Guerra de Ucrania – Día 649

La última jornada de guerra en Ucrania ha venido marcada por las noticias en torno a la ayuda estadounidense, a punto de llegar a su fin si no se alcanza un acuerdo en el Congreso que permita sacar adelante la propuesta de nuevos fondos hecha por la Administración Biden. También respecto a la producción de nuevos sistemas de artillería y municiones, tanto en la propia Ucrania, como con dirección a este país, tras el anuncio de una compra por valor de 142 millones de euros a Rheinmetall que serán producidos en España por Expal. Mientras tanto, Zelenski ha sido llamado a hablar ante el Senado norteamericano, Ucrania ha anunciado que ha logrado exportar 7 millones de toneladas de mercancías desde sus puertos del mar Negro y Putin, quien ha recibido las credenciales de los nuevos embajadores ante Rusia, se ha quejado de las relaciones entre su país y Occidente.

La guerra de Ucrania, a pesar de los esfuerzos de este país por dotarse de medios que le permitan mantener el esfuerzo bélico por sí mismo si es necesario, continúa siendo en lo fundamental una guerra por delegación en la que la ayuda internacional sigue siendo el elemento fundamental que ha permitido y permite a Kiev asegurar su rendimiento en el campo de batalla. Precisamente, una de las razones por las que este ha disminuido recientemente, más allá de la capacidad rusa a la hora de acumular bajas para lograr avances exiguos -recordemos que esto tiene sentido dentro de su estrategia de desgaste y de provocar problemas internos en Ucrania y divisiones entre sus aliados-, es porque la ayuda ha dejado de afluir en las cantidades en que lo hacía.

No hay más que ver lo ocurrido con los fondos procedentes de los Estados Unidos que, según han anunciado desde este país, están a punto de agotarse, lo que dejaría a las AFU en una situación comprometida. Ayuda que, precisamente, alcanzó su pico máximo hace un año, en preparación de la ofensiva estival y para hacer frente a los ataques estratégicos rusos con drones y misiles y que ahora ha caído en picado. Ayuda que, pese a la voluntad demostrada por algunos de los socios europeos de Ucrania, no puede ser sustituida, no solo porque los Veintisiete ya venían haciendo un notable esfuerzo financiero –de hecho, mayor en conjunto que el estadounidense-, sino porque las capacidades industriales y los inventarios han llegado a su límite.

Desde Washington, el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, ha vuelto a elevar el tono de las advertencias, dejando claro que si se corta el flujo de ayuda militar a Ucrania desde Estados Unido, esto permitiría al presidente ruso Vladimir Putin ganar la guerra, instando una vez más al Congreso estadounidense a votar por financiación adicional. La Casa Blanca, por su parte, ha enviado una carta a los miembros del Congreso, en un último intento por presionar a los miembros de la cámara, alertando de que «no existe un fondo mágico de financiación disponible para afrontar este momento» y de que «cortar el flujo de armas y equipos estadounidenses hundirá a Ucrania en el campo de batalla, no solo poniendo en riesgo los logros alcanzados por Ucrania, sino aumentando la probabilidad de victorias militares rusas».

En la misiva, de hecho, se reconocía que se habían gastado ya el 97% de los fondos recibidos para este particular y se insistía, una vez más, en los beneficios que los mismos han dejado en las líneas de fabricación de 35 de los estados del país. Pese a lo cual, son varios los senadores republicanos que continúan enrocados en sus posiciones y que siguen ligando la aprobación de nuevos fondos para Ucrania –e Israel, no lo olvidemos- a otras cuestiones, como el «asegurar nuestra frontera», en palabras del senador republicano por Carolina del Sur, Lindsey Graham.

La contraparte de la ayuda financiera la encontramos en el apartado industrial. Ucrania, como sabemos, ha venido realizando desde los inicios de la invasión, un importante esfuerzo por aumentar sus capacidades fabriles, muy comprometidas no solo por la situación anterior, marcada por la desorganización, la corrupción y la falta de clientes -incluidos los encargos estatales-, sino también por los ataques rusos con armas de largo alcance.

