Cuando la guerra de Ucrania está a punto de cumplir los 400 días, unas declaraciones de Zelensky referentes a Bakhmut han servido para apoyar la tesis de que la resistencia a ultranza en la ciudad se debe más a motivos políticos que militares, aunque no por las razones esgrimidas hasta el momento. Sin salir de esta ciudad, el fundador de Wagner Group, Yevgueni Prigozhin, ha reconocido hoy que la batalla ha dañado gravemente a su empresa, entre rumores de una próxima retirada de Ucrania para centrarse en África. En el apartado internacional, hoy se ha sabido que los seis carros de combate Leopard 2A4 que por el momento ha comprometido España llegarán a Ucrania pasada la Semana Santa. Todo en un día en el que Zelenski ha invitado a Xi Jinping a visitar su país.
La guerra de Ucrania es una guerra proxy. Esta es una idea que hemos repetido en varias ocasiones y que ya se explicaba en nuestro primer libro sobre la misma, abundando posteriormente en el segundo. Hasta qué punto los intereses de terceros países marcan el rumbo de la misma es, sin embargo, objeto de debate, pues son muchos los factores de esta intrahistoria que permanecen desconocidos.
Hoy mismo se ha producido una interesante polémica en las redes sociales que, en realidad, ha trascendido hasta el plano diplomático, a propósito de un artículo del diario Político en el que se acusaba a Estonia de estar entregando básicamente «chatarra» a Ucrania, para así poder adquirir material militar moderno a cargo de los fondos de la UE. Más allá de la veracidad o no (y Estonia ha hecho un esfuerzo superlativo en proporción a su PIB, enviando cuanto tenía), la acusación, hecha por un supuesto funcionario europeo del que no se ha facilitado la identidad, en realidad esconde un problema doble:
- La necesidad por parte de algunos aliados de Ucrania de conjugar su propia seguridad, presente y futura, con el esfuerzo de ayudar a Kiev y;
- La falta de transparencia del European Peace Facility, mecanismo a través del cual los Estados miembros de la UE reciben fondos que cubren el coste del material donado a Ucrania (siempre que lo declaren).
En el caso de Estonia, es evidente que lo único que podía enviar, al menos lo procedente de sus inventarios, era material en muchos casos obsoletos. Sus Fuerzas Armadas siempre estuvieron bajo mínimos y sus stocks apenas tenían material soviético, en muchos casos demasiado añejo. Ahora bien, no es muy diferente lo ocurrido en otros Estados, como la propia Alemania, que antes de enviar obuses autopropulsados PzH-2000 o antiaéreos Gepard ha ido enviando básicamente todo lo que quedaba en los depósitos de lo que un día fue la República Democrática Alemana.
Los aliados de Ucrania, al fin y al cabo, envían lo que tienen, muchos de ellos traspasando la barrera de lo que se consideraría prudente, en el entendimiento de que en Ucrania, en esa guerra proxy o por delegación de la que hablábamos, se están jugando su propia seguridad. Es decir, que como ocurre con las tres repúblicas bálticas, prefieren quedarse prácticamente indefensas -sin entrar a valorar la capacidad de autodefensa que tendrían en cualquier caso por sí mismas- antes que permitir que Ucrania caiga, en tanto entienden que ellas serían las siguientes.
Los casos de ayuda más torticera no son en ningún caso estos, sino la que proporcionan países como Francia que lo que conceden, más que ayuda directa procedente de sus inventarios, son créditos que Ucrania pueda utilizar adquiriendo material a la industria de defensa gala. En cualquier caso, todo ello es consecuencia, además de una sempiterna preeminencia de los intereses nacionales por encima de los comunitarios, de la falta de planificación a medio y largo plazo de la que hablábamos ayer en referencia al informe del IISS. Sin unos objetivos y un plan de acción claro, lo único que queda son los intereses individuales, que varían enormemente en virtud de la percepción de la amenaza.
Todo ello propicia los intercambios circulares, dadas las carencias de la mayor parte de fuerzas armadas de la Unión Europea. De esta forma, cada vez que surge la oportunidad, países como Polonia con sus T-72 o Eslovaquia con sus MiG-29 recientemente y tantos otros, la aprovechan para enviar a Ucrania el material más antiguo, pero susceptible de uso inmediato, mientras se benefician de la llegada de sistemas mucho más capaces sean estadounidenses, alemanes o de otra procedencia.
