Ucrania y el Reino Unido han firmado en las últimas horas un acuerdo de seguridad que permitirá profundizar las relaciones en materia de defensa entre ambos países y que se mantendrá en vigor durante la próxima década o hasta que Ucrania entre en la OTAN. Además, el primer ministro británico, Rishi Sunak, ha prometido una ayuda de casi 3.000 millones de euros a Ucrania en 2024. Al mismo tiempo, en la Unión Europea comienza cobrar relevancia la posibilidad de que Trump se imponga en los comicios estadounidenses, lo que supone un incentivo adicional de cara a la toma de decisiones en materia de defensa, como sucediera durante su primer mandato. Mientras tanto, sobre el frente Ucrania reclama avances en Verbove, al sur y los drones rusos vuelven a atacar Kiev.
De un tiempo a esta parte, cualquiera que siga la prensa estadounidense habrá caído en la cuenta de que la guerra de Ucrania no solo ha pasado a un segundo o tercer plano, sino de que buena parte de las referencias a ella no tienen nada que ver con la actualidad en el frente, sino que se relacionan exclusivamente con la campaña electoral y la posición de cada uno de los posibles candidatos. Esta, que lleva ya un tiempo en marcha de forma extraoficial, si bien está centrada en asuntos de política interna, siendo como de costumbre la economía el eje principal y en temas como el aborto, toca de vez en cuando la cuestión ucraniana.
Hace unas horas, por ejemplo, en el debate librado entre el gobernador de Florida, Ron DeSantis y la exgobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, quedó claro que la guerra de Ucrania es un factor tenido en cuenta de cara a imponerse en las primarias del Partido Republicano, en las que los dos políticos citados, Vivek Ramaswamy y Asa Hutchinson se las verán con un Donald Trump cuyas posibilidades parecen cada vez mayores. En relación con esto, la postura de este último, que desde Rusia esperan que les favorezca notablemente, dada su oposición a ayudar a Kiev, influye también sobre la del resto de aspirantes a candidato presidencial, conscientes de que representa a una mayoría de los votantes republicanos, cada vez más cansados de la guerra y, en muchos casos, ajenos a la política internacional.
Buen ejemplo de ello ha sido, como decíamos, el debate mantenido por Ron DeSantis y Nikky Haley, en el que esta última, a pesar de haber sido uno de los defensores más fervientes -en lo que al Partido Republicano se refiere- de cara a enviar ayuda a Ucrania, parece haber moderado su posición. De hecho, de las palabras de Haley se desprende que si bien estaría dispuesta a enviar municiones y equipos a Ucrania, no lo estaría del mismo modo a enviar fondos y mucho menos tropas, aunque esto era algo obvio y nadie en los EE. UU. se lo ha planteado realmente.
Así las cosas, y a pesar de que existe una plataforma de «Republicanos por Ucrania» que sirve para organizar posiciones y coordinar acciones entre distintos miembros de este partido favorables a ayudar al país europeo, la cruda realidad pasa por el creciente hartazgo de buena parte de los votantes republicanos, algo que ninguno de los candidatos puede obviar, sea cual sea su postura a nivel personal. Una pérdida de interés que ha venido acentuándose desde que la ofensiva ucraniana comenzara a dar signos de fracasar y que ha influido sobre todo lo ocurrido desde entonces, complicando las negociaciones entre los legisladores estadounidenses, por más que estas todavía puedan servir para alumbrar un acuerdo.
Más allá de la postura de tal o cual candidato, hay que prestar especial atención a la de Donald Trump. El expresidente, no en vano, es el mejor situado para imponerse en unas primarias, que salvo sorpresa ganará de calle. No tanto en las elecciones presidenciales, en las cuales -y dejando hoy de lado todos los problemas legales que arrastra– parece estar muy igualado por el momento con el actual presidente, Joe Biden. Dicho esto, y más allá de que Trump pueda llegar de nuevo a la Casa Blanca y, una vez logrado esto dar o no un giro radical a la postura de los Estados Unidos respecto a Ucrania -tratando por ejemplo de imponer una salida negociada- hay que tener en cuenta también el efecto que su posible retorno al poder tiene sobre algunos de sus aliados, especialmente los europeos.