En este sentido, ha logrado comenzar a producir municiones en su territorio, con la vista puesta en la fabricación de proyectiles de 155mm, que son los más demandados. Además, produce ya media docena de obuses autopropulsados Bogdan de 155mm al mes, cifra a la que se une un pequeño número de carros de combate, blindados y otros tantos sistemas y plataformas. Ese es precisamente el problema: pequeño. Hasta que las empresas estadounidenses y europeas no se afinquen definitivamente en el país, abriendo nuevas instalaciones, difícilmente podrá por sus propios medios –pese a lo logrado– hacer frente a las necesidades que impone el campo de batalla en este sentido.

Mientras tanto, le queda recurrir por ejemplo a la compra, como en el caso del reciente contrato alcanzado con Rheinmetall que, ahora se sabe, será producido en España. Se trata de un pedido por valor de 140 millones de euros que servirá para fabricar 40.000 disparos de 155mm. Una cifra importante y que ha sido celebrada por muchos pero que, no obstante, conviene poner en contexto, pues supone cubrir las necesidades de poco más de diez días de combates al ritmo actual. Incluso sumando los 100.000 proyectiles encargados a la misma empresa por el Gobierno germano, siguen siendo del todo insuficientes. Todo mientras Ucrania, según Ukrainska Pravda, habría informado a los EE. UU. de que sus necesidades, en cuanto a munición, rondarían los 17 millones de disparos para liberar el conjunto de su territorio. Un dato que, sea o no del todo cierto, pone negro sobre blanco las diferencias entre las necesidades ucranianas y la realidad de su producción presente y previsible o de la ayuda que sus socios pueden proveer.

Rusia, por el contrario, a cada día que pasa es capaz de producir más y más sistemas, armas y municiones, sin que esto signifique que sus capacidades sean infinitas. De hecho, la economía del país, a pesar de haber aguantado notablemente bien las sanciones y de que el Estado haya sustituido con gasto público la pérdida de exportaciones e ingresos procedentes del exterior, ha sufrido daños. Sin embargo no los suficientes como para hacer imposible a Putin el seguir implementando una estrategia de aguantar a corto y medio plazo, tensionando así a Ucrania y sus aliados, ahora que aprecia las grietas.

Como quiera que la guerra sigue su curso, en las últimas horas se ha registrado el enésimo lanzamiento de drones rusos contra Ucrania. En concreto hablaríamos de 18 drones Shahed 131/136 (Geran-1/2) derribados por las defensas antiaéreas de este último país, así como de un misiles Kh-59, según su Ministerio de Defensa, de 23 drones lanzados. Entre los objetivos, se encuentran instalaciones críticas en Ivano-Frankivsk y en Krivói Rog, entre otros.

Del lado contrario, se han registrado explosiones en Lugansk. De hecho, un depósito de combustible utilizado por Rusia ha sido alcanzado por drones ucranianos, según el gobernador de la región, Artem Lyssohor. En total, los testimonios locales hablan de cinco explosiones, aunque algunas podrían deberse a la actividad de los sistemas antiaéreos. Según las autoridades rusas no habría víctimas.

Más allá de esto, las novedades sobre el terreno son un día más, mínimas. De hecho, inexistentes al norte del frente, donde no hay cambios en las últimas 24 horas.

Más actividad se ha registrado en el área de Bakhmut, en donde los ataques rusos continúan al norte de la ciudad, en torno a Berkhivka y Khromove, así como al sur, en Klischiívka, aunque con cambios mínimos.

En Avdiívka, al oeste de Donetsk, continúa en marcha la ofensiva rusa, aunque se ha enfrentado en las últimas horas a un nuevo contraataque ucraniano al norte, en la zona de Stepove.

Sin novedades al sur.

Contexto internacional, diplomacia y sanciones

En el plano internacional, una jornada más, las noticias son también escasas y vienen marcadas, en su mayoría, por la ofensiva diplomática que Ucrania está llevando a cabo con la intención tanto de continuar recabando apoyos, como de integrarse en organizaciones como la OTAN o la Unión Europea que le permitan un grado adecuado de seguridad futura.

