cifra haya crecido, aunque es difícil valorar en qué medida. La prensa rusa, por supuesto, intenta aprovechar estos datos y no otros, como hace la prensa ucraniana respecto de las estimaciones de muertes rusas.
Del lado contrario se manejan horquillas muchísimo más elevadas, como las que recientemente compartiese el medio estadounidense The Economist. Este diario, además, se ha tomado la molestia de incluir en una misma gráfica varias de las cifras aportadas por diversos organismos y fuentes, tanto civiles como militares, reflejando además su evolución a lo largo del tiempo. Como puede apreciarse, se trata de datos estremecedores, teniendo en cuenta que hablamos de un periodo de dos años en el que se habrían superado con creces las pérdidas que por ejemplo los Estados Unidos tuvo a lo largo de toda la guerra de Vietnam. Como curiosidad, en las mismas declaraciones en las que hacía referencia a los 31.000 muertos ucranianos, Zelenski hablaba de 180.000 rusos fallecidos.
Ahora bien, a pesar de que hay mucha gente trabajando en hacer estimaciones creíbles -y también en dar datos irreales con motivos propagandísticos-, lo primero que hay que tener en cuenta es que, por ahora, las pérdidas reales son prácticamente imposibles de determinar. En el caso ruso, además de sus nacionales, en el esfuerzo bélico han tomado parte no solo mercenarios de Wagner o voluntarios (o forzados) procedentes de las zonas de Ucrania bajo control del Kremlin, sino también un número difícil de calcular de voluntarios procedentes de varias repúblicas de Asia Central, entre otros, todo lo cual dificulta los cálculos.
Sin embargo, tal y como explicamos ayer, hay datos más creíbles que otros, especialmente aquellos que estiman la cifra de bajas analizando por ejemplo los documentos relativos a las herencias o indemnizaciones, entre otros. Así las cosas, había quien para el pasado 15 de febrero había logrado identificar a 44.645 de los muertos rusos con sus nombres y apellidos. Claro está, la dificultad de identificar todos los fallecidos es extrema. En primer lugar porque muchos de los muertos rusos figurarán durante mucho tiempo como desaparecidos, bien porque no hayan sido identificados los cadáveres, porque una fracción de ellos se hayan dado prófugos, etc. En segundo lugar, por las dificultades que pone el Kremlin a este tipo de investigaciones -y no solo-, incluyendo las que llevan a cabo los familiares de los militares.
Obviamente, hay estimaciones muchísimo más altas, comenzando por las ucranianas y siguiendo con las que hace el Ministerio de Defensa británico, que además ha llegado a hacer proyecciones a futuros en las que hablan, incluso, de medio millón de bajas para 2025. Sin embargo, es difícil tomar por buenas las cifras que un bando ofrece respecto del contrario, independientemente de cuál sea el que las aporta. En el caso de Rusia, respecto a las ucranianas, sucede exactamente lo mismo. Así, según las declaraciones del ministro de Defensa ruso, Serguéis Shoigú, únicamente en 2023 Ucrania habría perdido más 215.000 solados, incluyendo muertos y heridos.
En relación con todo lo anterior, es bastante común afirmar que un bando triplica siempre en sus informes el número de bajas enemigas, mientras que divide entre dos las propias. Sin embargo, se trata de un adagio que en este caso solo se cumpliría muy parcialmente, por ejemplo si tenemos en cuenta la diferencia entre el número de bajas propias admitido por Zelenski y las que ofrecen los funcionarios estadounidenses. En el caso ruso, dado que el Kremlin no se ha molestado en actualizar las cifras y que, cuando las publicaron en su día, estaban ya absolutamente alejadas de la realidad, no pueden ser tenidas en cuenta. Lo relevante aquí es que, 365 días después, estamos en este aspecto exactamente en la misma situación al cumplirse el primer aniversario desde el inicio de la invasión, y es que serán necesarias seguramente décadas para contar con datos fiables respecto a los costes humanos de esta guerra.
Como quiera que la guerra sigue, en las últimas horas los ucranianos han asistido de nuevo al lanzamiento de misiles y drones por parte rusa sobre diferentes puntos del país. Para ser exactos, las fuentes oficiales ucranianas hablan del empleo de 1 misil balístico Iskander-M, dos misiles S-300, tres Kh-59, un misil antirradiación X-31P y catorce drones tipo Shahed-131/136 (Geran-1/2). Habrían derribado, supuestamente, nueve drones y tres misiles Kh-59, mientras que se habrían producido explosiones en lugares como Poltava, Dnipró o Kropivnitsky, entre otros.
Del lado ruso han hablado de intentos ucranianos de ataque con drones sobre Bélgorod una vez más, así como del supuesto lanzamiento de misiles, que habrían sido neutralizados sobre el mar Negro.
En cuanto a los combates, sin novedades en las últimas horas procedentes del norte del frente, comenzamos por Bakhmut, en donde las tropas rusas continúan con sus esfuerzos por adentrarse en Ivanivs’ke, logrando avanzar por la parte a septentrión de la localidad, que está siendo bombardeada con suma insistencia en los últimos días.
Además de esto, también sigue combatiéndose en los alrededores de Avdiívka, hasta donde se ha dirigido el jefe de las Fuerzas Armadas ucranianas, Syrsky, para conocer mejor la situación en la zona y para entregar condecoraciones a los soldados distinguidos en su defensa. Allí, poco a poco va dibujándose la línea de defensa ucraniana que, como adelantamos en su día, parece pasar por Berdychi, Semenivka, Orlivka y Tonenke, extendiéndose hasta Pervomais’ke, al sur. De ceder finalmente, es previsible que los ucranianos se retiren a las alturas al otro lado de las vías de agua de la zona, aunque todavía queda para eso, si es que llega a ocurrir.