Siguiendo con la idea de la guerra proxy, y como adelantábamos en la entradilla, hoy merece la pena prestar atención a unas declaraciones del presidente ucraniano, Zelensky, recogidas por AP. Según estas, Ucrania debe aguantar en Bakhmut porque si la ciudad cae, algunos de sus aliados tratarán de forzar una negociación con Rusia, al igual que sectores de dentro del país, en lo que supone admitir dos cosas: 1) el cansancio de guerra, que estaría haciendo mella también en Ucrania (a pesar de que las estadísticas publicadas ahora hablaban de un alto porcentaje de apoyo a seguir en la lucha) y; 2) que la decisión de permanecer en Bakhmut viene en el fondo motivada por la estrategia política y no por la militar (un escalón por debajo).
Cabe aquí recordar una vez más que ya antes de la guerra, los principales aliados de Ucrania, esto es, el Reino Unido y los Estados Unidos, enviaron armas como los misiles contracarro NLAW y Javelin más con la esperanza de causar un gran desgaste a Rusia que no con la de provocar una derrota. La misma razón por la que se impusieron sanciones económicas que en ningún caso podrían disuadir a Rusia de lanzar su ataque.
Esta percepción de las cosas cambiaría tras demostrar Ucrania su capacidad de resistir en Kiev, Járkov, Sumy, Chernígov, etc. Logrado esto, las negociaciones en marcha en marzo de 2023 se suspendieron, pues tanto Ucrania como sus aliados vieron un atisbo de luz, tras lo cual llegaría ayuda mucho más numerosa y, ya posteriormente, las reuniones en formato Ramstein para coordinar dicha ayuda en base a la «lista de deseos» ucraniana.
El punto determinante para Ucrania fue, sin embargo, el éxito de su ofensiva en Járkov, después de que tras perder Severodonetsk y Lysychansk en verano e intentar una ofensiva en Jersón que al principio no dio resultados, la confianza internacional en las posibilidades militares de Ucrania quedase seriamente erosionada, con países como Francia apuntando a la necesidad de establecer negociaciones nuevamente.
Ahora, con medio mundo pendiente de la posible ofensiva ucraniana de primavera, que Zelenski admita que la decisión de permanecer en Bakhmut al ultranza tiene un componente político es todo menos una sorpresa. De hecho, tiene su lógica y es perfectamente comprensible la decisión del Gobierno ucraniano. En un momento clave, en el que estaban negociando la llegada de sistemas de armas como carros de combate modernos, dar una imagen de debilidad perdiendo territorios importantes frente a la ofensiva rusa comenzada en enero, habría sido contraproducente.
Así las cosas, Ucrania ha hecho todo lo posible por mantener posiciones no solo en Bakhmut, sino también en Vuhkedar, Avdiívka o al norte, en Kupyansk, Kreminna o Bilohorivka, logrando a costa de importante pérdidas, provocar un gran desgaste a Rusia, que hoy ha admitido incluso el propio Prigozhin, por más que en este caso hablemos de una empresa privada y no del Ejército ruso.
Dicho esto, si la decisión ucraniana ha mermado sus posibilidades a la hora de lanzar la futura ofensiva o si por el contrario la beneficiará al haber agotado a Rusia y haberse hecho merecedora de más ayuda internacional, todavía es pronto para decirlo. No obstante, lo interesante aquí pasa por incluir el factor exterior en la ecuación, junto a los otros ya esbozados en estas páginas y que pasado el tiempo servirán para ir esclareciendo el proceso de decisión que ha llevado a librar la batalla más larga de toda la guerra en Bakhmut.
Respecto a lo ocurrido sobre el terreno las últimas 24 horas, comenzando como siempre por el sector más septentrional del frente, se han registrado ataques rusos sobre la localidad de Krokhmalne, en la región de Járkov, así como sobre Stel’makhivka, ambas en las inmediaciones de Svatove aunque esta última ya en territorio de Donetsk. También, ya más al sur, se han repetido los ataques rusos contra Bilohorivka (en donde sin embargo los ucranianos habrían logrado ganar algo de terreno al este de la localidad), así como contra Verkh’okam’yans’ke.
En el área de Bakhmut, la acción hoy se ha concentrado en las direcciones de Berestove, Orikhovo-Vasylivka, Bohdanivka, el centro de Bakhmut (con los combates más intensos en el área del ayuntamiento), así como, ya al sur, contra Ivanivske, Predtechyne y Ozaryanivka. Pese a todo lo anterior, no se han reportado cambios de consideración.
En cuanto al oeste de la ciudad de Donetsk, los ataques rusos y milicianos han tenido como objetivo Novokalynove, Krasnohorivka y Stepove, todas ellas al norte de Avdiívka, así como Pervomais’ke al sur y, en la zona más meridional, Mariínka, en donde continúan las luchas urbanas.
Además de todo lo anterior han seguido los intercambios artilleros y los combates también en la región de Zaporiyia, lo que hace que alguno sospeche que la artillería rusa está trabajando en misión de interdicción contra posibles acumulaciones ucranianas de cara a futuros reconocimientos en fuerza como los llevados a cabo la pasada semana en la zona de Orejov, o incluso algo mayor.
