A un día de la llegada de Erdogan a la localidad rusa de Sochi, en donde se reunirá con Putin para tratar el espinoso asunto del tránsito de grano ucraniano por el Mar Negro, Rusia ha vuelto a bombardear las principales localidades implicadas en su exportación, caso de Odesa e Izmail, en la frontera con Rumanía. Además de esto, en las últimas horas ha sido noticia la orden de arresto contra el oligarca ucraniano Ihor Kolomoisky, acusado de fraude y blanqueo de dinero, en una decisión que posiblemente pretenda servir de ejemplo al resto de oligarcas.
Los dos últimos informes los hemos dedicado a aspectos como la situación económica de los contendientes o la involución de la sociedad rusa. Hay más aspectos relacionados con la guerra de Ucrania, no obstante, que merecerían mayor atención, pero a los que no siempre podemos reservar el tiempo necesario para ofrecer explicaciones con un mínimo nivel de detalle. Uno de ellos es el nuclear, desgraciadamente de los peor comprendidos y de los que más se prestan a la argumentación vacía, basada en intuiciones, pero desconociendo absolutamente lo que dice la teoría.
En este ámbito, al igual que ocurre con la guerra convencional, las armas nucleares también pueden emplearse a nivel táctico, operacional y estratégico. Ahora bien, por su impacto militar y político y por las posibilidades de escalada, cualquier uso, por pequeña que fuese la potencia del artefacto tendría siempre, por definición, un componente estratégico. Algo que de por sí es curioso, pues los ingenios de menor potencia no son muy diferentes a algunas armas convencionales, como las famosas «cortamargaritas».
Dicho esto, en su día explicamos en un artículo específico las razones por las que, a pesar de que en cierto momento podría haber parecido una alternativa racional para Rusia el empleo de armas nucleares tácticas -por ejemplo durante las ofensivas de Járkov y Jersón-, había argumentos puramente técnicos que lo desaconsejaban. No se trataba ya de que el empleo del arma atómica, sobre el que los aliados de Ucrania habían advertido a Moscú, pudiese motivar una intervención estadounidense y europea, como dejó claro Josep Borrell, sino que desde el punto de vista militar, en vista de los posibles efectos en un tiempo en el que las tropas están cada vez más dispersas, era un sinsentido.
Dicho de otra forma, lo que era lógico en el teatro europeo durante la Guerra Fría, cuando se esperaba literalmente una enorme avalancha de unidades acorazadas y mecanizadas soviéticas a través de estrechas franjas de terreno, sobre el territorio de la OTAN, es descabellado en Ucrania por una simple cuestión de coste/eficacia. Nadie emplearía un arma atómica de baja potencia (táctica) sobre las tropas enemigas con los riesgos que ello implica para lograr a cambio eliminar apenas una compañía o en el mejor de los casos uno o dos batallones.
Sin embargo, nada de esto quiere decir que el uso del arma atómica -independientemente de la potencia del artefacto- con fines estratégicos esté totalmente descartado. Nunca lo ha estado, ni lo estará, porque por la misma razón por la que el empleo táctico no es racional, si el cálculo de costes/beneficios se altera lo suficiente, un ataque nuclear que busque detener la guerra antes de que Rusia pierda más de lo que considera aceptable tendría todo el sentido. Es decir, que ante la perspectiva de una pérdida catastrófica, como podría ser un colapso rápido del frente que llevase a ver en peligro su control sobre Crimea, sin duda en Moscú se plantearían el famoso «escalar para desescalar», intentando así que los aliados de Ucrania pusieran fin a la guerra forzando a Kiev a negociar.
Es aquí en donde llegan las confusiones. Por una parte, porque se da por hecho que la decisión depende exclusivamente de Rusia, cuando en realidad este país no tiene el control de la escalada. Por otra, porque precisamente por esto último, hay formas de sortear una situación a la que nadie desea llegar. Lo cierto es que desde el inicio de la guerra, aunque la tendencia ha sido siempre la de ofrecer más apoyo convencional a Ucrania, esto se ha hecho siempre de forma muy gradual -tal vez, incluso demasiado-, actuando los Estados Unidos como elemento estabilizador y como ancla frente a los deseos de aliados estrechos como Polonia que, por razones obvias no solo desean que Ucrania recupere su territorio, sino también que Rusia deje de plantear una amenaza a futuros.
Sin embargo, se ha hecho. Así, midiendo antes de cada entrega el impacto no solo sobre el campo de batalla, sino sobre las percepciones rusas, se han ido superando varias de las famosas «líneas rojas» rusas, desde el envío de carros de combate a, en unos meses, el de cazabombarderos. Además, se ha ofrecido ayuda multimillonaria en forma de todo tipo de sistemas y de municiones, pero también en transferencias tecnológicas, en acceso a información, etc. Todo a pesar de que periódicamente Rusia ha seguido azuzando el «fantasma nuclear», amenazando con una respuesta de este tipo o, más comúnmente, mostrándose ambigua o incluso jugando con posibilidades menos directas que el lanzamiento de un arma atómica, como sería la destrucción de la central nuclear de Zaporiyia.
