A apenas dos días de completarse el segundo año de guerra en Ucrania, el conflicto sigue su curso sin visos de finalizar. El Ejército ruso continúa atacando, tanto al este como al sur del país, tomando Pobjeda y amenazando seriamente el control ucraniano de Robotyne, mientras se sigue discutiendo acerca del número de bajas sufridas en la retirada de Avdiívka y el bloguero pro-Kremlin Andrei Morozov, quien había afirmado que Rusia asumió 16.000 bajas mortales en la batalla por esta ciudad, ha aparecido muerto. Además de esto, Suecia ha vuelto a denunciar la amenaza que supone Rusia también en el Ártico, Biden ha lanzado varios insultos contra Putin en una reunión del Partido Demócrata y los ministros de Exteriores de la UE han acordado nuevas sanciones contra la Federación Rusa.
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La guerra de Ucrania es, pese a toda su crudeza, un capítulo más de un enfrentamiento entre Occidente y Rusia muy anterior. Independientemente de si esta «nueva Guerra Fría» es la continuación de la anterior una vez Rusia (heredera de la Unión Soviética) se ha recuperado en parte, de si comenzó a partir de de los ataques de la OTAN a Serbia, a raíz de la ampliación de la Alianza al este o de la guerra entre ruso-georgiana, lo que hay que tener en cuenta es que va más allá del escenario ucraniano. De hecho, las «acciones de flanqueo» rusas así lo demuestran, lo mismo que el realineamiento estratégico derivado, sin ir más lejos, de la entrada de Finlandia -y a la espera de la decisión húngara- de Suecia, en la OTAN o del auge de la Organización de Cooperación de Sanghái.
En este sentido, hay un escenario donde esta confrontación y rivalidad se viene materializando desde hace años y que todavía no hemos tratado en estos informes: el Ártico. Región que en las últimas horas ha vuelto a saltar a la palestra tras denunciar en su informe anual de evaluación de amenazas el servicio de inteligencia de Suecia (el Säkerhetspolisen, para «policía de seguridad», o Sapö) la amenaza supone el espionaje ruso en el norte del país, especialmente en relación con las capacidades militares del país nórdico.
Respecto al Ártico, conviene tomar el interés ruso desde una perspectiva amplia, pues incluye tanto los recursos minerales y energéticos, como factores derivados de su presencia histórica, las necesidades de sus fuerzas estratégicas o las posibilidades que ofrece la Ruta del Norte o Pasaje del Noreste, entre otro. Se entiende así que, de aproximadamente década y media a esta parte, una vez solucionados algunos de sus problemas más acuciantes –incluso los relacionados con la seguridad de sus instalaciones militares o del propio combustible nuclear-, desde Moscú hayan puesto toda la carne en el asador para renovar su presencia en la región.
Es más, no solo han tomado medidas como la reapertura de bases militares, la inversión de miles de millones de euros en renovar la flota de rompehielos nucleares o la construcción de nuevas instalaciones –algunas de ellas muy conocidas por su espectacularidad– y la creación de unidades entrenadas específicamente para servir en esta región, sino que a cada nuevo documento publicado en relación con su seguridad nacional o su estrategia tanto militar como marítima, han hecho constantes referencias al valor que el Ártico tiene para Rusia desde los puntos de vista securitarios y económico, entre otros.
Por tomar la situación en perspectiva temporal, diremos que durante los años 90 se produjo un fuerte retroceso ruso en este área, que concluyó con el cierre de numerosas instalaciones, tanto científico-militares, como puramente militares. Sin apenas interés por la Ruta del Norte, ni capacidad de explotar los recursos que se sospechaba podía albergar la región, debido a la falta de músculo financiero y la carencia de medios humanos y técnicos, Rusia se centró en problemas más mundanos y acuciantes, como su flanco sur, dados los problemas en el Cáucaso, o su flanco europeo, debido a la expansión de la OTAN, que alcanzaba sus fronteras.
Por decirlo de alguna manera, dada la situación general no se consideraba, pues sus antaño enemigos estaban disfrutando de los “dividendos de la paz” y renunciando también a muchas de sus capacidades para la lucha en climas extremos, que la amenaza justificase ningún despliegue permanente y, en cualquier caso, tampoco estaban en situación de mantenerlo salvo mediante ejercicios y expediciones puntuales.