Por último, aunque ya en la península de Crimea, habría sido derribado un drone ucraniano sobre Simferopol.
Contexto internacional, diplomacia y sanciones
Comenzando con la parte institucional, que hoy ha estado relativamente tranquila, en las últimas horas Canadá ha comprometido con Ucrania una ayuda financiera por valor de 2.400 millones de dólares canadienses (1.631 millones de euros al cambio actual), tal y como ha publicado el primer ministro de Ucrania, Denys Shmyhal.
De otro lado, Shmyhal también ha informado también hoy de que sus socios de República Checa, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Moldavia y Eslovaquia junto con Ucrania han firmado una «Carta Abierta» a las «Grandes Redes Sociales Tecnológicas» (Big Social Media Tech). Todo con el fin de poner de manifiesto que sus plataformas se han convertido en «campos de batalla virtuales» y que «tienen el poder de ser aliados para hacer frente a los ataques contra las democracias». El primer ministro enfatiza que estas entidades deben asegurarse de que sus plataformas no se utilizan para difundir propaganda.
Por su parte, el ministro de Energía de Ucrania, German Galushchenko, ha asistido a una reunión con sus homólogos en la UE bajo la presidencia de Suecia. Desde la UE se ha reiterado que la ayuda a nivel energético debe continuar. En particular, el ministro sueco, Ebba Busch, ha señalado que «Con Ucrania ganando la guerra y empezando a reconstruirse y recuperarse, la UE será un socio comprometido con este proceso». Las partes también han destacado la ayuda que la UE ya ha proporcionado para apoyar al sector energético ucraniano y el envío de alrededor de 5 millones de equipos y materiales de diverso tipo. De igual modo, ha puesto de manifiesto la necesidad de mantener las sanciones contra Rusia y los ámbitos específicos en los que podría reforzarse. En particular, se ha referido al sector de la industria nuclear, sobre el cual aún no recaen sanciones al haber quedado finalmente fuera del contenido del 10º y último paquete de sanciones adoptado por los 27.
Desde el Kremlin, y en una declaración poco habitual, el presidente Putin ha admitido que las sanciones «podrían» tener consecuencias «negativas» sobre la economía rusa a «medio plazo». Por supuesto, también ha vuelto a insistir, como hiciera en su último discurso sobre el Estado de la Nación, en la necesidad de relanzar la demanda interna para compensar en parte el efecto de las sanciones. También ha llamado a controlar la inflación, aunque se ha negado a dar las últimas cifras de crecimiento de la misma en el país.
Sobre la presidencia del Consejo merece especial mención la relativa a España. La vicepresidenta primera de Ucrania para la Integración Europea y Euroatlántica, Olha Stefanishyna, se ha reunido con el Embajador español en Ucrania, Ricardo López-Aranda, para discutir las expectativas del país una vez España tome el relevo el próximo 1 de julio. La representante ucraniana ha puesto de manifiesto que la segunda mitad de 2023 es un periodo «crucial» para hacer posible todas las decisiones políticas de cara al nuevo ciclo político en Europa. El Embajador López-Aranda ha reiterado el apoyo a Ucrania tanto para hacer frente a la agresión de Rusia como en su camino hacia la adhesión. Asimismo, ha subrayado que durante la presencia de España del Consejo «haremos todo lo posible para preservar la unidad de la Unión Europea en la promoción de la paz en Ucrania».
Sin salir de nuestro país, hoy se ha conocido la fecha definitiva de entrega de los primeros seis carros de combate Leopard 2A4 que enviaremos a Ucrania: el próximo 10 de abril. A partir de ahí resta por saber si finalmente España aumentará esta cifra hasta la decena de unidades, como anunciara en su día el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, así como confirmar cuándo se producirá el envío de los M113 comprometidos, aunque estos probablemente lleguen a Ucrania a la vez que los carros de combate, como es lógico.
Por último, cabe comentar lo ocurrido en la central nuclear de Zaporizhia, en el sur de Ucrania, en donde las tropas rusas que la controlan afirman estar preparándose para un ataque desde Kiev, lo que los ucranianos niegan mientras continúan acusando a Moscú de utilizar estas instalaciones como «escudo». niega y acusa a Moscú de utilizar el lugar como » escudo». Todo ello en el marco de una nueva visita del director de la Organización Internacional de la Energía Atómica, Rafael Mariano Grossi, quien busca un acuerdo entre Moscú y Kiev sobre varios «principios» esenciales , en particular el de no atacar esta central nuclear, la mayor de Europa, o no desplegar allí armas pesadas.
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