Las palabras de la francesa Christine Lagarde, actual presidente del Banco Central Europeo y anterior directora del Fondo Monetario Internacional no son sino la puesta negro sobre blanco de lo que muchos políticos y altos cargos europeos piensan respecto a Trump, con más o menos razón, especialmente entre los más creyentes en el proyecto comunitario. Concretamente, Lagarde aseguró, hace unas horas, que el regreso de Trump es «claramente una amenaza» para Europa, basándose en las políticas mantenidas durante su primer mandato y en su forma de hacer política, refiriéndose además a cuestiones como los aranceles comerciales, el compromiso con la OTAN o la lucha contra el cambio climático. No obstante, ni siquiera Lagarde parece pensar que Trump pueda dejar completamente sola a Europa en su apoyo a Ucrania, dados los equilibrios políticos en los EE. UU.
Lo que está claro es que, como sucediera en 2016, la figura de Trump continúa generando preocupación entre muchos de los responsables europeos en relación con la defensa. Las declaraciones de Trump, recordadas por Thierry Breton hace un par de días, acerca de de que los Estados Unidos nunca ayudarían a Europa si esta fuese atacada, son una muestra no tanto de la realidad de la postura del propio Trump -de hecho, sus decisiones respecto a la presencia militar estadounidense en Europa no se correspondieron con sus palabras– como de la percepción europea de su figura.
Hay que tener en cuenta, por una parte, que el contexto de 2016-2020 no era el mismo que el actual. A pesar de lo sucedido en 2014 en el Donbás y en Crimea, y de cómo Rusia podía interpretar la falta de una respuesta, la amenaza rusa contra la OTAN tenía mucho más de mito que de realidad. Trump, en relación con esto, intentó que sus socios europeos dejasen de comportarse como «free riders» (gorrones) al no invertir lo suficiente en defensa (generando de paso «ventanas de vulnerabilidad», como las que derivaron en la invasión de febrero de 2022), sembrando la duda sobre el apoyo estadounidense, pues su interés pasaba -y pasa- por centrarse en Indo-Pacífico.
Tuviese o no razón Trump, e independientemente de que sus formas, más que el fondo de sus acciones, contribuyesen a generar desencanto e incluso miedo entre sus aliados europeos, que lo consideraban -y consideran- impredecible, lo cierto es que entre los más europeístas no son pocos los que darían la bienvenida a su vuelta. Y es que, si su llegada al poder hizo, junto al Brexit, que la «Europa de la Defensa» saliese de su letargo, a través por ejemplo de la PESCO o las negociaciones de cara a aprobar la «Brújula estratégica», el retorno de Trump podría ser (obviando el efecto de factores como el auge del populismo en varios Estados) el espaldarazo definitivo que muchos creen que se necesita para que Unión Europea se constituya en un actor creíble en esta materia.
Dicho todo lo anterior, y volviendo sobre la terrible realidad que se vive en el terreno, tenemos en las últimas horas distintos ataques rusos con drones contra la capital ucraniana. Si bien desde Ucrania no han proporcionado una cifra oficial, sí han trascendido testimonios que apuntan a que las defensas aéreas han estado activas sobre Kiev, como el del alcalde de la ciudad, Vitaly Klitschko.
Desde Rusia, por su parte, su Ministerio de Defensa ha hablado de un dron ucraniano destruido cuando sobrevolaba la región fronteriza de Bélgorod.
Más allá de esto, y en lo referente a los combates, y comenzando por el norte del frente, se han producido diversas acciones en el área de Kupiansk, habiendo fuentes que hablan de un incremento de la presencia rusa y de sus intentos de avance, pese a lo cual las AFU han recuperado terreno al sur de Pershotravnere. También se han registrado bombardeos al oeste de Kreminna, en dirección a Terny.
