Si bien durante las últimas jornadas el número de noticias relacionadas con la guerra de Ucrania se ha reducido de forma palpable, son todavía varios los temas sobre los que se debate, a falta de cambios en la situación militar o política que devuelvan este conflicto a las portadas. Temas que van desde la situación real de la economía rusa a la posibilidad de que la guerra influya sobre el resultado de las próximas elecciones al Parlamento Europeo.
El Alto Representante de la Unión Europea, el español Josep Borrell, ha expresado en las últimas horas su temor a que la guerra de Ucrania y el miedo de la ciudadanía europea a Rusia o el temor que la propia guerra generan, pueda influir sobre las próximas elecciones al Parlamento Europeo, que tendrán lugar el próximo verano. Unas elecciones en las que se espera una disminución en el número de diputados obtenidos por parte de los partidos liberales y un auge significativo por parte de las fuerzas de extrema derecha que, en muchos casos, son además antieuropeas.
Lo más curioso del caso es la explicación ofrecida por este veterano político, en su entrevista con el medio británico The Guardian, en la que se se refiere a causas hormonales para explicar el auge de este tipo de partidos, que suelen ser, además «partidos del orden». Las palabras exactas de Borrel han sido: “Tengo miedo del miedo, tengo miedo de que los europeos voten porque tienen miedo. Está científicamente comprobado que el miedo ante lo desconocido y la incertidumbre genera una hormona que exige una respuesta de seguridad. Esto es un hecho”.
Más allá de la valía científica del argumento, lo que Borrell parece querer decir es que, una situación en la que este tipo de partidos obtengan una importante representación -y en términos de elecciones nacionales, llevan tiempo creciendo, como demuestran los recientes casos de Eslovaquia o Países Bajos-, beneficiará a Rusia. Al fin y al cabo, algunas de estas fuerzas políticas son proclives a Rusia por razones de cercanía ideológica con Putin. Además, como hemos explicado en varias ocasiones, desde la propia Rusia se hace mucho, al menos en términos de guerra informativa, para que se vean beneficiados, pues entienden que su mejor baza no es una victoria militar que parece por ahora fuera de su alcance, sino llegar a una situación en la que la voluntad de Occidente de apoyar a Ucrania se quiebre, forzando a este país a establecer negociaciones ante la falta de sostén.
Así las cosas, en los próximos meses podría llegarse a una situación en la que el ya casi tradicional «cordón sanitario» establecido en el Parlamento Europeo por las fuerzas mayoritarias y destinado a frenar la influencia y posibilidades de los partidos más antieuropeos no sea suficiente. Ahora bien, convendría también a Borrell, en relación con esto, huir de explicaciones relativamente sencillas, como el miedo, si lo que se pretende es analizar las razones por las que su representación va en aumento, al mismo tiempo que la de aquellos que representan algunas de las ideas más proeuropeas decrece. Al fin y al cabo, por más que estos exploten el temor que generan algunos asuntos, como la inmigración, en muchos casos su éxito obedece a causas más complejas y a un desencanto con los partidos tradicionales o con el proyecto europeo que sería lo que habría que atajar si de salvar a la UE se trata.
Un desencanto que, al menos en parte, tiene que ver con la tradicional incapacidad de la UE para ofrecer respuestas en el ámbito de la seguridad y la defensa, pues no es un actor pleno en ninguna de estas esferas. De hecho, más allá de las miserias de sus países miembros o del conjunto en términos de capacidades, o del hecho de que la defensa siga siendo una materia –pese a algunos avances recientes-, reservada a los Estados, hay un problema que es básicamente ideológico y que impide a algunos políticos –como el propio Borrell– entender por completo la forma Rusia de entender el mundo o sus aspiraciones -y también inquietudes- y, por lo tanto, ofrecer soluciones realmente factibles al problema que este país presenta.
En relación con esto, como explicáramos a principios de 2021, precisamente tras un encontronazo diplomático entre la UE y Rusia protagonizado por Borrell, «Mientras sigamos planteando los términos de la relación con Rusia desde nuestra atalaya moral, intentando explicar a los «pobres» rusos que hay un mundo mejor más allá de Putin (y no negamos la mayor), los resultados serán los contrarios a los esperados. En este sentido, si es triste el error cometido por Borrell al ir a Rusia a hablar de ciertos temas, todavía es más triste la reacción de parlamentarios como el polaco Kosma Zlotowski, quien espetó al catalán «Lo que ha hecho es dar al traste con la política que teníamos. A pesar de las atrocidades parece que estamos dispuestos a normalizar nuestras relaciones con Rusia».
Dicho esto, aunque el tema también guarda relación, sigue debatiéndose el papel de las sanciones económicas a Rusia y su efecto. Si bien es cierto que no han logrado el efecto esperado, mostrándose incluso muy decepcionantes en algunos ámbitos, pues han podido ser evadidas por Rusia, tampoco hay que menospreciar el papel de las mismas. Especialmente en lo relativo a limitar el acceso ruso a tecnologías y componentes modernos, algo que si bien no ha evitado que este país pueda continuar en guerra, va distanciando su economía de la de aquellos estados que más avanzan en algunos de los campos de mayor proyección.
