A pesar de los constantes ataques con drones y de los intensos combates, las noticias más importantes relativas a la guerra de Ucrania continúan procediendo del exterior, concretamente de los Estados Unidos y la Unión Europea y, todas ellas de una forma u otra conectadas con el «cansancio de guerra». Así, mientras en Washington se negocia un acuerdo de última hora que cada vez parece más posible, en Bruselas se buscan formas de sortear los continuos vetos húngaros. Mientras tanto, en Moscú, Putin ha comenzado su campaña electoral haciendo hincapié en el ideario nacionalista y asegurando que «Rusia será un estado autosuficiente y soberano o no existirá».
Decía el historiador Paul Kennedy que las naciones que han tenido éxito en las guerras a largo plazo son aquellas que han mantenido un equilibrio sostenible entre sus recursos económicos y sus compromisos militares. Más exactamente, aunque de forma muy resumida, que en los conflictos prolongados normalmente terminaban por imponerse, independientemente de las ventajas tecnológicas o los avances doctrinales, aquellos Estados que:
- Disponían de una base económica sólida: Las naciones con economías fuertes y diversificadas tendían a ser capaces de reunir más recursos para sostener esfuerzos de guerra prolongados. Recursos que incluyen no solo la riqueza financiera, sino también la capacidad industrial y tecnológica.
- Equilibrio entre los gastos militares y los recursos: En referencia a que aquellas potencias que han evitado la sobreextensión militar, es decir, que no han gastado en sus fuerzas armadas más de lo que su economía podía soportar, generalmente han tenido más éxito.
- Se mostraban más adaptables y eran capaces de formar alianzas estratégicas: Las naciones capaces de evolucionar a la vez que lo hacía el entorno militar y político, y que han sabido formar alianzas efectivas, han tenido ventajas significativas sobre las que no lo han hecho.
Claro está, la argumentación de Kennedy estaba pensada para explicar lo que ocurría cuando dos estados aspiraban a la hegemonía, lo que ya nos dice que se trataba de actores pares o casi. No es así en la guerra de Ucrania, en la que uno de los Estados implicados (Rusia) cuenta con recursos en todos los aspectos muy superiores a los que es capaz de reunir, por sus propios medios, el otro (Ucrania).
Esto hace que las posibilidades de este último a la hora de defenderse de la agresión rusa dependan sobremanera de la ayuda exterior y, también, que haya quien sostenga que sin esta, podrían perder definitivamente la guerra tan pronto como el próximo verano, entre problemas para mantener sus Fuerzas Armadas en situación de combatir tanto a nivel material como, cada vez más, a nivel humano, dada la dificultad de encontrar buenos reclutas.
Ahora bien, en el caso del que hablamos la situación es mucho más compleja, si cabe, que cuando nos referimos a la competición entre dos estados con capacidades y ambiciones similares. Si por una parte, está el tema de los «puntos de Schelling» (cuestión que ya hemos explicado suficientemente) y el diferente grado de implicación de unos actores y otros, al tratarse de una guerra por delegación, por otro tenemos que el diferencial total de recursos entre los aliados de Ucrania y Rusia sigue siendo abismal, por muchos factores que queramos introducir para aminorar esta relación, como el problema de los stocks o la relativa incapacidad de la industria de defensa occidental para producir en masa.
Si atendemos a los datos de fuentes como el Banco Mundial o el CIA World Factbook (asumiendo sus limitaciones), tenemos la siguiente comparación:
Categoría | Rusia | UE + EEUU +Canadá + Australia + UK |
---|---|---|
Población (millones) | 145.800.000 | 811.500.000 |
Superficie (km²) | 17.098.242 | 24.301.769 |
PIB (millones de $) | 1.710.000 | 44.420.000 |
Claro está, el hecho de que Rusia esté implicada directamente en la guerra y los aliados de Ucrania no intervengan salvo mediante el envío de ayuda, hace inútil la diferencia de población. Ahora bien, la comparativa en términos económicos continúa resultando tan dispar, que es también normal que haya quien argumento, no sin razón, que el problema del «cansancio de guerra» es, en última instancia, un problema creado por los propios líderes occidentales.
