A lo largo de esta última jornada de guerra, el Ejército ruso ha continuado apretando en dirección oeste desde Kreminna, asegurando haber avanzado alrededor de un kilómetro y medio. También Ucrania asegura haber consolidados sus últimas ganancias al sur del país, mientras sigue esperando el momento en el que tenga sentido retomar los ataques en profundidad. En el apartado diplomático, el Acuerdo de Granos del Mar Negro ha expirado tras negarse Rusia a su extensión, lo que abre importantes interrogantes sobre lo que pueda ocurrir a partir de ahora. Además de esto, ni la Cumbre UE-Latinoamérica, ni la Cumbre del G-20 han estado exentas de polémica, por las diferencias de opinión en torno a la guerra de Ucrania. Todo en un día en el que se ha anunciado que los EEUU aprobarán en breve un nuevo paquete de ayuda militar a Ucrania valorado en 1.300 millones de dólares.
En las últimas horas ha causado cierta alarma la noticia de que la Federación Rusa habría acumulado un total de 100.000 uniformados, así como centenares de carros de combate y blindados en las zonas bajo su control de la región ucraniana de Lugansk, además de un importante número de obuses y lanzacohetes. Lo cierto es que, aunque ya llevamos un tiempo diciendo que Rusia concentra en la zona algunas de las mejores unidades de su Ejército -y es cierto-, hay que tener en cuenta que, por sí solas, estas unidades regulares nunca alcanzarían tal cifra de efectivos. Si acaso podrían ser del orden de 55.000-60.000 salvo que incluyamos áreas más al sur. Además, tampoco hay que perder de vista que buena parte de estas informaciones proceden de medios ucranianos, lo que obliga a tomar siempre con cautela las cifras.
En muchos casos, más allá de las unidades regulares -algunas de ellas hasta cierto grado todavía en proceso de R&R-, lo que llama la atención es la concentración de reservistas -en puridad son unidades penales formadas por ex-convictos- «Storm-Z», reproduciendo de algún modo el modelo anteriormente explotado por Wagner Group, pero en esta ocasión bajo el férreo control del Ministerio de Defensa: auténtica carne de cañón –aunque ellos lo nieguen– motivada por la promesa de reducciones de penas y de salarios altos, que podrían rondar el equivalente a 2.000 dólares al mes según algunas fuentes.
Como cabe suponer, no son el epítome de la efectividad en combate. Más bien al contrario, lo que cabe esperar de este tipo de unidades es un rendimiento mediocre, una baja moral y un entrenamiento deficiente, útiles apenas para alcanzar objetivos tácticos. No se pretende otra cosa, ciertamente. Su orgánica, basada en compañías de un centenar de hombres de los que alrededor de 40 atacan, otros tantos prestan apoyo de fuego y el resto servicios que van desde mando a sanidad, está pensada para eso. Nada de complicadas maniobras propias de una guerra de armas combinadas, ni tampoco de actuar en coordinación -más allá de lo imprescindible- con otras unidades. Solo asaltar y si hay suerte, sobrevivir, causando de paso desgaste al enemigo (y nuevamente reeditando así el papel que jugara Wagner en Bakhmut).
Más allá de ellos, respecto al resto de unidades que el Ejército ruso ha ido desplegando en esta zona del frente, por el momento sigue sin estar clara la intención. A pesar de que la cifra de uniformados y sistemas de armas pueda ser chocante, lo cierto es que tampoco parecen en disposición de llevar a cabo un nuevo ataque masivo sobre las posiciones ucranianas. En el mejor de los casos, seguirán profundizando en lo que ya estamos viendo: ataques limitados para ir expulsando a las AFU en dirección oeste, alejando a los militares ucranianos de Svatove y más al sur empujándolos hacia el Zherebets. De esta forma, y mientras se mantienen al ataque en un extremo del frente, también complican que Ucrania concentre tropas en dirección por ejemplo a Tokmak, en el extremo contrario. Ahora bien, hay que tener en cuenta que Ucrania seguirá beneficiándose de la información obtenida por los medios de reconocimiento de la OTAN y por los suyos propios, con lo que cuesta creer que el «farol» (que solo lo es en parte) pueda surtir efecto.
