Cuando se cumplen 15 años desde el inicio de la guerra ruso-georgiana, otra guerra, la de Ucrania, continúa generando noticias, pero muy pocas novedades en realidad. Sobre el terreno, los avances y retrocesos son constantes, pero todos ellos mínimos, como corresponde a una guerra de posiciones. El desgaste acumulado es enorme, pero no parece que las posibilidades de colapso de unos y otros sean demasiado altas por el momento. En el apartado diplomático, y desde hace un tiempo, las novedades son cada vez menos, a la espera de que con el final del verano, la actividad se retome. Pese a todo lo anterior, el número de fallecidos no deja de crecer, elevándose el número de bajas hasta límites impensables antes de la invasión.
Hoy hace quince años que dio comienzo la guerra ruso-georgiana de 2008 –algo a lo que hoy se han hecho múltiples referencias por parte ucraniana-. Un breve conflicto armado que culminó con las regiones de Abjasia y Osetia del Norte en un limbo que todavía no han abandonado y supuso un punto de inflexión para la relación entre Rusia y Occidente. Si bien desde el punto de vista militar únicamente sirvió para constatar que las reformas militares rusas no habían logrado los objetivos previstos, también permitió entrever algunas de las carencias del propio Putin como estratega. Limitaciones que el 22 de febrero de 2022 se vieron a la perfección, al lanzar una operación de decapitación sin un plan B claro, lo que nos ha llevado, gracias a los enormes errores de cálculo rusos de entonces, a una guerra de posiciones como la que vemos.
La guerra de Ucrania continúa sin cambios en lo sustancial. Desde las AFU continúan con su campaña contra la logística rusa, a la espera de degradarla hasta el punto en que su capacidad defensiva decaiga lo suficiente como para avanzar con ciertas posibilidades de éxito, algo que no está garantizado en ningún caso, dado el enorme problema que plantean las defensas pasivas rusas -especialmente las minas terrestres- y las carencias que la AFU han demostrado en algunos aspectos -solucionables, aunque no a corto plazo-.
Del lado ruso, se afanan en aumentar la producción militar -se espera que este año rebasen la barrera de los 100.000 millones de dólares invertidos en defensa– tanto para sostener y dinamizar su economía a corto plazo, como evidentemente para sostener el esfuerzo bélico el tiempo necesario, bien sea para forzar una salida negociada que contemple parte de sus reclamaciones, bien para congelarlo, bien para prepararse para -ya en el futuro-, renovar los ataques. Algo que no amilana a los ucranianos, que consideran la guerra, y especialmente la ofensiva en curso, como una «carrera de fondo».
Respecto a las bajas, hoy desde el Estado Mayor ucraniano han publicado, como cada día, su parte de bajas rusas, que en el apartado humano habría rebasado ya la increíble cifra de 250.000 -no entramos en la veracidad, solo exponemos el dato-. Los datos publicados por Rusia, no son menos sorprendentes, pues aunque evitan dar cifras de militares fallecidos, el listado de equipos ucranianos destruido se cifra en decenas de miles -en este caso los datos son si cabe todavía menos creíbles que en el anterior-. Al fin y al cabo, las estimaciones de terceros, son mucho más conservadoras, aunque no dejan de ser espeluznantes.
Dicho lo anterior, y pesar de las inmensas pérdidas materiales y humanas, difíciles de cuantificar –el esfuerzo de la comunidad OSINT no es suficiente para clarificar ciertos aspectos-, ambos bandos continúan su lucha sin dar excesivos signos de agotamiento. Es cierto que el colapso en las guerras de desgaste suele llegar de forma fortuita, pero aplicado al caso de Rusia y Ucrania no parece haber indicios sólidos que permitan preverlo por ninguna de las partes. Además, a diferencia de lo ocurrido en la Primera Guerra Mundial, que siempre suele ponerse como ejemplo, las sociedades actuales están mucho mejor monitorizadas, existiendo mecanismos mucho más elaborados para medir al menos el descontento o el nivel de aprobación de los líderes, que no parece disminuir en ninguno de los dos estados contendientes.
No podía ser de otra forma, para una guerra en la que ambos bandos consideran que persiguen objetivos existenciales. En el caso de Ucrania, que se juega su supervivencia como Estado, esto es evidente. En el de Rusia no tanto, aunque por motivos que hemos explicado en varias ocasiones ya, la percepción de sus élites y de buena parte de su población parece ser esa, lo que hace muy posible que estén dispuestos a seguir a las primeras en su «guerra infinita».