En última instancia es la disuasión ejercida por los Estados Unidos -no hablaremos de nuestra triste Unión Europea, tan ajena al concepto- lo que ha permitido refrenar las ansias -y ansiedades- rusas, al mismo tiempo que ha ido generando un debate entre sus intelectuales acerca de dónde se encuentra ese punto de ruptura en el que Rusia habría perdido ya mucho más de lo razonable y en el que únicamente un ataque estratégico -incluso contra los Estados europeos de la OTAN- podría restablecer el equilibrio, frenando lo que consideran una insultante sangría.
Como vimos, hay algunos ilustres expertos que incluso consideran que este punto ya se traspasó hace tiempo y que Moscú está tardando en hacer los deberes, por dura que pueda ser la respuesta occidental (aunque llegado el momento confían en los «puntos de Schelling» y en que se produzca un desacople entre Estados Unidos y los socios europeos de la OTAN, con lo que podría salirles a cuento el ataque al alterar según esto y de forma profunda el orden internacional en su favor).
Ahora bien, que se llegue a ese punto, como decimos, no depende tanto de Rusia, como de la capacidad de los Estados Unidos para seguir generando disuasión, de estos y sus aliados europeos para mostrar una relación sin fisuras que Rusia pueda interpretar como debilidades y del buen juicio con el que se siga escalando el conflicto –un ejemplo obvio son las GLSDB– a través del envío a Ucrania de armamento y sistemas más modernos y capaces o en mayor cantidad. Si el control de la escalada sigue del lado de los aliados de Ucrania (Rusia solo lo tuvo a la hora de evitar que estos participasen directamente en la guerra, dejándola como una guerra por delegación), resulta muy difícil que Rusia realice una apuesta tan arriesgada.
Todo lo cual, por cierto, contribuye a aumentar la duración de la guerra, en tanto «no se puede» conceder a Ucrania (hay varias otras razones, como la falta de disponibilidad) en un corto plazo de tiempo todo aquello que necesitaría para derrotar militarmente a Rusia. La desventaja es obvia: las bajas y la destrucción física serán mayores, pagándose un alto precio en vidas y en pérdidas económicas y materiales. La ventaja es que Rusia, si las pérdidas son graduales y relativamente espaciadas en el tiempo, tiene la posibilidad de ir aceptándolas «sin perder los nervios».
En otro orden de cosas, pasando a lo ocurrido sobre el terreno en las últimas horas, se han registrado explosiones, tras ataques rusos, sobre diversos puntos de Ucrania, como la ciudad de Zaporiyia, o las de Reni e Izmail, estas últimas ya muy cerca de la frontera de Rumanía y, como sabemos, directamente implicadas en la exportación de grano ucraniano. Todo ello a pesar de que desde las Fuerzas Armadas ucranianas aseguran haber derribado 22 de los 25 drones Shahed lanzados en su contra.
Además de esto, en la línea Kupiansk-Svatove-Kreminna han continuado los esfuerzos rusos por acercarse al Oskil, ganando algo de terreno en dirección a la localidad de Novojehorivka, cercana a Svatove. Ucrania, por su parte, habría mejorado muy ligeramente su posición en Bilohorivka, al sur de Kreminna.
En el área de Bakhmut la situación permanece sin cambios, con combates continuos al sur de la ciudad, pero sin movimientos de líneas en las últimas 24 horas.
Al oeste de la ciudad de Donetsk la situación permanece sin cambios, con ataques rusos en dirección a Avdiívka, pero sin movimientos.
En cuanto al sur, a pesar de que en las últimas horas han circulado por las redes diversas informaciones relativas a avances ucranianos en el eje de Velyka-Novosilka, concretamente con la supuesta toma de la localidad de Zavitne Bazahnny, estaban motivadas por un error de geolocalización, con lo que solo cabe concluir que la situación es idéntica a la del día anterior.
En el eje de Orijiv, los ucranianos aseguran haber penetrado la primera línea rusa y estar moviéndose entre esta y la segunda, algo que por otra parte ya se sabía. Más allá de esto, no han trascendido noticias de consideración, aunque los combates prosiguen, lo mismo que los intercambios artilleros.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
La jornada en Ucrania ha estado marcada por la corrupción, pues una vez más ha vuelto a ser noticia, mientras que del lado de Rusia no ha habido declaraciones ni anuncios destacables.