Al fin y al cabo, incluso los estados más comprometidos con Ucrania han donado cantidades ínfimas, en términos de Producto Interior Bruto y, en el mejor de los casos, seguirá siendo así en el futuro. No hay más que atender al anuncio de la primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, quien hace unos días aseguró en las redes sociales que su país destinaría durante los próximos cuatro años el 0,25% de su PIB a ayudar a Ucrania.
La contra de esta inmensa desigualdad de recursos, incluso teniendo en cuenta todos los problemas de Occidente para transformarlos en producción bélica, los relativos a las cadenas de suministros o los derivados de décadas de «vacaciones estratégicas» (algo que explicó el profesor Guillem Colom en nuestro primer libro) y de cobrarnos los «dividendos de la paz», es que dar un vuelco a la situación depende de factores internos, más que de la capacidad o no de movilizar cantidades de fondos que, por sí solas, podrían abrumar los esfuerzos rusos.
Esto, aplicado a la situación actual, implica que pese a las malas noticias de las últimas semanas para Kiev, un pequeño cambio de posición en los Estados Unidos o en la UE, logrando acuerdos sobre financiación, devolvería inmediatamente a Ucrania no a una situación de ventaja (porque para ello habría que obviar las limitaciones a la escalada), pero sí a otra en la que estarían en situación de seguir luchando durante mucho tiempo más, lo que tendría un importante impacto sobre una Rusia que está jugando su mayor carta no en el frente, sino en dividir el bloque formado por Ucrania y sus aliados, el interior de las sociedades de estos últimos y, por supuesto, en seguir flanqueando a la OTAN y la UE, de forma que deban divertir recursos en otras áreas.
Mientras esto se decide, la guerra sigue con su constante reguero de bajas para ambos bandos, pero con cambios territoriales mínimos, por no decir nulos. También con el intercambio de golpes, que en las últimas horas ha implicado un ataque ruso con una veintena de drones Shahed-131/136 (Geran-1/2) y al menos un misil de crucero Kh-59 y un misil balístico Iskander, de los que según Ucrania habrían sido derribado tanto los drones como el misil Iskander. Aun así, ha fallecido al menos una persona en la región de Odesa, debido al impacto de los restos de un misil o dron.
Ucrania, como en jornadas anteriores, ha continuado también respondiendo a estos ataques con sus propios drones. Así las cosas, se ha hablado de aparatos sobrevolando la parte ocupada de la región de Jersó y de explosiones en Skadovsk. También de nuevos cortes de luz en Donetsk y de la llegada de drones a la base aérea de Morozovsk, en la región rusa de Rostov e incluso a Volgogrado. En total, el Ministerio de Defensa ruso habla de 33 drones ucranianos derribados en las últimas horas, lo que incide en el análisis que hicimos ayer sobre el intercambio de golpes y la postura de Kiev al respecto.,
Más allá de esto, apenas hay novedades procedentes del frente. El Ejército ruso ha continuado lanzando ataques al norte, en dirección a Sinkiv’ka desde Lyman Pershiy, pero los cambios son despreciables, aguantando las Fuerzas Armadas ucranianas por el momento en esta pequeña villa.
En Bakhmut, el Ejército ruso continúa concentrándose en las áreas de Khromove, al norte, y de Klischiívka, al sur.
En cuanto al oeste de la ciudad de Donetsk, tenemos que Rusia ha continuado en los últimos días atacando desde Krasnohorivka, al norte de Avdiívka, en dirección tanto a esta ciudad como a Stepove. Al sur, aunque los avances son escasos, han encontrado su mejor baza en la urbanización que comunica Vodiane con Pervomaiske. En el caso de Mariínka, aunque no se han registrado nuevos cambios de posición en el interior de la localidad, sí tenemos que al sur Rusia ha seguido atacando Novomikhailivka.