Solo una vez la situación del país se estabilizó y el capital extranjero afluyó con fuerza hacia el sector primario, el interés por explotar tanto el norte de Siberia como las aguas árticas se fue acrecentando paulatinamente, sobre todo a partir de la segunda década del nuevo siglo. Los beneficios obtenidos por la exportación de hidrocarburos, el descubrimiento de ingentes depósitos de petróleo, gas y minerales, el establecimiento de joint ventures con empresas de capital extranjero y una coyuntura en la que los precios del crudo se mantenían altos fueron azuzando éste interés. Si anteriormente las inversiones no resultaban atractivas, en el nuevo escenario incluso los depósitos más difíciles de explotar prometían rentabilidad y, además, el cambio climático estaba facilitando las cosas, al regalar año tras años ventanas de buen tiempo más amplias.
Así las cosas, en la misma medida en que los intereses árticos de Rusia se multiplicaron, fue también cambiando la visión política dentro de los muros del Kremlin, algo que comenzó a recogerse en documentos como “Foundations of the State Policy of the Russian Federation in the Arctic to 2020 and Beyond”, aprobado por Medveded en 2001 y, cada vez más en los sucesivos textos que recogían tanto la Estrategia de Seguridad Nacional, como la Doctrina Militar de la Federación Rusa, en los que el Ártico ha ido ganando ascendencia hasta aparecer como una zona de interés prioritario. Además, se aprobaron en la última década también estrategias ad hoc, como la recogida en 2013 en el texto “Strategy for the Development of the Arctic Zone of the Russian Federation” que Ana Alonso nos explica en “El Ártico Ruso: análisis geopolíticos de las oportunidades y amenazas del deshielo polar” y que pretende racionalizar el conjunto de líneas de acción en la región, bien sean económicas, militares o políticas, muchas de las cuales se llevaban a cabo por actores regionales o privados. Ante un escenario en el que una parte importante del futuro económico del país residía en una región sin apenas protección ni presencia de tropas, no es de extrañar que desde Moscú se comenzasen a hacer esfuerzos cada vez más relevantes encaminados a tomar posiciones avanzadas que hiciesen posible la defensa tanto de la cada vez más transitada Ruta del Norte, como de las nuevas explotaciones.
En una tónica de enfrentamiento cada vez más crudo y a mayor escala con Occidente, el Ártico volvía a cobrar relevancia en el apartado militar, por las mismas razones que en la Guerra Fría. Esto ha provocado que la Federación Rusa haga un esfuerzo sin precedentes por regresar a esta región y, lo que es más, por superar la presencia que un día tuvo la Unión Soviética y que hoy sería insuficiente para garantizar la defensa de los nuevos intereses, mucho mayores y geográficamente más repartidos que en tiempos de la URSS. Naturalmente, este renovado interés militar no obsta para que la postura militar rusa en el Ártico sea puramente defensiva ni para que, como se recoge en los documentos citados anteriormente, el interés del país sea tanto mantener el status quo, como primar la cooperación con los vecinos, conscientes como son de la necesidad de inversión y colaboración internacional para desarrollar el Ártico.
De hecho, asegurar la soberanía sobre estos recursos es, en sí misma, la mejor forma de atraer en el futuro la imprescindible inversión extranjera, necesaria para asegurar el desarrollo económico del país, independientemente de que la guerra de Ucrania haya roto casi por completo la colaboración con las empresas occidentales y dependan más que nunca del capital procedente de la República Popular de China. De ahí que lleve años posicionándose de forma mucho más agresiva y coherente que Occidente.
De hecho, aunque los Estados Unidos han desarrollado una nueva estrategia para el Ártico, lo cierto es que tienen importantes carencias -ya que esta no es una estrategia únicamente militar-, como la escasez de rompehielos. El resto de países con intereses en la zona, a pesar de lo que pueda pensarse, tampoco han dado pasos claros para defender sus intereses a pesar de las disputas relativas al reparto de los territorios y los activos de esta región. Una situación que, aunque por el momento ha pasado bastante desapercibida, es posible que llegue a cambiar especialmente cuando se complete la ampliación de la OTAN con la entrada de Suecia y la anterior de Finlandia. Al fin y al cabo, aunque este hecho haya vuelto a poner el Báltico en el foco, lo cierto es que el Ártico es, seguramente, mucho más importante si consideramos la situación en su conjunto.