Mientras tanto, además de concentrar tropas, el Ejército ruso continúa recibiendo también nuevos sistemas de armas, como carros de combate T-90M y T-73B3, parte de los cuales sin duda serán destinados a Ucrania. Además, acaban de recibir el primer lote de morteros autopropulsados 2S41 «Drok», un sistema diseñado sobre la base del MRAP «Typhoon» sobre ruedas que todavía tiene que demostrar su valía, pero que ayudarán a mejorar la supervivencia de sus sirvientes, gracias a la mayor movilidad y protección que ofrece el vehículo respecto a los morteros tradicionales. También, como ha anunciado el primer ministro ruso, Mikhail Mishustin, el país ha aumentado «dramáticamente» la producción de armamento respecto a 2022, lo que confirma que siguen preparándose para una guerra a largo plazo si es necesario.
Hasta ahí, Rusia. También Ucrania tiene sus carencias y querencias. En las últimas horas se ha publicado en Twitter un interesante hilo, escrito por Franz-Stefan Gady, en el que resume buena parte de las conclusiones de un viaje que ha llevado a Ucrania a Konrad Muzyka, Rob Lee, Michael Fofman y a él mismo. Entre dichas conclusiones, la principal tiene que ver con las carencias ucranianas en todo lo relacionado con la guerra de armas combinadas, al ser incapaz de reproducir el tipo de guerra que se espera que un país OTAN llevase a cabo.
No se trata tanto de que no dispongan de material adecuado, o de que sean incapaces o cuenten con escasa motivación (más bien al contrario). El problema es, como hemos repetido en decenas de ocasiones en los últimos meses, que Ucrania simplemente no puede combatir de una forma que lleva años de entrenamiento y asimilación poder llevar a efecto con ciertas garantías. Así las cosas, después de los reveses iniciales no ha tenido más remedio que parar, repensar su estrategia y apostar, como explicamos en días pasados, por ir causando un daño gradual a Rusia que termine bien por provocar un colapso en el frente, bien por sentar las bases de un estado de cosas que haga posible nuevos ataques acorazados en busca de la ansiada ruptura.
La teoría nos dice que la guerra de armas combinadas implica que diferentes tipos de fuerzas (infantería, artillería, fuerza aérea, etc.) trabajen juntas de manera coordinada para lograr un objetivo común, aprovechando en su beneficio cada una de las capacidades únicas que aportan los servicios implicados. Una forma de guerra que contrasta con otras anteriores en las que cada tipo de fuerza operaba de manera más independiente. El paso a la práctica no es en absoluto sencillo y más allá de la falta de elementos críticos, como el apoyo aéreo, para que se implementase con verdadero éxito algunos mandos ucranianos deberían dejar atrás concepciones heredadas de la Unión Soviética.
Respecto al ansiado apoyo aéreo, cada vez parece más claro que los F-16 no llegarán a Ucrania no a tiempo para la ofensiva sino, posiblemente, para la propia guerra. Hasta donde se sabe, los pilotos ucranianos serán entrenados en Dinamarca y Rumanía, en un proceso formativo que se extenderá hasta 2024. Como curiosidad, buena parte del adiestramiento no será responsabilidad de los pilotos de las Fuerzas Aéreas aliadas de Ucrania, sino de una empresa privada, Draken International, que ya ha comenzado a publicar anuncios para reclutar a los futuros instructores.
Cambiando de tercio, y pasando al análisis de lo ocurrido sobre el terreno, el día ha comenzado con la noticia de un nuevo ataque ruso con misiles y drones contra el territorio ucraniano, en represalia por el ataque de ayer al puente de Crimea, que los medios rusos catalogan como «acto terrorista» siguiendo la retórica habitual del Kremlin. Para ser exactos, desde el Ministerio de Defensa ucraniano hablan de 25 drones Shahed 121/136, así como de media docena de misiles derribados, algo que no ha servido para evitar que la ciudad portuaria de Odessa sea alcanzada.
