Durante la última jornada, y más allá de los renovados ataques rusos sobre Avdiívka o de los lanzamientos de misiles y drones contra Ucrania, ha sido noticia la celebración de una lujosa cena por parte de Putin a la que han sido invitados algunos de los familiares de los soldados muertos, coincidiendo con la víspera de la Navidad ortodoxa. También la visita de la ministra de Exteriores japonesa a Kiev, el cansancio de parte de los votantes estadounidenses respecto de la ayuda a Ucrania y la política comunitaria en una Unión Europea en la que Charles Michel ha anunciado que abandonará en breve su cargo de presidente del Consejo Europeo para concurrir a las elecciones europeas.
La política estadounidense sigue marcando la actualidad de la guerra de Ucrania y, especialmente, su futuro. No son ya los problemas internos dentro del partido Demócrata, que no tiene un reemplazo válido para Joe Biden, una figura que ha estado cuestionada desde antes de su llegada a la presidencia, o la incertidumbre ante el resultado de las próximas elecciones. Es que el país vive constantemente en vilo por la posibilidad de los cierres gubernamentales, dependiendo una y otra vez de negociaciones in extremis que, entre otras cosas, reducen la atención sobre algunos de los otros problemas que los legisladores deben afrontar, como la cuestión de la ayuda a Ucrania y su importancia relativa frente a la ayuda a otros aliados.
En relación con esto, en las últimas horas los líderes del Congreso han llegado a un nuevo acuerdo de gasto por valor de 1,66 billones de dólares que permitirá mantener el Gobierno en funcionamiento durante 2024. Acuerdo que, en su mayor parte, servirá para financiar al Departamento de Defensa, con un presupuesto de 886.300 millones de dólares, destinándose los otros 772.700 millones a otros gastos internos no relacionados con esta área.
Como decíamos, los constantes problemas de la política interna, que siempre ha pesado más sobre los votantes estadounidenses que la política exterior, son uno de los elementos que «distrae» a la clase política de problemas como el del apoyo a Ucrania. No obstante, también la necesidad de atender a otros frentes, como el que se abrió en Oriente Medio a raíz del ataque de Hamás a Israel, o la necesidad de generar una disuasión efectiva por parte de Taiwán frente a la República Popular de China, requieren de constante atención y fondos.
Todo mientras la clase política tiene un ojo puesto en las encuestas de opinión, la última de las cuales vuelve a demostrar cierto hastío en relación con el suministro de ayuda a Ucrania, especialmente en aquellos estados indecisos que se aparecen como claves de cara a las próximas elecciones. Así, sin pretender que una sola encuesta sea ni mucho menos determinante, está claro que estas permiten explicar a las claras la posición del partido Republicano, incluso de sus integrantes más moderados, que no pueden ir contra la opinión de buena parte de sus votantes, pero que también influyen sobre la de los demócratas, mientras el escepticismo crece y el apoyo a la finalización del conflicto también se incrementa.
Mientras esto ocurre a un lado del Atlántico, al otro nos encontramos a un Putin que, si bien ha sido criticado desde el exterior por adoptar una escenografía más propia de la época zarista que de la primera mitad del siglo XXI, sabe perfectamente lo que se hace en términos de comunicación estratégica (le dedicamos un capítulo específico en nuestro tercer libro sobre la guerra de Ucrania), reforzando su figura de «padre» del pueblo ruso y de «todos los pueblos de Rusia». Una figura que debe aparecerse a la población como benevolente y preocupada por sus problemas, pero también lejana e intocable, de ahí que siempre se mantengan las distancias respecto a esta, incluso en los actos aparentemente más íntimos.
Lo ocurrido en las últimas horas constituye un ejemplo fantástico de todo lo anterior, con Putin ataviado con traje pero a modo informal (sin corbata), reunido en el mismo salón que unos cuantos jóvenes familiares de algunos de los militares caídos desde el comienzo de lo que siguen denominando como «Operación Militar Especial», coincidiendo con la Navidad ortodoxa que se celebra, tradicionalmente, trece días después de la Navidad católica.