Dejando de lado la gran estrategia, para pasar a la actualidad del terreno, nos encontramos con que en las últimas horas Rusia ha vuelto a lanzar una serie de ataques con drones contra distintos puntos de Ucrania. Desde este país hablan de diez Shahed-131/136 (Geran-1/2), así como de un misil lanzados desde el Mar Negro, de todo lo cual habrían abatido antes de llegar a su objetivo ocho drones. Los restantes habrían alcanzado puntos como la localidad de Dobropillia, en Donetsk o Myrhorod.
Por otra parte, continúa la polémica en torno al número de aviones de combate y bombarderos tácticos derribados por Ucrania en los últimos días, asegurando el propio Zelenski en su discurso diario que han sido siete en total. Por el momento, en los canales rusos lo que sí se ha reconocido es la pérdida durante la última semana de dos cazabombarderos Su-35. Y en relación a las fuerzas aéreas enfrentadas, y como curiosidad, cabe comentar que en las últimas horas el comandante de la 7ª Brigada de Aviación de las Fuerzas Armadas ucranianas ha afirmado en una entrevista que, en realidad, ahora mismo disponen de más aviones en servicio que al inicio de la invasión rusa, gracias a la labor de los técnicos y al apoyo internacional, aunque no precisó el número de aparatos en funcionamiento.
Dicho esto, y pasando a los enfrentamientos en la línea de frente, que siguen produciendo cuantiosas pérdidas, lo más relevante de la jornada ha vuelto a ocurrir en la región de Donetsk, lo que no ha evitado nuevos intentos rusos en dirección a Sinkiv’ka, en Lugansk.
Volviendo sobre Donetsk, en el caso de Avdiívka y después del fallido intento ruso por tomar Lastochkyne, no se han vuelto a registrar acciones de importancia, a la espera de saber si realmente se producirá o no la pausa operacional que algunos anunciaron. Lo más relevante, en cualquier caso, ha tenido lugar más al sur, en los alrededores de Mariínka, con la toma por parte rusa de la aldea de Pobjeda, que durante meses ha sido escenario de enfrentamientos. Entre otras cosas, esta pequeña población, poco más que un puñado de edificaciones, es importante para Rusia pues su control le permite no solo seguir avanzando por la carretera que lleva a Kostyantynivka, sino lanzarse poco a poco contra esta localidad, un importante cruce de caminos.
También se han vuelto a registrar enfrentamientos al sur, en el antiguo eje de Orijiv, con los rusos lanzándose nuevamente sobre Robotyne -después de que un contraataque ucraniano les permitiese recuperar a su vez algunas posiciones– y los terrenos entre esta población y el oeste de Verbove.
Además de todo esto, ha sido noticia un ataque ucraniano con cohetes guiados lanzados desde un MLRS M-142 HIMARS contra una concentración de tropas rusas en Volnovaja.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
En el apartado internacional, cabe comenzar por la Unión Europea, pues los Veintisiete han acordado un nuevo paquete de sanciones contra Rusia que por primera vez apunta a empresas chinas e indias acusadas de apoyar el esfuerzo bélico de Moscú. También norcoreanas y turcas. Así, afectarán en total a casi 200 personas y entidades a sumar a las más de 1.800 que ya estaban incluidas en los listados de paquetes de sanciones anteriores.
Las medidas que se adopten compondrán el decimotercer paquete de sanciones, aunque como sabemos, su efectividad no es tan alta como en un principio se esperaba que llegase a ser. Además de esto, los Estados miembros están negociando la adopción de sanciones adicionales en reacción a la muerte del opositor ruso Alexei Navalni.
En relación con las sanciones, y con el hecho de que afecten a China, hay que tener en cuenta que Moscú ha encontrado en este socio una auténtica tabla de salvación. Hasta el punto de que el comercio entre ambos países alcanzó un récord de más de 240.000 millones de dólares (213.000 millones de euros) en 2023, según cifras de aduanas del gobierno chino, superando así por mucho el objetivo de 200.000 de dólares fijado por los dos países.