Los ucranianos, por su parte, habrían lanzado una oleada de drones de fabricación propia o modificados en el país, como podrían ser los chinos Mugin-5 contra distintos puntos de la costa occidental de la península de Crimea. Las fuentes prorrusas hablan de hasta 32 aparatos, 17 de los cuales habrían sido derribados por medios cinéticos mientras que los otros 15 habrían caído víctima de los sistemas EW rusos.
Además de esto, los combates han vuelto a arreciar al noreste de Ucrania, con las tropas rusas atacando en la zona de Masiutivka, así como al oeste de Svatove en dirección a Berestove, Novoselivske, Stel’makhivka y Obstrovskogo. Rusia habla de ganancias de hasta 1,5 kilómetros de profundidad en dirección a Kupiansk, aunque la situación real sobre el terreno dista de estar clara, negando los ucranianos la mayor.
En cuanto a Bakhmut, se sigue combatiendo, tanto a pie como mediante intercambios artilleros y un profuso empleo de drones comerciales letalizados. Lo más importante habría tenido lugar al sur, en donde las Fuerzas Armadas ucranianas habrían logrado tomar varias zonas fortificadas cerca de Klischiívka, mientras busca la forma de adentrarse en Kurdyumivka.
Al oeste de la ciudad de Donetsk los enfrentamientos se han producido un día más hacia Vesele, al norte, así como hacia Severne y Permovais’ke, ya al sur. También se habría luchado en Mariínka, así como en Pavlivka, cercana a Vuhledar.
Al sur del país, por último, los ucranianos aseguran haber ganado terreno tanto en el eje de Velyka-Novosilka como en el de Orijiv, aunque no hay pruebas de ello, mientras los combates continúan en ambas zonas.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
Pasando al apartado internacional, la primer noticia importante tiene que ver con la aprobación por parte estadounidense de un nuevo paquete de ayuda militar a Ucrania que, a la hora de escribir estas líneas todavía no ha sido hecho público, pero sobre el que diversos medios ya han venido hablando. En concreto, se ha publicado que incluirá nuevos sistemas antiaéreos -o misiles para los mismos, no está claro-, así como sistemas C-UAS y drones suicidas, entre otros.
No ha sido la única noticia en una jornada intensa, marcada por las dos importantes cumbres que han tenido lugar en las últimas horas: la que ha reunido a los países miembros de la Unión Europea con los estados de América Latina por una parte y la del G-20. Dos eventos en los que se han producido importantes tensiones dada la disparidad de posturas en relación con la guerra de Ucrania, lo que ha dificultado la aprobación de las habituales declaraciones que se publican al final de este tipo de actos. En el primer caso, esta solo ha sido posible después de arduas negociaciones y sin unanimidad, en tanto Nicaragua no se ha sumado a la misma. En el segundo caso, ha sido de todo punto imposible debido a la falta de consenso.
El otro punto de fricción del día se relaciona con el Acuerdo de Granos del Mar Negro, ya extinto tras la negativa rusa a renovarlo. Esto no ha impedido que el ministro de Exteriores de este país haya hablado sobre el tema con su homólogo turco, Kahan Fidan, mientras desde Moscú se denunciaba la «desmesura» de la posición de las naciones europeas respecto al acuerdo, en la UE Macron calificaba la decisión de Putin de «error» y desde África se expresaba preocupación pues la seguridad alimentaria es un tema que les afecta de lleno.
Respecto a esto último, hoy se ha pronunciado el primer ministro ucraniano, Denys Shmyhal, quien ha afirmado que la cosecha está en marcha, que se han recolectado ya más de 2 millones de toneladas de cereales y que su país «ha sido y sigue siendo uno de los garantes de la seguridad alimentaria mundial». Además, ha explicado que espera que la exportación se mantenga gracias a un acuerdo a tres bandas entre Ucrania, Turquía y la ONU.
Con todo, la llegada a su fin del Acuerdo de Granos, pese a ser un importante contratiempo, no parece haber tenido efecto sobre los precios de los alimentos, al menos no en el caso del trigo, en tanto el mercado ya había descontado los efectos de una posible ruptura. Abre además diversos interrogantes, especialmente relativos a las formas en que Ucrania seguirá exportando granos, pues el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ya dejó clara horas atrás la posición de su país al respecto, asegurando que incluso las empresas propietarias de los buques graneleros están listas para continuar con su labor.