Dejando lo anterior de lado, y mientras hoy Ucrania volvía a pedir a Estados Unidos el envío de misiles balísticos ATACMS para sus M-142 HIMARS y M270, ha vuelto a cobrar relevancia la cuestión de los misiles de crucero Taurus alemanes. Si hacemos memoria, hace apenas unos días explicábamos que el ministro de Defensa germano, Boris Pistorius, había descartado de plano la posibilidad de enviar tales sistemas a Ucrania, alegando que no los necesitaban y que su entrega constituiría un riesgo de escalada innecesario, dada la posibilidad de llevar a cabo con ellos ataques sobre el interior de Rusia.
En las últimas horas, pese a lo anterior, han sido múltiples las referencias a la presión a la que estaría siendo sometido Scholz de cara a su envío, como puede verse si atendemos a lo publicado por distintos medios tanto teutones como internacionales. El caso aquí es que desde la socialdemocracia alemana están presionando al Gobierno para que cedan en este punto, arguyendo que a falta de una fuerza aérea en condiciones, las posibilidades ucranianas para «superar los campos de minas rusos y recuperar territorios» pasan por recibir estos misiles.
El asunto, sin embargo, es ligeramente más complejo. Alemania tiene buenas razones para no querer hacer entrega de estas armas, que podrían ser utilizadas si no para atacar el interior de Rusia -Ucrania está siendo muy cuidadosa en este aspecto, como hemos explicado en reiteradas ocasiones-, sí para ir contra el puente de Kerch, que hasta ahora se ha resistido a colapsar por completo. Los Taurus, de hecho, serían ideales en este caso, lo mismo que para atacar otros puntos cruciales como los puentes de Henichesk y Chonhar, que ayer fueran noticia. Ahora bien, el punto determinante aquí parece ser que el número de Storm Shadow y SCALP que Reino Unido y Francia respectivamente pueden suministrar a Ucrania es limitado, algo que no sería tan así en el caso alemán, ya que en su día este país se hizo con 600 Taurus –de los que únicamente 150 estarían en condiciones de ser utilizados inmediatamente, por cierto-.
Ocurra lo que ocurra, no ha sido la única noticia interesante de un día en el que desde Kiev han anunciado la captura de una mujer que, supuestamente, estaba informando a Rusia de forma que desde este país pudiesen preparar un «ataque aéreo masivo» que tendría como objeto acabar con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, durante una próxima visita a Mikolaiv. De ser cierto, algo difícil de confirmar, supondría un cambio de situación relevante, en tanto Rusia había renunciado a ir directamente contra Zelenski tiempo atrás.
Respecto a lo ocurrido sobre el terreno, y después de la oleada masiva de drones y misiles de ayer, hoy no se ha producido ningún ataque parecido. El único caso registrado habría afectado a la localidad ucraniana de Prokovsk, en donde al menos cinco personas habrían fallecido y más de una treintena habrían resultado heridas a consecuencia del impacto de dos misiles que han afectado a un bloque de viviendas y a un hotel.
En lo concerniente a los combates, la situación en el norte del frente sigue resultando confusa. Por una parte Rusia estaría logrando avances en el extremo del mismo, en la zona de Vil’shana, tomando lo que se consideraba zona gris. Por otra, las Fuerzas Armadas ucranianas prosiguen avanzando hacia Karmazynivka, al suroeste de Svatove. Así las cosas, mientras los rusos intentan lograr algún éxito que obligue a Ucrania a retirar tropas del sur y del área de Bakhmut, los ucranianos intentan maniobrar de forma que Rusia no pueda concentrar demasiados hombres y medios en un punto concreto de este mismo sector del frente.
En el caso de Bakhmut, los ucranianos habrían logrado hacerse con una franja de terreno mínima al norte de Klischiívka, mientras continúan los intercambios artilleros. En cualquier caso, hace ya un tiempo que no se producen avances reseñables, siendo el último la toma de la pequeña aldea de Andriívka, lo que hace pensar que la situación se ha estancado pese a haberse hecho Ucrania con algunos puntos importantes en las semanas previas.
Pasando al oeste de Donetsk, los combates continúan concentrándose en el entorno de las localidades de Avdiívka y de Mariínka. En la primera, los ucranianos habrían logrado expulsar a las tropas rusas de algunas posiciones entre Vesele y Kamianka, mientras que en la segunda serían los rusos quienes se habrían acercado de forma mínima hacia Pobjeda.
Por último, pasando ya al sur de Ucrania, las únicas noticias hoy han llegado del eje de Velyka-Novosilka, en donde la situación permanece idéntica, pero continúan los esfuerzos de unos y otros en Urozhaine y Staromaiorske, así como del sur de Jersón, en donde continúan los combates en torno al Dniéper y los intentos rusos por desalojar a los ucranianos de la isla entre este río y el río Konka.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
Tras la finalización de la cumbre de Yeda, sin acuerdo, hoy la jornada se ha presentado particularmente parca en noticias en los ámbitos internacional y diplomático. Además hasta el punto de que ni siquiera en la web de la presidencia ucraniana, normalmente de lo más activa, han actualizado el contenido.