Diferente ha sido la situación al norte de Bakhmut, concretamente en Vesele, donde se han registrado pequeñas ganancias rusas, siendo el único cambio registrado en esta zona.
En el caso del oeste de la ciudad de Donetsk, las únicas novedades proceden de Mariínka, en donde el Ejército ruso busca la forma de sortear las defensas ucranianas en torno a Heorlivka, tratando de avanzar por el norte y por el sur, en dirección a Pobjeda. También continúan con sus ataques sobre Novomykhilivka, localidad que curiosamente el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, mostraba a Putin en un mapa durante una reunión.
En cuanto al sur del frente, en las últimas horas han llegado varias noticias del eje de Orikiv, en Zaporiyia. Allí, si bien las tropas rusas siguen intentando devolver a las ucranianas al punto de partida previo a la ofensiva estival, y se habla de avances rusos en dirección a Verbove, el alcalde de Melitópol, Ivan Fedorov, ha hablado exactamente de lo contrario: de un avance ucraniano de 500 metros en esta zona.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
En el apartado internacional, y una vez concluida la gira de Zelenski por las repúblicas bálticas, la noticia más importante de la jornada es, sin duda, la visita del primer ministro británico, Rishi Sunak, a Kiev. Una visita que le ha servido para reunirse con el propio Zelenski, a quien ha prometido que la ayuda británica a Ucrania no flaqueará, en un momento en el que la procedente de los Estados Unidos se ha estancado. Sus palabras exactas, que recordaban a las de Churchill (a las que, por cierto, ha hecho referencia Andriy Yermak) durante la Segunda Guerra Mundial, han sido:
“Estoy aquí hoy con un mensaje: Gran Bretaña tampoco dará marcha atrás. Estaremos junto a Ucrania en sus horas más oscuras y en los mejores tiempos que se avecinan. Gran Bretaña ya es uno de los socios más cercanos de Ucrania porque reconocemos que su seguridad es la nuestra”.
Más allá de las declaraciones, y pasando al terreno de los hechos, la visita de Sunak ha venido acompañada de dos movimientos importantes por parte británica:
- En primer lugar, se ha anunciado un nuevo paquete de ayuda militar que, en el plazo de los próximos dos años permitirá suministrar a Ucrania asistencia y equipos por valor de casi 3.000 millones de euros, incluyendo al menos 230 destinados a drónica.
- En segundo lugar, se ha oficializado la firma de un acuerdo de seguridad que tendrá vigencia durante los próximos diez años, con posibilidad de prórroga y que podría extenderse de ser necesario hasta que Ucrania pase a formar parte de la OTAN, quedando su seguridad garantizada entonces por el Artículo 5.
En relación con esto último, Zelenski ha declarado que «si se hubieran logrado tales garantías en 1991, en particular con Gran Bretaña, entonces la guerra no habría comenzado».
Desde Rusia, ha sido Dmitry Medvedev quien rápidamente ha respondido a la visita de Sunak a Ucrania y al anuncio del nuevo acuerdo, declarando que la presencia de tropas británicas en Ucrania constituiría una declaración de guerra para Rusia. De hecho, sus palabras han sido: «Espero que nuestra eterna némesis, la insolente Gran Bretaña, comprenda que el despliegue de su contingente militar oficial en Ucrania significará una declaración de guerra a nuestro país».
Algo que no deja de ser curioso, toda vez que el texto que ha trascendido –y que puede consultarse en la web del Gobierno británico– no plantea esta posibilidad, sino que se centra en áreas como la cooperación industrial en materia de defensa, los intercambios de inteligencia, la colaboración en todo lo relativo a ciberseguridad, la asistencia o la necesidad de alcanzar una paz justa en base a la «Fórmula de paz» de Zelenski.
Dicho esto, Sunak no se ha reunido solo con Zelenski, sino también con otros altos cargos ucranianos, como el ministro de Defensa, el primer ministro o el jefe de la Oficina del Presidente, con cada uno de los cuales ha mantenido conversaciones y tratado diversos temas.