El último punto caliente del frente sigue siendo el antiguo eje de Orijiv, en donde Ucrania hizo el principal esfuerzo durante la ofensiva estival, sin lograr finalmente romper las líneas defensivas rusas en dirección a Tokmak. Esto, por cierto, ha motivado unas interesantes declaraciones por parte de Zelenski sobre las que hablaremos mañana con cierta profundidad, atribuyendo buena parte de las culpas del fracaso ucraniano una vez más a sus aliados, por los retrasos en las entregas de material o bien porque este nunca llegara a Ucrania. En cualquier caso, como decíamos, se sigue combatiendo en la zona, con las tropas rusas presionando a pesar de haber sido expulsadas hace unas horas del centro de la localidad.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
En el apartado internacional, y una vez finalizados los actos conmemorativos, la actualidad ha sido más bien escasa, como corresponde a las jornadas dominicales. Lo más sorprendente, quizá, han sido las declaraciones del propio Zelenski quien, a la vez que ha pedido unidad por un lado, ha cargado las culpas sobre sus aliados por otro.
Además, hay que tener en cuenta que buena parte de la atención ha estado puesta en los preparativos de la próxima reunión de París, organizada por Macron y en la que se darán cita hasta una veintena de los aliados de Ucrania, buscando enviar al Kremlin un mensaje de unidad y combatir el relato ruso de una victoria inevitable.
También en Budapert, pues salvo sorpresa en cuestión de horas debería finalizar el proceso de aprobación de la membresía sueca en la OTAN, siempre que se salde con resultado positivo la votación a realizar en el Parlamento húngaro.
Dicho esto, toca hablar también de las elecciones presidenciales rusas. Concretamente de las regiones ocupadas por Rusia, toda vez que allí ha comenzado ya a votarse de forma anticipada, como ha denunciado el gobernador ucraniano de Zaporiyia. Lo mismo ha ocurrido en el Extremo Oriente ruso, aunque en este caso es algo habitual por razón de las distancias y de los problemas de comunicaciones que afectan a algunas localidades.
Otra noticia interesante tiene que ver con las declaraciones del jefe de la Oficina del Presidente de Ucrania, Andriy Yermak, a propósito de la futura cumbre de paz, que se está organizando en Suiza. Según el político ucraniano, estarían considerando invitar a Rusia a participar. O, al menos, estarían abiertos a que delegados rusos pudiesen tomar parte de forma que les pudiesen presentar el plan ucraniano «en caso de que quien represente al país agresor en ese momento realmente quiera poner fin a esta guerra y volver a una paz justa». Como sabemos, desde Rusia recientemente se han mofado de la «Fórmula de paz» de Zelenski, con lo que no parece demasiado probable, al menos según están las cosas, que pueda enviar delegación alguna.
También ha tenido su protagonismo en las últimas horas el jefe de la inteligencia militar ucraniana, Kyrylo Budanov, quien además de rendir homenaje a los residentes en Crimea y agradecer su apoyo a la hora de organizar acciones contra Rusia, desaconsejó a los civiles utilizar el puente de Kerch y declaró que: «Rusia perdió una cuarta parte de sus barcos y se vio obligada a retirar su flota a la costa del Cáucaso y redesplegar su aviación, porque los aeródromos y las instalaciones militares de Crimea están constantemente bajo nuestro fuego».
El primer ministro ucraniano, Denys Shmyhal, ha hablado en las últimas horas sobre los desafíos que ha enfrentado Ucrania en los dos últimos años, y también en relación con las tareas para este 2024. Al respecto, ha dicho que el reto más importante tiene que ver con el aumento de las capacidades defensivas, incluyendo las industriales y explicando que habían triplicado su capacidad de producción (se entiende que en general) y multiplicado por 100 la producción de drones. A partir de ahí enumeró como retos también la economía, los programas sociales, el «terrorismo energético» ruso o el bloqueo de los puertos ucranianos, así como la reconstrucción, la seguridad alimentaria y la necesidad de acelerar la pertenencia a la UE.
Al margen de lo anterior, continúan las protestas de agricultores y transportistas polacos en la frontera con Ucrania. La última noticia al respecto tiene que ver con la destrucción de 160 toneladas de grano, lo que ha llevado al Gobierno de Ucrania a exigir que Polonia busque y castigue a los responsables.
En otro orden de cosas, desde los Estados Unidos, junto con Reino Unido y Canadá, se está impulsando una alianza global destinada a contrarrestar la desinformación procedente de gobiernos extranjeros. Además de esperar que se unan más socios a esta iniciativa, esperan también llegar a un acuerdo sobre «definiciones de manipulación de información versus viejas opiniones que otros gobiernos tienen derecho a tener incluso si no estamos de acuerdo con ellos» en palabras de James Rubin, enviado especial para propaganda no estatal y esfuerzos de desinformación en el Centro de Participación Global (GEC) del Departamento de Estado de Estados Unidos.
Cerramos hoy con la ayuda militar a Ucrania, pues desde la Organización de Amigos del Atlántico Norte (NAFO), se ha hecho entrega a Ucrania del que sería el 25 lote de ayuda hasta la fecha, por un total de medio millón de dólares. Este paquete incluiría 16 vehículos y 180 drones de distintos tipos, que han sido ya recibidos por parte de distintas brigadas de las Fuerzas Armadas ucranianas.