Sí que se ha producido, en cualquier caso, una llamada telefónica entre el ministro de Exteriores ucraniano y el secretario de Defensa estadounidense, en la cual Dmytro Kuleba ha solicitado a Blinken una vez más el envío de misiles ATACMS, además de tratar aspectos como la exportación de granos, para la que Ucrania busca vías alternativas.
Más activos se han mostrado los medios y dirigentes rusos, quienes hoy han denunciado que al promover la «Fórmula de paz» del presidente ucraniano Zelenski, se estaría restando importancia a otras iniciativas de paz presentadas por otros países, como ha ocurrido con China, de la que desde Occidente se sospecha por razones obvias. En cualquier caso, volviendo sobre las declaraciones de la portavoz de exteriores rusa, María Zakharova, la propuesta de Zelenski es un ultimátum sin sentido para Rusia, con lo que «es imposible resolver el problema de tal manera».
Desde Ucrania, con o sin «Fórmula de Paz», se niegan a aceptar cualquier resultado que implique una congelación del conflicto o un alto el fuego. Así lo ha expresado el asesor de Zelenski, Podolyak, quien ha asegurado que la propuesta del primero es la única base posible para una negociación, pues cualquier «Minsk-3» solo prolongaría la guerra en el futuro. De hecho, las declaraciones Podolyak al respecto identifican dicha posibilidad como una «gran derrota para el mundo occidental y el fin del orden de seguridad global actual», asegurando que además de imponerse la «ley de la jungla», Rusia únicamente utilizaría cualquier acuerdo para ganar tiempo y rearmarse.
Volviendo sobre la diplomacia rusa, hoy canciller ruso, Sergey Lavrov, y su homólogo chino, Wang Yi, han mantenido una conversación telefónica en la que, entre otros temas, han tratado lo que denominan «crisis de Ucrania», así como las relaciones bilaterales entre ambos estados. Como viene siendo habitual desde el inicio de la invasión, han mostrado su rechazo a la «política de confrontación del bloque occidental hacia Rusia y China, sus intentos de contener su desarrollo por medio de sanciones y otros métodos ilegítimos».
Hay que decir que Lavrov no ha sido el único alto cargo que ha mantenido una conversación hoy con el ministro de exteriores chino. El Alto Representante de la Unión Europea, Josep Borrell, ha hablado con Wang Yi con la intención de allanar el terreno para la próximo próxima Cumbre UE-China, en la que se buscará suavizar una relación que últimamente ha sufrido varios altibajos y sobre la que la guerra de Ucrania introduce una presión añadida.
En el apartado humanitario, hoy han regresado a Ucrania un total de 22 militares que habían sido capturados anteriormente por parte de las tropas rusas. Ha sido Andriy Yermak, el jefe de la Oficina Presidencial ucraniana el encargado de hacer el anuncio en las redes sociales, mostrando de paso un vídeo de los mismos.
No han sido los únicos liberados hoy, pues el metropolitano ortodoxo Pavlo, de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Moscú -respaldada por Rusia-, fue puesto en libertad después de que una colecta pública permitiese abonar la fianza de 290.000 dólares, según ha declarado su abogada, Mykyta Chekman. Respecto a Pavlo, pese a estar en libertad, continúa acusado de incitar al odio, justificar la guerra de Rusia contra Ucrania y discriminar a los ciudadanos por sus creencias religiosas, siendo uno de los puntos de fricción en las disputas internas entre iglesias que llevan produciéndose en Ucrania desde el inicio de la invasión.
Por último, es obligado hacer una referencia a la situación del activista ruso Boris Kagarlitsky, quien ha sido designado por la justicia rusa como «terrorista», en tanto ha aparecido en un listado precisamente de terroristas publicado por el FSB ruso. Kagarlitsky, que fue arrestado hace unas semanas en aplicación de los últimos cambios en la legislación del país -que prohíben las llamadas públicas a realizar actividades terroristas a través de Internet- permanecerá en prisión preventiva al menos hasta el próximo 24 de septiembre a la espera de una condena que podría suponerle hasta 7 años de encarcelamiento.
No ha sido el único intelectual ruso que hoy ha saltado a los titulares, pues el escritor ruso de ciencia ficción Dmitry Glukhovski, de 44 años, ha sido sentenciado hoy en ausencia a ocho años de prisión por hablar en las redes sociales sobre la invasión rusa de Ucrania. El autor del superventas «Metro 2033« ha sido declarado culpable de difundir información falsa sobre el ejército ruso, con lo que previsiblemente continuará con su exilio voluntario.
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