Respecto a esto, el acto cumplió con todos los clichés, incluyendo la presencia y el componente religioso, mascarillas pero solo por parte de los camareros, una posición central de Putin, que presidió la larga mesa no desde uno de sus extremos sino desde el centro, aunque a cierta distancia del resto de asistentes y continuos mensajes relativos al sacrificio que muchos rusos están realizando por la patria y, especialmente, a la forma en que el Gobierno se preocupa por ellos. Por supuesto, las familias no tuvieron ni voz ni voto en este encuentro, estando cada movimiento y palabra perfectamente medido y se diría que hasta ensayado de antemano.
Todo mientras sigue inmerso en la reconstitución de la vertical del poder en Rusia, para lo cual, lejos de seguir confiando en los oligarcas enriquecidos durante la transición de la Unión Soviética a la Rusia actual (aunque continúan siendo parte fundamental del entramado del poder), y después de que sujetos como Prigozhin (o incluso un Kadyrov que ha optado por ocupar, al menos generalmente, un discreto segundo plano) presentasen problemas, se está centrando en crear una nueva clase de burócratas que están acumulando grandes fortunas, pero son leales y, además, firmes partidarios de la guerra.
Sin el mismo carisma, pero igual de asentado en el puesto después de superar hace algo más de tres años una gran crisis interna, Lukashenko está haciendo, con el apoyo de Putin, algo parecido. Hasta el punto de que ha sido capaz de autoconcederse inmunidad procesal vitalicia, lo que imposibilitará que, salvo que se produzca un levantamiento tal que culmine con la caída del régimen y su captura al modo de Ceaucescu, pueda responder por ninguna de sus acciones.
Más allá de esto, las últimas horas nos han dejado nuevos ataques rusos con misiles y drones sobre el interior de Ucrania. A colación, es interesante compartir la gráfica publicada por el Ministerio de Defensa de este último país, en la que hacen un repaso a los derribos logrados durante 2023. Teniendo en cuenta lo que explicamos ayer acerca de las estadísticas, con las que conviene ser cautos, estaríamos hablando de 2.691 drones tipo Shahed-131/136 (Geran-1/2), 887 misiles de crucero, 15 misiles hipersónicos, 35 drones Lancet y 131 de otros modelos, como los Orlan. Todo lo cual, más que una idea de la efectividad -que sabemos que es alta, pues la destrucción se ha reducido de forma notable-, nos ofrece un panorama preocupante respecto al consumo de municiones antiaéreas.
Dicho esto, se habría registrado el lanzamiento de 28 drones Shahed, de los cuales 21 habrían sido neutralizados, lo que no ha servido para evitar impactos en Dnipró. También se han registrado dos fallecidos civiles en Jersón, aunque en este caso por un bombardeo artillero, al parecer.
En cuanto a los combates, que siguen provocando un importante desgaste, lo cierto es que las novedades son mínimas una jornada más, al menos en lo relativo a los movimientos. De hecho, no hay ninguna novedad procedente del norte del frente.
En el caso de Bakhmut, se ha hablado de pequeños avances rusos en la zona más meridional, en dirección a Klischiívka, aunque en cualquier caso serían mínimos y no representarían ningún cambio en la situación general.
Al oeste de Donetsk, por su parte, continúa el esfuerzo ruso tanto al norte de Avdiívka, en la zona del Terrikon, como al sur, concretamente hacia Pervomaiske y Perekrestok (a poniente del anterior). También, al sur de Mariínka, en Novomykhailivka, aunque en este caso recientes contraataques ucranianos han permitido restablecer en parte la situación, después de los últimos avances logrados por el Ejército ruso.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
Pasando al apartado internacional, lo cierto es que la actividad sigue siendo reducida y no es previsible que se recupere por completo hasta mediada la presente semana, coincidiendo con las reuniones que se mantendrán tanto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como entre Ucrania y la OTAN.