Al fin y al cabo, aunque Rusia esté intentando suplir con producción nacional sus necesidades y de desarrollar su industria de forma que cubra el hueco dejado por las empresas extranjeras que han abandonado el país, o bien esté recurriendo a países como Irán o China para abastecerse, no conviene sobrevalorar sus capacidades. El país simplemente no puede ni movilizar el capital necesario para cubrir las inversiones que requiere ser puntero en algunas de estas materias, ni tiene la mano de obra especializada que se requiere, ni puede hacerse a corto plazo. Así pues, por más que el sueño autárquico de Putin pueda parecer atractivo para muchos y la propaganda del Kremlin se afane en defender su necesidad, el escenario más plausible a medio plazo sigue siendo el de un país crecientemente atrasado, salvo en aspectos muy puntuales, como los relacionados con la drónica militar, y con matices, dado que no cubren todo el espectro de sistemas.
Cambiando ya a la situación sobre el terreno, tenemos en las últimas horas que se han producido nuevos ataques rusos con drones y misiles sobre el territorio ucraniano. En concreto, las autoridades ucranianas aseguran haber derribado nueve drones durante la última noche, estando la defensa antiaérea activa en varias regiones del país, especialmente en la de Odesa y registrándose explosiones en ciudades como Krivói Rog. Del lado contrario, los ucranianos habrían logrado alcanzar un depósito de combustible en Ilovaisk, localidad controlada por Rusia.
En cuanto a los movimientos, lo que encontramos en la última jornada al norte del frente son muy escasas novedades, más allá de algunas batallas posicionales como las que se libran regularmente en torno a Bilohorivka.
Diferente es la situación en el área de Bakhmut, que sigue complicándose para las tropas ucranianas, aunque estas continúan cediendo terreno de forma ordenada, mientras intentan maximizar las bajas rusas. Bajas que siguen produciéndose a un ritmo endiablado, como puede verse en el tuit de Andrew Perpetua que compartimos sobre estas líneas y que da idea del desgaste soportado. Pese al mismo, los avances rusos siguen sucediéndose tanto al norte de la ciudad como al sur, desde Khormove hasta Kurdyumivka.
En cuanto al oeste de la ciudad de Donetsk, se siguen librando combates en torno a Avdiívka, en donde Rusia ha hecho ligeros progresos al norte de esta urbe, concretamente en los alrededores de Krasnohorivka. La situación allí, a tenor de las propias fuentes ucranianas, es francamente complicada.
Respecto al sur del frente no hay novedades de consideración.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
Con el inicio del fin de semana y en vísperas de Nochebuena, la actividad institucional y diplomática ha decrecido en comparación con días anteriores. No obstante, algunas noticias han destacado durante la jornada 668ª del conflicto.
En este sentido, el ministro del Interior de Estonia, Laurii Laanemets, ha afirmado que el país está preparado para ayudar a movilizar a los ciudadanos ucranianos que en su territorio se encuentran si Ucrania así lo solicita. En particular, en Estonia hay en estos momentos alrededor de 7.500 ciudadanos ucranianos en edad de luchar, si bien algunos estarían exentos por distintas razones. Sin embargo, como el ministro Laanemets también afirmaba, de acuerdo con el Derecho internacional Ucrania no puede movilizar a los ucranianos que viven en Estonia sin que se concluya un acuerdo entre ambos estados. Por el momento, Estonia es el único país que se ha pronunciado abiertamente sobre este tema tras las declaraciones del ministro de Defensa de Ucrania, Rustem Umerov, en las que afirmaba sobre la importancia de unirse al Ejército para los ucranianos, incluidos aquellos que residen en el extranjero.
En relación con ciudadanos ucranianos residentes en el extranjero, Taiwán junto con la Alianza de Metrópolis Polacas ha establecido un fondo de 1 millón de dólares para apoyar a refugiados ucranianos en Polonia. Estos fondos tendrán como objetivo la puesta en marcha de proyectos solicitados por las distintas ciudades polacas destinados a mejorar las condiciones de vida de los refugiados, incluidas las oportunidades educativas para menores ucranianos, pero también facilitar la preparación para su eventual regreso a Ucrania.
Continuando con Polonia, los agricultores suspenderán las protestas en el puesto de control fronterizo de Shehyni-Medyka a partir del 23 de diciembre hasta el 2 o 3 de enero con motivo de la Navidad, aunque los camioneros seguirán con los bloqueos en otros tres cruces y permitirán el paso a un número menor de vehículos. Esto es, el paso de un camión comercial cada tres horas en lugar de tres cada hora.
Cambiando de tema, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ha firmado en las últimas horas nuevos decretos que imponen sanciones adicionales a más de 130 entidades y más de 20 individuos. Según el mandatario, están dirigidas a aquellos que “trabajan por la agresión rusa, los que la ayudan, los que toman el innoble camino de la colaboración con el Estado terrorista”. Ahora bien, estas no son las únicas sanciones de la semana pues el Departamento del Tesoro estadounidense ha prohibido desde el 22 de diciembre las importaciones de salmón, bacalao, abadejo y cangrejos rusos, así como productos elaborados durante su procesamiento total o parcial en Rusia.
Para finalizar, la Misión Permanente de Rusia ante las Organizaciones Internacionales en Viena ha informado a la Agencia Internacional de la Energía Atómica (IAEA) de que cuentan con personal suficiente en la central nuclear de Zaporiyia para garantizar su funcionamiento seguro tanto en modos de parada en frío y en caliente, pero también para el mantenimiento programado. Por el momento, la IAEA no se ha pronunciado si bien hay que tener en cuenta que no ha logrado sus objetivos de establecer una zona de seguridad y protección alrededor de la central tal y como se pretendía durante las negociaciones con ambos países en conflicto.
Deja una respuesta