Al sur, para finalizar, en el eje de Orijiv, se han registrado avances rusos al norte de Verbove.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
El apartado internacional nos lleva, una vez más, a los Estados Unidos. Si bien durante el fin de semana no ha terminado de cerrarse un acuerdo entre republicanos y demócratas a propósito de la ayuda a Ucrania -y de las cuestiones relacionadas, como la política migratoria, que es lo que lo mantiene bloqueado-, hay voces que se han mostrado «muy optimistas» en las últimas horas, como la del senador demócrata Joe Manchin, quien cree que se podría cerrar el asunto en breve.
Al mismo tiempo, en la Unión Europea son cada vez más quienes cuestionan unas reglas de gobernanza que permiten que países, por lo demás insignificantes en términos humanos o económicos, como Hungría, puedan mantener bloqueada la política comunitaria, planteando a cada día que pasa nuevas exigencias a unos y otros socios. Durante el fin de semana, aunque no tiene que ver directamente con Ucrania, el régimen encabezado por Orban ha anunciado que vetará la entrada de Bulgaria en el espacio Schengen a menos que este último elimine un impuesto de tránsito sobre el gas ruso.
Respecto a la Unión Europea, se ha vuelto a pronunciar en las últimas horas, a través de las redes sociales, Zelenski, quien ha anunciado en su discurso diario al país que esta misma semana comenzarán las conversaciones entre su país y Bruselas para evaluar la correspondencia entre el corpus legal ucraniano y el comunitario, de forma que puedan determinarse qué cambios debe acometer Kiev para que la futura adhesión no suponga un problema en este aspecto.
Al mismo tiempo su mujer, la primera dama Olena Zelenska, quien normalmente se encarga de todo lo relacionado con la diplomacia cultural, se ha reunido con los directores de distintas orquestas que han venido colaborando de una forma u otra con la causa ucraniana. En este caso concreto, Zelenska se ha visto con Peter Gelb, director general de la Ópera Metropolitana, y Keri-Lynn Wilson, líder de la Orquesta de la Libertad de Ucrania, quienes han visitado Kiev y a quienes ha agradecido su apoyo y la organización de conciertos destinados a dar visibilidad a la música ucraniana.
Más allá de esto, se han pronunciado también en las últimas horas desde el Fondo Monetario Internacional. Concretamente su directora, Kristalina Georgieva, ha instado tanto a los Estados Unidos como a la Unión Europea a superar sus problemas y desbloquear rápidamente decenas de miles de millones en ayuda a Ucrania, pues el crecimiento de la economía de este país depende de la misma para seguir produciéndose.
Otra de las fuentes de financiación con las que Ucrania espera llegar a contar es, como sabemos, la relacionada con los activos rusos bloqueados en el extranjero. Si bien continúa habiendo países que se oponen a tocar estos bienes y fondos y se sentaría un precedente cuyos efectos serían difíciles de predecir en el futuro, dentro del G7 se han intensificado las negociaciones para encontrar el modo de hacer uso de los mismos. Se espera que los miembros de la organización se reúnan coincidiendo con el segundo aniversario de la guerra y, también, que puedan tomar una decisión al respecto.
En cuanto a Rusia, las noticias giran principalmente en torno al primer discurso de Putin, ya como candidato oficial de cara a las próximas elecciones. Según sus palabras, dirigidas a los miembros del partido Rusia Unida (recordemos que concurrirá como candidato independiente, pese a controlar este partido): «Rusia será una potencia soberana y autosuficiente, de lo contrario ya no existirá” […] Rusia no puede, como algunos países, renunciar a su soberanía a cambio de unas salchichas y convertirse en el satélite de alguien”, frase hecha en referencia a Ucrania, país que considera una marioneta de Occidente. Si bien no ha dicho nada realmente nuevo, las palabras de Putin adelantan las líneas maestras de su campaña y de su próximo mandato, que se da por hecho: revisionismo histórico, nacionalismo a ultranza y autosuficiencia en lo económico, algo esto último en lo que las sanciones internacionales están siendo de ayuda a la hora de forzar una autarquía que el líder ruso parece desear.
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