Pese a ello, sí hay noticias que compartir. En primer lugar, tenemos que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha recibido en las últimas horas a la ministra de Exteriores de Japón, Yoko Kamikawa. Unas horas antes, la máxima responsable de la diplomacia nipona, que ha tenido que resguardarse en un refugio antiaéreo de Kiev debido a los ataques rusos, había anunciado la concesión de 37 millones de dólares (33,8 millones de euros) destinados a proporcionar a Ucrania un sistema de detección de drones. Según las declaraciones de Zelenski:
“Japón es uno de nuestros socios más importantes y poderosos. Estoy agradecido por el nivel de cooperación que hemos alcanzado: una verdadera asociación estratégica. […] Agradezco a Japón toda la valiosa asistencia que ha brindado a nuestro país, particularmente en términos de seguridad, influencia dentro del G7 y en la escena internacional, y asistencia financiera, económica y humanitaria. Nous avons discuté de notre coopération future, notamment de la Conférence sur la reconstruction de l’Ukraine, en février, ainsi que des prochaines étapes communes dans le domaine de la sécurité, en travaillant ensemble sur une formule de paix et en renforçant les sanctions contre Rusia. Estoy seguro de que este año será importante para nuestras relaciones bilaterales ”, añade el Jefe de Estado.
No ha sido el único en reunirse con la emisaria japonesa. También lo han hecho por una parte el presidente del Gobierno de Ucrania, Demys Shmyhal, con quien ha hablado sobre industria digital e infraestructuras, entre muchos otros temas, incluyendo la implementación de la «Fórmula de paz» de Zelenski. Además de esto, en su reunión anunciaron que Japón estaba preparando una serie de «importantes documentos» de cara a su firma, seguramente relativos a la participación de empresas japonesas en la reconstrucción de Ucranai, aunque no dieron muchos más detalles.
Lo mismo aplica para el ministro de Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba, quien ha acompañado a Kamikawa en su visita, interrumpida por las alertas aéreas, lo que ha forzado la realización de la rueda de prensa conjunta en un búnker subterráneo, dejando una curiosa imagen.
Además de atender a la ministra nipona, Zelenski ha tenido tiempo, como hace a diario, de dirigirse a la población ucraniana. En este sentido, ha hablado sobre los planes del país en relación con sus socios de la Unión Europea y la OTAN, de cara a los cuales han mantenido una reunión interna en Ucrania, destinada a definir las tareas a llevar a cabo, preparar el marco de negociaciones con la UE y desarrollar un sistema de relaciones y comunicación con los Estados miembros de la OTAN a través del cual difundir la idea de que la Alianza será mucho más segura si Ucrania forma parte de la misma.
Precisamente la UE ha sido también noticia, aunque en esta ocasión no por la ayuda a Ucrania, sino por la situación de incertidumbre que deja el anuncio hecho por el actual presidente del Consejo de Europa, el belga Charles Michel, quien abandonará su cargo antes de agotar su mandato, para concurrir en las elecciones europeas que se celebrarán de aquí a unos meses, concretamente en Junio.
Hay que decir, en cualquier caso, que aunque la situación haya terminado de estallar en las últimas horas, hace ya semanas que se venía especulando respecto al futuro de Michel y las incógnitas que se abrirían si finalmente decidiese buscar una salida a su carrera política (de otra forma agotada), a través de las elecciones al Parlamento Europeo. De hecho, el propio Michel había intentado hacerse con un puesto internacional de relumbrón, tratando de lograr la presidencia del Banco Europeo de Inversiones, algo que finalmente no consiguió, lo que le «condena» a retornar a la política nacional belga. En este caso lo hará enfocándose en Europa al liderar la lista del Movimiento Reformista (MR), el partido liberal francófono belga del que procede, al igual que su padre, Louis Michel, que fue ministro de Asuntos Exteriores, y su hermano, Mathieu Michel, actual secretario federal.
Así las cosas, el político se presentará a los comicios de junio en la lista del liberal Movimiento Reformista, lo que obligará a los Veintisiete a buscar un sustituto, asumiendo el cargo de forma interina mientras tanto el actual primer ministro de Hungría, Víktor Orban, a quien corresponderá la presidencia de turno rotatoria de la UE en la segunda mitad del año. La cuestión no es baladí, pues son muchos los Estados miembros que no quieren que Orban adquiera una influencia mayor de la que ya tiene, no solo porque es uno de los líderes más proclives a Rusia, sino porque además Hungría no es precisamente un ejemplo en términos democráticos.
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