Hablando de Zelenski, hace apenas unas horas ha destacado la necesidad de entablar un diálogo directo -esto es, sin interlocutores-, con los países africanos, de forma que los líderes de estos últimos puedan entender que «fue Rusia quien atacó» a Ucrania. Además, aseguró que le gustaría reunirse con todos y cada uno de los líderes del continente en el futuro.
No ha sido su única reunión en un día en el que también se ha visto con el presidente de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón, país asiático que es uno de los mayores donantes individuales de ayuda del orbe. En el caso concreto de Ucrania, la agencia japonesa ha movilizado ya más de 1.100 millones de dólares que han sido destinados en su mayoría a proyectos de reconstrucción de infraestructuras. De cara al futuro, se espera que esta agencia pueda colaborar a la hora de atraer el potencial tecnológico del país nipón de forma que pueda contribuir a la reconstrucción de Ucrania.
En otro orden de cosas, cabe señalar que el Gobierno ucraniano ha aprobado hace unas horas una resolución sobre un proyecto piloto destinado a la reparación de la presa de Nova Khakovka, por razones obvias imposible de implementar en el corto plazo. No obstante, el proyecto al que se ha dado luz verde contempla un plazo inicial de dos años que tendrá como objetivo el diseño de ingeniería. A partir de ahí, ya en una segunda etapa que llegaría tras la expulsión de las tropas rusas de la zona en la que se ubica la central hidroeléctrica, comenzarían las obras de reconstrucción.
Sin salir del Gobierno ucraniano, el ministro de Exteriores, Dmytro Kuleba se ha reunido hoy con el secretario de Exteriores británico, James Cleverly, con quien ha intercambiado puntos de vista sobre el camino a seguir, además de coordinar esfuerzos de cara a responsabilizar a Rusia por la deportación y secuestro de niños ucranianos.
Hablando del Reino Unido, hoy se ha pronunciado a propósito del último paquete de sanciones aprobado contra Rusia la portavoz de exteriores de este país, Maria Zakharova, quien ha calificado la medida de una «muestra flagrante de hipocresía» por parte británica. En concreto, según la diplomática rusa: «Consideramos las acciones abiertamente hostiles de Londres como nuevas manifestaciones de hipocresía descarada, que se ha convertido en un sello distintivo de la política exterior británica». A esto ha añadido que:
«Demostrando una falsa ‘preocupación por los niños’, [Londres] continúa demostrando un cinismo sin igual y suministrando armas letales al régimen de Kiev, que las usa contra civiles e infraestructura civil en Donbass, las regiones de Zaporozhye y Kherson, en la República de Crimea y otras regiones rusas. Los proyectiles y misiles británicos matan, paralizan y dejan huérfanos a los niños que supuestamente ‘defiende’. Convierte a Londres en coautor de este y otros crímenes del régimen de Kiev y no escapará a la responsabilidad”
Por último, sigue coleando el tema de la futura cumbre de los BRICS, a celebrar en Johannesburgo. Ha sido concretamente el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, quien ha declarado que arrestar a Vladímir Putin -como el país debería hacer en virtud de los tratados suscritos si el líder ruso pisa su territorio- sería el equivalente a declarar la guerra a Rusia. La cuestión no es baladí, ya no solo por la importancia que el arresto de Putin pudiese tener, sino por las implicaciones en cuanto a política interna en el país africano, en tanto la Alianza Democrática, el principal partido de la oposición, está intentando a través de los tribunales que estos obliguen al Gobierno de Ramaphosa a entregar a Putin a la Corte Penal Internacional si llega a poner un pie en el país.
Todo ello en un día en el que la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento Europeo ha aprobado un informe sobre la situación en Bielorrusia en la que se pide a los Estados miembros que soliciten a su vez a la Corte Penal Internacional una orden de arresto contra el presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko por su participación en el traslado ilegal de niños ucranianos a Rusia.
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