Algo que no ha evitado que, desde principios de enero algunos de los grandes bancos chinos hayan dejado de aceptar pagos de las organizaciones financieras rusas afectadas por las sanciones occidentales, tal y como ha denunciado el diario ruso Izveztia, señalando al Banco Industrial y Comercial de China (ICBC), el Banco de Construcción de China y el Banco de China. Al parecer, la decisión de los banqueros chinos tendría que ver con la necesidad de evitar algunas de las sanciones recogidas en el duodécimo paquete aprobado por la UE, así como por parte de los Estados Unidos, que han venido tomando medidas para aumentar la efectividad de sus propias sanciones.
Siguiendo con la Unión Europea, los Estados miembros han aprobado hace unas horas la renovación, a partir de junio, de la exención de derechos de aduana para las importaciones agrícolas ucranianas, acompañada de «mecanismos de salvaguardia» reforzados para limitar su impacto, en el centro de las recientes protestas de los agricultores. Concretamente de «medidas correctoras» que se aplicarían de forma automática en caso de se produjesen «perturbaciones importantes» en el mercado, y que afectarían a tres productos (aves, huevos, azúcar). De esta forma, si las importaciones superan los promedios de 2022-2023, se volverían a imponer derechos de aduana. Todo mientras los granjeros polacos continúan con sus protestas y Zelenski pide unidad entre ambos países como puede verse en el siguiente vídeo.
Un Zelenski que, al igual que su ministro de Exteriores, Dmytro Kuleba, ha agradecido la declaración aprobada por 25 miembros de la Organización de Estados Americanos estableciendo que la agresión a Ucrania no será tolerada.
En cuanto a la ayuda militar, el Gobierno de Canadá está trabajando en proveer a Ucrania de fondos que, siguiendo la propuesta de Chequia, permitan a Ucrania adquirir munición para su artillería más allá de los países OTAN. Recordemos que los representantes checos en la Conferencia de Seguridad de Múnich habían asegurado que había disponibles en el mercado hasta 800.000 disparos de 155mm a la espera de comprador.
Del lado contrario, además de las informaciones relativas al suministro de misiles por parte de Corea del Norte -y a los componentes de origen occidental que incluyen- a la Federación Rusa, se han publicado también otras referentes al envío de más de un centenar de misiles balísticos de corto alcance tipo Zolfaghar por parte de Irán. Al parecer, el país chií podría llegar a transferir a Rusia hasta 400 de estos ingenios.
En otro orden de cosas, han causado cierto revuelo las declaraciones del presidente de los Estados Unidos respecto a Putin durante una reunión en San Francisco con donantes del Partido Demócrata, al calificarle de SOB («son of a bitch») o «hijo de puta». Según Biden, «La amenaza existencial es el cambio climático. Está ese loco bastardo de Putin y otros, y siempre tenemos que preocuparnos por una guerra nuclear, pero la amenaza existencial para la humanidad es el cambio climático”. Unas declaraciones que todavía no han sido respondidas por Moscú, en donde siguen aprovechando la entrevista de Tucker Carlson a Putin para promocionar su relato.
Cambiando de tercio, ha causado cierto escándalo la muerte del bloguero prorruso Andrei Morozov, más conocido como Murz, quien se habría suicidado según ha publicado Ria Novosti apenas horas después de afirmar que el Ejército ruso había sufrido 16.000 bajas mortales en la batalla por Avdiívka. Todo después de compartir lo que serían extractos de sus últimas conversaciones con miembros del ejército y de denunciar las presiones para borrar parte de las informaciones publicadas anteriormente en su canal. Todo mientras desde Rusia Dmitry Medvedev hacía una referencia velada al asesinato en España del piloto desertor Maxim Kuzminov, refiriéndose al caso mediante la expresión «Para un perro, ¡la muerte de un perro», en referencia al castigo que a su juicio merecía el finado.
Todo mientras el opositor ruso Boris Nadejdine anunciaba que finalmente el Tribunal Supremo de la Federación Rusa había «desestimado su recurso» contra la negativa a registrar su candidatura para las elecciones presidenciales de marzo. Nadejdine añadió que impugnaría esta decisión, aunque no parece fácil que se le permita presentarse incluso teniendo escasas opciones de lograr un resultado significativo.