En esta ocasión, el ministro de Justicia, Denys Maliuska, anunció en directo en la televisión nacional ucraniana que el país está trabajando con países europeos para extraditar a funcionarios corruptos que huyeron de Ucrania. Al mismo tiempo explicó que el proceso de extradición es complejo debido a los sistemas judiciales europeos y al hecho de que haya una guerra en curso, factores que los abogados contratados por dichos funcionarios emplearían para argumentar que sería “extremadamente peligroso” entregarles en tales circunstancias.
Así pues, considera que por esta razón en la mayoría de los casos los socios extranjeros de Ucrania “lamentablemente” rechazan la extradición por el momento. A su vez, el ministro Maliuska también ha hecho hincapié en que no se producirán extradiciones a gran escala en un futuro próximo, sino que se dará prioridad a la extradición de “aquellos que más robaron” y “los peces del medio y otros personajes harán lo mismo más adelante”.
Además, hay que tener en cuenta que durante esta jornada el oligarca ucraniano Ihor Kolomoisky ha sido arrestado por el tribunal del distrito de Shevchenkivskyi de Kiev acusado de fraude y blanqueo de capital. Por el momento, se ha ordenado detención preventiva durante 60 días e impuesto una fianza de 509 millones de grivnas, esto es 14 millones de dólares. Unas cantidades que vendrían a corresponderse con aquellas que habría “lavado”, según el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU).
Durante su discurso diario, de hecho, el presidente Zelenski además de felicitar a las localidades de Odesa, Sumy y Lysychansk por su Día, ha subrayado que el Estado de derecho debe prevalecer, agradeciendo a las autoridades ucranianas que tomen medidas para hacer justicia en cada caso que había estado en suspenso durante décadas. De este modo, también ha incidido en que no será “lo de siempre”, en referencia a que aquellos que han “robado a Ucrania y se han colocado por encima de la ley y de cualquier norma” y, en este caso, al caso de Kolomoisky.
En cuanto a las reuniones o llamadas efectuadas en las últimas horas, lo cierto es que únicamente destaca la mantenida entre el jefe del gabinete de Zelenski, Andriy Yermak, y el consejero de seguridad nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan. Durante su conversación, Yermak le ha informado sobre la situación en el campo de batalla, el exitoso avance las tropas ucranianas en determinadas áreas, así como trasladado las necesidades que enfrentan las AFU.
Sobre las necesidades también ha vuelto a pronunciarse el ministro de Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba, realizando un llamamiento a Alemania para que finalmente se decante por la entrega de misiles Taurus.
Continuando con esta cuestión, la ayuda más destacada del día procede de contribuciones financieras ucranianas. En particular, 23 empresas dedicadas al combustible y a la energía han contribuido para ayudar al Servicio Estatal de Fronteras en la adquisición de vehículos blindados M113 para la protección de la frontera estatal. De este modo, la 15ª brigada “Steel Border” o “Frontera de Acero” recibirá 50 M113 adquiridos en un país europeo, pero sin especificar a quién, si bien sí han concretado que los vehículos fueron almacenados y modernizados antes de ser enviados a Ucrania.
Por otro lado, la Fundación Nobel ha decidido dar marcha atrás en sus planes de invitar a los embajadores de Rusia y Bielorrusia en Suecia a la ceremonia de entrega del Premio este año: “Hemos decidido repetir la medida excepcional del año pasado, es decir, no invitar a los embajadores de Rusia, Bielorrusia e Irán a la ceremonia del Premio Nobel en Estocolmo”. Aun así, en el comunicado se explica que la decisión se basó en la convicción “de que es importante y correcto difundir lo más ampliamente los valores y mensajes que representa el Premio Nobel”, si bien las fuertes reacciones en Suecia en contra de la decisión “eclipsaron por completo este mensaje”.
Esta noticia ha sido, por supuesto, aplaudida por Ucrania tras haberse pronunciado en contra y pedir una revocación de esta. El portavoz del Ministerio de Exteriores, Oleg Nikolenko, califica la nueva decisión como “una victoria del humanismo” y ha mostrado su agradecimiento para todos aquellos que “exigieron el restablecimiento de la justicia”.
Además, no solo ha decidido revocar su decisión, sino que ha denunciado públicamente a Rusia por “intentar silenciar” al Premio Nobel de la Paz 2021 Dmitri Murátov, tras haberle incluido en su lista de “agentes extranjeros”. Según el Ministerio de Justicia ruso, Murátov, redactor jefe de Novaya Gazeta, había “utilizado plataformas extranjeras para difundir opiniones destinadas a formar una actitud negativa hacia la política exterior e interior de la Federación Rusa”.
Como cierre, cabe recordar en este punto que Murátov decidió subastar su premio en junio de 2022 para donar lo recaudado a ayudar a los niños refugiados ucranianos a través de UNICEF. En particular, su medalla se subastó por un total de 103,5 millones de dólares.
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