En este sentido, el Jefe Adjunto de la Oficina Presidencial ucraniana, Ihor Zhovkva, inició la primera ronda de consultas con el Secretario General Adjunto para la Paz, la Seguridad y la Defensa del Servicio Europeo de Acción Exterior, Charles Fries, referente a los compromisos de seguridad colectiva de la UE. Unas conversaciones en las que las partes intercambiaron puntos de vista sobre los compromisos de seguridad futuros, centrándose en los aparatos de seguridad y defensa. Según el propio Zhovka:

«La futura membresía de Ucrania en la UE sirve como una sólida garantía de seguridad para nuestra nación y la comunidad europea en su conjunto. Apreciamos enormemente que en esta etapa ya estemos discutiendo medidas concretas para mejorar nuestra seguridad colectiva y fortalecer la resiliencia de Ucrania».

Del mismo modo, el ministro de Defensa de Ucrania, Rustem Umerov, se ha visto nuevamente con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en Bruselas. El motivo de la visita, una vez más, hablar sobre el apoyo a largo plazo, la situación en el campo de batalla y, por supuesto, sobre las medidas prácticas a tomar por Ucrania para acerca al país a la membresía. Como curiosidad, la reunión se ha producido, a tenor de la imagen compartida por Umerov, en la avenida Louise de Bruselas y no en el cuartel general de la Alianza, como es habitual.

Además de esto, se ha sabido que Zelenski se dirigirá en breve a los senadores estadounidenses, como parte de la campaña de presión destinada a provocar un cambio de parecer entre los representantes norteamericanos que permita aprobar el paquete de ayuda propuesto por la Administración Biden. Así lo ha anunciado el líder de la mayoría del Senado, Chuck Summer.

El primer ministro ucraniano, Denys Shmyhal, por su parte, ha mantenido la primera conversación, en este caso por videollamada, con el nuevo primer ministro eslovaco, Robert Fico, afín a Moscú. Un encuentro telemático del que apenas ha trascendido nada, más allá de que se ha hablado de cooperación bilateral, reconstrucción, infraestructuras y de la situación en la frontera.

En otro orden de cosas, desde Ucrania han anunciado que han logrado exportar ya siete millones de toneladas de mercancías desde los puertos del país en el mar Negro, a pesar de la amenaza que continúa suponiendo tanto la marina rusa, como la posibilidad de que su aviación lleve a cabo ataques o se produzca el lanzamiento de misiles, algo que de hecho ha ocurrido en numerosas ocasiones. Así pues, y según Oleksandr Kubrakov, primer viceprimer ministro ucraniano, responsable de infraestructura «desde el 8 de agosto, 200 barcos abandonaron los puertos y 226 entraron por el corredor organizado por la Marina de Ucrania».

Pasando de Ucrania a la vecina Bulgaria, en las últimas horas se ha sabido que el presidente del país, Rumen Radev, ha vetado un acuerdo entre ambos países que debería haber servido para que Bulgaria suministrase un centenar de vehículos blindados a las Fuerzas Armadas ucranianas. Al parecer, el presidente búlgaro, que devolvió la propuesta al Parlamento, se habría amparado en la necesidad que sus propias Fuerzas Armadas tienen de estos vehículos. Pese a ello, y a que Radev se ha manifestado generalmente en contra de suministrar armas y municiones a Kiev, lo más probable es que el Parlamento del país, en segunda votación, apruebe el envío de dichos blindados.

Cambiado ahora a Rusia, allí ha tenido lugar el acto en el que el presidente Putin recibe las credenciales de los nuevos embajadores ante el país. En concreto, en esta ocasión Putin debía aceptar las credenciales de hasta 21 nuevos embajadores, incluyendo los del Reino Unido, Alemania, Australia o Suecia. Durante el evento, ha aprovechado para quejarse de la situación de las relaciones entre Rusia y Occidente. En el caso del embajador alemán, recordó que ambos estados habían desarrollado una relación «pragmática» durante más de medio siglo que había sido muy beneficiosa para las dos partes, lamentando que ahora estuviese «congelada», lo que según él provocaba más sufrimiento a la propia Alemania que a Rusia.


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