Más allá de la visita de Sunak, también ha sido noticia la de la representante especial de los Estados Unidos para la Recuperación Económica de Ucrania, Penny Pritzker, también recibida por Zelenski y con quien han hablado sobre ayuda financiera o asistencia económica y humanitaria. De hecho, más allá de la defensa, el motivo fundamental de la visita pasaba por hablar sobre la forma de garantizar la estabilidad macrofinanciera de Ucrania, discutiéndose entre otros la forma de poder emplear los activos rusos congelados para la reconstrucción.
Además, se está a la espera de la visita a Ucrania, en cuestión de horas, de la nueva responsable de la diplomacia francesa, Stéphane Séjourné, quien de hecho realizará su primer viaje al extranjero para demostrar así el compromiso con su aliado. Según ha declarado la canciller gala: “Se trata de participar en el fortalecimiento de nuestra acción común, en el marco de una mayor intimidad estratégica, para realizar una ampliación al servicio de nuestro poder geopolítico y profundizar la Europa de la defensa que, en complementariedad con La OTAN contribuirá a nuestra seguridad colectiva».
Cambiando de tercio, en las últimas horas y en el marco de una entrevista con Reuters, el general Oleksandr Syrsky, comandante de las tropas terrestres de las Fuerzas Armadas ucranianas, ha vuelto a solicitar la entrega de aviones de ataque estadounidenses A-10 así como de aparatos capaces de lanzar misiles de crucero de largo alcance, entre otros. Por supuesto, no es la primera vez que desde Ucrania se hacen peticiones de este tipo, obteniendo siempre el silencio por respuesta. En cualquier caso, el general ucraniano sigue sosteniendo que: «los helicópteros de ataque como el AH-64 Apache y el AH-1 Super Cobra, así como el UH-60 Black Hawk, también podrían desempeñar un papel importante» mientras el país continúa esforzándose en mantener «[…] una defensa activa en la que no sólo nos quedamos a la defensiva, sino que contraatacamos constantemente; y en ciertas direcciones vamos a la ofensiva».
Mientras la ayuda exterior continúa negociándose para los próximos meses y años, desde Ucrania han anunciado que el Gobierno continuará estimulando la economía nacional, por ejemplo mediante la creación de nuevos parques industriales, como que que se va a construir en Zakarpatia y que permitirá crear 2.000 nuevos puestos de trabajo, según el primer ministro del país. En total, los planes ucranianos pasan por desembolsar 18.000 millones de grivnas (434 millones de euros) en préstamos blandos para pequeñas y medianas empresas, así como conceder más de 15.000 subvenciones.
Además de esto, se ha sabido que los gastos sociales ascenderán durante 2024 a 470.000 millones de grivnas o, lo que es lo mismo, 11.343 millones de euros, lo que suma 25.000 millones de grivnas (603 millones de euros) más que el año pasado. Con esta cantidad deberán abonarse subsidios a personas con discapacidad, pagos de pensiones, ayudas a los desplazados internos o las que corresponden a los veteranos de guerra, entre otras cosas.
Cambiando de tema, desde Suiza se han hecho varios anuncios relativos al suministro de vagones de tranvía a Ucrania. La ciudad de Berna cederá 11 trenes tranvía retirados de su red a Leópolis, en el oeste de Ucrania, mientras que Zúrich entregará «probablemente 67» a Vinnytsia, al suroeste de Kiev, para renovar parte de su parque, según han anunciado desde la Secretaría de Estado de Economía de Suiza, que espera que los vagones sean entregados a finales de verano de este año.
Para finalizar, toca hablar del escritor ruso Boris Akunin, cuyo verdadero nombre es Grigori Tchkhartishvili y que vive exiliado en Londres desde 2014, pues acaba de ser clasificado por Moscú como un “agente extranjero”, tras su inclusión en la lista de “terroristas y extremistas”. Entre las acusaciones lanzadas por la justicia rusa están las de “oponerse a la operación militar especial en Ucrania” y la de haber “difundido información inexacta destinada a dar una imagen negativa de Rusia y sus fuerzas armadas”.
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